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jueves, 19 de enero de 2012

Reflexiones sobre la censura


"El secretismo, la censura, la falta de honestidad y el bloqueo de la comunicación amenazan todas las necesidades básicas." Abraham Maslow

Una pregunta que surge en las sociedades democráticas avanzadas es si realmente existe censura y en que grado se manifiesta (o mejor dicho, sirve para ocultar la realidad), junto con otras preguntas necesarias como a qué intereses sirve, cual es su propósito y finalidad, y quienes la ejecutan.

Es fácil comprobar la existencia de censura, cuando no existe plena libertad de expresión y divulgación de lo expresado. Muchos pensarán que en una sociedad como la nuestra, en la que los medios de comunicación cibernéticos fluyen, y todo el mundo tiene acceso a la información a golpe de ratón, es difícil que exista censura, pero posiblemente se equivoquen.

La información no fluye libremente en nuestra sociedad, más bien lo hace canalizada a través de conductos establecidos previamente, que están controlados de antemano y regulados exhaustivamente, es el caso de medios de comunicación social como cadenas de televisión, emisoras de radio o prensa escrita.

Algunos pensarán que internet nos salva, pero prueben ustedes a decir algo que no sea alabanza y aplauso a la línea oficial establecida en cualquier muro de Facebook o Foro de internet, y podrán comprobar cuanto dura su mensaje en el escenario, y da igual si el tema en cuestión es la política, la cultura, la religión o el fútbol, es cierto que hay la posibilidad de crear nuevos muros de Facebook o foros alternativos, para criticar la actitud de los anteriores, pero en ellos ocurrirá exactamente lo mismo, cuando no se coincida con la línea argumental oficial.

Sin duda, el objetivo de la censura en estos casos es buscar la cohesión artificial en forma de pensamiento único en los participantes, algo más propio de regímenes fundamentalistas que de democracias. Su pretensión es eliminar a los discrepantes, estigmatizar el pensamiento alternativo y la crítica, favoreciendo la presencia en su grey exclusivamente de aquellos que aplauden lo que se decida, eso sí, sin su participación en las decisiones.

La consecuencia inmediata de tanta intolerancia es la ruptura de cualquier posibilidad de diálogo entre interlocutores de opinión diferente, la negación de cualquier posibilidad de acuerdo, el empobrecimiento acelerado de los discursos, la negación de la crítica y el estancamiento o degeneración intelectual de los participantes, cada día más limitados en sus posibilidades de expresión.

Esto conduce a una sociedad confrontada en bandos cada día más fanáticos y adoctrinados, bajo la bandera compartida de la intolerancia, en los que se va reduciendo la libertad de expresión y cualquier oportunidad de diálogo. Pero también a una sociedad menos participativa, que hastiada o aburrida de la agresión a que es sometida por los censores se aparta de cualquier actividad en defensa de la libertad, para dejar el espacio existencial dispuesto para el dominio de los enemigos de la libertad.

En realidad, la censura es una forma de control ideológico, que trata de ocultar las discrepancias existentes y las opiniones encontradas, así como la diversidad natural de manifestaciones inherentes al ser humano, algo que al mismo tiempo facilita la emergencia de la propaganda, porque eliminada cualquier posibilidad de crítica o de simples opiniones discrepantes, se conforma un pensamiento único, que termina derivando en una nueva doctrina, en la fe que sustituye a la razón y en la lealtad que se transforma en esclavitud.

La censura ara el huerto para sembrar la propaganda, porque sin duda, la forma más acabada de censura en nuestros días es la desinformación y su forma más perversa, que es la intoxicación. Desinformar es una forma de censura, fundamentalmente organizada en forma de distracción: hablar de lo que le conviene a los adoctrinadores y ocultar lo que atenta contra la doctrina, pero también proporcionar datos espurios o crear informaciones directamente falsas para lograr el objetivo de que la opinión pública no esté informada. Hay una ley del poder que nos dice que una sociedad desinformada es más dócil e insegura, y está más dispuesta a aceptar cualquier alternativa que resuelva la incongruencia que siente y soporta. Si se quiere una sociedad insegura, dócil y obediente, nada como la censura, la desinformación y la intoxicación para lograrla.

Pero la censura no es una barrera inexpugnable, un burka ineludible, o una mordaza inquebrantable para la libertad, aunque para erradicarla se necesitan al menos dos acciones relacionadas: su detección y señalamiento por una parte, algo que puede ser apreciado por cualquiera en un momento dado, pero al mismo tiempo requiere la cohesión de los afectados y su denuncia ininterrumpida, sean lectores de prensa, oyentes de radio, telespectadores o participantes en un foro de internet. Sin erradicar la censura no hay ninguna posibilidad de libertad, y sin libertad, no hay ninguna posibilidad de democracia, el horizonte se convierte en una jaula cada día más totalitaria, que reduce las posibilidades de expresión al sometimiento a las verdades oficiales, la servidumbre a los detentadores del poder y la asfixia de cualquier posibilidad de que las cosas puedan cambiar en el futuro. Consintiendo la censura cerramos cualquier camino que nos conduzca fuera de ella, estamos atrapados, sin salida.

Crimen contra la razón que queda sin sanción, irracionalidad que asumimos como cadenas en nuestro destino. El camino de la censura sólo puede conducir al horizonte seguro de la dictadura, sólo depende del tiempo y nuestro silencio su llegada. En nuestra elección y voluntad está el ser colaboracionistas con los totalitarios o denunciar sin descanso, su apoderamiento de nuestra existencia gracias a la asfixia de la libertad y la imposición de su adoctrinamiento.

Enrique Suárez

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