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jueves, 10 de julio de 2014

El asalto al poder de las hordas posibilistas

"Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para el pueblo el más sagrado e indispensable de los deberes" Maximilien Robespierre


Han llegado, como estaba previsto. Fueron incubadas como “el huevo de la serpiente” por los muñidores de la deconstrucción interesada de este país “discutido y discutible”, algunos dicen que fue política de tierra quemada con la intención de perpetuarse en el poder y mantener en el pesebre a sus amados hijos y nietos, sin embargo, otros consideran que sólo fue una cuestión de inepcia gubernamental y opositora, en un momento económico complicado.

Al contrario de lo que algunos desconocen, la casta no es un hallazgo del fruto de la inteligencia de una cabeza con cola de caballo, sino una conceptualización del poder acaparado por unas élites cenutrias, definida en Italia durante el año 2007 por Rizzo y Estella, de la que a los pocos meses se dio cuenta en este blog. Por mucho que he buscado no he visto ningún artículo político hablando de la casta escrito por alguno de los líderes de Podemos, de lo que se deduce que para ellos es una especie de “muñeco de paja” para orientar a las multitudes hacia los que detentan el poder.

En el año 2010, advertimos a nuestros lectores de que en España se caminaba hacia la oclocracia, esa degeneración de la democracia descrita por Polibio que consiste en las muchedumbres usurpadoras de la voluntad del pueblo guiadas por un líder mesiánico ahíto de populismo, porque la oclocracia subvierte el orden democrático, las reglas del juego, la muchedumbre no es el pueblo, es una parte del pueblo que se considera a sí misma legitimada de soberanía y representación del poder popular y que trata de someter a su criterio a todas las instituciones que ejercen el poder legítimamente.

Podemos se encuentra en la clasificación política de los partidos acaparadores  (catch-all-party) que renuncian a los principios para alcanzar el poder. La ideología no es importante a pesar de lo que parezca, al igual que la democracia, es un instrumento útil al propósito de alcanzar el poder prometiendo lo imposible, normalmente sólo se habla de la ideología de los demás, que ha conducido al fracaso y la miseria. Es importante para ello instalar la idea de miseria en la gente, siempre originada en la mezquindad o la ineptitud de los adversarios.

Es necesario un buen lema, da igual que ya haya sido utilizado, pero ha tenido que demostrar su éxito, el “yes we can” (Podemos) de Obama podía servir, también un líder que resulte conocido y quien mejor que Pablo Iglesias, sosias del fundador del PSOE, para crear más contradicciones y atracciones. Pero sin duda el elemento fundamental para el triunfo de un partido acaparador como Podemos es el simulacro, descrito por el sociólogo Baudrillard, un simulacro de revolución, de democracia asamblearia, de apocalipsis, de lo que sea necesario, y por supuesto propaganda, la más zafia de las posibles que consiste en soflamas gratas a los oidos de los despojados más ignorantes, los demás son malos, nosotros buenos, el que nos critica es un miserable fascista y el que nos halaga una buena persona. Todos nos han robado desde el poder, pero nosotros somos el brazo del pueblo vengador que viene a cobrarse lo que le adeudan: un piso, un trabajo, un subsidio, una vida parásita gratis por haber nacido. Hay que exterminar a los ricos y si es necesario, cualquier residuo de riqueza, más vale morir sentado en un plató de televisión que vivir de rodillas.

Podemos es el hijo putativo más querido de José Luis Rodríguez Zapatero en la transición o traición que hizo a sus propios compañeros de partido a su mayor gloria, disculpando los asesinatos de ETA, dándole alas al independentismo catalán, creando una  sociedad de beneficencia a costa de incrementar el paro hasta los seis millones, la deuda pública en medio billón de euros y el déficit público hasta el 11,5 %, colocando a más de medio millón de personas en el pesebre público, sometiendo a los medios de comunicación con licencias y subvenciones que le favorecieran, convirtiendo en títeres a los jueces y fiscales al servicio del poder, creando una ética de la impostura y una moral saducea al servicio de sus intereses. Depauperando a la sociedad española, despojándola de derechos y recursos, e incluso de identidad y principios de cohesión, para poder implantar su modelo existencial desde el totalitarismo más impertinente e insidioso. Aunque todo apoyado desde la complicidad y la negligencia de un señor que se pasó leyendo El Marca durante años, ejerciendo de don Tancredo, mientras arrasaban el país en nombre de la igualdad, creando desigualdad entre territorios, ciudadanos, trabajadores, hombres y mujeres, jóvenes y viejos. Nada en la política española ocurre por casualidad.

Ahora las hordas paulistas agrupadas en una formación política que lo mismo brinda por Hugo Chávez que persigue a los periodistas que no le gustan, están dispuestas a asaltar el poder, sin importarles las leyes ni las costumbres, en una impunidad que remeda los procesos revolucionarios;  su objetivo es desalojar a la casta para crear una nueva nomenklatura en la que aquellos que opinen de forma diferente sean exterminados políticamente desde la coacción, la coerción y el matonismo. 

Marx les resulta ajeno, Lenin anacrónico, quizás reserven alguna simpatía por Stalin, pero realmente quien es su profeta es Trosky, el que decía que había que caminar separados para golpear juntos, al que no le importaba nada más que el poder y para ello consideraba lícito cualquier medio incluida la agitación de las masas y la violencia. Lo extraño es que todavía oculten su condición totalitaria a los españoles y que los españoles contemplen un engendro que recuerda a un híbrido entre el nazismo y el estalinismo como si fuera una alternativa para resolver los problemas de este país; creo que entre los atribulados seguidores del partido de Pablo Iglesias, a los que Marx incluiría sin duda en el lumpen-proletariado inútil y ambicioso,  resulta extraordinario encontrar un demócrata auténtico que considere que el imperio de la ley prevalece sobre la decisión de los votos.

Sólo hay que recordar las palabras que dedicaba su mentor suizo, el filósofo postmoderno Zizek, sobre la libertad de expresión (promoviendo la censura) para predecir el mundo que nos esperaría si alguna vez esta patulea de impresentables totalitarios, que consideran sus ocurrencias un dogma y se sienten imbuidos de un protagonismo histórico,  alcanzaran, por casualidad, el poder. Antonio Elorza, recientemente, ha definido con claridad con quien nos estamos jugando los españoles la democracia, la libertad y el futuro, en esta ocasión creo que se ha quedado corto, más que una posible solucion a los problemas que presenta nuestra maltrecha democracia, es sencillamente una amenaza dispuesta a su exterminio.

Enrique Suárez

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