Muy útil y esclarecedor, el reciente artículo de Almudena Martínez Fornés en ABC sobre los lapsus de Rodríguez y de su cuadrilla. En realidad, no son lapsus stricto sensu, sino algo así como deslices lexicales reincidentes.
Por otra parte, las teorías de moda en los años 60 y 70, producto del freudismo revisado por Lacan, idiotizadas por la cultura pop y emblematizadas por los filmes de Buñuel o de Woody Allen, difícilmente resisten al paso del tiempo y a las aportaciones de las neurociencias en materia de investigación sobre los mecanismos del lenguaje.
Dejemos pues en los cajones de la historia reciente las dudosas interpretaciones sobre el inconsciente del monclovita y observemos algunas ocurrencias:
“Accidente”, por ejemplo, en lugar de asesinato terrorista, es una palabra que Rodríguez ha utilizado en por lo menos cuatro ocasiones últimamente, tres de ellas para referirse a atentados de Eta, y una sobre el Ira.
Su escasa preparación intelectual y su pésimo dominio del castellano determinan una especie de transparencia paradójica, lo que algunos analistas y políticos definen como la ambigüedad del presidente. No es tal; el discurso de Rodríguez es todo menos ambiguo: más bien, redundante, circular y obsesivo.
Sobre Otegi y de Juana (1), dijo exactamente lo que quería decir y lo que piensa conscientemente. Con la semitorpeza de quien no se expresa haciendo uso de los filtros retóricos que atenúen los intempestivos efectos de declaraciones potencialmente conflictivas, expresa de forma simplista, como no puede ser de otra manera en su caso, su aspiración a abrir un proceso irlandés. En su microvisión, los etarras son interlocutores políticos, su terrorismo se sustenta en principios no rechazables en su totalidad y, por lo tanto, no hay solución posible a un conflicto histórico sin un proceso de negociación.
Este contexto de resolución no es propio de Rodríguez. Lo pude escuchar, haciendo uso de una paciencia confuciana, durante una conversación que tuve en 1999 con dos responsables del PSE, en la pista de hielo de Vitoria. Con una crítica demoledora de la línea todavía oficial de entonces, encarnada por Nicolás Redondo y Rosa Díez, su discurso, aunque más elaborado y con matizaciones instrumentales, era exactamente ése: para salir del laberinto vasco, es necesario negociar, y no precisamente el cómo y cuándo de la entrega de las armas.
La dicotomía paz / violencia, utilizada sistemáticamente desde hace casi tres años por el gobierno, es la adaptación de la pacificación irlandesa. Sólo en estos días y tímidamente han vuelto a emplear la palabra terrorismo, arrastrados por las circunstancias y el desconcierto.
Se impone pues en el discurso oficial del gobierno, y no de forma inconsciente, la mistificación nacionalista y romántica acerca de una “guerra” de ocupación , un conflicto territorial entre España y naciones periféricas objetiva e históricamente oprimidas.
La batalla de las palabras la están ganando pues quienes, desde el principio y con una extraordinaria coherencia, se oponen a la unidad de España en nombre de una ficción identitaria que exige un sometimiento total a sus presupuestos. CIU, ERC, la extinta Terra Lliure, PNV, EA, BNG, ETA, aunque no coincidan en los métodos, comparten estos conceptos y estas palabras. Una fracción del PSE, del PSC y del PSG también, desde hace años.
En cuanto a las concesiones, no se trata de saber hasta dónde puede ir el gobierno, sino qué es lo que Eta y su entorno, en el que incluyo (en conceptos y objetivos políticos, no en métodos) a todos los partidos y fracciones anteriormente señalados, están dispuestos a ceder para alcanzar su propósito.
Quien impone su discurso impone sus conceptos. Quien impone sus conceptos ejerce el dominio en la negociación. Con el agravante, en este caso, de que los cuadros de Eta, por tradición y transmisión, son estratégicamente más competentes que sus actuales interlocutores del gobierno.
