Nuestro país se ha caracterizado tradicionalmente por la falta de respeto que los gobernantes demuestran hacia los ciudadanos que los han elegido y/o soportado; esta condición de irreverencia hacia los “súbditos” no permite discriminar democracias de dictaduras, ni repúblicas de monarquías.
Quién logra detentar el poder en España, decide gobernar siempre desde el absolutismo, bien sea racional o irracional. Solo las circunstancias pueden salvarnos, porque si hay mayoría de un partido, está asegurada la opresión para unos o para otros. Recuerdo una “excepción condicionada", Adolfo Suárez, que practicó durante su mandato una política de consenso desde la ecuanimidad que le confería su falta de legitimación, al haber sido nombrado presidente del gobierno a instancias del antiguo régimen franquista. Tal vez Azaña sea otra excepción, pero no lo tengo muy claro.
El poder siempre corrompe, y el poder absoluto lo corrompe todo. La implantación en nuestro país de la nueva asignatura Educación para la Ciudadanía (EpC) es un claro ejemplo de las dificultades manifiestas que tienen los representantes políticos, elegidos democráticamente, para alcanzar plena comprensión de lo que significa la libertad, un concepto ético, político, y climático.
La tentación de los movimientos totalitarios por establecer una regulación pedagógica de la información, sobre la coherencia de su legitimación y la bondad de su organización, es un fenómeno más propio de las dictaduras que de las democracias, pero en España hay larga tradición en el tema de la impertinencia política.
Diversos regímenes totalitarios, bien personalistas como los de Hitler, Mussolini, Franco, o Fidel Castro; bien las dictaduras del proletariado de la URSS, China, Vietnam o Corea del Norte; o bien las religiosas, tan frecuentes hoy en día en los regímenes islámicos, en grado que nunca se alcanzó en Europa con el cristianismo, han educado a sus vástagos en los principios supremos del Estado correspondiente.
Quien considere que los valores civiles por sí mismos son liberadores, se equivoca plenamente. Los poderes religiosos y políticos se han contrapuesto siempre, en una suerte de balanza, actuando cada uno como fuerza liberadora (y equilibradora), cuando la opresión proviene del otro. La doctrina de las dos espadas de Guillermo de Ockham lo dejó claro hace muchos siglos.
La demolición del muro de Berlín, el movimiento Solidaridad de Polonia, la resistencia contra la dictadura castrista y otras latinoamericanas, la oposición a los regímenes dictatoriales, como recientemente ha ocurrido en Birmania, se ha ejercido desde la resistencia religiosa al poder absoluto.
Habría que remontarse a las postrimerías del franquismo para encontrarse con un fenómeno pedagógico similar en nuestro país, en la asignatura conocida como FEN (Formación del Espíritu Nacional), en la que se hablaba de las bondades del régimen franquista y se ensalzaba la burocracia dictatorial; y aunque no se lo crean, el franquismo también era progresista, solo que entonces al progreso se le conocía como desarrollo, un vocablo más acorde con el régimen para aquella España que se vendía como diferente.
¿Se necesita esta asignatura?
Exponer textualmente la prevalencia social constatada en España de los valores civiles sobre los religiosos parece una perogrullada. Pero además es un acto de vandalismo institucional la forma de imponer una asignatura por decreto-ley, con el beneplácito de todos los partidos del arco parlamentario, excluyendo al principal partido de la oposición, el Partido Popular. No se hacen así las cosas, si se pretende que permanezcan vigentes más de una legislatura; pero el objetivo de los gobernantes, es exclusivamente ganar las próximas elecciones, porque más allá está el abismo de su abolición.
Por otra parte, se produce también un problema ontológico al tratar de insertar académicamente la asignatura desde los presupuestos del laicismo, que según define el diccionario de la RAE, es la doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa.
No creo que sea motivo de avance social, la sustitución de la doctrina cristiana por la doctrina civil del Estado, porque se continúa adoctrinando a los jóvenes, que no es precisamente lo mismo que educar; se les instruye en los valores que deben aceptar como verdaderos y buenos, frente a todos los demás, que deben rechazar como malos y falsos. ¿Y a esto lo denominan progreso?, ¿en la era de la globalización?.
