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martes, 13 de enero de 2009

Como derrotar a Zapatero en las urnas

Se acercan varios procesos electorales, motivo suficiente para ir engrasando la maquinaria electoral del PSOE con fondos públicos. El Plan E (E de elecciones) está aquí, una nueva promesa de salvación está próxima, pronto escucharemos al “gran hipnotizador” de La Moncloa, las más terribles peroratas sobre el funesto acontecer que nos espera si la suerte deja de acompañarnos (como si las cosas en política dependieran de la suerte y no de la responsabilidad de los gobernantes).

Él, que no pronunció la palabra crisis hasta que el abismo se abrió bajo su talante entusiasta, eterna sonrisa, y enmascaramiento contumaz en defensa de la alegría. Él, que acudió a Washington para arreglar los problemas del mundo y denunciar los fracasos del capitalismo (evidentes para la socialdemocracia), y salió diciendo lo mismo que Bush, que el mercado se debe autorregular (a pesar de que en España nunca ha habido más control directo e indirecto del mercado por parte del Estado).

Los españoles, más que una economía intervenida, lo que tenemos es una economía interferida por la política. El Estado interfiere permanentemente en la evolución del mercado, pero se declara irresponsable de los errores que puedan ocurrir, siempre motivados por la gestión rigurosa de los intereses auténticos de los ciudadanos (una suposición absolutamente errónea e inveraz).

Zapatero tiene un plan, que es triunfar en las próximas elecciones vascas, gallegas y europeas, todo lo demás carece de importancia. Y con la excepción de las gallegas, que perderán el BNG y el PSGA después del desastre que han organizado en todo lo que han tocado, posiblemente consiga que Patxi López sea Lehendakari, con el apoyo del PNV, lo que tendrá su gracia, y en las europeas, salvo que Rajoy se ponga pilas alcalinas y su equipo asesor se desembarace de la niña, no lo tendrá demasiado difícil.

Hay dos clases de políticos, los que ocultan la verdad a los ciudadanos haciéndoles vivir un proceso de ensoñación (patriarcales, como Zapatero) y los que ocultan la verdad a los ciudadanos incorporando la preocupación a sus vidas (como Rajoy o José Blanco). Hay una tercera categoría, muy escasa, que es la formada por los que le cuentan la verdad a sus votantes, en España, lamentablemente, se han extinguido hace tiempo los políticos de esta categoría.


La habilidad de ser imprescindible


Zapatero le tiene tomada la medida a buena parte de la masa electoral que le apoya, se ha ganado su confianza con la inestimable contribución de la propaganda mediática, que le hacen sus defensores y detractores, porque en realidad resulta inefable en cualquier conversación la aparición inmanente de sus cejas, como si de un “gran hermano” se tratase.

La confianza la ha obtenido del miedo de los ciudadanos, convirtiendo a su partido en aliado de los rivales de los intereses comunes representados por los nacionalistas, y entrando en confrontación con el PP por cualquier cosa. Esto le ha procurado pingues beneficios electorales que le han permitido triunfar en las últimas elecciones.

En realidad, el plan estratégico de Zapatero consiste en incorporar el discurso nacionalista a su formación política, anteponiendo los derechos de los ciudadanos a los de los españoles (como si los ciudadanos de España no fueran españoles).

Se ha visto en las últimas semanas, en las reuniones con todos los presidentes autonómicos sobre la financiación de sus comunidades, como la política de Zapatero consiste en dejar satisfecho a todo el mundo, que se vayan contentos para casa, que luego ya se verá.

Pero el plan de Zapatero es muy peligroso para los españoles, cada día más fragmentados, desiguales y oprimidos. A Zapatero le sobra España para lograr sus objetivos, su táctica es la de defender las posiciones de sus rivales políticos, excluyendo al PP de cualquier acuerdo. El precio a pagar poco le importa, que no se respete la Constitución, que España sea el único país de Europa que no deja de preguntarse sobre su existencia bajo su mandato le trae sin cuidado, que la gestión socialista se haya mostrado desastrosa en todos los ámbitos de la política, le importa un rábano.