Frente a este proceso a plazos de entrega de las armas (las del estado de derecho a la reivindición nacionalista) al que asistimos, surgen disidentes individuales y colectivos.
La resistencia, por ahora, está encarnada en materia política por el PP, lo que no es poco, pues representa grosso modo a la mitad de los españoles, y probablemente a una mayoría en una cuestión como ésta. Pero la torpeza y las contradicciones del partido liberal-conservador, el aparato mediático al servicio del gobierno y la instrumentalización de órganos vitales del estado (justicia, policía) al servicio del objetivo negociador están sembrando confusión en la opinión pública y dificultan la percepción de lo que está ocurriendo.
Por otra parte, las teorías de moda en los años 60 y 70, producto del freudismo revisado por Lacan, idiotizadas por la cultura pop y emblematizadas por los filmes de Buñuel o de Woody Allen, difícilmente resisten al paso del tiempo y a las aportaciones de las neurociencias en materia de investigación sobre los mecanismos del lenguaje.
Dejemos pues en los cajones de la historia reciente las dudosas interpretaciones sobre el inconsciente del monclovita y observemos algunas ocurrencias:
“Accidente”, por ejemplo, en lugar de asesinato terrorista, es una palabra que Rodríguez ha utilizado en por lo menos cuatro ocasiones últimamente, tres de ellas para referirse a atentados de Eta, y una sobre el Ira.
Su escasa preparación intelectual y su pésimo dominio del castellano determinan una especie de transparencia paradójica, lo que algunos analistas y políticos definen como la ambigüedad del presidente. No es tal; el discurso de Rodríguez es todo menos ambiguo: más bien, redundante, circular y obsesivo.
Sobre Otegi y de Juana (1), dijo exactamente lo que quería decir y lo que piensa conscientemente. Con la semitorpeza de quien no se expresa haciendo uso de los filtros retóricos que atenúen los intempestivos efectos de declaraciones potencialmente conflictivas, expresa de forma simplista, como no puede ser de otra manera en su caso, su aspiración a abrir un proceso irlandés. En su microvisión, los etarras son interlocutores políticos, su terrorismo se sustenta en principios no rechazables en su totalidad y, por lo tanto, no hay solución posible a un conflicto histórico sin un proceso de negociación.
Este contexto de resolución no es propio de Rodríguez. Lo pude escuchar, haciendo uso de una paciencia confuciana, durante una conversación que tuve en 1999 con dos responsables del PSE, en la pista de hielo de Vitoria. Con una crítica demoledora de la línea todavía oficial de entonces, encarnada por Nicolás Redondo y Rosa Díez, su discurso, aunque más elaborado y con matizaciones instrumentales, era exactamente ése: para salir del laberinto vasco, es necesario negociar, y no precisamente el cómo y cuándo de la entrega de las armas.
La dicotomía paz / violencia, utilizada sistemáticamente desde hace casi tres años por el gobierno, es la adaptación de la pacificación irlandesa. Sólo en estos días y tímidamente han vuelto a emplear la palabra terrorismo, arrastrados por las circunstancias y el desconcierto.
Se impone pues en el discurso oficial del gobierno, y no de forma inconsciente, la mistificación nacionalista y romántica acerca de una “guerra” de ocupación , un conflicto territorial entre España y naciones periféricas objetiva e históricamente oprimidas.
La batalla de las palabras la están ganando pues quienes, desde el principio y con una extraordinaria coherencia, se oponen a la unidad de España en nombre de una ficción identitaria que exige un sometimiento total a sus presupuestos. CIU, ERC, la extinta Terra Lliure, PNV, EA, BNG, ETA, aunque no coincidan en los métodos, comparten estos conceptos y estas palabras. Una fracción del PSE, del PSC y del PSG también, desde hace años.
