Decía el escritor francés André Gide, que el mundo podía dividirse en dos categorías de personas en relación a su posicionamiento ante el devenir de los tiempos: los crustáceos y los sutiles; los primeros, empeñados en seguir viviendo según normas caducadas, mientras los sutiles tratan de adaptar las normas al tiempo en el que viven. Nada dejó escrito sobre el “ultrasutilismo” (modernismo, progresismo), que representa ese afán innovador que invade nuestro país, que más recuerda al nihilismo que a la sublimación, por su puesta en escena que nos trae a la memoria los desaguisados y ademanes de “El Incorruptible”.
Triunfar en unas elecciones democráticas, concede a los elegidos la facultad de cambiar algunas cosas en la sociedad, algunas leyes en la política, algunas cuestiones culturales. Hasta ahora había sido así en España. Pero para cualquier ciudadano occidental, resulta inaceptable que, tras un triunfo electoral, el mandatario elegido por su pueblo se convierta de pronto en Luis XIV, aquel que decía que el Estado era él, o en su sucesor Napoleón, que trató de convertir Europa a su causa de progreso, imponiendo un afrancesamiento de la realidad, por la razón o por las armas, que es otra forma de razonar. Estas actitudes, que imponen reglas de relación y convivencia de forma radical, se conoce en política como despotismo y denota muy poco respeto por el criterio propio y la libertad de los gobernados. Si se fundamenta en el conocimiento, se le puede añadir el adjetivo de ilustrado, pero si se fundamenta en el desconocimiento y la mendacidad, deriva en una simple forma de tiranía.
El mandato representacional tiene límites, que el ocupante actual de La Moncloa desconoce –tras demostrar su incapacidad para gobernar por los errores cometidos- con alegría. Todos los Presidentes de Gobierno españoles, incluido el Felipe González del cambio, respetaron el aserto de restricción del poder y trataron de ceñirse a la Constitución. La aceleración intempestiva con que Rodríguez Zapatero pretende elevar nuestra sociedad a las cotas de su delirio, excede todos los criterios de mesura y sobrecoge por sus excesos. Bien parece que, en vez de pretender transformar la realidad que es lo que sugiere cuando habla, quisiera derribar lo existente, para utilizar los escombros de las ruinas y el solar resultante, en la construcción de un cenotafio para su gloria pretérita con alguna empresa constructora amistosa.
Cuando las crónicas se hagan historia
Estoy seguro de que cuando pase suficiente tiempo para que las crónicas se transformen en historia, habrá muchas más páginas dedicadas a sus destrozos que a sus logros. Porque en realidad, sin entrar en una cuestión valorativa de la bondad de sus aportaciones, analizando exclusivamente el proceso de transformación social que ha impuesto, la política de Zapatero reúne en la habilidad que le caracteriza, lo peor del Antiguo Régimen y lo peor del periodo revolucionario que acabó con él. Nadie en la historia occidental ha sido capaz de reunir tantos errores en un periodo legislativo y sucederse a sí mismo; quien no terminó en la guillotina, lo hizo en el exilio de una isla distante. Y esa es la grandeza de la política de Zapatero, que mide con cada decisión la paciencia de los ciudadanos ante sus barbaridades políticas, como en la época convulsa que dio lugar a la aparición de los “termidorianos”.
La política de Zapatero recuerda a los comics de superhéroes, que apelando a una condición propia inusitada, transformaban el mundo a su alrededor. Pero Zapatero no es un superhéroe, aunque estoy seguro de que le encantaría serlo. Como tampoco lo es Garzón, el Fouché necesario de cualquier representación teatral de la política. Y ésto tiene como consecuencia que, en vez de concluir sus hazañas en prodigio o maravilla, terminen en chapuza y ridículo para vergüenza del autor y sarcasmo de la audiencia.
El presidente Zapatero y su corte de “cejeros” desconocen lo que es España, pero saben perfectamente cómo utilizar la propaganda para convencer a los españoles de la bondad de sus intenciones, para gobernar para el pueblo pero sin el pueblo.
