Continuamos hablando de la transversalidad
La realidad a la que accedemos por nuestros sentidos, desde nuestra experiencia, lo que conocemos y sobre lo que podemos razonar, no es toda la realidad, precisamente de esa percepción inacabada de las cosas surgen numerosos conflictos que derivan en ideologías y planteamientos éticos diferentes. Siguiendo a Spinoza en su Ética, una ideología no se puede juzgar a priori como mejor que otra hasta que no se conocen sus consecuencias.
Solo las realidades cerradas, por ejemplo las figuras geométricas, permiten contemplar una realidad semejante desde distintas posiciones, pero la vida, el ser humano, la sociedad, o la política son realidades que nada tienen que ver con los poliedros, por mucho que se hayan empeñado algunos materialistas en cerrar las categorías desde la reificación.
Los políticos de los partidos convencionales, a la izquierda y la derecha de la frontera que les distingue en su maniqueismo, están imbuidos de la bondad absoluta de sus criterios, y de la situación privilegiada de sus posiciones para observar correctamente la realidad. Pero a su pesar, se equivocan y de sus errores proviene el conflicto, la deceleración y el estancamiento evolutivo del logro de mayores cotas de bienestar para los ciudadanos.
Dado un determinado problema, por ejemplo la elevación de los precios, las acciones políticas variarán según el criterio previo de los actores. Los partidos de izquierda se ocuparán de que eso no afecte demasiado a los grupos de la sociedad que se encuentran más deprimidas económicamente, los partidos de la derecha tratarán de que de que no suban demasiado los tipos de interés porque al reducirse la demanda disminuirá el vigor económico y esto traerá como consecuencia más inflación, desempleo y empobrecimiento.
Sin embargo, si se les pregunta por la acción del adversario ambos dirán que el rival está cometiendo un error, desde la transversalidad se considera que ambas alternativas son correctas y además necesarias, y sería un error prescindir de alguna de ellas. La izquierda dice que es necesario resolver la pobreza, la derecha dice que la mejor forma para conseguirlo es incrementar la riqueza.
La transversalidad política permite traspasar la delgada línea que separa a la izquierda de la derecha y establecer alternativas viables, según lo demanden las circunstancias, y según la disponibilidad de recursos que se puedan ofrecer, prescindiendo de los dogmatismos, y estableciendo el diálogo como vía de acceso a la solución, unas veces en forma de consenso y otras en forma de agregación.
Para que un automóvil circule por una autovía, lo primero que se necesita es una autovía y un automóvil. En este caso, como en otros muchos, es una tontería plantearse la cuestión en términos de prioridad, se necesitan ambos elementos para que la acción sea posible, y no es necesaria la discusión, ni el debate. Otra cosa es por donde debe pasar la autovía y que marca de automóvil se elegirá. Eso si requiere discusión.
El problema de la política en España es que dado el estado de crispación, enfrentamiento y exaltación del conflicto, se ha llegado a discutir sobre las cosas más absurdas sin ningún sonrojo por parte de los políticos, que prescinden de la mínima racionalidad para establecerse en idealismos beligerantes y fanáticos contra el adversario.
En toda la legislatura no se ha visto al PP reconocerle al PSOE que haya hecho algo correctamente, mientras que el PSOE ha pretendido aislar al PP hasta de la oportunidad de que expresara su criterio, diciendo algo así como que sabrán estos “carcas”. Así no vamos a ningún lado, porque lo que se ha conseguido es precisamente que las cosas de la política en este país hayan dejado de ser normales, para alcanzar en muchas ocasiones el grado de extravagancia.
Desde la transversalidad se puede decir abiertamente que tanto el PSOE como el PP se han equivocado, y que desde la disensión permanente no se puede alcanzar ninguna alternativa de futuro que sobrepase una legislatura.
Uno de los problemas más graves que sufren los políticos españoles es precisamente la visión de la realidad desde una perspectiva y un criterio absolutistas, sin reconocer que su percepción de la misma es incompleta, que debería ser relativa. En el caso de los nacionalistas esto se exacerba con sus particularidades respectivas.
Los ciudadanos somos los principales perjudicados de sus desacuerdos, pero como todos los partidos políticos españoles se mueven en ejes longitudinales, con una trayectoria histórica de competición con sus rivales, que además procuran exagerar para distinguirse del otro y dejar su identidad bien definida, pues mal remedio llevan las cosas.
Estamos condenados a vivir una y otra vez la guerra civil y a permanecer atrapados en un bucle del tiempo. Tal vez sea cada día más necesario que en España vivamos una experiencia de encuentros en la tercera vía, que es precisamente donde nos encontramos la mayoría de los españoles, porque son minorías las que piensan que el PSOE, el PP, y los nacionalistas e incluso todos a la vez, tienen toda la razón durante todo el tiempo y en todas las situaciones posibles.
Eso es totalitarismo y los españoles estamos hartos de que nos digan que si no hacemos caso a lo que nos dicen nos equivocaremos, pues va siendo hora de que cometamos algún error por nosotros mismos como ciudadanos, después de soportar durante siglos todos los errores que han cometido los políticos en gobiernos y oposiciones.
Todos los partidos del espectro político español actual son herederos del franquismo y del antifranquismo, y va siendo hora de que las cosas dejen de estar atadas y bien atadas como a ellos les conviene, para seguir resolviendo la guerra civil española eternamente.
Eso se puede lograr hoy en día exclusivameente desde la transversalidad política, desde alguna formación política que no tenga la necesidad permanente de seguir mirando al pasado. Y precisamente hoy, es un buen día para recordarlo.
