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lunes, 25 de enero de 2010

La sociedad civil española, cautiva y desarmada


A estas alturas de la legislatura serán muchos los ciudadanos que se preguntarán por qué no se produce una reacción civil ante el desmadre recurrente que acontece en la política española. La parálisis civil de los ciudadanos de este país se explica por diversos motivos. Una sociedad está armada cuando cuenta con los instrumentos políticos necesarios para que los ciudadanos puedan ejercer libremente la voluntad de su soberanía. La demagogia española, a la que los políticos consideran democracia, no dota a los ciudadanos de esos instrumentos, si el alguna ocasión permiten que la sociedad se represente a sí misma, es para defender sus intereses ideológicos–sindicatos y colectivos sectarios en la izquierda; asociaciones y congregaciones, religiosas o económicas, facciosas en la derecha-. La sociedad española también está cautiva de los usurpadores de la democracia que conforman el elenco político que vive de decir que representa a los ciudadanos, cuando en realidad los utiliza como ganado al que pastorea cada cuatro años hacia las urnas donde les extrae la voluntad que les permite seguir con su suculento negocio de explotación.

Realmente no hay asociaciones o colectivos que defiendan intereses generales y comunes de todos los ciudadanos de forma transversal, en el ámbito social español. Vivimos en una sociedad extremadamente maniquea y confrontada, porque eso favorece los intereses de los políticos. Pero que una posición política se equivoque no quiere decir que su adversario tenga razón. Al contrario, desde la política se pretende inducir un olvido sobre la posibilidad de la existencia de una sociedad ajena e independiente de la políticia, algo que se considera como una utopía, cuando no se malogra cualquier intento de forma activa, porque el ejercicio de la política en España tiene que ver mucho más con el despotismo y la demagogia que con la democracia auténtica.

El origen de la usurpación

Sin duda, el origen remoto de la ausencia de instrumentos de ejercicio de soberanía de los ciudadanos españoles, de la sociedad armada, proviene de la larga tradición absolutista de abuso de poder en España, que en 1812 se fracturó, gracias a los padres de nuestra primera Constitución, que concedieron al pueblo español la única soberanía posible sobre la nación española. A partir de entonces y durante 150 años, los políticos, en su inmensa mayoría, con algunas honrosas excepciones, se convirtieron en rivales del ejercicio de nuestra soberanía, en un abuso de poder sin precedentes.

Cuando el dictador Francisco Franco triunfó en la guerra civil, se hizo detentador del poder absoluto, su detentación se estableció sobre la usurpación de la soberanía de los españoles, mucho más que sobre la derrota del ejército rojo, aunque la propaganda tardo marxista se haya encargado de no recordarlo y que lo olvidemos. Franco no derrotó al ejército rojo, se apropió de la soberanía de los españoles, cinco minutos antes de que el Frente Popular lo hiciese, algo que ya había intentado en Asturias y Cataluña, sin conseguirlo. Tan usurpadores de la soberanía de los españoles eran los franquistas como los seguidores del Frente Popular. Algo nunca debe olvidarse y debemos recordar los españoles, para saber con quién estamos tratando nuestro futuro.

La guerra civil no surgió de la nada, sino de una provocación continuada de la izquierda más extrema y los nacionalistas, de diversas fuerzas que seguían el principio trotskista de “caminar separados, golpear juntos”. Dentro de unos años, como sigamos así, con el lavado de cerebro a que nos someten las izquierdas de este país y los nacionalistas, terminaremos confundiendo los santos con los criminales. No hay ningún respeto por la verdad histórica, ni en los franquistas durante la dictadura considerándose nacionales cuando usurpaban la soberanía de la nación al pueblo español, ni en los socialistas, conservadores y nacionalistas en la democracia.

El internacionalismo proletario de aquella época, pretendía convertir a España en el diente de tenaza occidental de Europa, para ejercer la pinza estranguladora con el diente oriental del marxismo imperialista de la Unión soviética, abjuraba de la soberanía de los españoles, tanto como los nacionalismos rivales de Cataluña y el País Vasco, que miraban por sus intereses territoriales –igual que ahora-, tanto como el propio Franco y su dictadura que ensalzaba la nación mientras le robaba su identidad.

El Frente Popular nunca veló por los intereses generales de todos los españoles, sino por sus intereses sectarios –igual que ahora-. Franco obtuvo la victoria y ejerció desde entonces, como buen déspota, el poder absoluto sobre el pueblo español, arrebatándole su soberanía y tutelando su destino. Si el Frente Popular hubiera triunfado, hubiera hecho lo mismo, y España se habría convertido en un apéndice del imperio soviético. El grito de guerra del Frente Popular era ¡Viva Rusia!, nunca se refirieron a España como una nación diferenciada e independiente.

Basta ya de que nos sigan tomando el pelo toda esta legión de sinvergüenzas, va siendo hora, setenta años después, de que superemos el engaño al que nos han sometido, unos y otros.