Cuando nos acercamos a los 4 millones de parados, el Gobierno habla de políticas sociales de apoyo a los trabajadores; cuando hay una oportunidad histórica de cambiar las políticas fósiles del nacionalismo en Euskadi, Patxi López nos dice que en su Gobierno habrá representantes de la sensibilidad nacionalista –teniendo en cuenta que los apoyos que le permitirán ser Lehendakari son los del PP-. Ante la crisis sin precedentes que nos asola, Zapatero dijo que no sería para tanto porque España era el país occidental mejor preparado para afrontarla, hoy podemos comprobar que somos el único país occidental, absolutamente desarmado y rendido, sin una sola idea para resolver nuestra situación en su gobierno.
Antes de la estampida
Al Presidente del Gobierno sabemos que le gusta la tensión, que la gente le critique, porque así obliga a los que le apoyan a ensalzarle y cohesionarse aún más su alrededor, esto denota el profundo desprecio que tiene por los ciudadanos, especialmente por sus seguidores, a los que considera una masa informe de cuerpos sin cerebro dispuestos a acompañarle al mismo infierno si lo reclama. Esa actitud mesiánica de convertir al gobierno en cerebro colectivo de una masa ciudadana, tan característica de los soñadores más inmaduros y de los tiranos, anuncia ineludiblemente el comienzo de su final.
Aunque es cierto que a la masa se la estimula con bajas intenciones, como se puede comprobar en los programas televisados de nuestra época, que la envidia no es sana y hay muchos que disfruta cuando ven a los “privilegiados” –en muchas ocasiones con todo el merecimiento- cayendo en la misma poza de miseria de los que por falta de criterio propio son incapaces de librarse de su fortuna y culpan a las circunstancias de su mala suerte. Hay muchos ciudadanos que votan a Zapatero porque en realidad odian a sus jefes o a sus vecinos, y esa es la España que estimula este malandrín, la de los bajos instintos, la formada por aquellos que incapaces de ascender por sus propios medios en la vida, para zafarse de la mezquindad que la inunda, disfrutan contemplando como los que han ascendido en la escala social lo han hecho “ con trampas y malas artes”.
El camaleonismo de Zapatero es meritorio, porque perteneciendo a la élite de una capital de provincia española, parece que estuvo toda su vida trabajando en una mina, una obra o un restaurante. Por eso a muchos españoles que le han votado, les parece uno de los suyos, cuando en realidad es un profesional de la comunicación y la propaganda más zafia, que les ha vendido un cuento, ofreciéndoles cambiar su realidad miserable sin esfuerzo alguno, sin mérito, sin motivaciones por el solo hecho de votarle. Su foto finish es la de alguien que prometiendo pleno empleo al concluir la presente legislatura, ha conseguido que el país que representa haya alcanzado las cotas de paro más elevadas de Europa, y las más elevadas en la historia reciente de nuestro país.
Por qué el progresismo de Zapatero se rige por el principio fundamental del socialismo, que consiste en utilizar el poder para colocar a los suyos desde el sectarismo más inicuo, mientras que se muestran los pecados de los “supuestos usurpadores” que han mantenido hasta entonces el bienestar de todos. Su revolución ha consistido en negar la sociedad que se fundamenta en el reconocimiento de los privilegios y de las sanciones cuando son merecidos, para conceder beneficios y prebendas a los que no han hecho nada más que mirarse el ombligo, malgastar su existencia y quejarse de su mala fortuna.
España no es ésto
Ese es el hecho diferencial de la crisis que tenemos en España, que en las estructuras de gestión hay inútiles apoyados de forma sectaria, que han desplazado de las decisiones a quienes tenían criterio para la acción y la gestión eficaz, y que en sus huestes electorales reúne a la inmensa mayoría de los españoles que no han dado palo al agua en su vida, pero han cumplido con lealtad con acudir a las urnas cada cuatro años –ese es su trabajo más importante-, para apoyar a la humana providencia del Estado benefactor que les procurara asistencia miserable hasta la siguiente legislatura, en forma de trabajos sociales, ayudas regulares, y lo que sea necesario, convirtiéndolos en ganado estabulado.
Evidentemente está claro quién va a pagar la crisis en España, los que trabajan, los que se esfuerzan, los que cumplen, los que luchan por mejorar su vida, y los que han sufrido para alcanzar su bienestar. Y también está claro quienes se van a beneficiar de ella, los que han trincado, los que no han dado palo al agua, los que maldicen su existencia, los que piensan que otros están mejor que ellos gracias exclusivamente a la fortuna, y que consideran que la igualdad es que no haya nadie que disfrute de privilegios aunque se los merezca. Ese justicialismo inepto que caracteriza el discurso de personajes como Chávez, Castro, o Morales, es el que nos espera a los españoles.
