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jueves, 7 de agosto de 2014

¿Por qué se odia a los ricos en España?





"La riqueza es un poder usurpado por la minoría para obligar a la mayoría a trabajar en su provecho."Percy B. Shelley

Los ricos, los más afortunados, no han sido vistos tradicionalmente con buenos ojos en España. Se ha especulado que esta cuestión está relacionada con la tradicional envidia de los españoles, el principal pecado capital que nos caracterizaba según Fernando Díaz Plaja, allá por los años setenta.  También con la pereza del envidioso o la soberbia del envidiado. Y por supuesto entre las teorías más novedosas están las que apelan al igualitarismo como dogma en la raíz de la inquina a los que acumulan riqueza.

Aunque no estoy de acuerdo con las opciones anteriores, creo que el odio a los ricos en España no proviene tanto de una pasión desaforada por el deseo de las posesiones de los demás, como estableció Séneca en su día, sino de algo más prosaico: la forma de obtener esas riquezas. En un país en el que todos los días nos despertamos con casos de corrupción de la casta política y por destacar uno en particular, los treinta años de Jordi Pujol y su estirpe en el latrocinio de los bienes públicos, no es extraño que se tenga especial animadversión a los ricos.

Creo que deberíamos adaptar el estereotipo de la inquina a los más afortunados a las circunstancias que vivimos en este país, cuando el segundo problema que preocupa a los españoles es la corrupción y el fraude y el cuarto, los partidos políticos. No creo que los españoles odien más que en otros países a los que se hacen ricos, pero sí odian más, porque se dan, a los que se hacen ricos haciendo a los demás pobres.

Protegerse de los depredadores que viven en la impunidad

En este caso el odio a los ricos en España es una actitud defensiva, más que agresiva, cuando en este país hay miles de casos de corrupción política, sindical, empresarial, que tradicionalmente son juzgados con guante de seda y resultan impunes en numerosas ocasiones; odiar a los ricos se ha convertido en un deporte nacional, tras los Gürtell, los Pujol y los EREs, sin importarles a los políticos de todos los partidos el daño que están haciendo a este país con sus corrupciones y fraudes, al igual que con sus engaños.

En cierta ocasión entrevisté en una emisora de radio a un compañero de Gregorio Marañón, psicoanalista, del que no recuerdo el nombre, que había dedicado su vida a estudiar la envidia y que me contó una anécdota singular comparando a los americanos con los españoles. En las tierras del Tio Sam un director de una empresa sale de su fábrica de Detroit y dos trabajadores en la puerta mantienen la siguiente conversación, uno le dice al otro:

-         Ves a Mr. Smith, pues dentro de veinte años, yo estaré como él
Entre risas, su interlocutor le responde:
-          ¡Que así sea!
La misma situación se produce en Barcelona, por la misma época, los años setenta, y dos trabajadores en la puerta mantienen la siguiente conversación:
-         Ves al hijo puta de Pérez, pues dentro de veinte años, estará como nosotros.
A lo que su compañero responde entre risas:
-         ¡Que así sea!

Literariamente resulta atractiva la hipótesis, pero creo que se aleja de la realidad, al menos en los tiempos actuales. Los españoles no odian a los ricos por envidia, aunque algún caso habrá , sino por su desmesura, por su expropiación y su expolio, habitualmente de la cosa pública, que al fin y al cabo si es de los que pierden sus servicios públicos, derechos e infraestructuras, para que otros incrementen sus beneficios y privilegios. 

Pluto, el dios de la riqueza griego, fue cegado por Zeus para que no favoreciera selectivamente a la gente, y así lograra numerosos admiradores y adeptos que hicieran peligrar su primacía olímpica, como nos relata Aristófanes en su tragedia. En este país, unos cuantos aprovechados han secuestrado los recursos públicos en su propio interés, convirtiendo a Pluto en su mascota. Es interesante recurrir a los griegos cuando se habla de costumbres, porque los griegos fueron los alemanes de hace 2.500 años que conceptualizaron las cosas de la política para que la democracia pudiera salir adelante. 

Pocos saben que el origen de la democracia se forjó precisamente para limitar el poder a los poderosos y la riqueza a los afortunados, allá por la época de Clístenes,  para que no existiera desigualdad de partida entre los ciudadanos de Atenas. Los griegos, que desconocían el concepto de pecado, sí tenían una falta incívica que para ellos era execrable: la hibris o desmesura de los ambiciosos, que hoy haría estragos en la política española si se recobrara para nuestra maltrecha democracia. Creso, a la sazón, un Jordi Pujol de la época, fue despojado de todas sus riquezas por Némesis quedando en la más infausta de las miserias.

Abandonemos las pasiones y vayamos a los hechos

Pero abandonando la lírica de las emociones la explicación del odio a los ricos en nuestro país resulta mucho más prosaica cuando se consultan las estadísticas de Eurostat y se comprueba que en España sólo un 20 % consideran que los ricos se merecen su riqueza, siendo nuestro país el cuarto que más odio muestra por los plutócratas que se sirven de nuestra democracia para cubrir sus ambiciones y avaricias. Sólo hay tres países de la OCDE que los odian más que nosotros, en los que todavía hay más corrupción posiblemente: Rusia, Turquía y Grecia.



Algún día tendremos que darnos cuenta de que en España hay un auténtico “tapón” de afortunados adherido de forma parasitaria a la cosa pública, que están recogiendo las iras de los despojados, somos el país con más empleados públicos no funcionarios de la OCDE, y este estamento de corruptibles no ha dejado de crecer durante los últimos diez años, mientras todos los sectores laborales crecían en paro. Sin embargo en número de funcionarios somos el cuarto país de la Unión Europea por la cola. Lo que quiere decir que en España el enchufe sigue siendo la forma más fácil de alcanzar un trabajo. Evidentemente esa actitud por parte del poder político con 5,5 millones de parados, y un 55 % de jóvenes en paro –la segunda tasa más elevada de Europa 28 tras Grecia- explica mucho mejor que otra variable el odio ancestral a los ricos que existe en este país.

No es por tanto la envidia de los desposeídos la razón que mejor explica el odio a los más afortunados, sino la injusticia en la consecución de su riqueza, la patente política que limita los que viven con todas las comodidades y los que sufren todas las incomodidades, para que los primeros puedan seguir manteniendo e incrementando sus privilegios. 

Y es que la riqueza en este país se ha reducido tanto para la inmensa mayoría, que hoy por hoy se pueden considerar ricos a los que tienen un trabajo estable, fundamentalmente en la cosa pública, cuando otros más jóvenes y posiblemente mejor cualificados, tienen que hacer las maletas para ganarse la vida fuera de su país.

Esa inequidad paleta de restringir el bienestar en función de la adscripción política, familiar o sectaria, es posiblemente el mayor cáncer de nuestra economía y la mayor afrenta a la paz social que existe en este país. No es la envidia de los despojados la que explica el odio a los ricos en España, sino la insidia de los despojadores que han sido bendecidos por el dedo de alguien.

Enrique Suárez
      

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