Resulta además sospechoso que un conglomerado de figuras relevantes de la izquierda española se hayan juramentado en su propósito de apoyar al gobierno de Rodríguez Zapatero en esta nueva coz a la Constitución española de 1978, y a las costumbres de los ciudadanos de este país.
Sorprende la presencia deLuís Gómez Llorente, aquel socialista crítico que se enfrentó a las tesis de Felipe González en Suressnes, alejándose de la política activa en 1982, precisamente cuando el PSOE triunfó con hegemonía. Un ejemplo de ética en política y coherencia con sus principios, de los que estamos tan escasos en este país.
Sorprende también la presencia de José Antonio Marina y Fernando Savater, posiblemente los dos divulgadores de la filosofía más conocidos por el gran público español. Dos mentes lúcidas que se dedican a mostrarnos que la diferencia entre un sabio y un filósofo consiste únicamente en que el segundo trata de explicar al mundo cómo se reflexiona, mientras que el primero solo expone sus reflexiones, permitiendo que sean los demás, según su buen criterio, quienes juzguen el acierto o error de sus palabras.
No alcanzo a comprender las razones de estos tres filósofos para apoyar la asignatura de Educación para la Ciudadanía como algo beneficioso para los jóvenes estudiantes españoles, ni tampoco entiendo como pueden apoyar el laicismo como una alternativa liberadora, sabiendo que es una doctrina.
Desde una perspectiva epistemológica, en esta época de relativismo, resulta inadmisible por inadecuado la pretensión de establecer una nueva forma de absolutismo moral, que venga a sustituir los valores del cristianismo por los propios del Estado. Siendo laico y agnóstico, como me reconozco, no puedo comprender este proselitismo tenaz, ni lo que pretenden con su cruzada.
Pero también se produce otros crujidos singulares, la declaración aconfesional del Estado en nuestra Constitución, no quiere decir para nada que la sociedad sea aconfesional, y resulta estridente por inapropiado, que sea el Estado quien determine como debe ser la sociedad, cuando en un sistema democrático debería ser la sociedad quien determine como debe ser el Estado, delimitando con nitidez las parcelas que deben quedar fuera de su intervención en la vida privada de las personas.
La escuadra progre acude a salvarnos
Comprendo mejor los intereses de otros personajes y organizaciones que se han lanzado en su sectarismo irredento a la confirmación de la EpC como un momento culminante de la historia de la política española. No resulta extraño que Rodríguez Zapatero y su gobierno de notables quiera completar su obra política con el adoctrinamiento de los jóvenes españoles, tras haber configurado durante la presente legislatura los nuevos mandamientos del progresismo para consumo de incautos y despistados.
Es necesario que el talante y la mirada positiva sean asumidos como los ingredientes más importantes de un futuro de progreso en nuestro país, que de paso asegure que los que hoy gobiernan puedan perpetuarse en sus puestos hasta que decidan por sí mismos dejarlos, como ocurría en el franquismo, eso sí, todo con Z de Zapatero, la marca.
La misión progresista está formada por una legión de nuevos profetas que han hecho del altruismo su confesión, entre ellos destaca Federico Mayor Zaragoza, ex director de la UNESCO, que no acaba de encontrar espacio al fracasar el invento de la Alianza de Civilizaciones; tenemos también al mediático J(X)avier Sardá, el inventor de las crónicas marcianas de Boris Izaguirre; también están todos los grupos creados por el PSOE e IU para estas cosas; y los movimientos afines comola Unión de Consumidores de España, los cristianos por el socialismo, los Sindicatos, y supongo, que la Sociedad General de Autores. La banda friki-progre de siempre, los del Prestige, la Guerra de Irak, los que consideran que el diálogo con ETA es la única vía posible para alcanzar la paz, toda esa gente.
Ante el descalabro de los presupuestos ideológicos de la izquierda y el fracaso de su segregación por clases de la sociedad, para su mejor interpretación, control y manejo, resulta necesario acomodar su oferta política a un nuevo catálogo de nuevas de creencias que puedan competir con las defendidas por el cristianismo, o con las establecidas desde presupuestos liberales. Como dejen a Zapatero seguir reinterpretando la historia, terminará diciendo que Jesucristo era un criminal que había incumplido las leyes del Estado romano, como ocurre con los miembros de ETA con las leyes del Estado español, al tiempo.
