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lunes, 21 de mayo de 2007

Degradar la palabra, negar la realidad, despreciar la democracia


"Como la humedad en Rentería o como las ratas en el metro barcelonés, la renuncia moral lo impregna casi todo en la política española. Hasta el resquicio, la grieta abierta por Ciutadans en su proyecto original de regeneración democrática, está en peligro escasos meses después de su nacimiento."


Rodríguez Zapatero niega que dialogue con ETA pero insiste en que su deber es “estar informado”.

El mayor atentado contra la libertad que habrá cometido el presidente en esta legislatura habrá sido el descrédito total y absoluto de la palabra pública. Ha rematado así el “yo me he enterado leyendo la prensa” del felipismo, convirtiendo en norma de conducta y de gobernación lo que hace quince años era una crisis excepcional del estado de derecho. Al terrorismo de estado circunstancial perpetrado con el Gal sucede la negación rutinaria de la verdad y de la realidad en el discurso gobernativo.

Sorprende, una vez más, la escasez de las reacciones autorizadas, la insignificancia de la disidencia. Desde la izquierda, nos quedan, como siempre, Savater y Rosa:

“Los socialistas vascos por ejemplo nos tienen por "miserables", cuando no por extremistas de derechas (con el PSE pasa lo que con la Ertzaintza, aunque peor: en sus filas hay gente decente y combativa, pero con los mandos actuales no hay manera). Y aún eso es preferible a los que nos muestran su 'solidaridad humana' por las amenazas que sufrimos, para acto seguido criticar la Ley de Partidos o recomendar el diálogo como solución de nuestros males. No, que quede claro: no queremos solidaridad "humana" sino política. La "humana" que se la guarden los simpáticos donde mejor les encaje.”

Savater, después de haber pedido que los partidos democráticos no participen en las elecciones vascas, termina recurriendo a la metáfora de la casa tomada, retomando una alusión del novelista argentino a una realidad dictatorial interiorizada por el ciudadano, y describe un punto de no retorno en la degradación de la democracia española:

«Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada".

Como la humedad en Rentería o como las ratas en el metro barcelonés, la renuncia moral lo impregna casi todo en la política española. Hasta el resquicio, la grieta abierta por Ciutadans en su proyecto original de regeneración democrática, está en peligro escasos meses después de su nacimiento.

Como un pepiño cualquiera, el joven presidente de ese partido nacido como alternativa a la casa nostra catalana y del resto de España, se suma al coro de las lloronas socialistas y nacionalistas: Denuncia una «campaña de acoso y derribo» contra su partido, detrás de la cual «puede estar el interés de otros partidos en que no sigamos creciendo». Ésa es su respuesta a valientes afiliados que tienen la debilidad de creer en la democracia interna, en la transparencia y en la “política”, como escribía Savater.

Como un felipe cualquiera, el mismo presidente, elegido en las cortes catalanas por 90.000 personas ilusionadas con “otra forma” de hacer las cosas, asegura «desconocer los motivos de la dimisión” del coordinador de la federación CS de fuera de Cataluña (que incluye la agrupación de Ciutadans más importante de España, la de Madrid), y afirma no conocerle, cuando existen cientos de fotografías donde aparecen compartiendo mesas y mítines.

Como un sebastián cualquiera, rectifica cuando la mentira es demasiado evidente, con ese aplomo de quien aprende rápido y en buena escuela, degrada la palabra, niega la realidad y desprecia la democracia.

¿Lealtad al nacionalismo?

Hablar de lealtad en estos tiempos convulsos, resulta extraño. La lealtad ha de ser siempre a los principios, valores, o sueños políticos de las personas, no a las personas que se encargan de administrar los principios, valores o sueños de los demás.

La lealtad no debe adherirse al escenario en el que se representan las pretensiones políticas de las personas, sea un partido político, como es el caso, o una comunidad vecinal. La lealtad a las personas solo puede establecerse desde la coherencia, si estas personas han cumplido con determinados requisitos, entre los que se encuentra el respeto por sí mismos.


