"Una nación es un RESULTADO, no un propósito" Max Weber
Las dotes de gran estadista del President del Govern catalán,
junto al asesoramiento de sus más ilustres colaboradores, no han impedido que
cometa el mayor error político de la historia de las relaciones de la comunidad
que preside con el resto de España. Viaje delirante a ninguna parte se podría
titular la aventura del sucesor de Companys, aquel personaje que dio un golpe
de Estado contra la República Española y acabó en el penal del Puerto de Santa
María.
Hay varias razones que inducen a pensar que la farsa del
independentismo catalán, tiene segundas y terceras lecturas, y que es una huida
hacia delante sin mucho sentido ni razón. La situación debe ser grave cuando
han decidido acelerar el esperpento. Las
razones que van a impedir que Cataluña sea una nación independiente están
establecidas de antemano y además no resultan baladís.
En primer lugar, está la cuestión política, legal y legítima,
a pesar del Golpe de Estado encubierto
que protagonizaron al alimón los del PSOE con los nacionalistas catalanes, con aquella
aprobación del Estatut (incluso en el Parlamento Español, manda narices), es de
recorrido limitado, aunque para probar su fuerza y poder, se sigue aplicando en
Cataluña como si el Tribunal Constitucional no hubiera revocado 14 de sus
artículos, en un prodigio de ilegitimidad con la Constitución Española
(aprobada en su día por el 90 % de los catalanes), mientras el Gobierno de
España sigue mirando hacia Portugal. No obstante la Constitución Española
establece con claridad lo que es una nacionalidad y sus limitaciones y la
imposibilidad de que ninguna comunidad española se haga independiente, sino es
con la concurrencia del pueblo español favorable en referéndum. Por cierto, el
Estatut Catalán sólo fue votado por el 49,4 % de los catalanes y aprobado por
un 79 % de los que acudieron a votar –en total menos del 36 % de todos los
catalanes con derecho a voto)
En segundo lugar, tenemos la apurada situación económica de
Cataluña, la comunidad más endeudada de España, con uno de los mayores déficits
públicos y unas responsabilidades con la deuda que se acercan al 40 % de su presupuesto. La deuda catalana hace
tiempo que está considerada por las agencias de calificación como bonos basura.
Ciertamente ahora se percibe el exceso de gasto que ha supuesto crear el
escenario de una nación para los catalanes y que no ha sido menor del 25 % delos ingresos totales de la Generalitat a fecha actual, al haberse reducido los
recursos ingresados. Crear una nueva nación sale por un ojo de la cara, algo
que tiene que mermar los servicios que reciben los catalanes con seguridad, y
además, no se caracterizan precisamente en esta tierra por aplaudir los
despilfarros. Una Cataluña independiente es inviable desde una perspectiva
económica, porque los delirios no cotizan, y las alucinaciones no sirven para
pagar sueldos. Precisamente entre un 20 y 25 % de caída del PIB se estima que le costaría a Cataluña la independencia, algo de lo que no se recuperaría durante décadas.
En tercer lugar está la cuestión demográfica, una condición
que suele olvidarse en Cataluña habitualmente y que oculta la xenofobia catalanista con los ciudadanos de origen español. Poca gente conoce en Cataluña
que los treinta primeros apellidos en las cuatro provincias catalanas son de
origen español, pero sin embargo esto no se ve representado en los políticos y gobernantes catalanes, que gozan todos de ilustres apellidos rimbonbantes con muchas íes internodales. El
Apartheid catalán es discreto, no como el sudafricano, pero por mucho que se
empeñen los catalanistas, de los 7,5 millones de habitantes que tiene Cataluña,
los ciudadanos de origen catalán apenas llegan a los 3 millones (menos de un 40
%, posiblemente muchos de los que aprobaron el Estatut). En una Cataluña
independiente, los ciudadanos de origen español, como no decidan cambiarles los
apellidos, estarían estigmatizados de antemano, ellos, sus hijos y sus nietos.
Podría continuar con otras cuestiones, pero por ahora, estas
son suficientes, las posibilidades de que Cataluña se declare independiente de
España son absolutamente nulas. Por eso no se comprende como Artur Mas ha
tenido la ocurrencia, precisamente en una época de crisis como la que
atravesamos, cuando en tiempos de crisis no se aconsejan lisis, sino todo lo contrario.
Lo que va a lograr el President de aquí al 25 de noviembre es que todos los
desmanes de Cataluña salgan a la luz, todas las injusticias que se han cometido
con los ciudadanos de origen español en Cataluña, todas las xenofobias paletas
y todas las barbaridades reunidas, porque está claro que aunque el Gobierno
mire para otro lado –exactamente igual que hizo Felipe V- los españoles no
vamos a hacerlo, y Artur Mas no se ha dado cuenta de que el 80 % de la
actividad económica de Cataluña proviene de su relación comercial con el resto
de España. El señor Lara ha lanzado un aviso, pero me parece que el PIB catalán
va a comenzar a descender de forma desapercibida en los próximos meses, algo
que hará que su deuda siga creciendo sin interrupción. En una España civilizada no hacen falta armas para detener las barbaridades (¿pero de qué va este tío?), sencillamente hay que hacer un consumo diferencial (en correspondencia con el hecho diferencial catalán)
¿De verdad hay algún catalán con la cabeza sobre los hombros,
que no se dé cuenta de que esta aventura es absolutamente imposible? ¿Cuánto
les va a costar a los catalanes que el President Artur Mas se convierta en el
pararrayos de la ira de los españoles en una situación de crisis como la que
estamos viviendo? Y encima, perdonándonos la vida, desde su magnanimidad inefable (pero ¿con cuántas toneladas de soberbia se alimentó este personaje?). Creo que alguien se ha lanzado a la piscina sin mirar cuanto cubría el agua.
Me parece que lo de Artur Mas es la única alegría que ha tenido Mariano Rajoy desde que ha llegado al gobierno, la verdad que hay que ser un poco torpe para convertirse en un pararrayos providencial en medio de una tormenta como la que estamos viviendo.
Me parece que lo de Artur Mas es la única alegría que ha tenido Mariano Rajoy desde que ha llegado al gobierno, la verdad que hay que ser un poco torpe para convertirse en un pararrayos providencial en medio de una tormenta como la que estamos viviendo.
1 comentario:
jarros de agua fría para regresar con súbita presteza a la cruda realidad ;)
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