Nunca llovió que no escampara
Sin duda, el final de Zapatero correlacionará con el declive económico y laboral de nuestro país, con la tremenda injusticia de premiar a los más ineptos y castigar a los que se esfuerzan; será triste ver en los próximos años como nuestros hijos no podrán alcanzar las cotas de bienestar que nosotros hemos logrado por mucho que se esfuercen, gracias a la mendacidad de unos inefables sin sustancia, beneficiados por la insólita estupidez de sus propias víctimas, y elevados a la gloria desde la más absoluta miseria mental y la propaganda, que ha vendido los frutos del progreso, cuando en realidad sembraba las semillas de la recesión.
Pero por mucho daño que nos haga la crisis económica, aún será mayor el que nos hará la “reeducación miserable” a que nos ha sometido el elenco gubernamental, en la que siguiendo el principio marxista de que de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad, ha buscado convertirnos en una sociedad uniforme, patética y quebrada mentalmente.
La cuestión definitiva para los españoles ya no será si esforzarse o no esforzarse por mejorar su vida y consecuentemente las de los demás, sino algo mucho más sutil: esforzarse, ¿para qué?, porque para mantener inútiles, incapaces y vagos, beneficiándose del esfuerzo ajeno por su propia negligencia va a esforzarse otro.
Probablemente la democracia sea un cuento para explotarte, así que vamos a disfrutar de la vida, que estoy absolutamente seguro de que los que saben esforzarse, también sabrán recoger lo mejor de la vida si trabajan menos y disfrutan más.
Vamos a darle la vuelta a la tostada. Que inventen ellos, que hagan empresas ellos, que creen riqueza ellos, que produzcan cultura ellos, y que creen puestos de trabajo sociales ellos y por supuesto, que defiendan la España que les mantiene, ellos también, por la cuenta que les tiene, que otro país nunca les hubiera concedido tanto por tan poco como han hecho por él y por lo mucho que han hecho contra él.
La venganza de los creadores, de los que creen en sí mismos, de los que se esfuerzan siempre termina aplastando la pusilanimidad de los bondadosos creyentes que se benefician extraordinariamente de su soberana estupidez, y que son incapaces de gestionar sus propias vidas y esperan que el Estado les sostenga, en su dependencia inevitable.
A partir de ahora vienen tiempos difíciles, cada palo tendrá que aguantar su vela, y cuando alguien tenga problemas que acuda a su sindicato a quejarse, le escriba a Zapatero a La Moncloa para preguntar que hay de lo suyo, y que se harte de paciencia y esperanza. Bien está que se regule la ley del más fuerte, pero no para establecer la tiranía del más débil, que en muchas ocasiones coincide con los más aprovechados ventajistas.
Biante de Priena
Triunfar en unas elecciones democráticas, concede a los elegidos la facultad de cambiar algunas cosas en la sociedad, algunas leyes en la política, algunas cuestiones culturales. Hasta ahora había sido así en España. Pero para cualquier ciudadano occidental, resulta inaceptable que, tras un triunfo electoral, el mandatario elegido por su pueblo se convierta de pronto en Luis XIV, aquel que decía que el Estado era él, o en su sucesor Napoleón, que trató de convertir Europa a su causa de progreso, imponiendo un afrancesamiento de la realidad, por la razón o por las armas, que es otra forma de razonar. Estas actitudes, que imponen reglas de relación y convivencia de forma radical, se conoce en política como despotismo y denota muy poco respeto por el criterio propio y la libertad de los gobernados. Si se fundamenta en el conocimiento, se le puede añadir el adjetivo de ilustrado, pero si se fundamenta en el desconocimiento y la mendacidad, deriva en una simple forma de tiranía.