La lealtad es muy frágil, y cuando se contamina de intereses ajenos a los que le corresponden, cuando se desfigura en una mentira, o en una confusión intencionada, pierde por completo su sentido.

La lealtad requiere transparencia, porque se fundamenta en la confianza, y no en un fetichismo de la mercancía que transforme en apto para el consumo algo que se sabe tóxico.

La lealtad exige fe, fidelidad, un anticipo del futuro que traerá, y la lealtad exige también esperanza en que realmente será útil al propósito inicial, así como una inusual firmeza en la permanencia y vigencia de los factores que la demandaron, y no a ningún otro que se desvíe de la coherencia imprescindible.

Decía Hegel, que la negación de la negación es negación también, y recurro a su argumento para establecer una diferencia sustancial entre los que viven inmersos en comunidades nacionalistas y los demás. Los primeros, cuando no son nacionalistas, piensan como rivales del nacionalismo, antes que como demócratas, y eso es un error intenso e inmenso, que solo puede conducir al fracaso de la lucha contra las posiciones nacionalistas.

Determinar la realidad desde posiciones contranacionalistas, es posiblemente la más grave metedura de pata que puede cometer un demócrata. El territorio político delimitado por los nacionalismos, solo les beneficia a ellos, está organizado ex profeso para tal propósito.

A pesar de los esfuerzos de los nacionalistas, el nacionalismo y la democracia no tienen nada que ver, porque el nacionalismo es una forma elaborada de sectarismo, más desarrollada y civilizada, pero segregacionista y en una democracia no caben los sectarismos, porque sus elementos fundamentales perderían su auténtico sentido.

Todos los nacionalismos incipientes son feudalismos renovados, remozados para el consumo, pero no son democráticos, porque lo que se fundamenta en la desigualdad de origen termina siendo sectario, e impide cualquier proceso justo.

Negación de la negación es negación también, negar el nacionalismo también es una negación, y es un error grave no reconocerlo. Negar el nacionalismo, o erradicarlo, nos deja en el mismo injusto mundo que ha creado el nacionalismo, pero sin actores, sin obra a representar. Ese juego no permite la construcción de un mundo diferente, en el que el nacionalismo sea imposible, sino el apuntalamiento soportable de lo existente.

Todo nacionalismo niega la libertad a alguien, y he ahí el auténtico problema, que no se debe medir por el principio de a quien se la procura, si no por el de a quien se la niega. Y en una sociedad avanzada como la nuestra, en la que la xenofobia o el sexismo se considera un crimen, se acepta discretamente el nacionalismo por puro interés político, al menos en nuestro país.

La clave para la superación que los graves problemas derivados de los nacionalismos está en la democracia, el nacionalismo resulta imposible con una democracia plena, que llegue a todos los ciudadanos por igual, sin exclusiones, y ahí es donde Ciutadans debe presentar su gran batalla, porque realmente ningún partido político lo hace de verdad

Los partidos políticos de ámbito nacional asumen el nacionalismo como mal menor, siempre han pactado con ellos en el ámbito estatal, mientras que respeten los ámbitos particulares de los nacionalistas para que puedan imponer su ley. Los partidos nacionales y los nacionalistas NO SON DEMOCRATICOS cuando el nacionalismo está en juego, porque eso les permite seguir adelante a ambos, obteniendo beneficios diferentes, pero en plena simbiosis.

Por eso Ciutadans debe apostar por la democracia plena, incluso por encima de la lucha contra el nacionalismo, por que siendo realmente democráticos y manteniéndonos firmes en nuestros principios, estaremos rompiendo los esquemas del entramado existente;, mientras que yendo contra el nacionalismo, de la forma que sea, seremos dependientes siempre de sus desmanes y condicionamientos, y no independientes, autónomos y libres.

Hacer frente al nacionalismo desde la libertad, es posible; nuestro camino no debe venir determinado por los valores en que se fundamentan los nacionalismos, sino por nuestros propios principios.

