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jueves, 7 de diciembre de 2006
Lo que queda de la Navidad
Cuando llegan estas fechas, (principio de diciembre), las ciudades se disfrazan de alegría, lucecitas de colores, villancicos, guirnaldas y abetos de plástico. En las ermitas, iglesias y catedrales del consumo, la nueva religión, brilla la abundancia. Se crea un clima, es Navidad.
Hay otros lugares donde no se celebra esta fiesta, porque en esta época es más importante obtener alimentos para acabar el año o materiales combustibles para combatir el frío. En otras partes, los que creen que defienden sus intereses, siguen empeñados en ganar guerras, a veces para defenderse del enemigo o del amigo.
Occidente es Navidad, y el resto del mundo no. Estas fiestas son un hecho particular de los países con influencia cristiana. Las familias se siguen reuniendo por aquello de la tradición para contarse sus penas, recordar a los seres que faltan y comer lo que se pueda, porque con la inquisición alimenticia, la cruzada de la Ministra de Sanidad, Elena Salgado, que más que trasladarnos criterios sanitarios, nos adoctrina en sus propias obsesiones, sólo nos va a quedar una cesta básica de la compra, como a los venezolanos de Chávez.
A mí personalmente, la Navidad me recuerda cosas que se va tragando el olvido poco a poco: la infancia, la ilusión de los regalos, los platos de turrón y mazapán, los seres queridos que vuelven a casa (siempre hay algún ser querido que no está), el estallido del brillo y la luz por todas partes, las vacaciones escolares, la lotería, las figurillas del nacimiento, el reloj de la puerta del sol dando las campanadas de fin de año, la cabalgata de reyes, y los pinos talados a destiempo, adornados de colores y sueños.
La Navidad es un carnaval de invierno, una ingeniosa representación aceptada culturalmente, de la bondad y el amor al prójimo, que sirve de espejo singular a nuestra condición humana. El problema de estas fiestas, es que comenzaron siendo una transferencia de emociones positivas, de caridad hacia los más desafortunados, un oasis transitorio en el desierto de la deshumanización cotidiana, pero se ha convertido de forma irrevocable, en una ocasión indispensable para el negocio. Hay sectores comerciales que dependen plenamente de estas fiestas para su supervivencia.
LA NAVIDAD MAS LARGA DEL MUNDO
El sincretismo cultural hace que los españoles tengamos la Navidad más larga del mundo, que comienza con la lotería de navidad el día 22 de diciembre y concluye el 6 de enero con la llegada de los reyes magos, entre estas fechas, Santa Klaus y su trineo de renos se ha impuesto en nuestra cultura.
Hoy la Navidad ha perdido su sentido religioso, que ha sido sustituido por la nueva creencia hegemónica, la economía. No en vano el sector juguetero, el alimentario, el textil, las perfumerías, las tiendas de ornamentación, los transportes, la hostelería, las compañías de viajes, las librerías, los negocios del ocio, los artistas y artesanos, las tiendas de música, y los grandes almacenes, entre otros, hacen su agosto en diciembre.
Sin duda, las Navidades, son la época del año de mayor consumo, en cualquier país occidental; desde la perspectiva mercantil, si no existieran, habría que inventarlas. Realmente, ¿esto es lo que queda de la Navidad?.
Los humanos adultos siempre llevamos dentro de nosotros un niño que quiere vivir la Navidad. Sin darnos cuenta de que asistimos, desde la ingenuidad más insensata, a una simple transformación de sentimientos, en organizada demanda consumista.
La interacción entre creencias y sistemas económicos, comienza con Calvino, fundador del protestatntismo, que propuso alcanzar la salvación por el trabajo, eliminando la inercia contemplativa del catolicismos. Pero fue Lutero quién inició la Reforma, con fines moralizadores sobre los que posteriormente se desarrolló el capitalismo.
Mucho antes que Karl Marx, hablara del control de los medios de producción como esencia del poder capitalista, algunos transformaron la herejía en creencia y productividad, y al mismo tiempo, con Erasmo de Rotterdam, establecieron las fronteras del humanismo y sus circunstancias. El hombre libre siempre será esencial, anterior y posterior, a cualquier condición que quiera determinarle socialmente, sea política o económica. Pero ésto da para un debate y no es ocasión.
