Leo con preocupación en algunas listas de difusión por internet, algunas de ellas dignas de respeto, por otra parte (al contribuir a desenmascarar los abusos de poder cometidos desde el gobierno socialista), cómo vuelve de moda el manido tema del complot judeomasónico.
A raíz de la intromisión cada vez más dañina de determinadas logias, una de obediencia francesa en particular, en la vida política española, desde Moncloa hasta Zarzuela pasando por diferentes partidos y estamentos judiciales, se lee últimamente una retahila de tonterías y confusiones, que uno pensaba enterradas para siempre en un país civilizado como se supone que es España, acerca de la convergencia, cuando no de la identificación, entre masones y judíos para acabar con las patrias y con la libertad.
Entre los argumentos que he leído en estos días está el de la evocación de algunos símbolos masones procedentes del judaismo, ignorando que otros vienen también del cristianismo. De hecho, algunas logias conservan el evangelio de San Juan como simbolismo de la Luz. Todo esto se debe a que los impulsores de la masonería inicial eran, en gran parte, pastores protestantes con grandes conocimientos de la Biblia, tanto del Viejo como del Nuevo Testamento, y buscaron en ambos textos la inspiración para los símbolos esotéricos de lo que sería la masonería.
Por otra parte, el hecho de que "judíos" (y no "Los Judíos") hayan formado parte de algunas logias desde el siglo 19, en los países donde no estaba prohibido para ellos (en Alemania no podían) no significaba que la masonería fuera cosa de "Los Judíos". El judaismo religioso (en su pluralidad, pues habría que distinguir entre ortodoxos, tradicionales y liberales) es otra cosa, y el sionismo político también constituye una realidad con características propias, complejas y contradictorias.
En realidad, el antisemitismo en su forma más contemporánea proviene de los Protocolos de los sabios de Sion, falsificación redactada en París a principios del siglo 20 por la policía secreta del Zar de Rusia, a través de un individuo que luego sería bolchevique. Aunque se sabe desde hace mucho tiempo que se trataba de una impostura de alcance mundial, sólo después de la caída del muro y del fin de la Unión Soviética se pudo acceder a unos archivos guardados en Moscú, que señalan con máxima precisión en qué consistió uno de los mayores timos de nuestra época. Dedicaré próximamente un artículo a este apasionante asunto, y demostraré cómo los Protocolos de los sabios de Sión es la expresión más acabada del mito político moderno del judío dominador: por su estructura, la supuesta revelación del secreto de los judíos en un texto confidencial pretende darle a posteriori un significado al movimiento indescifrable de la Historia, simplifica su marcha y designa un Enemigo único superlativo, diabólico y mortal. Lo que sólo era un panfleto grosero, una artimaña dictada por intereses puntuales de la corte zarista, terminó dando legitimidad a la autodefensa preventiva, que nos llevó, junto con el antisemitismo tradicional y milenario, a Austchwitz y a la persecución antisemita por parte de los comunistas.
A lo largo del siglo 20, dicho "Enemigo", el Judío genérico, se identifica, según las circunstancias, con la democracia, el capitalismo, el liberalismo, incluso el comunismo ("los judeobolcheviques", en boca de los fascismos de los años treinta).
Quienes en Europa defendemos las libertades y la justicia debemos rechazar con firmeza esos descalabros y cultivar, al contrario, los puntos de encuentro, pues son innumerables, entre los valores encarnados por el legado clásico griego y latín, por el legado del judaismo y por el legado del cristianismo. Los tres arman nuestro ADN humanista y humanístico, confluyendo en lo esencial: el reconocimiento de la dignidad humana en cada uno de nosotros, condición imprescindible para evitar los totalitarismos criminales del siglo veinte (nazismo y comunismo), totalitarismos que precisamente coincidían principalmente en su feroz antisemitismo. Millones de judíos fueron exterminados por los nazis y por Stalin, simultáneamente, porque la doctrina antihumana de ambas ideologías halló en "El Judío" el chivo expiatorio sobre el que concentraría su odio con la mayor expresión del Mal que jamás haya conocido la humanidad.
Dante Pombo de Alvear
A raíz de la intromisión cada vez más dañina de determinadas logias, una de obediencia francesa en particular, en la vida política española, desde Moncloa hasta Zarzuela pasando por diferentes partidos y estamentos judiciales, se lee últimamente una retahila de tonterías y confusiones, que uno pensaba enterradas para siempre en un país civilizado como se supone que es España, acerca de la convergencia, cuando no de la identificación, entre masones y judíos para acabar con las patrias y con la libertad.