¿Pero no queda gente seria en este país?.
¿Es que nos hemos convertido en imbéciles sin darnos cuenta?. Seamos coherentes, lo que ha hecho el PSOE con la asignatura de EpC, hay que considerarlo como un acto de enculturación, un fenómeno estudiado por la antropología que se remonta a la época colonial, y que consiste en en imponer las costumbres, valores y procedimientos de la metrópoli a los habitantes de los territorios descubiertos y conquistados, los sufridos indígenas que pasaban su vida felizmente sin necesidad de importar principios ajenos. Con el tiempo, a esta acción fraternal se la denominó civilizar, como si los mayas, los incas, o los apaches no tuvieran su propia forma de entender la vida, y su cultura.
El concepto de enculturación también puede utilizarse para comprender lo que se hace hoy en comunidades como la gallega, vasca o catalana en referencia a la cultura española, y la admonición del castellano como idioma vigente para una comunidad de 468 millones, que se expresan en nuestra lengua.
Según los 640 asesores de Zapatero, los españoles necesitamos una “re-civilización“, que se fundamente en la memoria histórica, el profundo feminismo que impulsó la ley de paridad, el cambio climático, el pesebrismo social, la alianza de las civilizaciones, el respeto por el hermano terrorista, el pacifismo ultrajante, la regulación de la vida privada desde el Estado, la unificación de todos los poderes, la amistad con los nuevos liberadores populistas en la estela de Fidel Castro, el talante, la mirada positiva, y el “pásalo”, serán los elementos que conformarán la nueva doctrina del progresismo que nos ofrecen, el nuevo catecismo socialista, y es que en el fondo, a fuerza de sectarismo, el progresismo se está convirtiendo en nuestro país en un movimiento religioso.
Con la implantación legal de la nueva asignatura lo que se pretende es que los estudiantes de este país tengan cada vez más obstáculos para discernir en cuestiones relacionadas con la ética y la moral, a la hora de construir su propio criterio, de forma individual, ecuánime e independiente sobre la realidad en la que viven.
Alguien dijo que “todo texto fuera de contexto es un pretexto”, y la Educación para la Ciudadanía está absolutamente fuera del contexto cultural de los españoles. La realidad social de una cultura no se puede, ni se debe cambiar por decreto-ley. Joaquín Robles nos habla sobre Gorgias y Protágoras, deberían leerse el artículo.
Ni se ha respetado la sintaxis, ni la semántica, ni el contexto de la cultura española al implantar esta nueva asignatura, y el interés último del acto no es el de promover nuevos contenidos pedagógicos compartidos por las sociedades democráticas avanzadas, sino más bien arrasar los valores históricamente existentes en nuestro país, por puro interés electoral (siembran ideas progresistas desde el poder para cosechar votos en el futuro, a imitación de los nacionalismos).
Nos quieren desnacionalizar, desubicar, desvirtuar, despistar y desgastar, mientras todos se van agrupando en su lucha final. Cuestión de principios, quien no sabe respetar la libertad de los demás, está condenado a imponer sus reglas o sucumbir.
Creo que el Rey debería seguir las enseñanzas del recientemente fallecido Fernando Fernán Gómez, en la próxima ocasión que se cruce con Chávez, y todos los españoles deberíamos seguir su ejemplo, con el “buen amigo” del presidente venezolano, que aprovechando su golpe de Estado con apariencia democrática, ha dicho que si no triunfa “su amigo” en las elecciones de marzo, nacionalizará la banca española en su país. Ténganlo presente cuando acudan a votar.
Les dejo para su disfrute la interpretación de las juventudes socialistassobre lo que está ocurriendo con la asignatura Educación para la Ciudadanía, y se darán cuenta perfectamente de que es a lo que me refiero cuando recuerdo al protagonista de “El abuelo“, y su magnífica expresión de actor inveterado, para dirigirse a los que le acosaban: “¡A la mierda!”; que fuerza tiene el idioma español para definir la estupidez, a ver si los españoles comenzamos de una vez a utilizarlo como corresponde.
