Realmente no es fácil interpretar este dato, pero el
desinterés de los españoles por estar informados sobre los acontecimientos
políticos está descendiendo a las cotas más bajas desde 1978, cuando se aprobó
en referéndum la Constitución Española.
Sin duda, hay varios hechos que pueden influir en esta
saciedad y rechazo consecuente.
Las informaciones sobre política nunca han sido tan negativas
en todos los ámbitos, la corrupción política es hoy el segundo motivo de
preocupación de los españoles tras el paro y por delante de la economía, según
la última entrega del CIS, nunca hubo tanta comunicación y tantas opiniones
sobre lo que ocurre en la política española como en la actualidad, los medios
de comunicación tradicionales y convencionales cada día tienen menos audiencia,
pero también se aprecia la fatiga y el cansancio en los medios de comunicación
no convencionales como las redes sociales, los digitales y los blogs.
Al mismo tiempo cada día resulta más difícil establecer un
diálogo o debate mínimamente serio sobre los problemas que acontecen en la
actualidad política española. La deriva es hacia el sarcasmo, la ironía y en
numerosas ocasiones hacia el insulto, la infamia y la estridencia. Incluso el
lenguaje utilizado por los medios de comunicación o los miembros de partidos
políticos está declinando hacia el exabrupto y la digresión, en la letanía
tradicional de vituperación de los males del contrario y al mismo tiempo
silencio en los propios.
Se aprecia una devaluación del interés de los españoles y una
desatención paulatina de las cosas que cuentan los políticos, posiblemente
porque sea más de lo mismo y no responda a ninguna de las preguntas que se
hacen los ciudadanos. Parece que viviéramos en dos mundos paralelos, políticos
y ciudadanos, los políticos empeñados en justificar lo injustificable y los
ciudadanos acantonados en no admitir ni una concesión más a los delitos
cometidos por los políticos, y mucho menos aceptar sus pretendidas
justificaciones en los cuentos habituales.
Los españoles ya no estamos para más cuentos, y cada día
estamos más próximos a exigir cuentas de todos los desmanes cometidos. El daño
que los partidos políticos de todos los colores le están haciendo a la
democracia es inadmisible e inaceptable.
No se quieren enterar los que dicen representarnos que la
política ha dejado de ser para siempre el escenario en el que nos conceden sus
representaciones teatrales, su farsa representada, las palabras han dejado de
contar, porque han perdido la mayor parte de la credibilidad que atesoraban
urdida en el embaucamiento y la mezquindad. El fraude de más de tres décadas
toca a su fin. Un 1 % de privilegiados por los partidos políticos no pueden seguir imponiendo su dictadura al 99 % de los españoles como si viviéramos en la época feudal.
Por mucho que se empeñen en seguir contándonos su película,
utilizando todas las estructuras de poder en su objetivo, las escenas de la
tragedia de su impostura cada día recuerda más a una película inolvidable: Lo
que el viento se llevó.
Vientos de cambio agitan el futuro de los españoles, hartos
de un destino determinado por unos mangantes organizados de forma mafiosa en la
depredación mezquina y permanente de los recursos de todos. La atención y el apoyo a una opción política
también son recursos de los españoles; según nos refieren las últimas
encuestas, actualmente menos del 50 % de todos los convocados acudirán a las urnas,
y menos de un 25 % de todos los convocados votarían por PSOE o PP, por el
bipartidismo tradicional. Uno de cada cuatro españoles (25 %) apoya hoy a los
partidos que representan en estos momentos casi el 90 % del Congreso de Diputados.
A la deuda pública fruto de la estafa que han cometido en
nombre de la democracia y a su pesar, se suma ahora la deuda moral que han
acumulado, que nunca podrán amortizar, ni ellos, ni sus sucesores. Ante una barahúnda
de estafadores, que han hecho de la representación pública un mecanismo perverso
de opresión de los ciudadanos, demolición de las instituciones, y desfalco de
los intereses generales, lo más prudente será que cada uno se represente a sí
mismo y no se deje representar por nadie.
No se dan cuenta de que la democracia exige, precisamente,
prescindir de todos los partidos políticos y sus miembros, cuando se han convertido en
instrumentos de la más vejatoria tiranía, del más ofensivo embuste, de la más
deleznable ilegitimidad y de la más inadmisible tomadura de pelo. No se dan
cuenta, pero se la darán, de que ya se los ha tragado el pasado, antes de que desaparezcan en el olvido.
Enrique Suárez Retuerta
2 comentarios:
Es curioso que se haga una encuesta diferenciando corrupción, paro y economía, cuando los tres son el mismo problema: corrupción.
Igual de curioso que el hecho de que a pesar de todas las encuestas habidas y por haber, seguimos y seguiremos con más de lo mismo: “la letanía tradicional de vituperación de los males del contrario y al mismo tiempo silencio en los propios”, como bien dices. Al fin y al cabo responde a la estrategia bien diseñada del divide y vencerás, del forofismo, que es lo más rentable que hay para los manipuladores.
En cuanto a la encuesta que pronostica una participación de menos del 50 % de los convocados, y menos de un 25 % de votos al PSOE o al PP, sigo haciendo apuestas a que la participación superará el 70%, y los votos al PP$ó€ pasarán del 75%. ¿Van unas sidritas, Enrique?
Tienes razón fractalio: es lo mismo. Espero que te equivoques, pero si hay que tomar unas sidras se toman, independientemente del resultado ;)
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