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domingo, 22 de mayo de 2011

La revelación de los indignados


Quizás haya que elevar el nível, es lo que ha hecho Manuel I. Cabezas en un comentario de otro artículo de este blog cuando dice que las concentraciones en la Plaza de Cataluña de Barcelona se parecen más a un zoco árabe que a un ágora griega y se pregunta: ¿quién puede debatir en estas condiciones?. También lo ha hecho Federico Jiménez Losantos al responderle a su hijo, David Jiménez Torres sobre su discreto apoyo a los asentamientos, a la toma del centro urbano de las principales ciudadades españolas como si se tratara de nuevas bastillas. Por mi parte he tratado de hablar con mi hija de 22 años sobre la cuestión, sin llegar a un acuerdo. ¿Estamos, entonces, ante un choque generacional?. Ojalá fuera así, pero no lo es.

La incomunicación ha crecido últimamente demasiado entra padres e hijos en España, por varias razones: hay menos tiempo para dialogar, las nuevas tecnologías nos han atrapado, y desde el Gobierno se ha fomentado la segregación familiar entre padres e hijos, en un divide y vencerás propio de los modelos de coerción estalinistas. En fin, ya queda menos para soportar tanta inmundicia.

La gran diferencia entra los jóvenes y los mayores siempre es la misma, el mundo que los jóvenes se encuentran ha sido construido por sus padres, los jóvenes hayan más defectos que virtudes en su percepción utópica e idealista de la realidad y los mayores, se conforman con lo existente porque cuando ellos eran jóvenes, todavía estaba peor y ha costado mucho esfuerzo construir lo que realmente existe, con sus defectos y sus virtudes. Las sociedades evolucionan precisamente por eso, porque la ambición, la fuerza, el entusiasmo de las generaciones más jóvenes, se va perdiendo en las pretéritas, por eso se decía que los rebeldes a los 20 años terminan siendo conservadores a los 40 años. Será verdad. Siempre ha sido penosa la labor de los hijos que se empeñan en convencer a sus padres de cómo se hacen los hijos. Envejecer es hacerse tolerante, ecuánime y pragmático.

Pero ciertamente, algo de razón no les falta a los reunidos, pero evidentemente, no tienen toda la razón, al menos desde mi criterio: tienen razón en que el sistema político español es un auténtico desastre, pero no tienen razón en pensar que eso es un problema de la democracia o del sistema, sino de las personas que lo han ocupado. Los coches no cometen infracciones, son los conductores los que las cometene. También tienen razón en decir que no se pude soportar un país con un 50 % de parados jóvens y cinco millones de parados en total, pero no la tienen cuando el 50 % de los jóvenes que sí trabajan, posiblemente se estén moliendo hasta la explotación, mientras ellos están ejerciendo de revolucionarios. ¿Qué dirá un joven que curra como un desgraciado, paga sus impuestos y tiene miedo a perder su trabajo por la crisis, de aquellos que se va a reunir con sus amigos a la acampada, para protestar y otras cosas?. Sin duda tienen razón en protestar, pero no la tienen en hacerlo en la jornada de reflexión, vulnerando una orden, de la Junta Electoral Central, máxima autoridad en periodo electoral en los países democráticos, con la anuencia del Gobierno. Así que vayamos por partes, hay muchas cosas en las que tienen razón, pero hay otras muchas en las que no la tienen. La democracia consiste precisamente en eso, en que todas las razones se puedan manifestar en libertad, pero siempre que se respete la ley. Incluso también pueden tener razón cuando dicen que si los políticos no respetan la ley por qué razón deberían hacerlo ellos. Ciertamente es así, pero en ese caso que denuncien a los políticos, con nombre y apellidos y no al sistema o la democracia.

Nada como regresar a los clásicos para saber lo que está ocurriendo, y por qué no decirlo, cuando desde este blog llevamos diciendo desde hace cinco años que una rebelión contra la aristocracia política de este país es imprescindible, no vamos a retractarnos ahora. Como le he dicho a Epi, otro de nuestros contertulios habituales: no seamos quijotes, viendo gigantes revolucionarios que deseamos donde sólo hay molinos partidarios en campaña electoral. No confundamos nuestras ilusiones con la realidad, porque eso nos llevaría, sin duda, al delirio.

Lo que está ocurriendo en las movilizaciones sociales que recorren España tiene mucho más que ver con los procedimientos habituales de una oclocracia, que con una rebelión democrática, con una revolución civil. Aristóteles nos dijo hace 2300 años que había tres degeneraciones de la democracia: la oclocracia, o gobierno de las muchedumbres, la oligarquía, gobierno de los privilegiados, la tiranía, gobierno del autócrata. En España, desgraciadamente, tenemos las tres en estos momentos, pero la que requiere nuestro interés en relación al tema es la oclocracia, una muchedumbre que trata de coartar, coaccionar, y ejercer coerción sobre el pueblo, bien de forma pacífica o violenta, para alcanzar un propósito determinado en las urnas, ante unas elecciones. Algo similar a lo que ocurrió tras el atentado del 11-M, que nos trajo los siete años en Pandora que hemos vivido, gracias a los que han gobernado y hecho oposición.

