desde 2.006 en Internet

martes, 30 de octubre de 2007

Exaltación de la intolerancia

Si un solo día nos acostáramos los españoles satisfechos de lo que han hecho los políticos que algunos han votado, seguramente esa noche sería el comienzo de una nueva etapa de nuestra historia, pero no va a ocurrir; España, políticamente va con retraso sobre la edad cronológica, no se desarrolla de forma adecuada porque los políticos de los que disponemos son en su más íntimas fantasías, imprescindibles, insustituibles, "nuestros salvadores".


En cierta ocasión, un amigo que más tarde se ha dedicado a la política, tras un instante de cabreo, por que los dirigentes de su partido estaban dilapidando todo lo que había hecho a lo largo de una legislatura, simplemente para que no descollara demasiado, me dijo mientras nos tomábamos una caña: “he pensado en dimitir, en irme y mandarlos al carajo, pero no lo voy a hacer”, y tras un breve instante de silencio me atreví a preguntarle: “¿y por qué no vas a dimitir, si es lo que quieres?”, entonces su respuesta todavía me dejó más asombrado: “parece mentira que tú me hagas esa pregunta, ¿te has fijado quién es el que va tras de mi en la lista?".

Esos son los políticos que tenemos en este país, el enfrentamiento que se ve entre el PP y el PSOE no es un epifenómeno de la crispación extemporánea, ni mucho menos; sino la estructura básica de funcionamiento, la crispación que hay entre los grandes partidos no difiere de la que viven en su propio seno. La cohesión interna de los partidos políticos españoles se fundamenta en la tensión dialéctica permanente, que conduce al conflicto como ambiente habitual. No se sienten buenos por lo que hacen, sino por lo que deshacen del adversario.

Atrapados por la histeria

Se podría hacer un análisis de esta condición de rivalidad de partes entre sí, de partes contra el todo y en el todo en sí mismo. El problema no difiere de lo ocurrido en 1812 cuando se promulga la primera Constitución española, por poner una fecha de comienzo, porque el origen del conflicto es mucho más remoto y posiblemente provenga de la situación geohistórica de la península que ha permitido el cruce de pueblos y configuraciones mentales diferentes desde los mismos orígenes. Algún historiador romano se fascinaba con la pluralidad existente en los pueblos que habitaban esta tierra. Y todos los hispanistas que han tratado de retratar a nuestra población han dicho prácticamente lo mismo, “que raros son los españoles”, para añadir a continuación lo de fascinantes, apasionados, o folclóricos.

La diversidad es una de nuestras características definitorias, que algunos intérpretes interesados han considerado desde su feudalismo postmoderno como diferencias insoslayables que confirman sus presupuestos emancipadores. En su terquedad confunden la diversidad de pareceres colectiva con la ausencia de identidad propia, cuando precisamente es todo lo contrario, la fuerte identidad propia es la que conduce a la discrepancia y la desavenencia, más allá de las distintas fragmentaciones que se haya hecho de nuestra tierra por motivos diversos, unas veces con fundamento y otras sin él. Ser lo mismo, no significa ser iguales, idénticos, clónicos.

Respeto al interlocutor que no coincide con nosotros, es lo que nos falta a los españoles, nos sobra ese ánimo de maestro de escuela que pretende convencer a sus pupilos del error y la ignorancia en la que viven, frente a su omnicomprensiva sabiduría que les liberará de la estupidez. En España el relativismo no puede existir, todo lo más, un equilibrio tenso de diferentes absolutismos. El consenso, aquel invento de Adolfo Suárez, era precisamente ponerle puertas al campo, de ahí su reconocido éxito civilizatorio.

No desconozco que toda generalización es absurda y que los estereotipos antropológicos fundamentados en compartir lugar de residencia son absolutamente refutables, pero si hay algo más allá de la mitología y la propaganda que permite que los españoles podamos ser clasificados como un pueblo, precisamente es la discrepancia. Puede usted preguntar a cualquier europeo lo que opina sobre un tema como el cambio climático, y se encontrará respuestas que variarán entre los que lo consideran la última plaga, hasta los que no le dan importancia, incluso puede haber alguno que pregunte que es eso del cambio ¿qué?.

Pero tome usted a diez o veinte españoles, hágales esa misma pregunta y descubrirá la de cosas que se pueden apreciar mirando lo mismo, aquí la sentencia, condena y ejecución se hace al mismo tiempo; además dejando bien claro quien es el culpable, donde vive, como se llama, cuantos hijos tiene, y a que dedica el tiempo libre. Eso sin tener más idea sobre el tema que lo que se ha leido en los periódicos, que se toma como la verdad suprema, por que necesidad de creer en lo que nos cuentan, no nos falta.