El mandato representacional tiene límites, que el ocupante actual de La Moncloa desconoce –tras demostrar su incapacidad para gobernar por los errores cometidos- con alegría. Todos los Presidentes de Gobierno españoles, incluido el Felipe González del cambio, respetaron el aserto de restricción del poder y trataron de ceñirse a la Constitución. La aceleración intempestiva con que Rodríguez Zapatero pretende elevar nuestra sociedad a las cotas de su delirio, excede todos los criterios de mesura y sobrecoge por sus excesos. Bien parece que, en vez de pretender transformar la realidad que es lo que sugiere cuando habla, quisiera derribar lo existente, para utilizar los escombros de las ruinas y el solar resultante, en la construcción de un cenotafio para su gloria pretérita con alguna empresa constructora amistosa.
Cuando las crónicas se hagan historia
Estoy seguro de que cuando pase suficiente tiempo para que las crónicas se transformen en historia, habrá muchas más páginas dedicadas a sus destrozos que a sus logros. Porque en realidad, sin entrar en una cuestión valorativa de la bondad de sus aportaciones, analizando exclusivamente el proceso de transformación social que ha impuesto, la política de Zapatero reúne en la habilidad que le caracteriza, lo peor del Antiguo Régimen y lo peor del periodo revolucionario que acabó con él. Nadie en la historia occidental ha sido capaz de reunir tantos errores en un periodo legislativo y sucederse a sí mismo; quien no terminó en la guillotina, lo hizo en el exilio de una isla distante. Y esa es la grandeza de la política de Zapatero, que mide con cada decisión la paciencia de los ciudadanos ante sus barbaridades políticas, como en la época convulsa que dio lugar a la aparición de los “termidorianos”.
La política de Zapatero recuerda a los comics de superhéroes, que apelando a una condición propia inusitada, transformaban el mundo a su alrededor. Pero Zapatero no es un superhéroe, aunque estoy seguro de que le encantaría serlo. Como tampoco lo es Garzón, el Fouché necesario de cualquier representación teatral de la política. Y ésto tiene como consecuencia que, en vez de concluir sus hazañas en prodigio o maravilla, terminen en chapuza y ridículo para vergüenza del autor y sarcasmo de la audiencia.
El presidente Zapatero y su corte de “cejeros” desconocen lo que es España, pero saben perfectamente cómo utilizar la propaganda para convencer a los españoles de la bondad de sus intenciones, para gobernar para el pueblo pero sin el pueblo.
Cuando nos acercamos a los 4 millones de parados, el Gobierno habla de políticas sociales de apoyo a los trabajadores; cuando hay una oportunidad histórica de cambiar las políticas fósiles del nacionalismo en Euskadi, Patxi López nos dice que en su Gobierno habrá representantes de la sensibilidad nacionalista –teniendo en cuenta que los apoyos que le permitirán ser Lehendakari son los del PP-. Ante la crisis sin precedentes que nos asola, Zapatero dijo que no sería para tanto porque España era el país occidental mejor preparado para afrontarla, hoy podemos comprobar que somos el único país occidental, absolutamente desarmado y rendido, sin una sola idea para resolver nuestra situación en su gobierno.
Antes de la estampida
Al Presidente del Gobierno sabemos que le gusta la tensión, que la gente le critique, porque así obliga a los que le apoyan a ensalzarle y cohesionarse aún más su alrededor, esto denota el profundo desprecio que tiene por los ciudadanos, especialmente por sus seguidores, a los que considera una masa informe de cuerpos sin cerebro dispuestos a acompañarle al mismo infierno si lo reclama. Esa actitud mesiánica de convertir al gobierno en cerebro colectivo de una masa ciudadana, tan característica de los soñadores más inmaduros y de los tiranos, anuncia ineludiblemente el comienzo de su final.
Aunque es cierto que a la masa se la estimula con bajas intenciones, como se puede comprobar en los programas televisados de nuestra época, que la envidia no es sana y hay muchos que disfruta cuando ven a los “privilegiados” –en muchas ocasiones con todo el merecimiento- cayendo en la misma poza de miseria de los que por falta de criterio propio son incapaces de librarse de su fortuna y culpan a las circunstancias de su mala suerte. Hay muchos ciudadanos que votan a Zapatero porque en realidad odian a sus jefes o a sus vecinos, y esa es la España que estimula este malandrín, la de los bajos instintos, la formada por aquellos que incapaces de ascender por sus propios medios en la vida, para zafarse de la mezquindad que la inunda, disfrutan contemplando como los que han ascendido en la escala social lo han hecho “ con trampas y malas artes”.