En cuanto a las concesiones, no se trata de saber hasta dónde puede ir el gobierno, sino qué es lo que Eta y su entorno, en el que incluyo (en conceptos y objetivos políticos, no en métodos) a todos los partidos y fracciones anteriormente señalados, están dispuestos a ceder para alcanzar su propósito.
Quien impone su discurso impone sus conceptos. Quien impone sus conceptos ejerce el dominio en la negociación. Con el agravante, en este caso, de que los cuadros de Eta, por tradición y transmisión, son estratégicamente más competentes que sus actuales interlocutores del gobierno.
Frente a este proceso a plazos de entrega de las armas (las del estado de derecho a la reivindición nacionalista) al que asistimos, surgen disidentes individuales y colectivos.
La resistencia, por ahora, está encarnada en materia política por el PP, lo que no es poco, pues representa grosso modo a la mitad de los españoles, y probablemente a una mayoría en una cuestión como ésta. Pero la torpeza y las contradicciones del partido liberal-conservador, el aparato mediático al servicio del gobierno y la instrumentalización de órganos vitales del estado (justicia, policía) al servicio del objetivo negociador están sembrando confusión en la opinión pública y dificultan la percepción de lo que está ocurriendo.
Afortunadamente, iniciativas ciudadanas como Foro Ermua, Basta Ya y las asociaciones de víctimas más representativas crean una tensión positiva en la sociedad e instalan la duda entre la gente, gracias a la legitimidad moral que encarnan ante la inmensa mayoría.
En cuanto al partido Ciudadanos, nacido como alternativa a la arbitrariedad nacionalista y al bloqueo de la contienda política en términos tradicionales, forzó una puerta en las elecciones catalanas. Su participación, hoy, a la manifestación-trampa organizada por los portadores del proyecto negociador, tendrá consecuencias negativas en ese impulso y desactiva, esperemos que momentáneamente, su vocación y finalidad como herramienta de renovación democrática.
Pero no perdamos la esperanza: La mezcla explosiva de coherencia programática y de irracionalidad que caracteriza a Eta puede terminar devolviendo a la realidad y al pacto constitucional a quienes, por conformismo, ingenuidad o impericia, acompañan accidentalmente a los traidores.
Mientras tanto, sigamos en la brecha.
(1) «Otegi, un discurso a favor de la esperanza de la paz»; De Juana «es uno de los que están en el proceso»
Dante Pombo de Alvear, Reflexiones liberales
En cuanto al partido Ciudadanos, nacido como alternativa a la arbitrariedad nacionalista y al bloqueo de la contienda política en términos tradicionales, forzó una puerta en las elecciones catalanas. Su participación, hoy, a la manifestación-trampa organizada por los portadores del proyecto negociador, tendrá consecuencias negativas en ese impulso y desactiva, esperemos que momentáneamente, su vocación y finalidad como herramienta de renovación democrática.
Pero no perdamos la esperanza: La mezcla explosiva de coherencia programática y de irracionalidad que caracteriza a Eta puede terminar devolviendo a la realidad y al pacto constitucional a quienes, por conformismo, ingenuidad o impericia, acompañan accidentalmente a los traidores.
Mientras tanto, sigamos en la brecha.
(1) «Otegi, un discurso a favor de la esperanza de la paz»; De Juana «es uno de los que están en el proceso»
Dante Pombo de Alvear, Reflexiones liberales
2 comentarios:
Magnífico, Dante, como siempre. Quizás Barthes nos diera la explicación a esos miserables lapsus que no lo son.
Un saludo
Erasmo de Salinas
¿Pero que hacen esos dirigentes payasos de Ciutadans apoyando al PSOE y a la ETA?
¿Es que no tienen nada que hacer aquí o, mejor dicho, cuándo diablos van a empezar a hacer algo?
No perdamos la esperanza. Ahora la gente ya empieza a conocerse, y la próxima vez habrá una regeneración.
Esperemos que así sea. Por nuestro bien.
Salsero.
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