Entre los argumentos que he leído en estos días está el de la evocación de algunos símbolos masones procedentes del judaismo, ignorando que otros vienen también del cristianismo. De hecho, algunas logias conservan el evangelio de San Juan como simbolismo de la Luz. Todo esto se debe a que los impulsores de la masonería inicial eran, en gran parte, pastores protestantes con grandes conocimientos de la Biblia, tanto del Viejo como del Nuevo Testamento, y buscaron en ambos textos la inspiración para los símbolos esotéricos de lo que sería la masonería.
Por otra parte, el hecho de que "judíos" (y no "Los Judíos") hayan formado parte de algunas logias desde el siglo 19, en los países donde no estaba prohibido para ellos (en Alemania no podían) no significaba que la masonería fuera cosa de "Los Judíos". El judaismo religioso (en su pluralidad, pues habría que distinguir entre ortodoxos, tradicionales y liberales) es otra cosa, y el sionismo político también constituye una realidad con características propias, complejas y contradictorias.
En realidad, el antisemitismo en su forma más contemporánea proviene de los Protocolos de los sabios de Sion, falsificación redactada en París a principios del siglo 20 por la policía secreta del Zar de Rusia, a través de un individuo que luego sería bolchevique. Aunque se sabe desde hace mucho tiempo que se trataba de una impostura de alcance mundial, sólo después de la caída del muro y del fin de la Unión Soviética se pudo acceder a unos archivos guardados en Moscú, que señalan con máxima precisión en qué consistió uno de los mayores timos de nuestra época. Dedicaré próximamente un artículo a este apasionante asunto, y demostraré cómo los Protocolos de los sabios de Sión es la expresión más acabada del mito político moderno del judío dominador: por su estructura, la supuesta revelación del secreto de los judíos en un texto confidencial pretende darle a posteriori un significado al movimiento indescifrable de la Historia, simplifica su marcha y designa un Enemigo único superlativo, diabólico y mortal. Lo que sólo era un panfleto grosero, una artimaña dictada por intereses puntuales de la corte zarista, terminó dando legitimidad a la autodefensa preventiva, que nos llevó, junto con el antisemitismo tradicional y milenario, a Austchwitz y a la persecución antisemita por parte de los comunistas.
A lo largo del siglo 20, dicho "Enemigo", el Judío genérico, se identifica, según las circunstancias, con la democracia, el capitalismo, el liberalismo, incluso el comunismo ("los judeobolcheviques", en boca de los fascismos de los años treinta).
Quienes en Europa defendemos las libertades y la justicia debemos rechazar con firmeza esos descalabros y cultivar, al contrario, los puntos de encuentro, pues son innumerables, entre los valores encarnados por el legado clásico griego y latín, por el legado del judaismo y por el legado del cristianismo. Los tres arman nuestro ADN humanista y humanístico, confluyendo en lo esencial: el reconocimiento de la dignidad humana en cada uno de nosotros, condición imprescindible para evitar los totalitarismos criminales del siglo veinte (nazismo y comunismo), totalitarismos que precisamente coincidían principalmente en su feroz antisemitismo. Millones de judíos fueron exterminados por los nazis y por Stalin, simultáneamente, porque la doctrina antihumana de ambas ideologías halló en "El Judío" el chivo expiatorio sobre el que concentraría su odio con la mayor expresión del Mal que jamás haya conocido la humanidad.
Dante Pombo de Alvear
6 comentarios:
César Vidal ya ha escrito varias cosas sobre los Protocolos de los sabios de Sión, asumiendo, por supuesto, la tesis de la falsedad del documento, algo que por otra parte se sabe objetivamente desde 1921, cunado un diario británico publicó los datos de la mentira (después de haber contribuido, un año antes, a difundirla entre el público inglés...).
Pero los últimos datos a los que alude Pombo son de los años 90. En efecto, y según he leído en inglés (no encontré nada en castellano), archivos franceses fueron guardados a cal y canto por los soviéticos hasta que se hicieron públicos hace algo más de diez años por la nueva Rusia republicana. Dan una información minuciosa de la trama de la policía secreta zarista, elaborando en París dicho documento, al parecer por razones nimias, en comparación con el efecto inesperado que produjo la publicación de un texto supuestamente escrito por judíos muy muy malos que querían apoderarse del mundo, como los Invaders frente a David Vincent en aquella serie de los sixties.