Las posiciones más frecuentes en los partidos de izquierda, inducen a una estenografía contemplativa en cuestiones relacionadas con el nacionalismo, nunca ofrecen soluciones, sencillamente por que la izquierda española y el nacionalismo se sostienen mutuamente en sus principios, ambas fragmentan la realidad desde el sectarismos diferentes. Las posiciones de la derecha tradicional entran en confrontación total con los nacionalismos, negando su propia existencia, en vez de negar su carácter democrático, lo que también conduce a error.

Mi propuesta para Ciutadans, aboga por la superación del interregno transitorio de la política española, dejando atrás a la izquierda y a la derecha, al nacionalismo y al contranacionalismo. Transversalizando nuestra posición política y nuestras decisiones, en lo que se refiere a la aceptación de la pluralidad, y el rechazo de cualquier exclusión.

Solo con establecer los mecanismos que nos permitan ser plenamente democráticos y libres en este partido, será suficiente para conseguir nuestros objetivos. Superemos lo existente, siendo algo diferente a lo que existe.

Seamos capaces de crear un partido de ciudadanos, sin miedo a la libertad, sin miedo a la democracia, sin miedo a nosotros mismos y sin miedo a las otras formaciones políticas.


Erasmo de Salinas

Ciudadano Acosta

A menos de una semana de las elecciones municipales, quiero hacer algunas reflexiones sobre lo sucedido recientemente en nuestro partido. El expulsado preventivo, el sevillano Mario Acosta, al que todos conocemos por su desbordante talento comunicativo y su propensión a la exageración, no se ha equivocado en muchas cosas y sí lo ha hecho en alguna.

Comenzaré por los errores, que fundamentalmente ha sido uno, el momento de hacerlo, en plena campaña electoral. Eso no ha gustado a la mayoría de sus compañeros, ni a la dirección del partido, porque se ha comprendido como un palo entre las ruedas de nuestros propósitos; , aunque quizás si lo hubiera hecho en otro momento, no habría tenido tanta repercusión, y su decisión de hacerlo precisamente ahora, no ha sido fortuita, sino para dejar en evidencia la realidad política en la que estamos viviendo en este país.
Uno de los graves problemas de la política española, es que todo el mundo respeta las reglas del juego formales, y lo que realmente ha sorprendido es que alguien haya decidido defender la democracia, incluso por encima del perjuicio que pueda ocasionar a su propia formación política, que más bien ha sido beneficio, como ha expresado sutilmente, Arcadi Espada.

Nuestro compañero ha sido coherente con el ideario y los estatutos de nuestro partido y ha demostrado con sus hechos la realidad caducada de la política española. Los partidos políticos son entes irracionales que creamos para organizarnos socialmente, y que terminamos convirtiendo en escenarios aptos para las creencias, más próximos al ámbito de las ideas religiosas que al de las ideas políticas.

Por lo tanto, no resulta extraño que al que transgreda los rituales establecidos, se le considere pecador y sea condenado al infierno del ostracismo, desde la perífrasis correspondiente. La herejía hay que sancionarla con la hoguera para escarmiento de los fieles, para que aprendan la lección de que nadie pueda rebelarse contra el poder establecido.

Acosta ha denunciado que en la desigual lucha entre una institución y un individuo, las reglas del juego son inicuas y favorecen siempre a la organización frente al ciudadano. Sea en el interior de nuestro partido, o sea en la lucha de un padre para que su hijo pueda estudiar en castellano en Cataluña. Todo es lo mismo.

Las formaciones políticas se defienden de las acciones individuales, aunque estas hayan sido correctas, pero impera que sean “políticamente” correctas por encima que sean ciertas o racionales. La política triunfa sobre el ciudadano, una vez más, cuando tendría que estar a su servicio.

Sin embargo, resulta complicado acertar siempre en política, sin ir más lejos, ahí tenemos la dirección de nuestro partido, que ha venido cometiendo numerosos errores y sigue indemne, como si no aquí hubiera pasado nada. Pero eso no puede decirse, es “pecado”.

