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jueves, 5 de febrero de 2009

La sociedad escalar


Buscando alguna información actual sobre la sociedad dual, he descubierto que Joaquín Estefanía ha escrito recientemente sobre este mismo tema en El País, aunque lo ha hecho de una forma bastante light, refiriéndolo exclusivamente al mercado laboral. La sociedad dual ha sido descrita por numerosos sociólogos, pero quizás haya sido Alain Touraine el que le ha dedicado más atención.

Este modelo de estructura social, consiste en una fragmentación que discrimina irreversiblemente la sociedad integrada de la sociedad excluida, con una frontera prácticamente inexpugnable entre ambas. Se puede resumir en que una parte de la sociedad tiene acceso completo a prácticamente todos los privilegios, mientras otra parte tiene acceso a todas las desposesiones de la vida social. Entre ambas un magma de gente que aspira a localizarse en el tramo beneficiado y huir del desfavorecido. Algunos autores consideran que el factor diferencial que distingue ambas es el trabajo.

Para determinar la diferencia podemos utilizar dos ejemplos, un funcionario y un inmigrante recién llegado. El funcionario tendrá acceso durante toda la vida a los beneficios de la vida social, mientras el inmigrante solo tendrá acceso a alguno y no de forma continuada. El primero vivirá en un régimen de plenos derechos, y el segundo en uno de plenas dificultades. El primero vivirá en un lugar determinado, tendrá un vehículo, todas las comodidades en su hogar, enviará a sus hijos posiblemente al mismo colegio durante su infancia y tendrá una vida organizada con periodos de trabajo y ocio. El segundo se buscará la vida, posiblemente en la economía sumergida, vivirá en un piso patera con otros en igual situación, solo accederá de vez en cuando a un trabajo con derechos sociales en el que con seguridad será explotado, y posiblemente tenga problemas para fundar una familia, tener hijos, o comprarse una vivienda y disponer de comodidades en el hogar.

Y pueden vivir en la misma ciudad, pasear por las mismas calles, disfrutar de algunos servicios públicos, pero el funcionario podrá acceder a situaciones que el emigrante jamás alcanzará en su vida. Evidentemente, el panorama que nos ofrece este modelo de sociedad es aterrador y forma una burbuja de opresión y violencia que corre peligro de estallar en cualquier momento.

Ciertamente las cosas no son exactamente así, porque el modelo de la sociedad dual que los socialdemócratas se empeñan en asignar a los neoliberales, en realidad no existe, es una proyección delirante al servicio de la propaganda, aunque realmente atractivo para los intereses políticos de los que se benefician de crear “conciencia social” en la población.

Un mundo injusto

Cierto es que el mundo no es demasiado justo en cuanto a la cuestión económica, en las sociedades occidentales el 20 % de la población más privilegiada controla el 60 % de los recursos, y el 20 % de la población más desfavorecida apenas llega al 10 % de los mismos, lo que coincide con las cifras de pobreza en nuestro país.

Riqueza y pobreza siempre la ha habido en la historia social, y no hay ningún país en el mundo que la haya resuelto, incluso tras los experimentos del socialismo real, que mantuvieron prácticamente las mismas cotas de desigualdad, eso sí, con un mensaje de justicia social que nunca se cumplió. No hay igualdad social, ni en Cuba, ni en China, hay privilegiados y desfavorecidos, como en todas partes.

Quienes nos azotan con la necesidad de alcanzar mayores cotas de justicia social, no hablan habitualmente de seres humanos concretos, porque consideran que todos los seres humanos somos iguales y únicamente iguales, lo que resulta una estólida memez. La igualdad plena entre los seres humanos es una utopía, y además una necedad.

Precisamente es la diversidad, como nos refiere Geertz, lo que caracteriza a los seres humanos, porque en una condición de igualdad de oportunidades unos seres humanos se atreven a dar un paso arriesgado hacia su futuro, se caen y se levantan, y siguen adelante lamiéndose las heridas, y otros se quedan esperando a que la oportunidad les visite en su domicilio. Evidentemente, sería extraordinariamente injusto que los dos disfrutaran de las mismas condiciones de vida, solo por el hecho de haber nacido.