Probablemente estaba el campo abonado para que esa chispita provocara el nacimiento de la nueva modalidad de antisemitismo, la del siglo veinte, amparada en cuestiones políticas, y que iba a unir, paradójicamente, a la extrema derecha fascista, nazi o ultraconservadora, por una parte, y a la extrema izquierda marxista leninista por la otra, apuntando a los judíos como responsables de todos los males. Los primeros invocaban también cuestiones de raza, los segundos sólo cuestiones políticas. En ese sentido, el pretexto de sionismo ("no soy antisemita, soy antisionista") ha sido la coartada ideal, y la sigue siendo para quienes, hasta hoy y desde la izquierda esencialmente, pero no sólo, siguen atacando a los judíos, simulando cuestionar únicamente la existencia(o la política) del estado de Israel.
Espero con impaciencia la segunda aportación del autor de este artículo, pues no conozco todos los detalles de la conspiración (no precisamente judía, ciertamente)de los Protocolos.
no discrepo con el titulo, ni con la mayor parte del texto, ni con su intencion en general. discrepo con esa parte que hace referencia a los origenes judeocristianos del humanismo de hoy.
por la parte judia dos cosas: la exclusividad del pueblo judio como pueblo elegido, por dios, habla precisamente en contra de la igualdad de todos los seres humanos. segundo: los pensadores judios que, como marx, eran hijos de la ilustracion no argumentaben precisamente basandose en su procedencia religioso-genetica.
el mismo argumento es valido ya por extension para los cristianos, hermanos menores de los judios que comparten el mismo dios. mas especificamente hay que recordar que aunque muchos argumentos en favor del humanismo usaron la biblia como punto de partida, en su dia la ilustracion se tenia que imponer en contra del dogma cristiano reinante.
asi que esas raices judeo-cristianas me parecen una cosa bien relativa. teniendo tambien en cuenta la relectura de los clasicos (aqui concordamos) y su llegada a la europa central por mediacion de los musulmanes (ellos, enfin, tambien hablan de ser todos hermanos, todos iguales).
a estas alturas me parece un retroceso el darles a las religiones un papel demasiado destacado, casi una falacia. y me parece peligroso hacerles el juego a aquellos que mantienen, otra vez, que el hombre fue creado; aunque digan que todos fuimos "creados como iguales" (declaracion de indenpendencia usa).
somos iguales, y punto. hay que atreverse a estipular esto. cada otra cosa abre una brecha para la religion, y abierta la brecha, via libre para el fundamentalismo a volvernos al periodo anterior a la ilustracion.
y un aviso en referencia a una de las disputas en curso aqui: me parece muy bien reivindicar el discurso humanista, pero habra que dar el paso de lo teorico a lo practico, habra que ir del todo a lo particular, habra que vivir lo reivindicado.
no se puede ser humanista permitiendo los mas graves insultos a gente que se tiene al lado; ni que vengan de parte de un bloguero (como es el caso), ni que vengan de parte de unos anonimos comentaristas (com tambien es el caso).
la violencia verbal está, sencillamente, en contra de los ideales humanistas. y no me quiero imaginar como los que se han revelado como violentos en el uso de la palabra den el paso a la accion.
tereso
Tereso plasma reflexiones que considero interesantes, y coincido con algunas de ellas. Pero me permito sugerir que quizás confunda, en cuanto a la intencionalidad del artículo, la herencia propiamente religiosa en cuanto a credo y doctrina y la herencia histórico-cultural, siendo aquella parte no exclusiva de ésta. Cuando se habla de legado judeocristiano, no se alude específicamente y sólo, aunque también (pero entonces de forma relativa) a los contenidos religiosos, sino a la "visión del mundo" que encarnaban y siguen encarnando, por retomar la expresión de Lucien Goldmann. Las dos grandes religiones monoteístas que han influído en Occidente (el islam también, pero menos, en sus márgenes y de otra forma), han completado por su visión universalista del ser humano a nuestros clásicos, y conforman con ellos nuestros padres civilizacionales.
Eso no supone una interpretación mecánica de seguimiento de principios explícitos e impertérritos con el paso de los siglos, sino una tensión dialéctica permanente entre herencia y heredero colectivo, problematizada por el paso de la historia y por las convulsiones introducidas por la evolución filosófica de las ideas, con la aparición de cuestionamientos y de nuevos conceptos amparados tanto en la ciencia, en el pensamiento propio, en la sistematización racionalista, en la irrupción de las mal llamadas ciencias sociales o en la teorización en torno al inconsciente en la nueva y renovada interpretación de la psyche humana.