Pequeños inquisidores somos los españoles, ejerciendo control social sobre lo que ocurre, aquí nada de “laissez faire”, ni otras zarandajas. Cada hecho se juzga con sumo detalle, aunque sea sin información, y se defiende la posición devenida contra viento y marea, con tal de que los interlocutores, aunque tengan razón, no se salgan con la suya.

Compara y derriba

Quien no comprenda que los españoles nos medimos a nosotros mismos mirando lo que hacen los demás, no entenderá jamás este país. Somos devaluadores del prójimo por naturaleza, al que acabamos ensalzando por impulso y no por reflexión, si es que acaso acierta en su cometido. Por eso España no gana un mundial de futbol, y sin embargo los equipos españoles han triunfado en competiciones internacionales, porque no llegamos a medirnos con el rival, sino con el aliado, que no es como nosotros, que en este caso suele ser extranjero y juega fenomenal, por eso está aquí. Pero en vez de pagar grandes fortunas por que vengan investigadores de los que podamos aprender, y que ayuden a cambiar la realidad de este país, aquí se fichan futbolistas. Así nos luce el pelo.

Zapatero tiene razón en una cosa, a su pesar, necesitamos que este país se llene de emigrantes, porque al compararnos con ellos, por orgullo, envidia o soberbia, haremos las cosas mucho mejor para competir contra los foráneos, diciendo aquello de que se habrán creído éstos, que lo pueden hacer mejor que nosotros, se van a enterar.

Somos un pueblo reactivo, la furia española proviene de la improvisación, no se hacen las cosas, y cuando todo se da por perdido, se promueve un esfuerzo sobrehumano y se cambia el destino previsible, así llevamos siglos. España se ha hecho a borbotones, de forma disruptiva e inimaginable previamente. No hay planificación en cuestiones colectivas ni individuales.

Pero una de las pruebas más interesantes de lo que digo, es la forma de actuar de nuestros políticos, se miden tanto, que si Zapatero dice una tontería, Rajoy no puede ser menos y le responde con otra, y viceversa, para que se vea que están en igualdad de condiciones. No hay igualdad en España en nada, y lo sabemos, incluso podemos llegar a reconocerlo con la boca pequeña, y la desigualdad existente entre los españoles, acrecentada desde el sobrealzamiento de los nacionalistas, es la causa de la mayor parte de nuestros problemas.

Por eso tenemos a un PSOE diciendo que busca la igualdad, y a un PP que busca la libertad, y en vez de pensar un instante en que en un país avanzado, la octava o novena economía mundial, con una democracia consolidada formalmente (otra cosa serían los contenidos), no se puede prescindir ni de la igualdad, ni de la libertad, que tanto monta, monta tanto, elegir una alternativa, como poder hacerlo todos por igual, se dedican a negarse recíprocamente.

Pero lo dramático, absolutamente patético, es ver a un PSOE ir contra la libertad por defender la igualdad, y a un PP ir contra la igualdad por defender la libertad. Es entonces cuando a uno le dan ganas de abjurar de la nacionalidad, para afiliarse a cualquier otro lugar donde los políticos no sean tan nefastos, por ejemplo Francia, que tiene como lema lo de la “liberté, fraternité, egalité”.

Aquí la fraternidad brilla por su ausencia, es más, todavía no hemos llegado a ella, ni creo que lo consigamos en varias legislaturas. Más que hermanos parecemos primos. Es tan estúpido lo que ocurre, que parece que el PSOE y el PP no fueran los representantes políticos de un mismo país, en el que hay más intereses comunes que diferentes. Claro entre los ciudadanos, por que evidentemente los que viven de la crispación, deben serguir enfrentados, para cultivar el malestar de todos y sus privilegios, al mismo tiempo.

Nuestros políticos deberían leer el "Tratado sobre la Tolerancia" de Voltaire en el que se dice: "Todas las cofradías merecen respeto: son edificantes; pero por muy grande que sea el bien que hagan al Estado, ¿iguala a ese mal que han causado?". Y después pasar un examen, antes de prometer el cargo. Sr. Rajoy, Sr. Zapatero, yo tengo varias preguntas para ustedes.


Biante de Priena

1 comentario:

Anónimo dijo...

tereso espi, ¿aquí no escribes verdad?. Claro, esto no es políticamente correcto que lo hagas, en lo contundente ultras y en lo tolerante silencio, jajajaja

Tas más pillao que un gorrión en un estanco

Redit

Enlaces Relacionados

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...