El secuestro de la democracia

Pero la democracia no ha devuelto la soberanía a los españoles, al contrario de lo que se ufanan en recordarnos los políticos, más bien lo que se ha hecho es someterla a cautiverio en función de los intereses partidarios y personales de los que detentan el poder.

Los que alcanzan el poder en España, provengan de una dictadura militar o de una supuesta democracia, tanto si son de izquierdas como si son de derechas, siempre se sustentan sobre la usurpación de la soberanía de los españoles. Los políticos españoles son los demagogos más desvergonzados del planeta, tanto como Franco, Hitler o Stalin en el pasado, o como Fidel Castro y Hugo Chávez en el presente, porque demagogia es decir que van a hacer una cosa mientras piensan en hacer la contraria.

Pero sin duda el político que más desigualdad y desasosiego ha creado en nuestro país en época reciente, con sus buenas intenciones de guardería, usurpando la soberanía nacional de los ciudadanos españoles, detentando el poder concedido y llevando sus delirios personales a la realidad, ha sido esa fatalidad de las cejas endiabladas, cuyo nombre no quiero recordar; aunque cierto es que no ha sido en solitario, también es necesario reconocerlo, sin la ayuda de los nacionalistas y la oposición conservadora no lo hubiera conseguido. La hipnosis social que se ejerce desde el poder nos hace ver las cosas como no son: los políticos españoles –salvo los nacionalistas, que son de otra especie y hacen lo que dicen, aunque sean barbaridades- siempre dicen que van a defender exactamente lo contrario de lo que defienden, mienten más que hablan, por eso estamos hartos de todos ellos.

La mentira es el arma política más poderosa

El paradigma del despropósito político en España es Rosa Díez, la lideresa de UPyD, que dice que va a regenerar la democracia en este país cuando es absolutamente incapaz de que en su propio partido se respeten las mínimas reglas democráticas, eliminando a todos los rivales del escenario para que sólo puedan pertenecer a su partido los que la apoyan y obedecen. Y a ese despotismo demagógico lo denominan sus seguidores democracia y se sienten orgullosos. Aquí tienen ustedes el mejor ejemplo de alguien que dice todo lo que queremos y necesitamos escuchar, haciendo al mismo tiempo todo lo que los demócratas repudiamos, quedándose tan fresca, con el descaro que caracteriza al que no respeta a sus semejantes y sólo vela por sus propios intereses. Que a nadie se le olvide el origen socialista de Rosa Díez, porque sólo siendo socialista se pueden hacer estas barbaridades y pensar, al mismo tiempo, que los demás, en su ignorancia o estupidez, no se darán cuenta. Esa arrogancia solo la puede proporcionar una tremenda ignorancia y una insidia sin paliativos.

Pero el PSOE y el PP no se quedan atrás, porque desde el poder, que ejercen de forma inicua, no dejan de mostrarnos sus hazañas.

El PSOE dice que defiende la igualdad, nada más lejos de la realidad.

No hay igualdad entre hombres y mujeres (Ley de violencia de Género)

No hay igualdad entre jóvenes y adultos (Paro juvenil próximo al 50 %)

No hay igualdad cultural (son comunidades socialistas donde se dan las tasas más elevadas de analfabetismo y sin estudios tras treinta años de gobierno del PSOE, que rondan el 25 %).

No hay igualdad jurídica (los españoles de Cataluña están oprimidos culturalmente, diferencia en derechos entre confederaciones hidrográficas, la Constitución se respeta en unas comunidades y en otras no, y no ocurre nada)

No hay igualdad histórica (los caídos por la República en la Guerra Civil son héroes, los caídos por el franquismo algo habrían hecho).

No hay progreso (el número de alumnos que concluían el bachiller hace diez años rondaba el 50 %, hoy está próximo al 36 %).

No hay igualdad salarial (de hecho ha disminuido la igualdad salarial entre los españoles en los últimos cinco años, cifra que ocultan los sindicatos).

No hay igualdad entre los ciudadanos (los que poseen vínculos con el PSOE ocupan los mejores puestos laborales y sociales a igualdad de condiciones con los ciudadanos, incluso con menos méritos) .

Lo que si hay es un tremendo despilfarro y apropiación indebida de los recursos públicos de los españoles por parte de la legión de descamisados que se representa en Vogue, el pensamiento políticamente correcto y el desarrollo sostenible. Y precisamente donde tenía que haber desigualdad democrática, por ejemplo entre los que pagan sus impuestos y los que no los pagan, entre los criminales etarras y las víctimas del terrorismo, entre los que vulneran la Constitución y los que la respetan, el PSOE establece una igualdad inopinada.

El PP dice que defiende la libertad, nada más lejos de la realidad

No hay libertad cuando en su partido se defiende la democracia búlgara como en el Congreso de Valencia.

No hay libertad cuando en su partido se consiente la corrupción política y económica, sin hacer prácticamente nada por resolverla.

No hay libertad cuando en Galicia se impone un modelo trilingüe, para no resolver el problema de la libertad de elección, algo que no se ha atrevido a hacer ni Patxi López en el País Vasco. No hay libertad cuando en Cataluña se permite lo que está ocurriendo con el idioma español.