Biante de Priena
Quién logra detentar el poder en España, decide gobernar siempre desde el absolutismo, bien sea racional o irracional. Solo las circunstancias pueden salvarnos, porque si hay mayoría de un partido, está asegurada la opresión para unos o para otros. Recuerdo una “excepción condicionada", Adolfo Suárez, que practicó durante su mandato una política de consenso desde la ecuanimidad que le confería su falta de legitimación, al haber sido nombrado presidente del gobierno a instancias del antiguo régimen franquista. Tal vez Azaña sea otra excepción, pero no lo tengo muy claro.
El poder siempre corrompe, y el poder absoluto lo corrompe todo. La implantación en nuestro país de la nueva asignatura Educación para la Ciudadanía (EpC) es un claro ejemplo de las dificultades manifiestas que tienen los representantes políticos, elegidos democráticamente, para alcanzar plena comprensión de lo que significa la libertad, un concepto ético, político, y climático.
La tentación de los movimientos totalitarios por establecer una regulación pedagógica de la información, sobre la coherencia de su legitimación y la bondad de su organización, es un fenómeno más propio de las dictaduras que de las democracias, pero en España hay larga tradición en el tema de la impertinencia política.
Diversos regímenes totalitarios, bien personalistas como los de Hitler, Mussolini, Franco, o Fidel Castro; bien las dictaduras del proletariado de la URSS, China, Vietnam o Corea del Norte; o bien las religiosas, tan frecuentes hoy en día en los regímenes islámicos, en grado que nunca se alcanzó en Europa con el cristianismo, han educado a sus vástagos en los principios supremos del Estado correspondiente.
Quien considere que los valores civiles por sí mismos son liberadores, se equivoca plenamente. Los poderes religiosos y políticos se han contrapuesto siempre, en una suerte de balanza, actuando cada uno como fuerza liberadora (y equilibradora), cuando la opresión proviene del otro. La doctrina de las dos espadas de Guillermo de Ockham lo dejó claro hace muchos siglos.
La demolición del muro de Berlín, el movimiento Solidaridad de Polonia, la resistencia contra la dictadura castrista y otras latinoamericanas, la oposición a los regímenes dictatoriales, como recientemente ha ocurrido en Birmania, se ha ejercido desde la resistencia religiosa al poder absoluto.
Habría que remontarse a las postrimerías del franquismo para encontrarse con un fenómeno pedagógico similar en nuestro país, en la asignatura conocida como FEN (Formación del Espíritu Nacional), en la que se hablaba de las bondades del régimen franquista y se ensalzaba la burocracia dictatorial; y aunque no se lo crean, el franquismo también era progresista, solo que entonces al progreso se le conocía como desarrollo, un vocablo más acorde con el régimen para aquella España que se vendía como diferente.
¿Se necesita esta asignatura?
Exponer textualmente la prevalencia social constatada en España de los valores civiles sobre los religiosos parece una perogrullada. Pero además es un acto de vandalismo institucional la forma de imponer una asignatura por decreto-ley, con el beneplácito de todos los partidos del arco parlamentario, excluyendo al principal partido de la oposición, el Partido Popular. No se hacen así las cosas, si se pretende que permanezcan vigentes más de una legislatura; pero el objetivo de los gobernantes, es exclusivamente ganar las próximas elecciones, porque más allá está el abismo de su abolición.
Por otra parte, se produce también un problema ontológico al tratar de insertar académicamente la asignatura desde los presupuestos del laicismo, que según define el diccionario de la RAE, es la doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa.
No creo que sea motivo de avance social, la sustitución de la doctrina cristiana por la doctrina civil del Estado, porque se continúa adoctrinando a los jóvenes, que no es precisamente lo mismo que educar; se les instruye en los valores que deben aceptar como verdaderos y buenos, frente a todos los demás, que deben rechazar como malos y falsos. ¿Y a esto lo denominan progreso?, ¿en la era de la globalización?.
