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sábado, 27 de octubre de 2007

Watson y la libertad de expresión

La noticia es que el premio Nobel James Watson se retira como director del Cold Spring Harbor Laboratory de Nueva York, tras haber sido suspendido en sus funciones por la dirección del centro. El descubridor de la secuencia y estructura del ADN, abandona a sus 75 años la investigación científica, gracias a una desafortunada entrevista (hecha con insidia) por un peridista ambicioso.

La polémica surgió cuanto esta prestigioso investigador, declaró en un periódico británico que tal vez los programas de ayuda a las naciones africanas, no surtieran efecto porque posiblemente los negros sean menos inteligentes que los blancos.

Watson declaró en Londres posteriormente: "Ante todos aquellos que hayan inferido a partir de mis palabras que África, como continente, es de alguna manera genéticamente inferior, me disculpo sin reservas". Evidentemente, sería una tontería decir lo contrario, porque nuestro origen genético está precisamente en África.

Una mala exposición de sus argumentos, unida a una intepretación perversa de sus palabras, ha concluido con la vida científica del descubridor de la organización genética de la vida, y que recibió el Premio Nobel de Medicina por ello, junto con Crick y Wilkins en 1962.

La doble hélice del ADN tiene tanta importancia como la Teoría de la Relatividad de Einstein, el descubrimiento de los chips, o la plasticidad de las ondas, para la especie humana. No estamos hablando de un señor que dice tonterías, pero los medios de comunicación han decidido crucificar a Watson por emitir un pensamiento que resulta incorrecto desde el punto de vista político, y eso sí merece atención.

La inteligencia es un constructo psicológico que parece tener mucha más relación con factores culturales que con factores genéticos. Sin embargo, sí hay precedentes que la hacen provenir de una base genética que se completa en el ambiente (Piaget), o que expresan la diferencia entre inteligencia cristalizada –de base genética- y la fluida –de base cultural- (Cattel, Horny). En un artículo anterior, titulado Inteligencia y Complejidad Humana expongo una breve historia sobre este tema, así como unas conclusiones particulares sobre la cuestión de la utilidad real de la inteligencia.

Wechsler, autor del instrumento más utilizado para la evaluación de la inteligencia, el WAIS, la definía como la capacidad de actuar con un propósito concreto, pensar de una forma racional, y relacionarse eficazmente con el ambiente. Evidentemente, es una construcción occidentalizada. En una tribu africana y en un ecosistema natural, la inteligencia se mediría por la capacidad para alimentarse y por la aptitud para la supervivencia en el medio, en la que pesaría más saber esconderse de los leones, que hacer coincidir triangulitos.

Realmente lo que ha dicho Watson admite muchas interpretaciones, pero de una forma perversa se le ha dado la peor de todas, para dejar ridiculizado ante el mundo a un investigador al que le debemos mucho.

No hay derecho a hacer estas cosas, para que un periodista se corone de gloria, para que un periódico se venda, para que muchos se sientan fascinados con la idea de un Premio Nobel diciendo tonterías, esto ha sido un atentado a la ciencia por parte de la política, que trata de invadirlo todo.

La inteligencia es un constructo que supuestamente no admite diferencias raciales, pero sin embargo las hay, al igual que hay diferencias de todo tipo entre los negros y los blancos, los primeros tienen mucha más cualificación para determinadas actividades deportivas, está demostrado que en atletismo, baloncesto o fútbol, tienen mucha mayor habilidad, solo hay que mirar los estadios en cualquier competición, mientras que los blancos tenemos ventajas para otros deportes con "herramientas", y los amarillos para los que tienen que ver con las posibilidades del cuerpo, como la gimnasia o las artes marciales.

Realmente hay diferencias raciales, no somos iguales físicamente, ni psicológicamente, ni socialmente, ni antropológicamente, y quien diga lo contrario está mintiendo. Hay una tremenda estupidez en aquellos que hablan de igualdad entre las razas, que al igual que las culturas son diferentes, y menos mal que es así, porque menudo aburrimiento si todos fuéramos iguales. Hay mucho estalinista mediático que pretende convertir a los ciudadanos en entes clónicas, más que iguales, idénticas, y nada más lejos de la realidad.