No hay libertad cuando los monigotes que salen en la tele en representación del PP son siempre los mismos desde hace treinta años. Hasta conservan el alcanfor en el partido, como Franco conservaba el brazo incorrupto de Santa Teresa en su alcoba.

No hay libertad cuando el PP no defiende la libertad por encima de todo ante leyes estúpidas, para que no les denominen fachas en su eterno acomplejamiento.

No hay libertad cuando no hay pluralidad, todos los representantes del PP dicen lo mismo, esa homogeneidad dado el carácter español, es precisamente la demostración de la falacia que representan. Eso lo pueden hacer desde el PSOE, pero no desde el PP. Eso es fruto de la coerción, nada tiene que ver con la libertad.

No hay libertad en el PP porque los conservadores tienen tanto miedo a la libertad como los socialistas, por mucho que se empeñen Esperanza Aguirre y Gallardón en desmentirlo. El PP todavía no se ha quitado por completo la costra del franquismo y por eso muchos electores lo repudian.

Si los españoles no luchamos por nuestra identidad común nos habrán derrotado

Y la sociedad desarmada se ha quedado sin representantes políticos, porque ninguno merece su confianza. Tal vez eso sea necesario, posiblemente sea imprescindible para que la sociedad se haga dueña de su destino, para que el pueblo español se haga independiente de sus políticos, que están condenados a devolver buena parte del poder que detentan a la ciudadanía soberana que es su legítima propietaria; que no se nos olvide jamás que el poder que detentan los políticos en España sólo lo tienen en depósito y se les puede retirar en cualquier momento, por las urnas, claro.

El ejercicio pleno de su soberanía por parte de los ciudadanos españoles es lo único que puede sacar a este país del atolladero. ¿Pero cuántos españoles son conscientes de su soberanía y comprenden lo que esto significa?.

La soberanía es la libertad conquistada a lo largo del tiempo por un pueblo ante sus enemigos, tanto internos (déspotas) como externos (invasores), que se conforma como condición fundamental de legitimidad. La soberanía se hereda, se pasa de padres a hijos, de todos los padres a todos los hijos, en plena igualdad, porque todos los españoles somos igual de soberanos, gobierne quien gobierne. Es la herencia civil de los ciudadanos, pero no se consume, ni se recorta, ni se transforma, ni se enmascara, es inmutable. La soberanía es la condición imprescindible para que seamos ciudadanos, sin soberanía seríamos súbditos. Somos ciudadanos por ser españoles, no españoles por ser ciudadanos, esta última falacia forma parte de la propaganda de la oligarquía política para convertirnos en sus vasallos.

Una sociedad armada es aquella que se conoce a sí misma, sabe sus derechos, cumple sus deberes, y ejerce su libertad. Una sociedad armada es aquella en la que los ciudadanos que la forman se saben y se sienten soberanos, iguales y libres, dueños de su destino.

Es imprescindible que la sociedad española se rearme de instrumentos cívicos para establecer combate con los políticos que pretenden arrebatarle su soberanía. Una sociedad soberana, formada por ciudadanos soberanos, nunca se rinde ante sus enemigos, porque su derrota sería su desaparición. Si la sociedad española está desarmada, es porque está abdicando de su soberanía. La soberanía sólo puede surgir de la conciencia individual, la reivindicación de la legitimidad, y la integración colectiva de su propósito. No admite fragmentación, ni delegación.

Por eso los nacionalismos estridentes no pueden fraguarse en naciones, porque por mucha conciencia que tengan algunos ciudadanos de su soberanía, no tienen legitimidad alguna, la soberanía no es una condición individual, sino colectiva. Para que los catalanes o vascos fueran soberanos, los españoles tendríamos que renunciar a nuestra soberanía como españoles previamente.

El Parlamento representa el poder del Estado, pero la configuración última de la Nación española y su condición soberana no puede ser representado más que por el pueblo español DIRECTAMENTE, y no por los catalanes, vascos, gallegos, políticos, jugadores de rugbi, admiradores del chotis, diseñadores de moda, feministas, soldados, o constructores de sueños. Sólo hay una categoría legítima y soberana en España: el pueblo español, todos los ciudadanos españoles reunidos, es decir, la Nación española, que tiene potestad y legitimidad para determinar su presente y futuro. Nadie más, ni Dios, ni el Rey, ni los políticos, ni los ciudadanos separados y desorientados, aunque no lo sepan.

Seamos soberanos, para poder ser ciudadanos. Acabemos de una vez con la miseria y mezquindad de la política en España, antes de que sea demasiado tarde y tengamos que llegar a la violencia. España es una nación que debe ser respetada por todos los españoles, los ciudadanos y los políticos de cualquier color que se sienten en el Parlamento español. No hacerlo supone romper el contrato sobre el que se establece la organización de nuestra convivencia. Es hora de recordárselo a todos los que lo hayan olvidado.

Como español yo me alzo ante los usurpadores. ¿Quién está conmigo?

Enrique Suárez Retuerta
Un ciudadano español que no renuncia a su soberanía.

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