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miércoles, 28 de marzo de 2007

Ecoteología

Dedicado a Albert Boadella,
¡va por tí, maestro!.


Tras la decadencia de los pensamientos únicos, camino que conduce al olvido de todos los dogmatismos, (religiosos, sociales, ideológicos o políticos), brotan opciones compensatorias de forma continua, antes de la perentoria extinción.

Ideas de cambio, de transformación de la sociedad, de erradicación de la maldad, de "buenismo", de respeto puritano al medio ambiente y a los demás, de acciones no violentas a medio camino entre las propuestas de Buda y las de Gandhi, de orgullo zen de aquí no pasa nada aunque pase, y otros maravillosos sueños fundamentados en la resolución de la culpa irredenta de haber sido expulsados del paraíso por nuestros pecados.

Todo este compendio de deseos e ilusiones, fundamenta un retorno del poder divino en forma de sucedáneo, no solo el Islam remonta el vuelo. En Occidente, tras la decadencia del Imperio Romano, algunos avezados y persuasivos filósofos estoicos, mutados al cristianismo, implantaron la fe de Cristo, que tras la Teoría de la Evolución de Darwin, quedó desinflada y destronada.

Cuando la idea de Dios no se puede mantener ante la crueldad que el hombre manifiesta por instinto, entonces se sustiye por una forma menor de representación del orden divino: la Naturaleza, que representa la fuerza de la vida, que contiene ese halo de misterio que conduce de nuevo a la creencia, aún en esta epoca de descifrado del genoma.

La vida tiene mucha mitología. Al parecer, de la vida que ha existido en la Tierra desde los orígenes, han desaparecido más del 99 % de las especies que alguna vez habitaron el planeta. La muerte, también tiene mucha mitología, y además da miedo, lo que le concede un gran poder simbólico para persuadir de otras cosas.

El laberinto sin minotauro

Cuando se compran filetes en el supermercado (lo que en cierta forma recuerda por extensión a una representación del "maná"), se hace desde la pérdida de todo conocimiento de su origen, de su proceso de producción. Se consumen sin pensar a que ternera pertenecen. Ese olvido inducido forma parte de nuestra civilización, porque si supiéramos que era de la "Lucera", esa vaca feliz que vimos en aquel prado pastando y nos da leche, posiblemente no nos la comeríamos.

Después de visitar un matadero, uno puede imaginarse como fue Auschwitz. La vida se elimina de forma mecánica. Desde hace muy pocos años, en los pueblos se ha prohibido acabar con la vida de las vacas, también se llevan al matadero.

No sé por que la vida de la pobre vaca que pasta alegre por los prados, tiene menos derecho a ser elogiada e incluso defendida ante el inusitado poder depredador de la especie más violenta y carnívora. Hablando del derecho a la vida creo que debemos ser igualitarios. Tanto monta el toro de lidia como la vaca de prado o ¿tal vez no?.

En Asturias y otras tierras del norte de España hay una costumbre que es el San Martín o la matanza, se coge un cerdo, se le cuelga boca abajo, se clava un cuchillo en la arteria correspondiente, por el aficionado matarife de turno y se espera a que se desangre entre chillidos insoportables. ¡Pobre bicho!. Luego se celebra invitando a los comensales. Los cerdos también sirven en otras culturas para los ágapes, por ejemplo en los lejanos mares del sur en una ceremonia de despilfarro.

La morcilla se hace de sangre, también los chorizos. Todavía no he oído a ninguna comunidad espiritual- ecológica que haya manifestado algo al respecto, y eso que la costumbre está muy extendida, tal vez sea por eso por lo que no dicen nada. No sé por qué los cerdos, al igual que las vacas, no pueden tener defensores aguerridos de su derecho a la vida. Pero como no es fiesta nacional, sino costumbre tradicional, se respeta porque no tiene interés político ir contra ella.

La cultura, a pesar de todo, y de todos, incluye la muerte; y también la crueldad, porque toda muerte producida es una muerte violenta. Recordemos lo que decía Voltaire, que la civilización es la forma más desarrollada de barbarie. Se considera que los primeros actos culturales conocidos fueron enterramientos, además de la producción de algunas toscas herramientas. Somos seres mortales, y todos los seres vivos nos caracterizamos, entre otras cosas, por que alguna vez habremos de morirnos. La muerte es inherente a la vida.

La Cultura es una elaboración humana, al menos nadie se ha atrevido a decir que provenga de la Divina Providencia. Los seres humanos somos carnívoros por tradición y conveniencia proteica, aunque también podamos ser vegetarianos, lo que es muy respetable; pero en ese caso, deberíamos preocuparnos también por la vida de los guisantes, porque también es vida, y cabe preguntarse ¿qué derecho tenemos a acabar con ella?. Y qué decir de la vida embrionaria que impedimos cuando nos comemos un huevo frito.