El camaleonismo de Zapatero es meritorio, porque perteneciendo a la élite de una capital de provincia española, parece que estuvo toda su vida trabajando en una mina, una obra o un restaurante. Por eso a muchos españoles que le han votado, les parece uno de los suyos, cuando en realidad es un profesional de la comunicación y la propaganda más zafia, que les ha vendido un cuento, ofreciéndoles cambiar su realidad miserable sin esfuerzo alguno, sin mérito, sin motivaciones por el solo hecho de votarle. Su foto finish es la de alguien que prometiendo pleno empleo al concluir la presente legislatura, ha conseguido que el país que representa haya alcanzado las cotas de paro más elevadas de Europa, y las más elevadas en la historia reciente de nuestro país.
Por qué el progresismo de Zapatero se rige por el principio fundamental del socialismo, que consiste en utilizar el poder para colocar a los suyos desde el sectarismo más inicuo, mientras que se muestran los pecados de los “supuestos usurpadores” que han mantenido hasta entonces el bienestar de todos. Su revolución ha consistido en negar la sociedad que se fundamenta en el reconocimiento de los privilegios y de las sanciones cuando son merecidos, para conceder beneficios y prebendas a los que no han hecho nada más que mirarse el ombligo, malgastar su existencia y quejarse de su mala fortuna.
España no es ésto
Ese es el hecho diferencial de la crisis que tenemos en España, que en las estructuras de gestión hay inútiles apoyados de forma sectaria, que han desplazado de las decisiones a quienes tenían criterio para la acción y la gestión eficaz, y que en sus huestes electorales reúne a la inmensa mayoría de los españoles que no han dado palo al agua en su vida, pero han cumplido con lealtad con acudir a las urnas cada cuatro años –ese es su trabajo más importante-, para apoyar a la humana providencia del Estado benefactor que les procurara asistencia miserable hasta la siguiente legislatura, en forma de trabajos sociales, ayudas regulares, y lo que sea necesario, convirtiéndolos en ganado estabulado.
Evidentemente está claro quién va a pagar la crisis en España, los que trabajan, los que se esfuerzan, los que cumplen, los que luchan por mejorar su vida, y los que han sufrido para alcanzar su bienestar. Y también está claro quienes se van a beneficiar de ella, los que han trincado, los que no han dado palo al agua, los que maldicen su existencia, los que piensan que otros están mejor que ellos gracias exclusivamente a la fortuna, y que consideran que la igualdad es que no haya nadie que disfrute de privilegios aunque se los merezca. Ese justicialismo inepto que caracteriza el discurso de personajes como Chávez, Castro, o Morales, es el que nos espera a los españoles.
Nunca llovió que no escampara
Sin duda, el final de Zapatero correlacionará con el declive económico y laboral de nuestro país, con la tremenda injusticia de premiar a los más ineptos y castigar a los que se esfuerzan; será triste ver en los próximos años como nuestros hijos no podrán alcanzar las cotas de bienestar que nosotros hemos logrado por mucho que se esfuercen, gracias a la mendacidad de unos inefables sin sustancia, beneficiados por la insólita estupidez de sus propias víctimas, y elevados a la gloria desde la más absoluta miseria mental y la propaganda, que ha vendido los frutos del progreso, cuando en realidad sembraba las semillas de la recesión.
Pero por mucho daño que nos haga la crisis económica, aún será mayor el que nos hará la “reeducación miserable” a que nos ha sometido el elenco gubernamental, en la que siguiendo el principio marxista de que de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad, ha buscado convertirnos en una sociedad uniforme, patética y quebrada mentalmente.
La cuestión definitiva para los españoles ya no será si esforzarse o no esforzarse por mejorar su vida y consecuentemente las de los demás, sino algo mucho más sutil: esforzarse, ¿para qué?, porque para mantener inútiles, incapaces y vagos, beneficiándose del esfuerzo ajeno por su propia negligencia va a esforzarse otro.
Probablemente la democracia sea un cuento para explotarte, así que vamos a disfrutar de la vida, que estoy absolutamente seguro de que los que saben esforzarse, también sabrán recoger lo mejor de la vida si trabajan menos y disfrutan más.