Corrían los años sesenta, con la guerra de Vietnam al fondo, (hoy es la de Irak, siempre hay una guerra), cuando un par de cantautores, de nombre Simon & Garfunkel, sorprendieron al mundo civilizado con una versión del villancico más escuchado: “Noche de Paz”.
NOCHE DE PAZ
Creo que perdí la inocencia sobre la Navidad, el día que escuché su versión, en la que una voz en off iba dando noticias sobre catástrofes, guerras, miserias, hambrunas, y otros disparates de la época, (bueno, de cualquier época quiero decir), mientras el dúo norteamericano usaba de su timbre más genuino y sensible para deleitarnos, al mismo tiempo.
Aquella versión del villancico más conocido, me hizo pensar que la Navidad era un instrumento y no un fin en sí misma, que había perdido su lírica de homenaje al amor y la paz. Eso me molestó, tengo que reconocerlo, siempre he preferido creer que vivo en un mundo bueno que saber que vivo en una mierda de mundo.
Pero también me hizo reflexionar y llegué a la conclusión de que tenemos, al menos como sociedad, el mundo que nos merecemos, por qué nosotros contribuimos cada día a que sea así, por qué si realmente no nos gusta, ¿por qué lo aceptamos sin hacer nada?, ¿por qué no tratamos de cambiarlo?.
Entonces tuve una revelación, o una rebeldía, (no las distingo muy bien), y comprendí el auténtico misterio de la Navidad, que no es el nacimiento de un niño en un pesebre accidental de una tierra llamada Belén (siempre en guerra, por cierto), ni una forma de ver la vida desde una perspectiva cristiana, ni un mensaje de amor y fraternidad. Nada de eso. Es algo mucho más sencillo.
El auténtico mensaje de la Navidad, es una cuestión que nos pasa desapercibida con tanto ruido mediático, y voracidad consumista. El espíritu de la Navidad, como en aquel cuento de Charles Dickens, viene a recordarnos a todos y cada uno de nosotros, cada año, lo estúpidos que somos cuando renunciamos a nuestra dignidad como seres humanos.
Si hemos permitido que algo tan entrañable como estas fiestas, se haya convertido exclusivamente en un negocio de las grandes superficies, qué no vamos a consentir con el resto de elementos y cuestiones que conforman nuestra vida, que realmente nos importan y nos definen.
Creo que los borregos de la Navidad, no son precisamente las figurillas del pesebre de Jesús, somos nosotros; borregos saltarines que balan felices en el sueño de algún usurpador, como en aquella película tan bonita de aquel personaje tan entrañable, creo que se titulaba “El silencio de los corderos”.
Desde entonces, pulso el mundo por Navidad, y desgraciadamente compruebo que cada día es más negocio que fiesta, más consumo que sentimiento, más apariencia que esencia, y más vestigio que vigencia.
Lo más humano, también se desvanece por Navidad. Lástima que Simon & Garfunkel se hayan retirado, y sólo quede silencio, donde ayer, cuando aún no éramos instrumentos del mercado y productores de impuestos, había conciencia y crítica. Esta es la noche, y esta es la paz, que hemos conseguido, podemos sentirnos orgullosos.
Felices fiestas a todos
Enrique Suárez Retuerta
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4 comentarios:
Feliz Navidad, Enrique.
Enrique, no añores a Simon&Co
Mira lo que te ha dejado Papá Noel debajo del árbol:
http://www.youtube.com/watch?v=b5a08c5FFH8
¿A qué te refieres? ¿Quién era Simón Goldfinger?, oye anonymous y no se quita la bata, eso es una perversión, to el tiempo esperando y al final: tonight....ayyyy!!!
Enrique
"Lástima que Simon & Garfunkel se hayan retirado, y sólo quede silencio, donde ayer, cuando aún no éramos instrumentos del mercado y..."
Siempre poniendo pegas...
Ahora dime que no te ha gustado el regalito y la próxima vez te mando a un negro diciendo que ha perdido la cabeza.
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