Resulta además sospechoso que un conglomerado de figuras relevantes de la izquierda española se hayan juramentado en su propósito de apoyar al gobierno de Rodríguez Zapatero en esta nueva coz a la Constitución española de 1978, y a las costumbres de los ciudadanos de este país.
Sorprende la presencia deLuís Gómez Llorente, aquel socialista crítico que se enfrentó a las tesis de Felipe González en Suressnes, alejándose de la política activa en 1982, precisamente cuando el PSOE triunfó con hegemonía. Un ejemplo de ética en política y coherencia con sus principios, de los que estamos tan escasos en este país.
Sorprende también la presencia de José Antonio Marina y Fernando Savater, posiblemente los dos divulgadores de la filosofía más conocidos por el gran público español. Dos mentes lúcidas que se dedican a mostrarnos que la diferencia entre un sabio y un filósofo consiste únicamente en que el segundo trata de explicar al mundo cómo se reflexiona, mientras que el primero solo expone sus reflexiones, permitiendo que sean los demás, según su buen criterio, quienes juzguen el acierto o error de sus palabras.
No alcanzo a comprender las razones de estos tres filósofos para apoyar la asignatura de Educación para la Ciudadanía como algo beneficioso para los jóvenes estudiantes españoles, ni tampoco entiendo como pueden apoyar el laicismo como una alternativa liberadora, sabiendo que es una doctrina.
Desde una perspectiva epistemológica, en esta época de relativismo, resulta inadmisible por inadecuado la pretensión de establecer una nueva forma de absolutismo moral, que venga a sustituir los valores del cristianismo por los propios del Estado. Siendo laico y agnóstico, como me reconozco, no puedo comprender este proselitismo tenaz, ni lo que pretenden con su cruzada.
Pero también se produce otros crujidos singulares, la declaración aconfesional del Estado en nuestra Constitución, no quiere decir para nada que la sociedad sea aconfesional, y resulta estridente por inapropiado, que sea el Estado quien determine como debe ser la sociedad, cuando en un sistema democrático debería ser la sociedad quien determine como debe ser el Estado, delimitando con nitidez las parcelas que deben quedar fuera de su intervención en la vida privada de las personas.
La escuadra progre acude a salvarnos
Comprendo mejor los intereses de otros personajes y organizaciones que se han lanzado en su sectarismo irredento a la confirmación de la EpC como un momento culminante de la historia de la política española. No resulta extraño que Rodríguez Zapatero y su gobierno de notables quiera completar su obra política con el adoctrinamiento de los jóvenes españoles, tras haber configurado durante la presente legislatura los nuevos mandamientos del progresismo para consumo de incautos y despistados.
Es necesario que el talante y la mirada positiva sean asumidos como los ingredientes más importantes de un futuro de progreso en nuestro país, que de paso asegure que los que hoy gobiernan puedan perpetuarse en sus puestos hasta que decidan por sí mismos dejarlos, como ocurría en el franquismo, eso sí, todo con Z de Zapatero, la marca.
La misión progresista está formada por una legión de nuevos profetas que han hecho del altruismo su confesión, entre ellos destaca Federico Mayor Zaragoza, ex director de la UNESCO, que no acaba de encontrar espacio al fracasar el invento de la Alianza de Civilizaciones; tenemos también al mediático J(X)avier Sardá, el inventor de las crónicas marcianas de Boris Izaguirre; también están todos los grupos creados por el PSOE e IU para estas cosas; y los movimientos afines comola Unión de Consumidores de España, los cristianos por el socialismo, los Sindicatos, y supongo, que la Sociedad General de Autores. La banda friki-progre de siempre, los del Prestige, la Guerra de Irak, los que consideran que el diálogo con ETA es la única vía posible para alcanzar la paz, toda esa gente.
Ante el descalabro de los presupuestos ideológicos de la izquierda y el fracaso de su segregación por clases de la sociedad, para su mejor interpretación, control y manejo, resulta necesario acomodar su oferta política a un nuevo catálogo de nuevas de creencias que puedan competir con las defendidas por el cristianismo, o con las establecidas desde presupuestos liberales. Como dejen a Zapatero seguir reinterpretando la historia, terminará diciendo que Jesucristo era un criminal que había incumplido las leyes del Estado romano, como ocurre con los miembros de ETA con las leyes del Estado español, al tiempo.