Que debamos aspirar a la igualdad en oportunidades y derechos, no quiere decir que partamos del mismo punto, ni que realmente estemos todos cualificados para cualquier cosa de la misma forma. La varianza racial existe en numerosas caracteríticas que utilizamos para definirnos.

Si Watson hubiera dicho que los negros son menos inteligentes que los blancos aplicándoles los instrumentos de medida de la inteligencia que habitualmente se utilizan en los países occidentales, no habría dicho ninguna barbaridad, y posiblemente eso es lo que quiso decir, porque no le imagino tan torpe, ni tan sectario, ni tan xenófobo, como para decir que los blancos son superiores a los negros, una estupidez etnocentrista que proviene de la época en que Europa colonizó el mundo. De hecho este investigador, ha sido siempre más conocido por sus ideas progresistas, que por ser un conservador.

Evidentemente los blancos y los negros tenemos la misma inteligencia potencial, y son las diferencias culturales las que generan nuestras diferencias sociales o actitudinales. Realmente al miembro de una tribu africana que vive de la caza-recolección de poco le sirve la geometría y el conocimiento de las integrales, y sin embargo nosotros no podríamos vivir sin ellos. Pero tampoco podríamos adaptarnos con nuestros conocimientos a vivir en África, porque la adaptación debe relativizarse al escenario, y nosotros estamos adaptados para vivir en ambientes urbanos y no precisamente en la selva o la sabana.

El psicólogo Hans Eysenck en su obra “Raza, inteligencia y educación (1971)”, el paleontólogo Stephen Jay Gould, en su obra “La falsa medida del hombre (1981)”, y los estudios de Carleton S. Coon sobre “Las razas humanas” (1965), dejaron bien claro hace muchos años que no hay diferencias físicas en relación a la capacidad intelectiva, pero sí hay muchas otras diferencias físicas, psicológicas, sociales y antropológicas.

Tengo la certeza de que lo que nos quiso transmitir Watson era precisamente algo que he repetido en muchas ocasiones fundamentándome en la antropología, que las intervenciones sociales que se hacen en los países del tercer mundo están condenadas al fracaso, y por lo tanto la mayoría responden a intereses políticos que no tienen como objetivo resolver los problemas sociales o económicos de los países pobres, sino más bien crear un área de intervención social en la que muchas organizaciones no gubernamentales, sus dirigentes, y los políticos que las promueven, terminan beneficiándose, al igual que lo hacen los políticos y las sectas de las comunidades a la que se dedican los ingentes recursos.

Eso es lo que creo que quiso decir, y precisamente por expresarse libremente ha sido condenado a la hoguera donde arden las ideas incorrectas. La petulancia occidental es extrema, y se observa en determinadas ocasiones de forma manifiesta, como la pretensión de imponer un sistema democrático por decreto en países en los que la democracia no tiene ningún sentido, como por ejemplo trata de hacer Bush en Afganistán o Irak.

Al final lo que se ha conseguido con todo esto es algo mucho peor, que los grandes investigadores se aparten de los medios de comunicación no vayan a ser mal interpretados y arruinen las realizaciones previas de sus vidas. A partir de ahora adoptarán una actitud preventiva ante las preguntas que queramos hacerles, se ha acabado la era divulgativa directa gracias a un petimetre mediático que busca exclusivamente su gloria personal.

Enhorabuena al periodista que ha logrado apartarnos del conocimiento, ha hecho una gran labor, deberían concederle un Nobel a la estupidez, pero seguro que le otorgarán un premio por haber salvado la corrección política y la moral global igualitaria. Quien se expresa en libertad es juzgado de forma inmediata por los nuevos inquisidores, los representantes morales del pensamiento políticamente correcto.

Con lo sencillo que hubiera sido brindarle una oportunidad a Watson para que se explicara mejor, como se hace con los políticos que no dejan de decir majaderías y continúan tan satisfechos en sus puestos; pero no, la noticia era llamarlo racista, y así se hizo. Con estas políticas inquisidoras estamos asesinando a la gallina de los huevos de oro de la comunicación abierta y libre entre ciencia y sociedad.

Biante de Priena

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