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sábado, 18 de julio de 2009

Cómo que no pasa nada

Los políticos son ese estamento social que vive de representar ideas, gestiones, programas, son agentes comerciales muy bien pagados, aunque dicen que representan a los ciudadanos, pero en realidad a quienes representan es a los líderes de sus partidos, auténticos señores feudales del siglo XXI. Los líderes de los partidos son los que eligen los candidatos que se presentan a las elecciones, los ciudadanos lo único que hacen es ratificarlos en las urnas.

En nuestro país, hay gente que prácticamente ha vivido siempre de la política, como Rodríguez Zapatero o Rosa Díez, auténticos profesionales del ramo. Esto no ocurre en otros países de nuestro entorno occidental.

La democracia representativa española ha sido abducida por la partitocracia. Quienes realmente gobiernan en este país son los partidos políticos, los ciudadanos son simples espectadores que mantienen con la democracia una relación litúrgica, casi religiosa, que se limita a la participación en las urnas y poco más. Esta forma de democracia, lejos de ser participativa como en otros lugares, es sencillamente un fiasco, debido a todas las cortapisas y limitaciones que los políticos han ido construyendo como cinturón de hierro que defienda y perpetúe la posición de su oligarquía (Michels).

Es estas condiciones más que de poder concedido por los ciudadanos, se debe hablar de poder usurpado, por medio de estrategias urdidas con la finalidad de engañar a los ciudadanos. Así Rodríguez Zapatero, si en las Elecciones Generales de 2004 se sirvió de los atentados terroristas del 11-M y la participación testimonial de España en la Guerra de Irak, en las de 2008, lo hizo negando la existencia de una posible crisis económica en nuestro país ante las cámaras de televisión, que si llegara a ocurrir no sería demasiado importante, aunque en estos momentos hayamos pasado de un superavit económico a un déficit económico en nuestro PIB, próximo al 4 %, la más precaria situación laboral de Europa con más de 4,5 millones de parados, -aún con las cifras maquilladas-, una quiebra territorial en la igualdad social económica y política de los españoles, un pesebrismo sindical que sería motivo de denuncia en cualquier país medianamente civilizado, y la organización de un Estado Providencia, que reparte dividendos entre los más desfavorecidos, sin tener en cuenta si es una situación transitoria o es una elección personal, a base de incrementar los impuestos a los más dinámicos y laboriosos, que son los que realmente evitan que la situación política española salte por los aires como un polvorín

Evidentemente el factor limitante de todo este cuento en el que unos parásitos sociales se han organizado para vivir a costa de los demás, depende de la resistencia de los que se están dejando la vida por salir adelante, mientras ven que sus vecinos, por ser sindicalistas, políticos liberados, parados vocacionales, participantes en las manifestaciones progubernamentales, miembros de una asociación feminista, pacifista, ecologista, o gay, la SGAE, gestores no cualificados, miembros de un partido nacionalista, próceres de una agencia cultural intrascendente, empresarios acomodados a la sombra del poder, o defensores de la emancipación de los esenios, que están extinguidos, viven sin pegar palo al agua, y siguen pidiendo más.

Ciertamente esta es la clase social que apoya a Zapatero, es decir los que dependen para su existencia de lo que les proporcione el Gobierno y mueven las masas a su favor, en cada proceso electoral, porque tienen dedicación exclusiva a la hora de conseguir votos, el apoyo mediático de los afines al poder para multiplicar las noticias favorables al Gobierno y desfavorables a todos los demás, y las acciones estelares gubernamentales para convencer a los ciudadanos de que el PSOE es poco menos que la reencarnación del genio de la lámpara.

Esta legión de vividores se organizan bajo la bandera del “cómo que no pasa nada”, para seguir viviendo como nunca han vivido a costa de los demás con sus cuentos, engaños y fantasías. Hasta que los que los mantenemos no nos pongamos de acuerdo en no seguir pagando el chantaje a que nos someten, pagando cada día más por vivir peor, para que los que no hacen nada o muy poco vivan mejor, las cosas no cambiarán.

Pero el día que cambien, porque nos hayamos hartado tengan bien seguro que las calles se volverán a llenar de sindicalistas furibundos, feministas desaforadas, pacifistas encorajinados, y ecologistas que nos amenazarán con el fin del mundo. Al tiempo que las empresas tendrán muchos más problemas, los servicios serán saboteados por huelgas del personal afín al PSOE, y los que gobiernen serán denunciados en todos los medios de comunicación por todas las cosas que harán contra los ciudadanos.

Espero que cuando llegue ese día, los españoles tengamos la fuerza moral suficiente, para que nos de sordera y hacer lo mismo que ellos, comportarnos “cómo que no pasa nada”. A ver si vamos espabilando, antes de que nos arruinen todos estos patriotas de sí mismos, que acusan a los demás de egoismo, porque ellos lo único que defienden es el progreso de la sociedad (y sacar mucho más que todos los demás, haciendo mucho menos, sabiendo mucho menos, esforzándose mucho menos, por su condición de socialistas, pero eso se les olvida siempre)

Biante de Priena

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