A Boadella le han concedido el Espasa de Ensayo por su obra: adios a Cataluña. Carod-Rovira habla del horizonte lejano del 2014. Ibarretxe insiste en el referéndum de autodeterrminación. ETA sigue rearmándose. Los ayuntamientos no cumplen con la Constitución en la cuestión de las banderas. En Girona, los nacionalistas siguen quemando representaciones de la monarquía constitucional. El Foro de Érmua se reorganiza tras la salida hacia la UPD de Rosa Díez de su presidente Mikel Buesa. A Savater se la sopla la idea de España (en su contexto). Rajoy sigue indignado, nada más. Y Zapatero se va a contarle cosas a los de la ONU sobre el cambio climático.
¿Es acaso lo que estamos viviendo la normalidad política de un país democrático europeo en el siglo XXI? Más bien no, pero no hay alternativa. Esta es la realidad que nos toca a los españoles. Y cada día se hace más necesario, al contrario de lo que dice Gallardón, que los ciudadanos seamos capaces de distinguirnos de los políticos, y posiblemente para nuestro bienestar, alejarnos lo posible de sus deseos y decisiones. Los políticos son nocivos para la sociedad civil, son los principales obstáculos para el bienestar de los ciudadanos.
La incapacidad que muestran para resolver los auténticos problemas de los españoles a pesar de todo, es insospechada e inopinable, porque siempre acaban sorprendiéndonos. Son ellos precisamente, los que generan la mayoría de los problemas que padecemos, que además se van inveterando hasta su fosilización, sin remedio posible. Por que si A los crea, B es incapaz de resolverlos.
Y este problema se debe también a la gestión de la administración pública, que está tan inmersas en un proceso de dominación política que impide cualquier funcionamiento normalizado de la cosa común. Los funcionarios independientes son relegados por los señalados políticamente como directivos, y eso conduce a una espiral de ineficacia que solo puede compararse al déficit comercial que los españoles tenemos con el exterior.
Los medios de comunicación, muchos de ellos subvencionados por el gobierno de turno para su supervivencia, se convierten en sistemas de perpetuación de lo existente, contrarrestando las escasas intervenciones auténticamente independientes que pueden llegar a nuestros ojos. La información que fluye por nuestro país es pura intoxicación propagandística en más del 80 %.
De esta forma, es imposible que las cosas cambien, y como los ciudadanos no son idiotas y lo saben, cada día crecen más los abstencionistas que entonan el himno del ¿votar para qué?.
Esto debería servir de advertencia a los políticos, para corregir sus errores, pero al contrario, están satisfechos, porque cuanta menos gente vote, mejor, así solo votan los suyos, los numerosos votos cautivos de cada partido político, mientras que los votantes con más criterio, que no soportan tanta payasada en el circo parlamentario español, se olvidan de votar en cada convocatoria.
Mala solución lleva el asunto, pues las ofertas políticas que pretenden sustituir a lo existente, tanto Ciutadans, como el UPD de Rosa Díez, vuelven a caer en el mismo error que los partidos políticos convencionales, a los que que tratan de desplazar electoralmente. También su oferta es política y no ciudadana.
La delegación del poder
Las dos crisis fundamentales de la política española son la de representación y la de legitimación, pero se pueden resumir en una sola, la de delegación, y por ella entiendo que todo la capacidad de decisión que tiene un político no le pertenece, sino que es una condición que otros le conceden, pero no es suya. El poder por delegación no es libre, sino que proviene de quienes lo conceden y a los que se debe, los ciudadanos.
Nunca se ha visto en este país, al contrario que en otros como Francia o Reino Unido, a un parlamentario abrir un periodo para recabar información de los ciudadanos sobre cualquier tema en el que tenga que decidir y que les afecte directamente, por ejemplo, en Cataluña el tema de pode educar a los hijos en castellano, o en el País Vasco, las decisiones sobre recortar la libertad de los que nos la recortan a todos impunemente.
Que un político no sepa que su poder es delegado, conduce inexorablemente a una depreciación de su representatividad y legitimidad política.
En este país no cambiarán las cosas, hasta que los ciudadanos, en vez de votar a los políticos de turno, decidamos que lo que queremos votar es a que se dedican nuestros impuestos.
La crisis política que vivimos los españoles, al igual que ocurre con otras democracias avanzadas, solo se puede resolver recuperando el poder delegado que les hemos concedido a los políticos, para posteriormente limitar sus acciones a lo estrictamente necesario.
Recortar el poder a los políticos es el futuro, el día que un partido lo ofrezca en su programa posiblemente me tenga en sus filas, y me da igual que sea de izquierdas, derechas, centro, o altermundista. Con que no sea nacionalista, me vale.
