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sábado, 12 de enero de 2013

La casta, la costra y la mugre



Podría ser el título de un ensayo para resumir la política española a la que estamos expuestos en los últimos años. En cualquier democracia, estas tres manifestaciones decadentes serían erradicadas de inmediato, en la demagogia española que vivimos nos costará años hacer limpieza. Pero es importante que tengamos conciencia del problema al que nos enfrentamos los españoles, para que al menos, no nos sigan estafando de forma continuada.

La casta, es el término que define a la aristocracia política formada por todos los representantes públicos de los partidos, del PP, del PSOE, de los nacionalistas y de los demás, y también a todos los que han colocado en la administración pública. Una élite que se ha aferrado al poder y al dinero que proviene del Estado para representar una auténtica farsa democrática ante los españoles. La casta es un elenco de impresentables que se han acantonado en los cargos públicos para ejercer una tiranía discreta que les permita perpetuarse en el poder, siendo fuente de todas las corrupciones y degeneraciones de nuestro sistema político, de los atentados contra la Constitución y el Estado de Derecho, manteniendo inmunidad e impunidad ante los desmanes que cometen, como si estuviéramos viviendo todavía en el siglo XVIII.

La costra, es la sección parasitaria de lo público, aquellos que ocupan puestos en nombre del servicio a los demás, que sólo sirven a sus propios privilegios. La costra se enfrenta al poder en la defensa de sus propios intereses contra los de todos los demás. La costra ocupa las calles y los foros públicos con sus mensajes salvadores y su propaganda, en nombre de los partidos de izquierdas o de los sindicatos, de los colocados por castas anteriores, de los colectivos damnificados, en una suerte de oclocracia, que confunde la voluntad de las muchedumbres con la voluntad del pueblo (que tratan de usurpar) por su presencia mediática persistente e initerrumpida. La costra, es una resistencia reaccionaria para que las cosas permanezcan igual de mal que siempre, mientras medio millón de vividores puedan seguir esquilmando a los ciudadanos de este país mostrando las mejores intenciones y motivos para creer, que al fin y al cabo, sólo son propaganda para mantener sus privilegios y los beneficios que no les corresponden por su servicio, sino que recogen por su usurpación.

Pero en España también hay otras costras como las que viven a costa del erario público contra la integridad del sistema, los nacionalistas virulentos que tratan de sacar tajada particular del malestar de todos los demás imponiendo sus particulares pretensiones, los altermundistas a sueldo, las instituciones creadas para expoliar a los ciudadanos, como la SGAE y similares. Las empresas subvencionadas y los lobbys que imponen al gobierno las políticas que les convienen y no las que convienen a los ciudadanos, un ejemplo lo tenemos en las empresas bancarias o las eléctricas. Y por supuesto también hay una costra que se ha acostumbrado a vivir de la limosna del Estado, obligada por las circunstancias y por el cultivo de los parásitos sindicales y empresariales, que los mantienen secuestrados en el despojo para utilizarlos como carne de cañón al servicio de sus intereses, algo que no resulta difícil en un país que ha sido capaz de crear seis millones de parados gracias a las decisiones erróneas de sus gobernantes, con más de un 55 % de parados jóvenes.

La mugre es como la grasa del sistema que permite su buen funcionamiento, esa representación teatral de enfrentamiento permanente entre casta y costra, que en realidad sólo es una lucha por el reparto de privilegios entre ambas posiciones de poder. La costra se erige en única representante de la opinión pública, sencillamente porque se manifiesta, aunque su representatividad es muy escasa y reclama, utilizando la estafa moral y el embaucamiento, todas aquellas cosas que permiten su pervivencia privilegiada. La casta se considera representante legítima del pueblo, cuando eso sólo podría acontecer si respetara las leyes que incumple,  igual que se las impone al pueblo. Entre ambas conforman una tiranía maniquea que soportamos la inmensa mayoría de los españoles que ni somos casta, ni somos costra.

La mugre también son los órganos de propaganda subvencionada que se ocultan bajo el palio de la libertad de expresión y ejercen su opresión contra la libertad de los ciudadanos, por medio de la intoxicación, la censura y la manipulación. En España no hay información veraz, hay depredación feraz con la información, cualquier noticia relevante es inmediatamente sometida a despojo, con tal de ocultar los desmadres en los que vivimos.

También es mugre el sistema jurídico politizado en el que vivimos, en el que los máximos órganos rectores de la justicia están impuestos por el poder político, no hay separación de poderes, sino imposición de poderes. La justicia en España ha perdido toda presunción de equidad, porque si juzga a alguien que pertenezca a la casta o la costra, nunca acontece el mismo resultado que si juzga a alguien que no pertenece a ellas.

El sistema electoral español que favorece la representación partitocrática exclusivamente, también forma parte de la mugre, como los funcionarios públicos que consienten los desmadres de la casta y la costra, como las instituciones de control del poder político que no funcionan, por ejemplo la Fiscalía General del Estado o el Defensor del Pueblo, que tendrían que estar todos los días en el Parlamento llamando sinvergüenzas a los parlamentarios electos y a los miembros del gobierno.

Casta, costra y mugre, es el resumen de lo que queda de España, la mayoría de los españoles estamos sometidos a su tiranía, como si no existieran otras posibilidades más que la de elección de amos o chulos en una democracia. Mientras los españoles se dejen atrapar por la idea peregrina de que casta, costra y mugre son representaciones de la democracia y no del más execrable despotismo depredador, no tendremos nada que hacer para que cambien las cosas en España.

 La democracia nada tiene que ver con toda esta mierda.

Enrique Suárez

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