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domingo, 10 de diciembre de 2006

Política antropológica


Hoy estaba viendo un programa en la tele, sobre unas tradicionales fiestas del país vasco, que tiene como momento estelar la confrontación de carneros. Es decir, dos carneros, en una especie de plaza, se estrellan con sus cuernas, hasta que comienzan a sangrar. Cuando uno de los carneros se retira, se suspende la prueba.

Evidentemente, esto es cultura, nadie puede dudarlo. Como los lanceados de toros, la persecución de cerdos, las peleas de gallos y las de perros. Pero es cultura bestia. También lo son las carreras de San Fermín, y las corridas de toros, éstas más reguladas, pero también sangrientas.

La caza es la actividad deportiva que más licencias reparte en nuestro país, junto con la pesca. Cuando se asiste a una cacería, que ya no tienen nada que ver con las de otros tiempos, ni por las armas, ni por las emisoras, ni por los riesgos; uno se acaba dando cuenta de que el hombre se reúne con lo ancestral en cada episodio cinegético, que insisto, son ya bastante descafeinados.

El futbol, deporte nacional por excelencia, sobretodo por la ingente cantidad de seguidores que presenta, es un eufemismo de la guerra. Al igual que ocurre con todos los deportes que enfrentan a dos equipos. Cuando se enfrentan dos actores, como en el tenis, entonces recuerda más a las justas medievales. Y si la lucha es del hombre con la máquina por destacar entre todos, como el automovilismo o las motos, nos recuerda a las luchas de los héroes contra los elementos naturales.

¿Y qué pasa en la política?

Pues nada, más de lo mismo, la confrontación permanente entre los grupos para lograr sacar adelante sus propuestas y triunfar ante el contrario. Por ejemplo, los nacionalismos, a pesar de estar absolutamente anticuados, por que pretenden devolvernos a la edad media, a los estados pre-nacionales, en los que la gente se adscribía a la tierra y al vasallaje, pues ahí se andan, haciendo de las suyas.

En los enfrentamientos entre los grandes partidos políticos el PP y el PSOE, otro tanto de lo mismo. Rodríguez Zapatero, lleva mucho tiempo estableciendo una estrategia de confrontación victimista, y Rajoy, entra al trapo, sin darse cuenta de que la pugna beneficia al primero electoralmente. Porque los votos del PSOE proceden del conflicto, mientras haya conflicto, obtendrá más votos, pues su argumento de “que viene la derecha” siempre funciona.

En ocasiones, la forma de hacer política es zafia, cuando se recrean una y otra vez los horrores de la guerra civil española, y las persecuciones de los rojos durante el franquismo. Y los muchachos de la derecha, bajando la cabeza, como si hubieran sido responsables de estas barbaridades.

Sin embargo, pienso que el problema fundamental en la política española es erradicar a estos representantes políticos, que en vez de defender nuestros derechos y los avances sociales que necesitamos, se dedican a jugar al peloteo inútil de yo dije y tu dijiste. Es tan cutre todo esto, tan improductivo, tan innecesario.

Antropología política

No hace mucho, leía una curiosa anécdota sobre los mercados populares africanos, que cuando fueron estudiados desde una perspectiva económica se observó que no se regían por la ley de la oferta y la demanda. Los productos eran más caros cuando más oferta había y disminuían su precio, a lo largo del día, cuando menos demanda se producía.

Esto contradice los principios de la economía, pero no los de la antropología, por qué cuando se tuvo en cuenta que los actores del mercado eran fundamentalmente mujeres, entonces se comprendió todo: si la mujer vendía su mercancía tenía que irse para su casa, pero realmente, lo que quería era quedarse en la actividad comercial para enterarse de lo que pasaba, para comunicarse con otras mujeres, y para intercambiar experiencias entre ellas.

Pienso que en las actividades culturales, deportivas y políticas, ocurre algo parecido, pero que no nos percatamos de cuales son los auténticos hilos que mueven las actividades, y que muchas veces, responden más a variables antropológicas que políticas o sociales. Sin embargo, hay algunas cosas que quedan claras.

El presidente Rodríguez Zapatero, quiere entrar en la historia como sea, por ser el pacificador del País Vasco, por ser el pacificador mundial de la Alianza de las Civilizaciones, por ser el revisor de la memoria histórica, por haberse enfrentado con los Estados Unidos, por salir corriendo de Irak, por entrar corriendo en Líbano.

Y para entrar en la historia, no le queda otra más que convertirse en un héroe, dispuesto a vivir eternamente en el corazón de sus admiradores, antes que en la realidad contundente de los hechos que le contradicen.

El problema, es que al contrario que los héroes de verdad, él es un héroe de diseño y apariencia, vamos un arribista de libro, capaz de vender a bajo precio, los factores contribuyen a nuestra cohesión como pueblo, con tal de glorificar sus hazañas. Es curioso ver cómo han desaparecido de la escena, socialistas tradicionales como Felipe González, o Alfonso Guerra, porque posiblemente no quieren sancionar con su presencia las bondades de los proyectos de Zapatero.

Hay un momento en la historia, que los héroes comienzan a ser peligrosos, y es necesario detenerles en sus proezas, antes de que descoyunten la convivencia, la estructura social conseguida, la organización del progreso, y el bienestar de todos, para poder después salvarnos con su determinación sobrehumana.

Pero está claro que al pueblo español le importa bastante más como quedan el Madrid y el Barça, que tal se organizan las fiestas de su pueblo, y si este año, van a recibir un aumento de sueldo, que todo lo que hace Zapatero, y él lo sabe.

Los españoles todavía estamos en una etapa antropológica de la política. Siempre importa más ganar al contrario, que triunfar juntos.

Biante de Priene

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