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martes, 3 de noviembre de 2009

Cien libros para el siglo XXI (009)


Tratado sobre la Tolerancia – Voltaire (1763) – (009)

Si alguien ha reunido méritos en su existencia para obtener el calificativo de “librepensador” este ha sido Voltaire, pero no fue lo único que hizo, porque como defensor de la libertad, el señor de Ferney hizo del compromiso una profesión, no con las grandes ideas para configurar una sociedad mejor como su rival Rousseau, sino con las ideas para que la sociedad no fuera peor. Voltaire conocía la realidad y sabía que ninguna utopía podría resolverla.

A François Marie Arouet, que era su auténtico nombre, le debemos quizás las mejores páginas de la historia occidental contra el fanatismo, la superstición y el papanatismo (otra forma discreta de fanatismo), el intelectualismo friki de nuestros tiempos. El filósofo parisino se rió mucho y fue igualmente celebrado que denostado, e incluso perseguido, por los poderosos de su tiempo, igualmente políticos que religiosos. Con una singular ironía, que recuerda a nuestro ilustre Quevedo, zahirió la sociedad de su tiempo alcanzando la mordacidad más impía con su inteligencia y su palabra.

Lo mismo dirigía sus aceradas y mordaces diatribas al ampuloso Leibniz que al mismo Rey y como no, a Rousseau, el autor de “El contrato social”, al que consideraba paradigma de la impertinencia complaciente. No obstante, la iglesia católica fue diana de sus muy numerosas ocurrencias, y no porque fuera ateo (era deista), sino porque era racional, y la fe puede mover montañas, pero no mueve molinos.

Al grito de guerra de «Écrasez l'Infame!» (aplastad al infame), Voltaire propone no dejar de perseguir a los que tratan de imponer su voluntad a los demás contra el ejercicio de su libertad. Desde la ironía y el sarcasmo Voltaire vapuleó a los fanáticos, autoritarios, dogmáticos e intolerantes, considerando que lel respeto a pluralidad es una condición indispensable para a convivencia, tan importante como la propia conciencia a la hora de juzgar la realidad, cada uno por sí mismo.

Se puede decir que Voltaire, precisamente por su furibundo ataque contra los dogmatismos y su deriva totalitaria, es el primer filósofo que preconcibe el relativismo. Huyó en sus escritos de la grandilocuencia y el academicismo, a pesar de su inmensa erudición, porque su pretensión era la divulgación, que cada uno tuviera su propio criterio, que nadie se conformara con lo establecido por los poderosos. Quizás la aportación más importante a la filosofía que nos hizo Voltaire es la distinción entre la ética (que proviene de cada uno), de la moral (que es compartida por muchos y termina derivando en doctrina).

El ser humano debe reflexionar consigo mismo antes de dejarse atrapar por las ideas políticas o religiosas, por las distintas doctrinas que pretenden su configuración y ahormamiento, porque su condición última es la libertad, no la servidumbre al despotismo, sea ilustrado o salvaje.

Referencias

Sobre la obra

Ciudadseva


"Voltaire, el caos de las ideas claras", por Iñaki Oneca Agurruza

El concepto de la Tolerancia, de Tomás Moro a Voltaire, por Eduardo Bello

Sobre el autor

Biografía Thales

Biografía Gorgas


Biografía El jinete insomne


Libro para descargar

Quedelibros

Conocimientosweb

Laicismo.org

Libro en papel

Espasa (Agapea 8,5 €)


Vídeos

La tierra en el cosmos (Carl Sagán)

La inaplazable regeneración de la vida pública

Le calco el título al panfleto de Rosa Díez, y propongo que a partir de ahora los blogueros de este país hagan lo mismo con todos los artículos que publiquen los políticos falsarios, así, cuando la gente busque en google o yahoo algo relacionado con el tema propuesto por esos políticos que nos quieren salvar "otra vez", viejos y nuevos, se encontrarán también con artículos críticos a sus palabras, es una sugerencia, municiones para la rebelión ciudadana que se vislumbra próxima.

Rosa Díez dice lo que los ciudadanos quieren escuchar, mientras en su partido hace, exactamente lo contrario de lo que dice. Todavía no he encontrado un argumento que lo justifique, más allá de la pervivencia de los dirigentes de su partido por imposición, contra la democracia, la libertad y la mínima ecuanimidad con sus seguidores.

En fin, Rosa Díez no representa la regeneración democrática en este país, más bien es el último ejemplo del más de lo mismo, de lo contrario, de la degeneración democrática más perfeccionada. Rosa Díez adolece de coherencia en su propia obra, algo que trata de que olvidemos cambiando su discurso.

Rosa Díez no nació con UPyD, estuvo previamente durante 30 años en el PSOE ¿y qué hizo entonces?, pues lo mismo que ahora, vivir del poder, vivir de lo que critica ahora, es una bonne vivant de la política. Los políticos sin principios, sin valores, sin criterio son así, son sofistas, lo mismo denuncian una cosa que la contraria, con tal de que los ciudadanos les voten y así poder continuar en la vida fácil que les proporciona la política.

España necesita una regeneración política, como cualquier país del mundo, pero los límites de la política existen, el recientemente fallecido Charles Tilly, lo denunciaba en su magnífico libro: “Las revoluciones europeas. 1492-1992”, cuando decía que los países para tener democracia tenían que someter el poder militar al poder civil. Por eso, por mucho que se empeñen en la OTAN y la ONU, en Irak o Afganistán, no puede haber democracia, al igual que en Somalia, Cuba, China, Venezuela o hasta hace pocos años, en las repúblicas balcánicas.

Pero tener democracia no es votar o no votar cada cuatro años, así que amplío la tesis del sociólogo histórico, para tener una democracia real y eficaz, todos los poderes –políticos, jurídicos, culturales, económicos- se deben someter al poder civil, representado por los ciudadanos, únicos soberanos reconocidos. Precisamente lo contrario de lo que se está haciendo en UPyD ante su próximo primer congreso, es decir, sometiendo a los militantes al poder de sus dirigentes, sin respetar ni reglas, ni partes.

Regenerar la vida pública en España es muy sencillo, solamente se requiere que los poderes –todos los poderes- se sometan a la sociedad civil. Hasta que eso ocurra, seguiremos viviendo en el limbo con unos partidos políticos que han sucedido a los señores de la guerra y unos ciudadanos libres que somos sometidos como si fuéramos siervos.

Te equivocas nuevamente Rosa Díez, cuando acabas tu discurso de salvación diciendo: “Esta tercera España es la nuestra, la que nosotros representamos. La que sueñan millones de ciudadanos que ni siquiera han pensado aún en ella”. Disculpa pero no, tú no formas parte de esa tercera España, ni la puedes representar, ya no, tuviste la oportunidad de haberla representado, pero la has dejado pasar, por defender tus propios intereses –como cualquier político- antes de hacerlo con los intereses de los ciudadanos que dices representar.

Rosa Díez tu representas a los grandes dinosaurios de la política próximos a su extinción, no a los pequeños mamíferos ciudadanos que les sucederán, como tu opositor, Valia Merino.


Enrique Suárez Retuerta

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