Biante de Priena
¿Es acaso lo que estamos viviendo la normalidad política de un país democrático europeo en el siglo XXI? Más bien no, pero no hay alternativa. Esta es la realidad que nos toca a los españoles. Y cada día se hace más necesario, al contrario de lo que dice Gallardón, que los ciudadanos seamos capaces de distinguirnos de los políticos, y posiblemente para nuestro bienestar, alejarnos lo posible de sus deseos y decisiones. Los políticos son nocivos para la sociedad civil, son los principales obstáculos para el bienestar de los ciudadanos.
La incapacidad que muestran para resolver los auténticos problemas de los españoles a pesar de todo, es insospechada e inopinable, porque siempre acaban sorprendiéndonos. Son ellos precisamente, los que generan la mayoría de los problemas que padecemos, que además se van inveterando hasta su fosilización, sin remedio posible. Por que si A los crea, B es incapaz de resolverlos.
Y este problema se debe también a la gestión de la administración pública, que está tan inmersas en un proceso de dominación política que impide cualquier funcionamiento normalizado de la cosa común. Los funcionarios independientes son relegados por los señalados políticamente como directivos, y eso conduce a una espiral de ineficacia que solo puede compararse al déficit comercial que los españoles tenemos con el exterior.
Los medios de comunicación, muchos de ellos subvencionados por el gobierno de turno para su supervivencia, se convierten en sistemas de perpetuación de lo existente, contrarrestando las escasas intervenciones auténticamente independientes que pueden llegar a nuestros ojos. La información que fluye por nuestro país es pura intoxicación propagandística en más del 80 %.
De esta forma, es imposible que las cosas cambien, y como los ciudadanos no son idiotas y lo saben, cada día crecen más los abstencionistas que entonan el himno del ¿votar para qué?.
Esto debería servir de advertencia a los políticos, para corregir sus errores, pero al contrario, están satisfechos, porque cuanta menos gente vote, mejor, así solo votan los suyos, los numerosos votos cautivos de cada partido político, mientras que los votantes con más criterio, que no soportan tanta payasada en el circo parlamentario español, se olvidan de votar en cada convocatoria.
Mala solución lleva el asunto, pues las ofertas políticas que pretenden sustituir a lo existente, tanto Ciutadans, como el UPD de Rosa Díez, vuelven a caer en el mismo error que los partidos políticos convencionales, a los que que tratan de desplazar electoralmente. También su oferta es política y no ciudadana.
La delegación del poder
Las dos crisis fundamentales de la política española son la de representación y la de legitimación, pero se pueden resumir en una sola, la de delegación, y por ella entiendo que todo la capacidad de decisión que tiene un político no le pertenece, sino que es una condición que otros le conceden, pero no es suya. El poder por delegación no es libre, sino que proviene de quienes lo conceden y a los que se debe, los ciudadanos.
Nunca se ha visto en este país, al contrario que en otros como Francia o Reino Unido, a un parlamentario abrir un periodo para recabar información de los ciudadanos sobre cualquier tema en el que tenga que decidir y que les afecte directamente, por ejemplo, en Cataluña el tema de pode educar a los hijos en castellano, o en el País Vasco, las decisiones sobre recortar la libertad de los que nos la recortan a todos impunemente.
Que un político no sepa que su poder es delegado, conduce inexorablemente a una depreciación de su representatividad y legitimidad política.
En este país no cambiarán las cosas, hasta que los ciudadanos, en vez de votar a los políticos de turno, decidamos que lo que queremos votar es a que se dedican nuestros impuestos.
La crisis política que vivimos los españoles, al igual que ocurre con otras democracias avanzadas, solo se puede resolver recuperando el poder delegado que les hemos concedido a los políticos, para posteriormente limitar sus acciones a lo estrictamente necesario.
Recortar el poder a los políticos es el futuro, el día que un partido lo ofrezca en su programa posiblemente me tenga en sus filas, y me da igual que sea de izquierdas, derechas, centro, o altermundista. Con que no sea nacionalista, me vale.
Biante de Priena
3 comentarios:
Una tontería muy tonta, en estos tiempos mediáticos, ¿por qué ninguno de los dirigentes de Ciutadans tiene blog?... Sin embargo en la UPD lo tienen Gorri y Díez al menos. Esas diferencias son las que marcan la evolución en política. Los Rivera, Robles, De Carreras, & corte celestial, no se atreven a tener un BLOG, miedo a la libertad, jajajajajajajajajaja
No, es que por tener un blog no te pagan, a menos que sea muy muy visitado, como el de Arcadi, en cuyo caso gana pasta por la publicidad.
Y estos no mueven un dedo si no hay pasta.
Pues porque tendría que contratar a otro negro.
Por ciereto, 100% de acuerdo.
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