Volviendo al arte de Cúchares, insisto, forma parte de la tradición, de nuestra cultura española. A mi no me gustan, particularmente, he acudido en una ocasión a ver al bombero-torero con mi hija y me divertí, no había muerte, pero si un montón de enanos que hacían de bufones, también me pareció cruel, pero es una forma de ganarse la vida, no he vuelto.

Yo no contribuyo a que sobreviva la fiesta nacional, pero está ahí, y la respeto, por que no me considero con criterio para proponer la abolición de ninguna tradición cultual, porque supongo que quienes las crearon en su momento por algo lo harían y por qué representan elementos valiosos para nuestra existencia, aunque sean arquetípicos o simbólicos. Conservar las tradiciones, también es una forma de hacer ecología, y de luchar por la libertad, lo que no significa ninguna suerte de fijismo o inmovilismo, que no se malentienda.

Los nuevos profetas

Pero estoy en contra de la ECOTEOLOGIA, esa creencia proselitista que viene a ocupar el espacio dejado por las religiones tradicionales; estoy en contra de sus dogmas, fruto de una doctrina panfletaria, organizada al socaire de consignas políticas que pretenden objetivos ajenos a lo que proponen, mientras las mejor intencionadas buscan una vez más la redención del pecado original, estoy en contra de los "paraprogres", esa secta infame que vive de las rentas producidas por la veneración a la estupidez.

Sin embargo, no estoy en contra de la ecología, por que es una ciencia humana, que por cierto, según Hawley y otros, también alcanza a nuestra especie. Aunque tampoco es para dramatizar, y hay muchos intereses creados sobre el tema, que rentabilizan el desconocimiento de muchas cosas.

La ecología debe ser humana, y debe ocuparse de respetar también las tradiciones y los ecosistemas culturales. Los políticos ecologistas más serios, como Al Gore, aquel candidato que disputó el poder a Bush, hablan de cuestiones como el protocolo de Kioto, el efecto invernadero o la capa de ozono, pero también de las crueles guerras que devastan el planeta, del hambre y del sufrimiento humano. La ecología tiene cosas mucho más importantes a las que dedicarse, para ocuparse de los toros.

Del tema de la tauromaquia se ocupan diversos grupos “anti-establishment”, los nacionalistas, los ecologistas de izquierdas, los arribistas, y un grupo menor de gente bien intencionada y sensible que realmente no sabe a quien sirve con sus propuestas.

Por supuesto que la ecología deber ocuparse de recordarnos que hay que respetar la vida, pero no la vida de laboratorio, la vida simulada, sino la vida tal como es, la vida en un mundo habitado por seres humanos y otros seres vivos. Resultando que como el ser humano se concede una cultura desde hace muchos milenios, pues también debe defender la vida cultural del ser humano.

Al respecto de las intenciones humanas hay cuatro posiciones bien diferenciadas: una que propone que el ser humano es malo, representada por el Leviatán de Hobbes; otra que considera que el ser humano es bueno, expuesta en la parábola del buen salvaje de Rousseau; otra, con la que coincido, que dice que el hombre es bueno y malo, y que puede representarse con las obras de Locke o Voltaire, en su tratado sobre la tolerancia, y por último, la que niega que el hombre sea bueno o malo, que forma parte del radicalismo anti-sistema.

Yo creo en la cultura humana, que por supuesto integra el hecho religioso, porque soy de los que piensa que en estas cosas de la creación, como decía el Rig Veda hace 35 siglos: “lo mortal ha hecho lo inmortal" y no al revés; lo que quiere decir que no hay nada vivo que pueda ser inmortal.

Una de dos, o la ciencia se equivoca por completo o de Dios sólo existe su idea, como diría Gustavo Bueno, y por lo tanto no nos ha creado, sino que hemos sido nosotros quienes le hemos creado en forma de idea. Pero ese tema da para un largo debate y no lo vamos a desaprovechar ahora.

A pesar de ser laico, defiendo que la gente pueda tener creencias religiosas, no soy beligerante al respecto, no practico el laicismo. Solo considero necesario que la gente asuma en libertad los principios morales que le parezca, pero siempre que se ubiquen en su espacio, que es el mundo de la fe, los rituales y los mitos, que considero muy interesantes, incluso imprescindibles para configurar nuestra forma de pensar y hacer, pero irrelevantes a la hora de razonar, o de entender las cosas desde la ciencia o la filosofía, y por supuesto, evitando todo adoctrinamiento, cada uno tiene la libertad a creer en lo que le dé la gana y nadie tiene derecho a imponer su creencia a los demás.