Sin embargo, Mario Acosta, también es autor de algún acierto histórico, que poco tiene que ver con su triunfo personal, pero si con las ideas que transcienden su mensaje; nuestro compañero representa ese aire de regeneración y transparencia que tanto necesita la política de nuestro país, pero que va un paso mas allá de las buenas palabras de Albert Rivera y penetra en la realidad.

Mario es el primer ciudadano que ha sucumbido en el entramado político de nuestro partido. Acosta se ha inmolado por la democracia, suena extraño, pero así ha sido; pero no solo por la democracia en nuestro partido, sino para demostrar la falsedad que se vive en la política catalana y en la política española, cuando se habla de democracia interna en los partidos políticos.

Lo ha hecho con plena conciencia, ha sido más Ciudadano que ninguno de todos nosotros, y ha demostrado con su acción de denuncia, la realidad política en la que estamos viviendo actualmente.

Mario ha hecho un test a Ciudadanos, la prueba del algodón, y nuestro partido no ha estado a la altura de lo que se esperaba, ha reaccionado como cualquier formación política convencional y se ha equivocado negando la crisis que realmente sí existe, porque al mismo tiempo ha negado la posibilidad de ser diferente al resto de las formaciones políticas españolas.

Los partidos políticos convencionales son auténticos engendros fosilizados, enormes máquinas que aplastan las iniciativas individuales y jerarquizan las decisiones hasta la parálisis plena de sus acciones. Lo ha dicho Félix de Azúa hablando de Bayrou, en el ámbito de la política francesa:

“O bien cambiamos las reglas de juego, decía Bayrou, o bien Francia seguirá siendo la finca privada que explotan dos inmensas empresas y sus redes clientelares, los socialistas y los conservadores. Bayrou hablaba ya pensando en las legislativas, cuando es muy probable que se convierta en la pieza decisiva para la formación de gobierno. Es el único que aún puede hacer algo por su país”.

Acosta, ha sido coherente con sus ideas, como Bayrou, y ha ido más allá de las palabras, demostrando con hechos, que al menos en un sector de Ciudadanos, hay gente comprometida con un auténtico cambio en la forma de hacer las cosas en la política española, comenzando por la democracia interna en nuestro partido.

Si no somos capaces de aplicar a nuestra convivencia el discurso que presentamos ante la sociedad española, difícilmente alcanzaremos la coherencia necesaria para transmitirlo al escenario político en el que competimos con las demás formaciones, por lo que estamos condenados a seguir siendo igual que los demás, un más de lo mismo, nada diferente.

El partido Ciutadans ha sancionado a Acosta, y al mismo tiempo, se ha determinado políticamente. Porque si Acosta defiende la autenticidad de los principios en que se fundamenta nuestra existencia política, lo que ha hecho Ciutadans es manifestar su renuncia a ser lo que había anunciado en sus comienzos.

Todavía estamos a tiempo de rectificar el error cometido con Acosta, aprovechemos el discurso de nuestro compañero, y digámosle a este país de una puñetera vez, que si Acosta denuncia errores cometidos y comprobados en el interior de Ciutadans, quien sobra no es Acosta, sino los que han cometido los errores. Acosta solo es el mensajero de nuestra incoherencia política.

Si no somos capaces de respetarnos a nosotros mismos, ¿cómo vamos a pedir a los ciudadanos que crean en nuestras propuestas o en que seremos capaces de conseguir que los partidos políticos con los que competimos lleguen a respetarlas?.

Ciudadano Acosta es usted un artista, en sus hechos estamos todos retratados, nos ha sacado una foto imposible, pero también inolvidable. Si este partido le indulta inmediatamente, le aseguro que tendrá un futuro extraordinario, pero si no lo hace, le comunico que usted ha sido el primer autor de su próxima agonía.

Deseo y espero, que triunfe la inteligencia en nuestro partido, la de Acosta y la de sus dirigentes.

Saludos Ciudadanos

Enrique Suárez Retuerta

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