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sábado, 5 de abril de 2014

¿Hay democracia en España o seguimos en el "atado y bien atado"?



En este país inmerso en la ignorancia política desde hace doscientos años la gente sigue confundiendo la democracia con la demagogia. La mayoría de los españoles se consideran demócratas, sin saber siquiera que es la democracia. Muchos se consideran españoles sin saber nada de la nación española y otros se consideran socialistas, defensores del Estado y de lo público, sin tener otro conocimiento sobre el socialismo que lo que han visto por la televisión.

Si me lo permiten, quiero felicitar a la casta política española por haber logrado tomarnos el pelo durante dos siglos y posiblemente seguir haciéndolo durante los próximos doscientos años. Es el destino de los pueblos que ven la televisión y jamás abren un libro, la ignorancia se paga con el paro, la miseria, la pérdida de libertad, la desigualdad, la corrupción y la esclavitud. De eso no es responsable la casta, sino los ciudadanos de este país en su infinita ingenuidad e irresponsabilidad.

Verán ustedes, como diría Don Mariano, el 99 % de los españoles piensa que la democracia es una forma ecuánime de distribución del poder, pero desconocen todo, absolutamente todo, sobre ella, porque no se han molestado en enterarse y viven en el mito de la democracia que les han contado los partidos políticos, para seguir defendiendo su pesebre.

La democracia surgió en Atenas hace 2.500 años aproximadamente, pero no para distribuir el poder de forma ecuánime desde las urnas, eso sólo es una función instrumental de la democracia, que es la única que conoce la gente; muy pocos conocen, porque no se lo han contado y no se han ocupado de saberlo, que la democracia surge en Atenas para controlar el poder, para limitar el poder de los más afortunados, los más notables y los más ungidos por los dioses, para impedir la formación de castas, sectas, lobbys y partidos. Los partidos estaban prohibidos en la democracia clásica, porque los ciudadanos se representaban a sí mismos o por medio de los que elegían entre ellos por sorteo, en muchas ocasiones.

Las primeras Constituciones, la de Solón (creando una Timocracia), la de Clístenes (creando una Democracia incipiente) se ocupaban de impedir que los poderosos acabaran con los recursos de los que menos tenían, impidiendo que acumularan deudas que no podían pagar los campesinos, limitando las formas de esclavitud a los extranjeros, concediendo a todos los ciudadanos (no a las mujeres) el mismo poder con su voto para elegir a sus representaciones políticas.

En la democracia griega había isocracia, que es la igualdad entre gobernantes y gobernados, no había 10.000 aforados que terminan forrados, sino isonomia, igualdad ante las leyes de todos los ciudadanos e isegoría, igualdad en la librtad de expresión, no limitar la libertad de expresión a los miembros de una casta, secta o partido, partidos, todos los ciudadanos podían hablar en la asamblea, los medios de comunicación no existían por entonces.

En España, desde el atado y bien atado de Franco, se decidió establecer un modelo de isogonía (igualdad de todos para intervenir en las administraciones públicas), pero en este caso referido y limitado a las instituciones que conocemos como partidos políticos, usurpándose de esa forma la igualdad entre gobernantes y gobernados, la isocracia. Los partidos políticos se convierten de esta forma, en una nueva aristocracia, que representa sus intereses contra los de los gobernados, estableciendo una controversia artificial entre ellos para entretenimiento de los futuros electores que deben decidir entre las opciones que les ofrecen. Pero se perdió para siempre la igualdad entre gobernantes y gobernados, la isocracia, que es el fundamento de todo sistema democrático.

De esta forma el espacio público de opinión pierde la isegoría, porque sólo pueden expresarse aquellos que hablan en nombre de un partido político y pierde la isonomia, porque no hay igualdad ante las leyes de los gobernantes y gobernados, con fórmulas como el aforamiento, y la utilización de los recursos concedidos por los ciudadanos para boicotear y bloquear la justicia cuando trata de condenarles, se ha perdido también la diké, que es la justicia, porque los que acaban juzgando a los políticos, son precisamente los jueces que los políticos han colocado, repartiéndose los puestos de poder en el CGPJ, en el Tribunal Constitucional, en el Tribunal de Cuentas y en la mayoría de las instituciones jurídicas, como la figura del Fiscal General del Estado, encargado de vigilar la corrupción y que sólo es el bombero que apaga todas las imputaciones a políticos y representantes del poder en este país.

Por eso españoles, siento desilusionaros, en España no vivimos en una democracia, sino en un simulacro que proviene del franquismo, el atado y bien atado del poder. Los griegos de hace 2.500 años no hubieran consentido semejante tomadura de pelo, semejante farsa representativa del poder, semejante ignominia a la que los de la casta y sus acólitos consideran democracia, y que muy pocos españoles (cada vez menos), sabemos que es una depravación, una profanación, una injuria a la democracia, un vulgar, detentador e irracional despotismo,  y ni siquiera, ilustrado.

Enrique Suárez

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