¿Pero no queda gente seria en este país?.
¿Es que nos hemos convertido en imbéciles sin darnos cuenta?. Seamos coherentes, lo que ha hecho el PSOE con la asignatura de EpC, hay que considerarlo como un acto de enculturación, un fenómeno estudiado por la antropología que se remonta a la época colonial, y que consiste en en imponer las costumbres, valores y procedimientos de la metrópoli a los habitantes de los territorios descubiertos y conquistados, los sufridos indígenas que pasaban su vida felizmente sin necesidad de importar principios ajenos. Con el tiempo, a esta acción fraternal se la denominó civilizar, como si los mayas, los incas, o los apaches no tuvieran su propia forma de entender la vida, y su cultura.
El concepto de enculturación también puede utilizarse para comprender lo que se hace hoy en comunidades como la gallega, vasca o catalana en referencia a la cultura española, y la admonición del castellano como idioma vigente para una comunidad de 468 millones, que se expresan en nuestra lengua.
Según los 640 asesores de Zapatero, los españoles necesitamos una “re-civilización“, que se fundamente en la memoria histórica, el profundo feminismo que impulsó la ley de paridad, el cambio climático, el pesebrismo social, la alianza de las civilizaciones, el respeto por el hermano terrorista, el pacifismo ultrajante, la regulación de la vida privada desde el Estado, la unificación de todos los poderes, la amistad con los nuevos liberadores populistas en la estela de Fidel Castro, el talante, la mirada positiva, y el “pásalo”, serán los elementos que conformarán la nueva doctrina del progresismo que nos ofrecen, el nuevo catecismo socialista, y es que en el fondo, a fuerza de sectarismo, el progresismo se está convirtiendo en nuestro país en un movimiento religioso.
Con la implantación legal de la nueva asignatura lo que se pretende es que los estudiantes de este país tengan cada vez más obstáculos para discernir en cuestiones relacionadas con la ética y la moral, a la hora de construir su propio criterio, de forma individual, ecuánime e independiente sobre la realidad en la que viven.
Alguien dijo que “todo texto fuera de contexto es un pretexto”, y la Educación para la Ciudadanía está absolutamente fuera del contexto cultural de los españoles. La realidad social de una cultura no se puede, ni se debe cambiar por decreto-ley. Joaquín Robles nos habla sobre Gorgias y Protágoras, deberían leerse el artículo.
Ni se ha respetado la sintaxis, ni la semántica, ni el contexto de la cultura española al implantar esta nueva asignatura, y el interés último del acto no es el de promover nuevos contenidos pedagógicos compartidos por las sociedades democráticas avanzadas, sino más bien arrasar los valores históricamente existentes en nuestro país, por puro interés electoral (siembran ideas progresistas desde el poder para cosechar votos en el futuro, a imitación de los nacionalismos).
Nos quieren desnacionalizar, desubicar, desvirtuar, despistar y desgastar, mientras todos se van agrupando en su lucha final. Cuestión de principios, quien no sabe respetar la libertad de los demás, está condenado a imponer sus reglas o sucumbir.
Creo que el Rey debería seguir las enseñanzas del recientemente fallecido Fernando Fernán Gómez, en la próxima ocasión que se cruce con Chávez, y todos los españoles deberíamos seguir su ejemplo, con el “buen amigo” del presidente venezolano, que aprovechando su golpe de Estado con apariencia democrática, ha dicho que si no triunfa “su amigo” en las elecciones de marzo, nacionalizará la banca española en su país. Ténganlo presente cuando acudan a votar.
Les dejo para su disfrute la interpretación de las juventudes socialistassobre lo que está ocurriendo con la asignatura Educación para la Ciudadanía, y se darán cuenta perfectamente de que es a lo que me refiero cuando recuerdo al protagonista de “El abuelo“, y su magnífica expresión de actor inveterado, para dirigirse a los que le acosaban: “¡A la mierda!”; que fuerza tiene el idioma español para definir la estupidez, a ver si los españoles comenzamos de una vez a utilizarlo como corresponde.
Biante de Priena
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