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domingo, 21 de diciembre de 2014

El deceso moral de la democracia española



No he de callar por más que con el dedo, 
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Hoy, sin miedo que, libre, escandalice,
puede hablar el ingenio, asegurado
de que mayor poder le atemorice.
En otros siglos pudo ser pecado
severo estudio y la verdad desnuda,
y romper el silencio el bien hablado.

Francisco de Quevedo y Villegas

Si la corrupción, la impunidad, el fraude, el abuso de poder de los poderosos y la única alternativa para derrocarlos es Podemos –patulea de oclócratas totalitarios comunistas y consumistas, que nunca concibieron en su cabeza la democracia- son los síntomas de la enfermedad que sufre la democracia española, el diagnóstico del síndrome que padece nuestro sistema representativo no es otro que la inmoralidad. Nuestra democracia, mala o buena, se muere de inmoralidad y algunos esperan como buitres y carroñeros el festín definitivo que van a concederse con el cadáver de nuestras instituciones, escasos recursos y muchas deudas.

En otras ocasiones de la historia acontecieron episodios similares, España siempre ha sido tierra de grandes ideas salvadoras de la humanidad que han servido para que los depredadores se afinquen en la nutrición y el parasitismo. Felipe II fue más papista que el Papa y Zapatero más islamista que Mahoma, concediendo a los musulmanes carta de naturaleza civilizada con su Alianza de Civilizaciones, por el medio tenemos a otros notables expoliadores, desde Fernando VII o Godoy, hasta Largo Caballero o Primo de Rivera. Los nacionalistas nacieron expoliando y morirán expoliando, es su condición natural.

Pablo Iglesias, el joven, es un farsante, de la misma magnitud que Rajoy o Zapatero, un funcionario de la política que lleva camino de convertirse en el nuevo Llamazares del comunismo, treinta años colgado del guindo sin dar grana. Con este elenco no hay obra que representar, todo es una farsa, un fiasco, una filfa, un simulacro. Una obra degradante y decadente a la que los españoles asistimos atrapados el patio de butacas en que todos estos mangantes han convertido nuestra vida. Caverna de Platón del siglo XXI, donde las redes sociales sustituyen a la realidad, sin otro guión,  que el del despojo y la extorsión de un pueblo

Todo es mentira, todo una farsa, todo una cruel desventura, porque una vez más, unos y otros, en nombre de la democracia y a su pesar, se tratan de adueñar del poder al birle y descuido, como auténticos trileros que son, infundiendo el miedo al otro como auténticos fascistas, para elegir el amo menos malo entre todos, y eso no es democracia, es behetría para vasallos y no isocracia para ciudadanos libres.

Pues dicho lo anterior, queda claro que el sistema democrático está deslegitimado de iure y de facto y toda esta farándula de impresentables tiene como único objetivo pasar página deprisa creando un conflicto inexistente entre los que dicen que mejor van a defendernos de los contrarios, cuando de lo que realmente se trata y de lo que debieran hablar los demócratas no es de la elección del próximo verdugo, sino de los medios para erradicar la pena de muerte y la muerte de pena a que toda esta calaña carroñera está sometiendo a los españoles

Debido a mis expulsiones y persecuciones desde los aledaños del poder o su oposición "oficial", cada día voy viendo más restringidas las posibilidades de difundir mis alegatos y panfletos en defensa de la libertad, la democracia, la justicia y el civismo, así que solicito ayuda de los libres para difundirlos urbi et orbe. Gracias por adelantado a los no representados, la mayoría cívica ocultada por el poder y silenciada por los medios, que son la auténtica y única esperanza de este país.


Enrique Suárez

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