Las enseñanzas críticas: de Marx a Darwin.

Es curioso, como hablando de la fiesta de los toros se puede llegar a interpretar la creación del Universo. Tal vez, los toros sirvan para eso, para estimularnos a que hablemos de otra cosa; al igual que el futbol es una representación simbólica y desinflada de la guerra, la tauromaquia representa simbólicamente nuestra relación cruel con el medio, por qué somos seres salvajes, carnívoros, agresivos y violentos, que jamás podremos ser domesticados, de lo que me alegro.

Somos animales con un insano instinto de crueldad, por eso hemos dominado el planeta, por instinto de supervivencia y dominación del resto de las formas vivientes; la cultura, la civilización, la educación, la tolerancia, los buenos propósitos, sólo son redenciones y compensaciones de nuestra naturaleza hostil, solo necesitamos sentirnos amenazados y el despliegue de sevicia puede ser inagotable.

La civilización occidental está organizada por el capitalismo que es una forma de depredación incomensurable, y sin embargo nos ha procurado las cotas de bienestar material más elevadas del planeta, pero también nos ha convertido en consumidores esclavos de muchas cosas innecesarias, que la propaganda interesada ha convertido en imprescindibles. Creo que habría que volver a leer a Marx, olvidando el marxismo.

Sobre la crueldad humana hay numerosos ejemplos: campos de concentración nazis, vuelos de la muerte en Argentina, exterminio del 95 % de otras formas de cultura, explotación de niños en diversos países, guerras permanentes en todo el planeta, hambre que podría resolverse con los excedentes alimenticios, negación de los derechos fundamentales al 80 % de los pobladores del planeta.

Esto ocurre hoy, ahora, y seguirá ocurriendo, porque forma parte del juego tonto de que los filetes lleguen al supermercado, y los comamos todos los días, aunque en la vida hayamos visto una vaca. La alternativa sería volver a la prehistoria y salir a cazar animales salvajes para poder comer carne.

Es el precio que debemos pagar por que nuestra civilización sobreviva, el de reconocer que somos autores por colaboración y consentimiento de todos los desaguisados humanos que ocurren en el mundo, y nadie va a hacer nada por cambiarlo en muchos, muchos años; más bien al contrario, haremos lo posible porque no cambie nada, aunque nos redimamos de la culpa haciendo manifestaciones contra la guerra y la globalización.

La cultura se ha creado para que no nos asesinemos y nos comamos unos a otros, el fuerte dominará al débil, sea humano o animal. Y que lo diga y lo reconozca, no significa que lo apruebe, pero negarlo es ponerse una venda en los ojos. Los paraprogres pretenden ser los gurús de la civilización occidental, que ocurrió sin su participación, pero con coche y televisión.

Yo puedo escribir lo que me dé la gana por qué tengo la fortuna de ser occidental, la suerte de habar nacido en la cultura que domina el mundo, y tengo tiempo, dinero y ordenador conectado a internet para poder comunicarme, y una sociedad con sistemas de protección, de distribución de alimentos, de seguridad, y de ventajas adquiridas por las generaciones que nos precedieron y que sufrieron e hicieron sufrir a otros para llegar aquí.

Pero que nadie me culpe de no cambiar las cosas, quizás sea más sincero que otros, porque llegado el momento, no me imagino a los "revolucionarios oportunistas" renunciando a nada, más bien lo que desean es liderar el proceso de cambio para beneficiarse, aunque sea perjudicándonos.

No pienso renunciar a nada de todo ésto, incluidos los toros, por qué es mi cultura, que está hecha sobre océanos de sangre, asesinatos de inocentes y riqueza inmerecida, y claro que habrá que cambiar poco a poco, y espero que cada vez seamos mejores y hagamos las cosas mejor, pero eso no quiere decir que seamos buenos, siempre, en cualquier condición o circunstancia, por que no lo somos, ni lo vamos a ser, y quien diga o proponga lo contrario miente como un bellaco, y busca su propia ventaja, posiblemente.

Erradicar a los paraprogres, me quedo con los toros

A mucha gente se le llena la boca con palabras como solidaridad, justicia universal, equidad, erradicación de la crueldad y la violencia, defensa a ultranza de la vida, derechos, responsabilidad, crecimiento sostenible, ahorro energético, paz, democracia, que sólo son palabras piadosas y nada más. Los que tenemos la fortuna o desgracia de vivir en el mundo occidental estamos condenados a mantenerlo como sea, y al precio que sea. De lo contrario, nos veremos mirando a La Meca cinco veces al día o trabajando como los chinos por 50 euros al mes, muchas más horas que las que aquí trabaja cualquiera.

