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domingo, 26 de septiembre de 2010

Libertades Civiles y Derechos Humanos


Ante la opresión progresiva y paulatina que el poder va ejerciendo sobre los ciudadanos, de la que los representantes políticos afincados en los partidos convencionales detraen sus privilegios y beneficios, se hace cada día más necesaria una respuesta emergente desde la sociedad civil.

En España no tenemos representación de la sociedad civil porque tenemos en su lugar representación de una sociedad política y partidaria. Fundamentalmente porque desde el poder político se ha impuesto un totalitarismo discreto que lo invade todo, no hay organización civil en España que no reciba subvenciones y ayudas del Estado, representado en sus diversas instituciones. Esta dependencia de las organizaciones que aspiran a representar a la sociedad civil, son perversiones de su propósito. Los sindicatos, por ejemplo, son sucursales del Estado, que reciben mucho más del Estado que de sus feligreses. Algunas ONGs tienen a veces menos seguidores que miembros con sueldo, gracias a las subvenciones y ayudas públicas que reciben. Los representantes de la cultura que favorecen los interese del Gobierno, beneficiándose de sus ayudas, viven del pesebre, mientras se instalan en la queja de que nadie adquiere sus productos, pero como se intitulan “artistas” todo el mundo debe adorarles, aunque la producción cultural española sea absolutamente patética, sobretodo cuando está protegida y promovida por el Estado, como es el caso de la industria del cine, o producciones editoriales que nadie atiende y que solo sirven para dar de comer a los promotores de la cultura gubernamental.

El Estado en España, ejerce de esa forma su totalitarismo también en la representación de la sociedad civil, no hay mejor forma de no tener adversario que ocupar los lugares de reacción civil con gente partidaria de la política gubernamental. ¿Quién ha escuchado jamás una crítica solemne del Gobierno a sindicatos, ONGs o artistas de la ceja?. Estas entidades son a la vez siervos y guardianes de los intereses gubernamentales, de perpetuación en el poder de los mismos u otros, pero siempre para seguir haciendo más de lo mismo. La entropía del sistema resulta ahora mismo insoportable, y está a punto de estallar, o lo hace de una forma organizada, paulatina y racional, o nos estallará de forma violenta e impredecible en nuestras propias narices. No se puede seguir toleranto tanta torpeza política.

La sociedad civil de seres humanos libres

A muchos se les llena la boca hablando de que en España no hay sociedad civil libre de prebendas del Estado, pero a la hora de avanzar sobre este lodazal se cuidan muy mucho de no transgredir las reglas que permiten la perpetuación de lo que existe, convertido en el más de lo mismo. Son los que tratan de resolver la putrefacción del problema con pequeñas modificaciones desde dentro, que no pongan en riesgo la concentración de poder en el Estado, dirigido por el Gobierno de turno. Son los jacobinos, los que consideran que el ser humano no existe como individuo sino exclusivamente como entidad ciudadana y social. Son los socialistas que viendo que todo lo que existe es un desastre tratan de salvar a las instituciones de la obra representada por los actores institucionales. Son los conservadores que temen a la libertad y tratan de regresar, sin hacer cambios, a un pasado magnificado por la mitología, como si el pasado no fuera origen del desastroso presente y el aterrador futuro. Son los nacionalistas que solo velan por sus intereses particulares, incapaces de comprender que los mismos están contenidos en los intereses generales de todos los ciudadanos.

Todos ellos son partidarios de sus intereses egoístas, que se oponen a los intereses egoístas de otros como ellos. Todos los partidarios de facciones políticas son iguales, idénticos, aspiran a tener el poder para implantar su modelo y beneficiar a los suyos, alcanzando privilegios que no pueden obtener por si mismos, y que pretenden obtener a costa de los demás. Los partidarios son explotadores gregarios y colectivos en nombre de una idea. ¿Pero quién defiende los intereses generales y comunes frente a los intereses partidarios?: absolutamente nadie.

De esta coyuntura surge la idea de antipartido, formado por defensores de los intereses generales y comunes. Es una absoluta falacia que un partido pueda defender los intereses generales y comunes porque siempre representará una interpretación sesgada que le favorezca de los mismos, siempre será partidario de una opción particular. Un antipartido, al contrario, tendrá partidarios de los intereses generales y comunes, poniendo límites al poder, incrementando las libertades civiles, defendiendo los derechos de todos y no de los feligreses de su iglesia o secta, con un poder conferido y delegado desde la libertad individual de sus miembros, agregado democráticamente desde abajo y no impuesto despóticamente desde arriba, de una forma autoritaria. El nosotros debe ser un resultado, una consecuencia de haber compartido un objetivo, no el origen de nada, no la causa interferida de la realidad.

Quizás haya llegado la hora de dejar de luchar entre izquierdas y derechas, entre liberales y socialistas, entre catalanes o vascos y españoles, para establecer una unión de principios, valores y criterios compartidos, porque a la gente le da igual que la representan mal, la estafen y la opriman desde el poder los de izquierdas, los de derechas, o los nacionalista, lo que la gente quiere es que no la estafen ni la representen mal, en nombre de una idea política, sea la que sea. Quizás haya llegado la hora de derribar el “Muro de Berlín” en la sociedad española, que separa artificialmente a ciudadanos que sufren los mismos problemas, la misma opresión desde el poder y los mismos privilegios políticos de cualquiera que les represente. Quizás haya llegado de superar las ideologías enfrentadas en el maniqueismo tradicional para sublimar la ideología, compartiendo objetivos comunes.