Su único objetivo es obtener un voto más que el PP en cualquier proceso electoral, y para eso tiene que afianzarse en el centro entre lo español y lo no español, los hombres y las mujeres, el capitalismo neoliberal y el estatalismo socialdemócrata, la luna y el sol, la pobreza y la riqueza, el antes y el después, el bien y el mal. El poder, como el triunfo en la plaza, se obtiene en los medios y con pases largos.


Zapatero, el preferido por los ciudadanos


La mayoría de los votos de Zapatero provienen de aquellos que se sienten ciudadanos antes que españoles, porque España no les ha dado lo que creían que les correspondían en justicia. Y la mayoría de sus opositores se sienten antes españoles que ciudadanos. Para Zapatero, como he dicho, la categoría España es residual y le resta votos en los feudos nacionalistas, en los que la mayoría no se acaba de creer que los territorios pesen más a la hora de producir bienestar, que el hecho contundente de la ciudadanía.

No es que Zapatero sea más inteligente, es más aprovechado, sabe nadar y guardar la ropa: el mayor conflicto político que tenemos los españoles es la confrontación entre españoles y antiespañoles, y Zapatero se hace español o antiespañol según le convenga. Es defensor de los ciudadanos en Cataluña, Galicia y Euskadi, y defensor de los ciudadanos en España.

Ha sustituido España por su imagen, los que quieren que España se extinga, confían tanto en él, como los que no quieren que desaparezca, mostrando su habilidad política para vender el día y la noche por el mismo precio.

En realidad, Zapatero utiliza uno de los recursos más viejos del mundo para obtener triunfos electorales: si no puedes ganar por ti mismo, únete a los rivales de tus enemigos, y enfrenta a tus enemigos con sus rivales, para que hagan el trabajo sucio de partirse la cara contra la realidad y empujar a sus rivales hacia ti.

La única forma de derrotarlo es desenmascarar su juego, y es fácil, los del PP podrían hacerlo sin problemas, consiste en repetir lo que dice en Cataluña en Extremadura, y lo que dice en Extremadura en Cataluña, repetir lo que dice a los empresarios a los trabajadores y lo que dice a los trabajadores contárselo a los empresarios, lo que dice a los viejos referírselo a los jóvenes y lo que dice a los jóvenes relatárselo a los viejos. Sólo así se demostrarán sus patrañas de vendedor de alfombra persas, hechas realmente en Barcelona.

Zapatero tiene un discurso para contentar a todo el mundo, y son sus palabras, no sus hechos, los que hacen que triunfe en las elecciones. Sería capaz de declararse hombre y mujer al mismo tiempo, musulmán y cristiano en dos actos diferentes, dependiendo del público que le escuche. Dentro de poco, le escucharemos un hermosos discurso sobre los meses que estuvo en el paro cuando acabó su carrera y todos los sufrimientos que padeció, cuando hizo la mili en el Sahára para comprender lo que sufren los militares que están fuera, y cuando estuvo a punto de incorporarse a ETA durante el franquismo, por eso comprende la causa vasca, y cuando estuvo en la luna acompañando a Amstrong y Collins, y cuando conquistó América con Cristóbal Colón, y los amores que tuvo con Cleopatra en una reencarnación anterior.

En el mundo de Zapatero, los sueños de lo que hizo y no hizo se confunden con la realidad, gobierna como si estuviera jugando en un videojuego, cree tanto en sí mismo, que no necesita que los demás crean en él, por eso cuando le acusan de algo, está convencido de que los errores son siempre de los demás. Solo hay una forma de librarse de él, que es despertándole con una derrota electoral, para que los ciudadanos podamos vivir de una vez en un mundo real y escaparnos de sus sueños, de su juego virtual, de su pequeño mundo, de la condición instrumental que nos ha concedido a los españoles en su espectáculo teatral de un mundo de muñequitos felices gracias a él.


Erasmo de Salinas

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