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jueves, 1 de abril de 2010

El olvido de la libertad


A lo largo de las últimas décadas, se ha ido produciendo una reducción de la capacidad de elegir de los ciudadanos en los países económicamente más avanzados, que comparten lo que se denomina cultura occidental, siempre fundamentándose en la mejoría del funcionamiento de la democracia, en la supuesta buena intención los gobiernos para ejercer el poder conferido de una forma más eficaz. Pamplinas, porque lo que se ha conseguido es reducir la libertad de decisión de los ciudadanos a su más mínima expresión.

El poder ha organizado todas las barreras posibles para que siga siempre en las mismas manos, la frontera entre la elección y la representación es prácticamente infranqueable para los ciudadanos. Es imposible que alguien decida presentarse a unas elecciones y tenga las mismas oportunidades que los partidos convencionales de poder expandir su mensaje, su discurso, su palabra, para que otros conozcan su oferta pública. Pero las cosas, afortunadamente han cambiado.

Con la existencia de las nuevas tecnologías de la información, de internet, de los móviles y de la creciente interacción en la comunicación, los partidos políticos están viendo reducido su poder de manipulación de la información y recortada su influencia en la opinión pública, a pesar de que cuentan con esos “guardianes de lo existente”, que son los medios de comunicación subvencionados, los opinadores a sueldo, los amigos del pesebre que disuaden a cualquiera de sus intenciones de enfrentarse a la representación pública con los poderosos partidos políticos, que forman oligopolio de intereses y privilegios, y que están dispuestos a acabar con cualquier intento de rebeldía y resistencia.

La política está abocada al cambio, no se puede continuar así, y los partidos políticos convencionales y los medios de comunicación subvencionados están al borde de su extinción (y lo saben), como dinosaurios que pretenden seguir representando a los ciudadanos adhiriendose al poder; incluso desde sus más oscuras intenciones se están fortaleciendo al tiempo que debilitan a los ciudadanos, cada día más dependientes, con menos oportunidades de trabajar en lo que quieran, y de ser libres; cada día más entretenidos por una “cultura actualista” y un ocio inconsecuente, que niegan la existencia de cualquier otra realidad que la que se ofrece.

Vivimos en una democracia sin libertad, o mejor dicho, sin libertad política, porque el resto de las libertades civiles se han incrementado considerablemente, especialmente las sociales (a costa de las individuales, de reducir el espacio de nuestra privacidad), para ocultar la represión política progresiva en la que estamos viviendo. Disfrutamos de la libertad de consumir todo lo que podamos conseguir, pero al mismo tiempo de la imposibilidad de disfrutar nada que esté fuera de lo previsto y exigido desde el poder.

Al mismo tiempo, desde los sanedrines culturales se ejerce una opresión nunca vista hasta ahora, una coerción sin precedentes, que consiste en ocultar (eliminando de nuestra percepción) todo lo que no sirve para que la hoguera de nuestra identidad siga ardiendo, al tiempo que nos desnudan de valores, principios y creencias ajenas a la religión del más de lo mismo.

Lo racional se ha excluido como principio de funcionamiento vital, porque la política se ha entremezclado tanto con nuestra existencia, que hoy tener razón no sirve de nada, si no se tienen poder para hacerla valer. Pero el poder es un territorio acotado por los políticos, al que los ciudadanos no pueden acceder, por lo tanto la única razón que prevalece es la del poder, todas las demás van siendo eliminadas de la escena pública. El único destino que nos espera es el totalitarismo, la eliminación de la libertad, la subyugación de la democracia, la coerción de la crítica, la asfixia de la esperanza.

Sólo si cada uno de todos los que tomamos conciencia de lo que ocurre nos unimos en el objetivo de pararle los pies al poder, seguiremos siendo libres, si no lo hacemos nos espera la esclavitud del pensamiento único. Están tendiendo las vías que nos llevarán en vagones de ganado a los campos de concentración del exterminio del pensamiento libre, al que destrozarán con el pensamiento único y todas las legiones de descerebrados que tienen por seguidores, que tienen el pensamiento cautivo por las creencias que les han inducido los mesiánicos líderes políticos que, como caciques de antaño, les conceden la vida o la muerte, según aplaudan más o menos sus veleidades.

La libertad se conquista al poder por los ciudadanos conscientes de la opresión, el poder nunca concede libertad a sus súbditos, pero cuando la gente se olvida de que es libre deja de necesitar la libertad de elegir a sus representantes políticos, sin saber siquiera para que sirve, o para que ha servido a nuestros antepasados o puede servir a nuestros hijos. Que no se nos olvide nunca que somos libres., nadie nos hace libres, nos hacemos nosotros mismos.

Cuando alguien se queda dormido entre la nieve se acaba muriendo plácidamente, no hay que dormirse en el hielo, hay que rebelarse y seguir atizando el fuego de la crítica para que la llama de la libertad nos mantenga vivos y dueños de nuestro destino. ¿Qué vida podemos vivir sin libertad política?: únicamente la dictadura de los tiranos, disfrazádos de demócratas.

Biante de Priena

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