Vamos a darle la vuelta a la tostada. Que inventen ellos, que hagan empresas ellos, que creen riqueza ellos, que produzcan cultura ellos, y que creen puestos de trabajo sociales ellos y por supuesto, que defiendan la España que les mantiene, ellos también, por la cuenta que les tiene, que otro país nunca les hubiera concedido tanto por tan poco como han hecho por él y por lo mucho que han hecho contra él.
La venganza de los creadores, de los que creen en sí mismos, de los que se esfuerzan siempre termina aplastando la pusilanimidad de los bondadosos creyentes que se benefician extraordinariamente de su soberana estupidez, y que son incapaces de gestionar sus propias vidas y esperan que el Estado les sostenga, en su dependencia inevitable.
A partir de ahora vienen tiempos difíciles, cada palo tendrá que aguantar su vela, y cuando alguien tenga problemas que acuda a su sindicato a quejarse, le escriba a Zapatero a La Moncloa para preguntar que hay de lo suyo, y que se harte de paciencia y esperanza. Bien está que se regule la ley del más fuerte, pero no para establecer la tiranía del más débil, que en muchas ocasiones coincide con los más aprovechados ventajistas.
Biante de Priena
13 comentarios:
HISTORIA CIUDADANA
León Trostki.
Historia de la Revolucion Rusa Tomo II. Capítulo XLIV
(Semblanza de la situación poco antes del asalto al Poder.)
La toma de la capital
Todo cambiaba y todo seguía invariable. La revolución conmovía al país, hacía más profunda su descomposición, asustaba a unos, irritaba a otros, pero aún no se había atrevido a llegar hasta el fin, no había transformado nada. El Petersburgo imperial, más que muerto parecía sumido en un sueño letárgico. La revolución había puesto banderitas rojas en las manos de las figuras de los monumentos de hierro colado de la monarquía.
En las fachadas de los edificios gubernamentales ondeaban enormes pedazos de tela roja. Pero los palacios, los ministerios, los Estados Mayores vivían, al parecer, completamente aparte de las banderas rojas, que, por añadidura, se habían descolorido considerablemente bajo los efectos de las lluvias otoñales. Las águilas bicéfalas con el cetro y la corona habían sido retiradas, o, más frecuentemente aún, cubiertas con un trapo o disimuladas apresuradamente con una mano de pintura. Hubiérase dicho que se habían escondido. Toda la vieja Rusia se había escondido, con las mandíbulas desencajadas por la rabia.
Las ágiles figuras de los agentes de la milicia recuerdan, en los cruces de calles, la revolución, que había barrido a los "faraones", semejantes a monumentos vivos. Rusia hace ya casi dos meses que lleva el nombre de República. La familia zarista se halla en Tobolsk. No; no ha pasado en vano el torbellino de febrero. Pero los generales zaristas siguen siendo generales; los senadores no han dejado de ser senadores; los consejeros secretos defienden su rango; los títulos siguen conservando su vigor; las escarapelas y los gorros ribeteados evocan la jerarquía burocrática, y los botones amarillos con un águila señalan a los estudiantes. Y, sobre todo, los terratenientes siguen siendo tales terratenientes, a la guerra no se le ve el fin y los diplomáticos aliados siguen tirando insolentemente de los hilos que hacen moverse a la Rusia oficial.
Todo sigue como antes, y, sin embargo, todo ha cambiado. Los barrios aristocráticos se sienten abandonados. Los barrios de la burguesía liberal se van acercando más a la aristocracia. El pueblo, patriótico mito antaño, se ha convertido en una terrible realidad. Todo vacila y se hunde bajo los pies. El misticismo hace su aparición en aquellos círculos en que la gente se burlaba poco de las supersticiones de la monarquía.
En vísperas de la revolución de Octubre, adquiría ya carácter general el éxodo -que se había acentuado desde las jornadas de Julio- de la gente que abandonaba el Petrogrado enfurecido y hambriento, para refugiarse en las provincias, donde era mayor la tranquilidad y menores las angustias del hambre. Los bolsistas, los abogados, las bailarinas renegaban de la maldad que se había apoderado de los hombres. La fe en la Asamblea constituyente iba evaporándose de día en día. Gorki, en su periódico, vaticinaba el próximo hundimiento de la cultura.
