La manifestación de Madrid ha sido un hecho que aclara la realidad, apoderándose de la sociedad española como la mancha de aceite se extiende impregnando el tejido. Despeja dudas y confirma tesis. La rebelión cívica no es de derechas o de izquierdas, es sencillamente rebelión, a secas. La ciudadanía no difiere en indumentaria, gestos, o voces, ni el problema que trata de resolver lo necesita.
La bandera no se exhibe como arma: es ya cetro masivo, y el himno es ahora costumbre sin que emocione más de lo exigido por la historia. Somos españoles, eso es todo y nada menos.
Anulados van quedando los miopes de toda laya que preconizaban un giro a la “izquierda” del movimiento; o esos otros que veían la enseña nacional y salían corriendo de inseguridad, complejos e ignorancia; o también aquellos que pugnaban por recluir la protesta en las autonomías; o los profetas del “consenso de los grandes partidos” ; en fin, de aquellos que querían cambiar la Constitución antes de usarla como defensa elemental y unitaria de la nación y sus ciudadanos. Todos ellos están en la cuneta de la inutilidad y el olvido.
Memoria, dignidad, justicia, nación, ciudadanía, constitución; España una, en suma, y unida, en producto.
Ya han perdido, los separatistas han perdido el tren de la historia, sus ayudantes y sus alentadores, todos estos traidores, también han perdido, sólo queda el pitido final, pero el marcador es inmutable. El partido está ganado por los españoles y ahora hay que poner orden en la casa y juzgar al árbitro que ha concedido un gol en fuera de juego, para congraciarse con el adversario, le llaman el "bienpagao". Y encima, los experimentos de reconfiguración a la medida los ha hecho con el dinero de todos, gratis le va a salir...
Serafín Velasco
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