Enrique Suárez Retuerta
La realidad a la que accedemos por nuestros sentidos, desde nuestra experiencia, lo que conocemos y sobre lo que podemos razonar, no es toda la realidad, precisamente de esa percepción inacabada de las cosas surgen numerosos conflictos que derivan en ideologías y planteamientos éticos diferentes. Siguiendo a Spinoza en su Ética, una ideología no se puede juzgar a priori como mejor que otra hasta que no se conocen sus consecuencias.
Solo las realidades cerradas, por ejemplo las figuras geométricas, permiten contemplar una realidad semejante desde distintas posiciones, pero la vida, el ser humano, la sociedad, o la política son realidades que nada tienen que ver con los poliedros, por mucho que se hayan empeñado algunos materialistas en cerrar las categorías desde la reificación.
Los políticos de los partidos convencionales, a la izquierda y la derecha de la frontera que les distingue en su maniqueismo, están imbuidos de la bondad absoluta de sus criterios, y de la situación privilegiada de sus posiciones para observar correctamente la realidad. Pero a su pesar, se equivocan y de sus errores proviene el conflicto, la deceleración y el estancamiento evolutivo del logro de mayores cotas de bienestar para los ciudadanos.
Dado un determinado problema, por ejemplo la elevación de los precios, las acciones políticas variarán según el criterio previo de los actores. Los partidos de izquierda se ocuparán de que eso no afecte demasiado a los grupos de la sociedad que se encuentran más deprimidas económicamente, los partidos de la derecha tratarán de que de que no suban demasiado los tipos de interés porque al reducirse la demanda disminuirá el vigor económico y esto traerá como consecuencia más inflación, desempleo y empobrecimiento.
Sin embargo, si se les pregunta por la acción del adversario ambos dirán que el rival está cometiendo un error, desde la transversalidad se considera que ambas alternativas son correctas y además necesarias, y sería un error prescindir de alguna de ellas. La izquierda dice que es necesario resolver la pobreza, la derecha dice que la mejor forma para conseguirlo es incrementar la riqueza.
La transversalidad política permite traspasar la delgada línea que separa a la izquierda de la derecha y establecer alternativas viables, según lo demanden las circunstancias, y según la disponibilidad de recursos que se puedan ofrecer, prescindiendo de los dogmatismos, y estableciendo el diálogo como vía de acceso a la solución, unas veces en forma de consenso y otras en forma de agregación.
Para que un automóvil circule por una autovía, lo primero que se necesita es una autovía y un automóvil. En este caso, como en otros muchos, es una tontería plantearse la cuestión en términos de prioridad, se necesitan ambos elementos para que la acción sea posible, y no es necesaria la discusión, ni el debate. Otra cosa es por donde debe pasar la autovía y que marca de automóvil se elegirá. Eso si requiere discusión.
El problema de la política en España es que dado el estado de crispación, enfrentamiento y exaltación del conflicto, se ha llegado a discutir sobre las cosas más absurdas sin ningún sonrojo por parte de los políticos, que prescinden de la mínima racionalidad para establecerse en idealismos beligerantes y fanáticos contra el adversario.
En toda la legislatura no se ha visto al PP reconocerle al PSOE que haya hecho algo correctamente, mientras que el PSOE ha pretendido aislar al PP hasta de la oportunidad de que expresara su criterio, diciendo algo así como que sabrán estos “carcas”. Así no vamos a ningún lado, porque lo que se ha conseguido es precisamente que las cosas de la política en este país hayan dejado de ser normales, para alcanzar en muchas ocasiones el grado de extravagancia.
Desde la transversalidad se puede decir abiertamente que tanto el PSOE como el PP se han equivocado, y que desde la disensión permanente no se puede alcanzar ninguna alternativa de futuro que sobrepase una legislatura.
Uno de los problemas más graves que sufren los políticos españoles es precisamente la visión de la realidad desde una perspectiva y un criterio absolutistas, sin reconocer que su percepción de la misma es incompleta, que debería ser relativa. En el caso de los nacionalistas esto se exacerba con sus particularidades respectivas.
Los ciudadanos somos los principales perjudicados de sus desacuerdos, pero como todos los partidos políticos españoles se mueven en ejes longitudinales, con una trayectoria histórica de competición con sus rivales, que además procuran exagerar para distinguirse del otro y dejar su identidad bien definida, pues mal remedio llevan las cosas.
Estamos condenados a vivir una y otra vez la guerra civil y a permanecer atrapados en un bucle del tiempo. Tal vez sea cada día más necesario que en España vivamos una experiencia de encuentros en la tercera vía, que es precisamente donde nos encontramos la mayoría de los españoles, porque son minorías las que piensan que el PSOE, el PP, y los nacionalistas e incluso todos a la vez, tienen toda la razón durante todo el tiempo y en todas las situaciones posibles.
Eso es totalitarismo y los españoles estamos hartos de que nos digan que si no hacemos caso a lo que nos dicen nos equivocaremos, pues va siendo hora de que cometamos algún error por nosotros mismos como ciudadanos, después de soportar durante siglos todos los errores que han cometido los políticos en gobiernos y oposiciones.
Todos los partidos del espectro político español actual son herederos del franquismo y del antifranquismo, y va siendo hora de que las cosas dejen de estar atadas y bien atadas como a ellos les conviene, para seguir resolviendo la guerra civil española eternamente.
Eso se puede lograr hoy en día exclusivameente desde la transversalidad política, desde alguna formación política que no tenga la necesidad permanente de seguir mirando al pasado. Y precisamente hoy, es un buen día para recordarlo.
Enrique Suárez Retuerta
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