Varios artículos se escribieron en este blog, a lo largo del año pasado (1, 2, 3, 4) sobre el peligro que teníamos en España de entrar en una oclocracia, ante la deriva adanista y mesiánica del iluminado de La Moncloa. La opresión ejercida por el Gobierno español sobre los ciudadanos, su violencia moral, su insustancialidad estúpida, acompañado de una oposición que le ha hecho la ola, conduciría inexorablemente a una explosión social como la que estamos viviendo. No puedo pensar que si desde un humilde blog, se pudo predecir lo que iba a acontecer, desde el Gobierno del PSOE y la oposición del PP más nacionalistas, no se pudo hacer lo mismo. No me lo creo, soy escéptico, más bien pienso que desde el Gobierno se ha llegado a asfixiar la sociedad hasta que han logrado el propósito que pretendían: el estallido social, prueba de ello es que no han hecho nada por evitarlo, reducirlo o encauzarlo, sino que más bien parecen encantados y poco les falta para aplaudir.

En fin, no dudo de la buena voluntad de muchos de los que se han reunido en las plazas españolas, pero tampoco de quien está pilotando la revuelta de forma coactiva y discreta: el Gobierno, el PSOE, IU, los sindicatos, los colectivos apesebrados y los grupos de poder social de la izquierda española. En política las cosas no ocurren nunca por casualidad y todo lo que no tiene explicación tiene intención. ¿Cómo se puede hacer una protesta contra lo que ocurre sin denunciar a los que lo han provocado?. ¿Cómo es posible que cuando el gobierno del PSOE ha llevado a este país a una situación de quiebra por sus desmanes, los responsables sean los políticos en general y no los del PSOE en particular?. ¿Cómo se puede pedir pan a los chorizos, sin reclamar una Auditoría General del Estado para saber quienes han sido los chorizos?. ¿Cómo se puede consentir que el Gobierno que ha enviado al paro a tantos jóvenes salga indemne del desastre que ha organizado?. ¿Por qué la acampada es en Sol y no en La Moncloa?, ¿por qué no se hace en ambos lugares al mismo tiempo?.

Soy incrédulo con los movimientos sociales de masas, no así con los movimientos cívicos que defienden la libertad, a los que respeto, apoyo y promuevo, pero desconfío de las muchedumbres, de la masa amorfa sin capitalización ni organización, sin fundamento en una alternativa clara, que de forma genérica exigen a los demás que hagan algo para resolver sus problemas. No se puede hacer una revolución sin hablar de la libertad, porque toda revolución denuncia una opresión y unos opresores, no se pide que se aflojen las cinchas que esclavizan al pueblo, van directamente contra los que las han impuesto. Sin embargo, esta revolución respeta al Gobierno socialista que ha destrozado este país y trata de que pase el tiempo hasta que abandone el poder, para congregar todas sus fuerzas contra los gobiernos que surjan del PP.

Es tan fácil de comprender, mientras miramos las concentraciones, se nos olvida quien está en el poder y su legado; si además, mañana se vota, mejor que mejor para el Gobierno, todavía habrá algunos que, por miedo o ingenuidad, termine votando por sus secuestradores: se denomina síndrome de Estocolmo a la conducta de comprender al que nos hace daño y defenderlo, porque como les han apoyado en su indignación...se olvidarán de que han sido, ellos, precisamente los que les han indignado. Dejá vu.

Si se quiere saber el Qui Prodest? (¿a quién beneficia?) de "las revoluciones" es muy sencillo: a los que pierden las elecciones. Nadie se ha parado a pensar que donde el PP está gobernando repite en todas las encuestas, mientras que donde el PSOE ha gobernado, perderá las elecciones según indican las encuestas. ¿A qué tiene miedo el PSOE? ¿Tal vez a qué se descubra todo lo que han robado durante los últimos siete años? ¿Para eso urden, una vez más, una campaña de enmascaramiento?.

Si los jóvenes españoles quieren hacer una revolución que prescindan de las manipulaciones a que les están sometiendo y que se atrevan con una revolución de verdad, organizada desde el Liberalismo Revolucionario, por qué no hay otra, (además es de tradición española) pero eso exige respetar las reglas y no vulnerarlas, eso requiere diferenciar y discriminar entre los criminales a los que se condena y las víctimas, eso es una revolución civil desde la libertad y no una revolución social de masas, pastoreadas por los que ni saben gobernar, ni saben respetar la ley, ni saben respetar la libertad, ni saben lo que es perder, democráticamente, unas elecciones. Si no se corta de raíz el engaño, lo que hoy son manifestaciones pacíficas con el PSOE en los gobiernos autonómicos y municipales, mañana serán violentas cuando el PSOE haya perdido el poder.

Enrique Suárez

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