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jueves, 8 de octubre de 2009

Cuando la alternativa es una caja de música


Dice un viejo refrán castellano que del dicho al hecho hay mucho trecho; en el caso particular de algunos políticos, más que trecho es abismo, tan inmensa es la distancia entre lo que dicen y lo que hacen que parece que la relación entre sus buenas palabras y sus malas acciones no forman parte de la misma realidad.

El presidente Rodríguez Zapatero, pasará a la historia por sus grandes equivocaciones y por confundir sus deseos con la realidad (“pleno empleo” “no hay crisis” –la hay y la pagaremos todos-) antes que por sus aciertos, y su principal opositor, Mariano Rajoy, por su ausencia de la realidad (-ese no estar, estando-) antes que por su soberana incompetencia política. En estos dos casos, se puede considerar como atenuante del dislate que la enormidad de la maquinaria política de sus formaciones, hace difícil el control de algunos nocivos hechos para la democracia que tratan de representar, que inevitablemente siempre acaban ocurriendo más motivados por los casos puntuales de algunos desaprensivos, que en la organización de una empresa para delinquir, aunque de todo hay.

Sin embargo, la mayoría de las formaciones restantes del arco parlamentario español son de un tamaño tal que no permite que ocurran cosas que no estén bajo el control de los líderes y sus validos, al contrario, todo está excesivamente controlado. En el caso de los nacionalistas catalanes y los vascos, hay pruebas claras de utilizar forndos públicos de forma impropia y para promover sus propios intereses. En el caso de izquierda unida, no se comprende como con más de cuatro millones de parados, siga manteniendo silencio en connivencia con los sindicatos de clase, para favorecer que sus mesiánicos líderes sigan a la sombra de sus benefactores gubernamentales.


UPyD: la culminación de la incoherencia política


Pero el caso que más preocupación supone es el del partido de Rosa Díez, la UPyD, en el que la demagogia ha alcanzado cotas de sublimación. Es fascinante escuchar a la portavoz hablar de regeneración democrática cuando en su partido se ha hecho con su secta, sin recato alguno, “un corralito” a la medida de sus intereses autoritarios, en el que discrepar en lo más nimio te puede costar un expediente y enfrentarte con sus dogmas, directamente la expulsión.

El club social magenta cumple criterios de democracia restringida, censitaria, organización política impropia del siglo XXI, incluso en España. Un partido que se soporta exclusivamente en la falacia del discurso de su portavoz y el aplauso de la legión de “pillos pilladores” que le acompaña, tiene sus días contados.

Resulta fascinante contemplar como Rosa Díez se rasga las vestiduras en la televisión demandando para este país lo que impide para su propio partido, en estos tiempos, en los que un pedo que se le escape fuera de sitio a un famoso, es motivo de tratados sobre la ética de la escatología en la red.

Hay que ser muy creyente para pensar que una conducta pública tan extravagante va a pasar inadvertida para la opinión pública durante mucho tiempo, un prodigio de incoherencias e incongruencias que aún destaca con brillo propio y despunta nítidamente en el contexto de estupidez política que se está viviendo en este país.

Para que las cosas cambien este país no es cierto que se necesite a Rosa Díez, lo que se necesita es que lo que hace Rosa Díez con la política (engañar a todo el mundo diciendo una cosa y haciendo otra) desaparezca de una vez por todas de la realidad.

El problema que supone para los españoles Rosa Díez, es que se ha convertido en la okupa del espacio de resistencia política a las arbitrariedades sectarias que estamos viviendo, con un discurso agradable pero sin ninguna consistencia en los hechos, es decir literalmente humo.

España necesita un cambio de curso con urgencia, pero el problema que tenemos los españoles es que no disponemos de recambio político a lo existente. El PP no lo es, ni lo será hasta que no deje claro lo ocurrido en la trama mafiosa de Correa. UPyD, es una caja de música con una bailarina que no deja de girar sobre sí misma, en un soporte aterciopelado de color magenta. Y las demás formaciones ni son democráticas (nacionalistas, comunistas), ni quieren serlo. De nada sirve cambiar una rueda pinchada por otra rueda pinchada, así que nos detenemos y cambiamos el coche, o seguimos viaje con esta matraca política que nos hemos concedido democráticamente, y rezando mucho (aunque se sea laico), para que las cosas no se pongan peor.


Biante de Priena

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