Es necesario comprender que la sociedad partidaria ha muerto, la civilización occidental exige un avance más allá de la restringida exclusivamente a los partidos políticos y sus secuelas sociales. La sociedad partidaria concluye cuando se comprende que ninguna de las opciones que pretenden la representación de los ciudadanos va a ser mejor que la otra, es hora de que superemos el modelo secuencial de alternativas de gobierno, avanzando supuestamente en lo social y destruyendo lo económico cuando están los socialistas y avanzando en lo económico y desatendiendo lo social cuando están los conservadores. Es necesaria una alternativa que avance en lo social y lo económico al mismo tiempo, que supere el maniqueísmo tradicional que tenga como vocación la libertad y no la opresión del poder, que tenga como objetivo la restricción de los privilegios de los representantes políticos y el control y la limitación civil de los desmanes del Gobierno, de cualquier color. Es necesario cambiar para avanzar. La sociedad partidaria es una facción conservadora, establecida de forma autoritaria desde el poder con la intención de mantener atrapada a la población representada en una hipnosis permanente, para seguir repartiéndose beneficios entre los que obtienen privilegios de la existencia de este sistema.

En Estados Unidos, desde hace muchos años hay organizaciones no gubernamentales, mantenidas exclusivamente con los fondos de sus asociados que se oponen a la sociedad partidaria. Un ejemplo clásico es la American Civil Liberties Union (ACLU), la organización civil con más seguidores en los Estados Unidos, con más de medio millón de seguidores. Entre los fenómenos recientes tenemos el Movimiento Tea Party, con una orientación al control fiscal de los representantes políticos y del gobierno desde una interpretación conservadora de la realidad.

Libertades Civiles y Derechos Humanos

Las libertades civiles, un concepto de origen británico fundamentado en la Carta Magna de 1215, establecen los límites en los que el Poder, bien desde el Estado o desde su uso por el Gobierno correspondiente, pueden interferir en la vida de los ciudadanos, considerados como entidades indivuales con derecho inherente a una vida privada. Las libertades civiles son ontológicamente previas a los derechos civiles, que regulan su existencia. Las libertades civiles se vinculan con la condición soberana de los ciudadanos, mientras que los derechos civiles son el resultado de la cohesión de los individuos en una sociedad con un Estado, es decir, como ciudadanos. En los países occidentales, fundamentalmente en todos los que no son de área anglosajona, las Constituciones han disuelto las libertades civiles en derechos fundamentales, con la ingenua idea de que va a ser el Estado el que va a proteger las libertades civiles, cuando en realidad es su mayor fuente de opresión. Las libertades civiles se exigen desde la sociedad civil que se autodetermina, no desde el Estado que trata de anular la condición soberana de los ciudadanos. Las libertades civiles emergen de la libertad para contraponerse al poder.

Los derechos humanos, un concepto mucho más reconocido por los españoles y europeos, son un límite que el poder se impone a sí mismo, en representación de los ciudadanos. Una autolimitación en la que todos los Estados firmantes de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, propuesta desde la Asamblea General de las Naciones Unidas, por la que los Estados firmantes se comprometen a respetar los derechos correspondientes. Pero los Derechos Humanos no es una conquista de los seres humanos, sino una concesión del poder, he ahí su extraordinaria diferencia.

En un mundo perfecto Libertades Civiles y Derechos Humanos habrían de coincidir, pero esa realidad habitualmente no existe. El tener un Derecho no es garantía de una Libertad, hay muchos derechos constitucionales que son sencillamente papel mojado (derecho al trabajo, derecho a una vivienda digna, derecho a una educación apolítica), en último extremo, por ejemplo, tener derecho a la vida no significa siquiera tener la libertad de nacer, de alcanzar la vida, controversia que se establece en el tema del aborto. Una tremenda contradicción de nuestra sociedad es ver como la muerte de los animales es regulada por leyes, mientras la vida de los seres humanos es limitada por leyes. No entraré en la polémica del aborto, que excede el objetivo de este artículo, y que considero que es mejor que sea regulado a que no lo esté, pero es un caso extremo en el que el ejercicio de un derecho de un ser humano puede impedir la libertad de un ser humano de llegar a serlo.

En España está surgiendo en estos momentos una organización civil, de estructura liberal y objetivos civiles, sociales, políticos y culturales, que tiene la pretensión de defender los intereses generales de los ciudadanos españoles, desde las Libertades Civiles en oposición a los intereses partidarios representados por los partidos políticos convencionales, desde el Poder. Esa organización pretende difundir en nuestro país el concepto de Libertades Civiles, que no pueden estar exclusivamente protegidas y defendidas, y de hecho no lo están, por la presencia de derechos constitucionales fundamentales que se incumplen o derechos humanos que se desatienden, ni que pueden ser represantados por nadie de forma indirecta, pues afectan a cada uno y a todos los ciudadanos al mismo tiempo. Las Libertades Civiles se defienden siempre desde el agregado de individuales, no desde su conglomerado social. Las libertades civiles son precisamente los instrumentos para defender el cumplimiento de los derechos por parte del Estado y del Gobierno. Es la exigencia de justicia de la sociedad, conformada como individuos soberanos con derechos ciudadanos. Sin una participación numerosa de los ciudadanos hartos de los convencionalismos políticos y el más de lo mismo, esta organización no podrá alcanzar sus numerosos objetivos en la gestión de nuestra democracia en libertad, bajo el paraguas común de la Constitución.

Esa organización no tiene aún nombre, ni lo necesita, pero tiene futuro ante la opresión que viene y emergerá en el momento que corresponda.

Biante de Priena

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