En cuanto a consideraciones como que la noción de "pueblo elegido" se oponen a los valores ilustrados, se trata de una argumentación sin demasiado alcance, a mi juicio, muy manida en el debate tradicional sobre estos asuntos, por lo anacrónico de la yuxtaposición de expresiones de la realidad efectuadas a siglos de distancia y en contextos distintos. Además, y desde un punto de vista propiamente teológico, la noción de "pueblo elegido" bien puede no ser lo que parece. Nos llevaría muy lejos, pero recomiendo la lectura de Lévinas y su interpretación de la Torah y del Talmud a la luz de la proyección ética del filósofo en torno a la otredad, es bastante esclarecedora al respecto.
Sobre la evocación de la aportación al pensamiento universal de los judíos laicos: Por supuesto, soy el primero en hacer hincapié en ello, puesto que mi proyección retrospectiva, como creo haberlo aclarado, no es estrictamente (ni siquiera esencialmente)religiosa. Este tema nos podría llevar a otra reflexión, más amplia, apasionante pero que necesitaría más tiempo, sobre los diversos frentes que cubren "lo judío", y por ende los antisemitismos. No es lo mismo judaismo (religión y espiritualidad) y cultura o pertenencia judía; no es lo mismo, dentro del judaismo, y hablando de nuestra época, judaismo ortodoxo, tradicional o liberal; no es lo mismo judío autodefinido por sus orígenes pero laico en su enfoque del mundo y judío en el sentido de ascendencia de pueblo-identidad; no es lo mismo Israel y pueblo judío; no es lo mismo ser israelí y ser judío (todos los judíos no son israelíes, y todos los israelíes no son judíos).
Termino sobre el temor expresado por tereso acerca del regreso de la religiosidad como elemento conductor de la evolución social y política de nuestras sociedades: no es lo mismo espiritualidad y religión, y no es lo mismo espiritualidad, religión y ética. Que ese riesgo exista en determinados espacios físicos, colectivos y mentales, me parece evidente. Sólo basta con observar la educación que se imparte en algunas escuelas coránicas, algunas de ellas universitarias, por ejemplo en El Cairo, a donde van a estudiar cada año cientos de musulmanes con nacionalidad francesa, y donde se les prepara a entregar su vida por Alá, cepillándose a unos cuantos herejes por el camino. O la deriva de algunas escuelas de judíos ortodoxos en Israel, donde los niños (no se aceptan niñas) no estudian inglés, ni ciencias ni hsitoria que no sea la historia del pueblo judío. Son casos extremos, aunque existir, existen.
Mi propósito en este artículo no era, evidentemente, hacer apología de los valores propiamente religiosos del judaismo y del cristianismo como instrumento exclusivo de reactivación de las conciencias humanas en torno a la ética. Se trataba de advertir, y creo que es necesario en un país que no ha participado en el genocidio de los judíos y que se ha mantenido tan al margen de la historia de Europa en su época más trágica, acerca de las reactivaciones incesantes de las modalidades antisemitas que siguen funcionando en Occidente, a modo, como en Austchwitz, de alegoría diabólica del Mal que todos llevamos dentro.
Y naturalmente, tereso, cuando digo "diabólica", no es en un sentido estrictamente bíblico, sino metafórico.
por supuesto, todo asi dicho esta bien. no queria ofrecer otra lectura, sino dar coto a ciertas aspiraciones que hoy en dia son actuales, como tambien relacionar la actitud humanista -tan necesaria- con fenomenos presentes.
avisar, en primer momento, de un peligro diferente que el del antisemitismo, sin quitar hierro a la necesidad bien expresada en el penultimo parrafo de su comentario; al que, no obstante quiero añadir la correcta grafia de auschwitz y la observacion -que ayudara en su argumentacion- de que si bien españa se quedo al margen de la shoah (sin poder reivindicar inocencia, como testifican casos como el de benjamin, pero tambien aquel otro de pavelic), sí tiene el lastre muy propio de la expulsion del 1492 y la inquisicion consiguente.
reitero: ninguna objecion en general, solo pinceladas para completar el panorama; y la intencion de añadir otras actualizaciones del ideal humanista.
tereso
Gracias, tereso, por la puntualización ortográfica. Es cierto que la grafía habitual, y la más correcta, es la que tú propones: Auschwitz, ella misma plasmación escrita de la transcripción fonética en alemán, del nombre real de la ciudad polaca de Oswiecim.
Y gracias por los demás comentarios.
keine ursache/nie ma za co.
t.
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