Hace años viví un episodio singular, en relación al uso o abuso de poder por parte de un jerarca de la Administración Pública. Relato lo ocurrido, a un director de un determinado departamento del Estado, se le ocurrió despedir a unos trabajadores, por que consideró que las circunstancias particulares del absoluto control de su escenario, le permitirían hacer lo que habían descartado hacer en Madrid, y otras comunidades.
Si su decisión salía como él esperaba, ganaría muchos puntos en su carrera política personal. No salió como él preveía, y la jugada le costó a la Administración Pública, cien millones de las antiguas pesetas en indemnizaciones y la readmisión por despido nulo de todos los trabajadores despedidos. Por supuesto, este señor no dimitió, aunque su vida política concluyó poco después.
La pregunta que cabe hacerse es la siguiente: ¿qué derecho tienen los funcionarios o trabajadores de la Administración Pública a utilizar fondos públicos en sus veleidades, para realizar su carrera política personal dentro de las instituciones públicas?.
Es motivo de enjundia que ocupen sus cargos por designación política, por que al político de turno, le haya parecido una persona adecuada para el cargo, por su fidelidad al proyecto que representa y evidentemente, por su pleitesía demostrada.
Así, en la mayoría de las ocasiones, los ocupantes de los cargos más elevados de la Administración Pública, no presentan otro mérito que su filiación política, acompañado de una absoluta inexperiencia en esa actividad, además de no haber demostrado en ningún lugar su capacitación para el mismo.
¿Cómo se puede ser tan estricto en la elección de los funcionarios de los peldaños inferiores del escalafón, y tan laxo en la elección de sus jefes?. ¿No desvirtúa esta actitud de nepotismo todo el proceso de selección de personal en la Administración Pública?, ¿no deteriora permanentemente su funcionamiento?.
¿En cuántas ocasiones hemos comprobado que los directores de departamentos institucionales, no tienen ni pajolera idea de lo que compete a los mismos?. ¿Y no son estos ciudadanos los que después deciden los criterios de selección de personal, en los que los más jóvenes (y alguno no tan joven), se dejan buena parte de su salud y su vida?.
Creo que hay un vicio de origen que impide el buen funcionamiento de la Administración Pública en España, que es la elección “a dedo” de las personas que ocupan los escalones más elevados de su jerarquía. Mientras esto siga ocurriendo, creo que la Administración Pública no funcionará bien, o mejor dicho, seguirá funcionando como funciona.
Mi propuesta es que se establezcan unos criterios de selección de personal, para los cargos más elevados de la Administración Pública, que sean abiertos y públicos, y al menos tan rigurosos como los que se establecen para elegir al personal subalterno o auxiliar, y quién no demuestre su capacitación previamente a la designación para su cargo público, no podrá ocuparlo.
O se respetan los mismos criterios de selección en todo el escalafón jerárquico de la Administración Pública, o estamos condenados a que nunca pueda funcionar bien. Es hora de que las cosas vayan cambiando. La misma ley para todos, no para unos la palmada en la espalda y para otros, dejarse la vida en el empeño.
Ciudadano en la Red
1 comentario:
Y pa minissstro, dos exámenes, y pa pressssidente, tres exámenes, y pa...., bueno, vamos a dejarlo aquí.
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