Las familias acomodadas que no habían podido abandonar la capital, intentaban en vano aislarse de la realidad tras los muros de piedra y las verjas de hierro. Los ecos de la tormenta se infiltraban por todas partes: llegaban del mercado, donde todo aumentaba de precio y escaseaba; en la prensa, que se había convertido en un rugido de odio y de miedo; de la calle hirviente, donde a veces se disparaba debajo de las ventanas; por la criada, en fin, que ya no quería someterse humildemente. Por esta parte, acaso, pudiera decirse que la revolución atacaba al punto más sensible: la resistencia de los esclavos domésticos destruía definitivamente la estabilidad de la vida patriarcal.
.............
Zapatero es el OPIO del pueblo.
(vestido de lagarterana con bambas)
Ciertamente, Zapatero es el opio del pueblo, enhorabuena por la atinada brevedad de su análisis.
eg que...no es por polemizar (aunque si hay que ir se va) pero lo atinado sería el análisis, lo bueno la brevedad y en todo caso su resumen.
Whith the higher precision, Fruit & Co.
Se comunica a los zanahorios que estén de guardia o servicio de armas, que pasen a vapulear a unos gansterillos mocosos del muerto no-nazionata despreciados socialmente como "ciutadnas", en este hilo:
http://muysenoresmios.blogspot.com/2009/03/ciudadanos-partido-de-la-ciudadania.html
La visita contrae días de permiso, siempre y cuando se presente el ex-carnet y se deje clara constancia de presencia activa.
(Centinela de Patrulla Local)
Recibido
Muy Señores Míos
¡DIANA!
que dice la comandancia que no exageremos con la munición no vaya a ser que efectos colaterales dañen algún blog inocente, y que con un pequeño comando basta para pelusos de nivel vuelo rasante como maverick la escoria; para ocasiones más perentorias disponemos del batallón de emergencia U-3 renovado, sin necesidad de sacar toda la tropa ni mucho menos la munición de precisión infalible.
Enhorabuena a los valientes y viva la zanahoria para siempre.
(nota: el servicio de inteligencia ha confirmado que los mensajes han llegado a los interfectos una vez más, que siguen acojonados en creciente grado en su errante arrastramiento)
fuentes generalmente bien informadas indican que al menos dos peces gordos se hallan buscando cómo quitarse del medio; de confirmarse, pasamos a la fase de "yo no he sido, etc." tan escuchadas cuando las ratas abandonan el barco.
Atentos a la pantalla.
Sin duda la lucidez de su declaración es insuperable.
Sin embargo, ha empleado casi 2000 palabras en una retahíla expositiva de males sin llegar a alcanzar la raíz del horror; es decir, tiene la audacia de no contar nada que no supiéramos ya.
Permítame un apunte donde sus tropos exasperados se han detenido (“La conclusión es el resultado al que uno llega cuando se ha cansado de indagar."): de alguna manera la sociedad guarda memoria de los intolerables privilegios de esa otra élite ancestral que nos ha gobernado largo tiempo ha.
Si se arriman a este impresentable no es por ciega obediencia ni por estulticia irremediable (que puede que sí), sino porque en la parte opuesta aguarda una ideología rancia que quiere llevarnos de nuevo a épocas ominosas de curas y siniestros púdicos vigilantes de la moral (el tema del aborto y la EpC, son dos brillantes botones).
Esto es lo que su discurso parece no poder superar: que la alternativa es verosímilmente peor y de alguna manera la sociedad prefiere la regresión económica a la moral —hipócrita y perversa— del partido popular en este caso.
No puedo demorarme más: baste esta negligente y rápida refutación para remover o señalar donde sus inconclusas conclusiones (si se me permite el oxímoron) se quedaron.
Para comprender este desgobierno —para comprender esta contumacia de la plebe— hay que elevarse: elevarse como "enanos a hombros de gigantes".
Se ha dejado embelesar por su propia grandilocuencia y ha olvidado que somos un pueblo que prefiere honra sin barcos…
El materialismo no lo es todo. Quizás.
Ciertamente, Sebas4, la cuestión es elegir el buen camino que se aparte tanto de Escila como de Caribdis, pero en ese tránsito están LOS QUE NO SON esperando la revolución de las aguas para hacer una gran captura...
Así estamos, y luego se preguntan algunos las razones por las que la gente está quieta y no se mueve, como para moverse...