La solidaridad, hermosa palabra, es un sucedáneo de la caridad cristiana, que les gusta pronunciar más a los paraprogres. Pero tambien ellos, seguro que antes de renunciar a lo que son y a lo que tienen, que es lo que realmente les hace, se dejarán la vida en el empeño, por qué renunciar a lo que uno es para que otro sea, no es solidaridad, es idiocía. Ya veremos cuando tengan que abandonar el poder como nos muestran a todos su generosidad magnánima.

Recordemos que la democracia se fundamenta en la competición, no en la cooperación. El sistema económico que nos acoge es la representación de la selección natural, y la ley de la oferta y la demanda, es más poderosa que cualquier forma de justicia.

Pero yo también quiero un mundo mejor, un mundo Disney, una arcadia feliz, una utopía global en la que todos seamos muy buenos; yo no necesito ser malo o cruel para ganarme la vida, pero sé que otros si lo van a ser, por eso la utopía forma parte de mis sueños y no de mi realidad. Aunque luche cada día por intentar que el mundo mejore.

Como Freud decía en "El porvenir de una ilusión", soy pesimista sobre los auténticos cambios en la condición humana que se requieren para transformar la sociedad, de forma que pueda cambiar la forma de vida de nuestros hijos, y que esos cambios permanezcan transformando el mundo del mañana; no sobre los aparentes, que son muchos, y demasiado cacareados por los funestos miembros de la clase política y sus aparatos propagandísticos.

Decía Wallon, que con la educación se puede convertir a los niños en asesinos o santos, no estoy de acuerdo. La santidad es un propósito inalcanzable, y si no leánse Las confesiones de San Agustín, pero se puede mejorar y a eso dedicamos nuestro esfuerzo algunos.

Esto no quiere decir que no haya habido seres humanos buenos, claro que los hay, los hubo y los habrá, como no iba a haberlos. Sócrates, Jesucristo, Abraham Lincoln, Che Guevara, Martín Luther King, Robert Fitcherald Kennedy, Gandhi, Isaac Rabin, Miguel Angel Blanco, Ernest LLuch, o Tomás y Valiente, pero resulta patético que todos hayan muerto asesinados. Esto no lleva remedio. Somos crueles hasta con nuestros mejores semejantes.

Hay que tener mucho cuidado con lo que se propone, cuando a una civilización se le quitan sus tradiciones, sus mitos, sus dioses, sus ritos, y su vida organizada desde las costumbres consecuentes, habitualmente se extingue o se autodestruye.

Por la sencilla razón de que otra con otras violencias nuevas y más inteligentes e intrasigentes, vienen a ocupar el nicho ecosistémico vacío. La civilización occidental es al menos conocida y mejorable, respeta más principios políticos que cualquier otra, y procura defender los derechos humanos, tanto en su seno, como fuera de él, por eso hay que ser prudentes en las propuestas de cambio. La Alianza de Civilizaciones es un invento pueril, porque no puede detener el choque de civilizaciones descrito por Hungtington.

Antes de abrir la caja de Pandora de la justicia universal por ser simplemente buenos, pensemos lo que puede ocurrir si realmente somos malos, o si otros lo son. En realidad, somos buenos y malos, es la conjunción de ambas características la que nos hace humanos, criminales y santos a la vez, como decía Voltaire. Quizás sean las circunstancias las que nos condicionen en la bondad y la maldad, o tal vez las relaciones entre nosotros.

Concluyo recomendando un libro clarificador sobre la cuestión: "El extraño caso del Dr. Jeckill y Mr. Hide" de Robert Louis Stevenson, en el que se puede observar la lucha interna del hombre por resolver su dualidad moral.

Si se ponen pesaditos los muchachos antitaurinos, quizás este verano me decida a acudir a ver mi primera corrida de toros, me han dicho unos amigos que José Tomás vuelve a los ruedos el 17 de junio en Barcelona, hasta ahora no le conocía de nada, pero voy a empezar a interesarme por la vida y obra de este diestro.

Los toros es España, a muchos no les gusta nuestro país, y lo de los toros lo usan para sus propósitos secesionistas e interesados, o será que les molesta el valor del torero ante la bestia, que al final representa el valor de los españoles contra grupos nacionalistas, como ETA-Batasuna o ERC.

Claro, ahora me explico por qué los de izquierdas están contra la guerra de Irak, ¡porque no les gustan los toros!.


Biante de Priena

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