En el caso de los inmigrantes, que pronto será un problema en nuestro país, hasta los indicadores económicos consideran que el lugar donde más inmigrantes se asientan es un reflejo de la actividad económica y las oportunidades de ganarse la vida. Y precisamente, es en estos lugares, donde los que no tienen empleo, culpan a los inmigrantes de habérselo arrebatado. Craso error, porque un inmigrante siempre parte con más dificultades para encontrar un trabajo estable, bien remunerado, y cuando lo consigue, no es porque nadie se lo haya regalado, sino porque se lo merece. Y aquí tenemos uno de los graves dilemas a los que se enfrenta la socialdemocracia, porque si favorece a quien le vota, perjudica a quien se ha ganado la oportunidad de trabajar, en desigualdad de condiciones de partida. Sería injusto, muy injusto desposeer al inmigrante de lo que ha logrado por sus propios medios.

La sociedad escalar: una alternativa a la sociedad dual

No conozco que este término haya sido utilizado con anterioridad, por lo que se hay algún autor al que le esté pisando su trabajo, le pido disculpas, pero me parece oportuno utilizar el modelo para definir algunas cuestiones.

El mundo va hacia una sociedad escalar, no se quedará atrapado en una sociedad dual. La sociedad escalar es la que permite atravesar las fronteras de delimitación entre las clases privilegiadas y las desfavorecidas. En el ejemplo de los inmigrantes que he puesto con anterioridad se aprecia con claridad, hay inmigrantes que se integran plenamente y autóctonos que no lo hacen en su vida, disfrutando incluso de más posibilidades de partida. Los inmigrantes saben que solo pueden vivir del favor público una temporada escasa, pero hay autóctonos que se han habituado a vivir del erario público sin dar golpe, muchos ocupan puestos políticos y sindicales bien remunerados, pero protestan por la injusticia “que afecta a los demás”, y claman por la tremenda injusticia de la pobreza, pero no reparten sus ingresos con los más desfavorecidos, más bien los incrementan en la defensa sistemática de la opresión capitalista que impide a un porcentaje de la sociedad abandonar la pobreza.

Vamos hacia una sociedad en la que el trabajo será un bien escaso, por lo que los que ofrezcan una opción más competitiva se quedarán con los mejores puestos, mientras que los que viven de contarnos la de injusticias que hay en este mundo se quedarán sin trabajo, pero eso no es injusto, es extraordinariamente justo, porque el que más da, más se merece y menos quita, porque los que quitan a los demás sin dar nada, son los que están aprovechándose.

La sociedad escalar es la que realmente se puede considerar justa, quien da lo mejor que tiene, se merece lo mejor, y quien no da nada, pudiendo darlo, se merece lo peor. Pero la sociedad escalar rompe el esquema de vida de los parásitos sociales. Y eso es lo que preocupa a muchos de ellos que llevan utilizando la propaganda desde hace décadas para convencernos de que estar afiliado a un sindicato o a un partido político de izquierdas es un valor, más importante incluso, que haberse hecho una carrera con doctorado incluido.

La sociedad escalar cierra las puertas a los favores y privilegios del poder, y exige que para ocupar un puesto de representación pública hay que demostrar que se reúnen condiciones suficientes para ello, aunque se haya sido elegido por un partido político o un sindicato para obtener el privilegio, no vale con protestar, también hay que dar trigo o haberlo dado, cuando se tuvo ocasión.

Los mejores deben ocupar los puestos más altos de nuestra sociedad, eso es justo, lo injusto es que mediocres reconocidos se vean beneficiados por la fortuna política y ocupen cargos y puestos que no se merecen. Es hora de que la sociedad española se libere del chantaje social a que está siendo sometida desde hace años, por quienes diciendo que defienden a los demás, exclusivamente pretenden mantenerse encaramados en el privilegio, por el mero hecho de contarnos que el mundo es injusto si ellos no están en lo más alto, y llevando años estando en lo más alto, el porcentaje de pobres sigue siendo el mismo, el 20 %, igual que hace 30 años, cuando comenzamos a disfrutar de la democracia en nuestro país y posiblemente aumente a partir de ahora.

La escala de privilegios sociales debe correlacionar exactamente con la escala de esfuerzo demostrado, la injusticia social es precisamente que los que alcancen los privilegios, lo hayan hecho vendiendo el humo de la salvación del prójimo, mientras se salvan ellos exclusivamente.

Si en las sociedades occidentales hemos llegado a alcanzar cotas de bienestar inimaginables hace cien años, ha sido gracias a quienes lo han hecho posible, no a los que se han dedicado a contarnos que se pudo haber hecho mejor.


Biante de Priena

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