Biante
remitente:
Consejo de ancianos.
(¡Ay Portugal porqué te quiero tanto!)
El Sr. Sebas4 tiene la enorme virtud de suscitar fructíferas polémicas que dan pie a este contubernio senil para replicar públicamente y afirmar de paso sus convincentes razones no refutadas durante nuestra longeva institución, pues para ello somos propietarios exclusivos de la “verdad” más absoluta, como debe ser por otra parte en función de nuestra edad provecta.
Informado este consejo -que ha sido reunido húmedamente en Oporto con su excelente caldo-, de que el tal susodicho está propuesto para que sea borrado su expediente en atención por buen comportamiento posterior a su metedura de pata, pasa a comentar interesentes opiniones promovidas por esta su nueva y educada intervención, y decimos que:
-Ni se defiende ni se rinde, España está ATACANDO a sus enemigos y lo hace tal como en la vigente y provisionalísima situación puede.
-El PP es enemigo de los españoles, lo que pasa es que por ahora se entretiene en pelearse con otro de sus enemigos como el PSOE, y pasa camaleónicamente como aliado nacional, pero sólo es por el momento mientras duran estos episodios de “tú más, yo también, mira que te doy, que no, tu juez, los tuyos, etc.”
-En la catástrofe de orden BÍBLICO que asiste al mundo, es decir, que en la actualidad el mundo mundial se desmorona estrepitosamente, y donde un gobierno, una nación, institución, o un presupuesto material y de otro orden, se vienen abajo ipsoflautamente igual que un banco o una descomunal fábrica de coches de ámbito mundial, esas consideraciones del tal Sebas4 estilo “el PP es carca y bla bla”, es como si quisiéramos tirar abajo el Moncayo con un tirachinas y algo similar al canto de una corneja en un banquete de leones.
Cuando llama “alternativa verosímilmente peor” a cualquier otra cosa, además de no saber de qué está hablando, enseña las plumas del adivino, pues nadie en el mundo sabe lo que va a pasar, como demuestran a diario tanto los economistas y políticos, como las comisiones de investigación de pret a porter floreciendo por la piel del toro bravo de “Spain is not for Hipnotizados”. Precisamente la confirmación de lo anterior se encuentra en la afirmación inconsistente que pronuncia más tarde el tal Sebas4, a saber:
“…de alguna manera la sociedad prefiere la regresión económica a la moral —hipócrita y perversa— del partido popular en este caso.”, pasando por alto la esencial cuestión que justamente se dirime en estos casos: que la sociedad está presa de todos estos granujas y no puede expresarse política y debidamente, en justa respuesta fehaciente como uno de los motivos más recurrentes de cualquier revolución cuando las cosas van tan mal que no pueden seguir. (Esta figura se llama "coger el rábano por las hojas" en castizo.)
Pedante es nombrar en vano a Newton ese auténtico gigante de nuestra especie, y delirio en el chaval es tomar como voluntad común de la Nación su propia y personal diarrea mental y su exceso de oximorones además de carecer de unos cuantos quintales de zanahoria en bote.
Todas estas tonterías tendremos que soportarlas pacientemente mientras se va desenvolviendo cada minuto el mogollón de los mogollones que va a dejar a los Sebastianes de todo número y planeta colgados de las moscas.
Le saludaremos en todo caso para que vea la empatía de este consejo hacia los desposeidos como él tanto como nosotros.
A por ellos oéeeeeeeeeeee.
Firma prescindiendo de siesta lusa,
Herr Frank, por imperativo legal
Para nacionalsocialistas neonazis tontos además, nuestra firma ha conseguido una remesa de agujeros en el extrarradio de España a muy buen precio y servicio con buena relación calidad/eficacia.
Nuestro consejo de marca: Siempre será mejor exiliarse que padecer rejas durante el sol de justicia que se les avecina ineluctablemente
Interesados pónganse en contacto con urgencia, las anteriores existencias están agotadas desde hace unos días. Garantia de orden cívico en la huída, nada de "corre corre que me pillan" como en otras naciones.
Espabílense señores, queda casi nada y lo saben.
hombre sebas4, si "la lucidez...es insuperable", la "audacia de no contar nada" la contradice ¿no?
se pueden querer dos mujeres a la vez i no estar loco?
un saludo
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