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sábado, 29 de noviembre de 2008

El Partido Popular, esa cosa

Algo que jamás se perdona en política es la incoherencia, entiéndase correctamente. Me refiero a la demagogia que supone la rectificación que deriva de que sea el rival quien modele nuestra expresión. Algo como lo que ha hecho el señor Gallardón a lo largo de su vida, y lo que ahora emula D. Mariano Rajoy.

Ese españolismo menor de admitir que nos pueden joder, pero jamás que nos violen, es propio de otra cultura, más que de la nuestra; representa la moral del que se reconoce derrotado, y como mucho, aspira al empate electoral ante la victoria imposible. ¿Pero de dónde viene esta gente?, apátridas en su propia tierra.

Tiene razón Aznar al quejarse de esta cohorte de arribistas en la que se ha convertido el PP, que piden perdón antes de enfrentarse en la arena política, por si causan algún daño al adversario, imprevisto, por supuesto, en un país que oculta la violencia latente con paneles de pacifismo morados. Que si la estrategia de Arriola dice, que si Soraya que bien se mueve, que si que buena está la Cospedal, que si “Carmen, ¿dónde está Carmen?, ¿"has visto como está cambiando el PP"?. Ay, Mariano, Marianete, que se te ven los mofletes, del pastel que te han metido en la boca y no te puedes tragar. Y no se ponen colorados, ni siquiera cuando se ha pasado de las víctimas del terrorismo son como nuestra bandera, a que todo en esta vida se puede comprender desde el perdón cristiano.

Si los padres de estos chicos levantaran la cabeza iban a saber lo que era bueno, todo para que sus hijos abjuren de la herencia que les dejaron. Pero, ¿cuánta inteligencia queda en el PP, vamos, entre todos los que están?. Si se salen de la historia ellos mismos, ¿cómo van a poder devolvernos al camino de la razón desde esta locura totalitaria en la que estamos viviendo?. Si parece que Pepiño les ha envíado la hoja de ruta.

Y no recuerdan que el conseguidor Pizarro dijo la verdad al pirata Solbes en la tele, ante todos los españoles, ante la historia, mientras la estrategia del PSOE era decir que no habría crisis, y que si la hubiera, España estaba libre de la epidemia. Se había hecho todo lo que había que hacer, y nada podía ocurrirnos. Zapatero detendrá la catástrofe y abrirá el mar rojo de la esperanza, para que crucemos los españoles a la Tierra Prometida del socialismo, para que dejemos de ser españoles sin siquiera enterarnos, porque todos somos ciudadanos, como primer paso para acabar siendo socialistas: el pueblo elegido para su gloria.

Ay, pero mira que son torpes, que ya está bien, que tras treinta años de la muerte de Franco todavía se estén redimiendo de su origen, que no se perdonan, que no han resuelto. Claro, para que todo coincida con la versión adaptada de la memoria histórica, tiene que haber unos culpables de la guerra, o unos herederos de la culpa, los del PP, y unos salvadores, o unos herederos de los salvadores, el PSOE.

Y jugando al ajedrez con las fichas del dominó llevamos más de 30 años, viendo como el PP pide perdón públicamente por los errores de sus ancestros, por ese imperdonable pecado original con el que se dejan estigmatizar, por ese masoquismo político que les caracteriza.

Y la anti-España del PSOE se enfrenta desde entonces a la para-España del PP, porque han seguido las recomendaciones de Pepino y han dejado de defender cosas tan fundamentales como: la nación, la Constitución, la libertad, la pluralidad, el idioma español, el Estado de Derecho, la democracia, la lucha contra la corrupción, contra el pensamiento único, contra el sectarismo y la opresión socialnacionalista, en definitiva, el orgullo del “yo soy español, español, español”. Y no la mariconada del: “yes, we can”. Si hasta Fraga se ha convertido al nacional-postcatolicismo, y se ha quedado tan pancho.

El problema del PP todavía es mucho más grave del PSOE, es fundamentalmente un problema de identidad –qué razón tiene Federico-, que es lo que les pasa a los “maiquelyansons” de la política, cuando no saben distinguir entre el blanco y el negro y se quedan en grises.

El Partido Popular actual es gris, triste, burocrático, institucionalista, incómodo, aburrido, infumable, inadmisible, prosaico. Llevan toda la vida tratando de comprender porque en este país se vota al PSOE aunque mienta, antes que al PP aunque diga la verdad, sin percatarse que ellos no tienen ninguna culpa de que eso ocurra, que más bien se debe a la cruzada mediática-política-cultural del pensamiento único y políticamente correcto que ha invadido este país.

Un comentarista de este blog decía ayer que si el PP acaso era mejor, evidentemente no, el PP es el otro necesario del PSOE, no podrían existir las barbaridades políticas de estos mangantes mandantes, si no existiera la posibilidad, y la posibilidad para la existencia del zapaterismo, la brinda el PP para redimirse de sus pecados, cometidos y no cometidos.

Se lo digo como lo pienso, España es lo que queda fuera de los partidos políticos, que exclusivamente se representan a sí mismos y sus mezquindades. España somos nosotros, los espectadores de la catástrofe pública en la que nos han metido estos buscavidas diciendo que defendían nuestros intereses, cuando sólo iban a sacar tajada.

La tercera España no es política, es ciudadana. La formamos los contribuyentes, los que no vivimos a costa de los demás, y los que vemos cada día como se acerca el comienzo de una nueva etapa en este país al que le sobra tanta historia, como presente le falta, los ciudadanos que haremos un futuro sin políticos en España para que lo disfruten nuestros hijos. Que Don Quijote lo vea, Sancho lo contemple, y Arturo Pérez-Reverte haga la crónica desde el más acá.


Biante de Priena

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