"El odio del contrario es el amor del semejante: el amor de esto es el odio de aquello. Así, pues, en sustancia, es una cosa misma odio y amor". Giordano Bruno
Tras la máscara del progreso se encuentra una de las mayores expoliaciones del ser humano. En nombre de la sociedad, esa entelequia que adora el socialismo, se han cometido numerosos crímenes contra la razón y contra los seres humanos. Pero también se han cometido en otras épocas en nombre del cristianismo o en la época actual en nombre del islamismo o del judaismo. Las religiones orientales son más ecuánimes, juzgan los hechos y no los pensamientos.
En nombre del Estado se han cometido numerosas locuras y se cometen actualmente en países como China o Cuba, pero no menos en nombre del Mercado, del capitalismo y de la depredación por parte de las élites. En la dominación de unos seres humanos por otros se atenta contra la libertad y los derechos de las agrupaciones humanas que las conforman. Hay en este mundo, sin duda, una moral depredadora que favorece la destrucción, la opresión y la mezquindad del ser humano, que se traduce en sus obras, parece que estamos condenados a que nada pueda permanecer tras miles de años de experimentos.
Hobbes decía que el hombre era un lobo para el hombre y Rousseau que era bueno por naturaleza, un pequeño salvaje que había que educar. Locke consideraba que veníamos a este mundo como una página en blanco. Blom dijo que si alguien le dejaba un recien nacido lo convertiría con la debida instrucción en un criminal o un santo.
El ser humano no es bueno ni malo a priori, la bondad o la maldad de sus actos proviene en la inmensa mayoría de los casos, no de su individualidad, ni de su egoismo, sino de su agrupación. Es la sociedad la que permite la construcción de la bondad o la maldad, fundamentalmente un producto de las relaciones de los seres humanos y de la esclavitud a sus producciones culturales. Somos lo que percibimos, y de lo que percibimos se deriva lo que hacemos, nuestra obras son nuestras jaulas. Cuando alguien decide tomar partido, comienza a establecer perjuicios contra los que han decidido tomar partido contrario, en muchas ocasiones empujados por las circunstancias. No comprender que no es el ser humano, sino las circunstancias y su relatividad las que determinan su conducta, nos conduce a uno de los más graves errores de la humanidad: tratar de corregir nuestros problemas en los seres humanos y no en las circunstancias que los determinan, la mayoría de los problemas humanos deben analizarse exclusivamente en su contexto particular y no admiten generalizaciones.
Pero no se debe caer en el determinismo materialista, una forma de totalitarismo. Los seres humanos somos unos animales complejos, plásticos, flexibles, adaptables, pero capaces de reiterar los mismos errores con tal de no cambiar lo que se ha demostrado que no resulta eficaz. La tradición y la costumbre, el miedo al sufrimiento, la búsqueda de seguridad y el conformismo nos acaban atrapando en una trampa de la que resulta difícil salir. Cada día se puede cambiar, pero la vida nos va sometiendo y acomodando en una inercia del más de lo mismo que se acaba convirtiendo en nuestra cárcel. Posiblemente cada día más, debido a que la comunicación, que en otras épocas jugaba el papel de corregir los errores, junto con el aprendizaje propio, ahora, no sólo contribuye a ayudarnos a resolver nuestros problemas, sino que posiblemente los incremente.
Ciertamente hay una enorme confusión, que se ha incrementado con el desarrollo de las nuevas tecnologías y la explosión de la comunicación. El ser humano está atormentado ante tanta información como recibe sin criterio para procesarla. Vivimos en un mundo que cada día ocasiona más tensión y estrés a los seres humanos. Pero al mismo tiempo, está provocando un rechazo del conocimiento, de la curiosidad por saber. Los más jóvenes viven en la fantasía de que todo está en Google o Yahoo, y es cierto, está todo en los grandes agregadores de información de internet, pero todo lo importante y lo inane, lo cierto y lo falso, lo contrastado y las supersticiones. La masificación del conocimiento ha traido su devaluación. Hoy cualquier puede encontrarse con la teoría de la relatividad a golpe de ratón, pero otra cosa es que llegue a comprenderla y que le resulte útil para algo.
No tenemos capacidad para procesar la información a la que tenemos acceso, lo que condenará el conocimiento a la especialización, a la división del todo en sus partes más ínfimas. El problema al que nos enfrentamos no es el de la Edad Media, del acceso al conocimiento limitado a sectores muy determinados, sino el procesamiento de la información. Cada día hay más conceptos nuevos que lo único que nos proporcionan son nuevos quebraderos de cabeza. Nada que decir sobre la magnífica oportunidad que nos brindan los tiempos para conocer la realidad, el mundo y a nosotros mismos. Pero algún día tendremos que detenernos y reflexionar sobre el proceso de conocer, porque de poco nos servirá vivir en un inmenso bosque en invierno si no tenemos un hacha para poder cortar leña y calentarnos con ella; al final, esta navegación sin rumbo, nos conducirá a una muerte por sed en medio del océano, por no saber como se filtra el agua para que sea potable. El exceso de información al que asistimos, precisamente no nos ofrece mayores posibilidades de dominio sobre nuestras circunstancias vitales y nuestra adaptación al mundo y a la convivencia con los demás, sino todo lo contrario, información que no somos capaces de procesar, información que se nos indigesta.
Quizás estemos asistiendo a la construcción de la Torre de Google, en la que al final cada uno terminará hablando su propia lengua o jerga, sin posiblidades de comunicarse con los demás. Confiemos en la naturaleza humana y en sus inmensas posibilidades para resolver sus frustraciones y conflictos; al contrario de lo que muchos piensan, no creo que el ser humano sea un animal social, la sociedad es un artificio, una entelequia, que sirve a quienes detentan el poder, al contrario que la cultura. Los seres humanos sí somos animales culturales, de eso no cabe la menor duda. La cultura nos hace diferentes y diversos, mientras que la sociedad trata de imponernos la igualdad, la homogeneidad, la etiquetación en contribuyentes, consumidores, ciudadanos, usuarios, clientes, de numerarnos e identificarnos, de forma violenta, contra nuestra propia naturaleza humana, no en nuestro interés, sino en beneficio de aquellos que tienen que ejercer control sobre nuestra libertad, que siempre serán aquellos que detentan el poder.
No obstante, hay que ser optimistas, hasta ahora han caído las más grandes civilizaciones y los seres humanos hemos seguido adelante, dejando atrás escombros y ruinas de lo que ayer considerábamos fundamental. Si hasta aquí hemos llegado destruyendo el ayer, para construir el mañana, sin duda seguiremos adelante, en un proceso dinámico inacabable. El mito de Sísifo es nuestro espejo. La vida de los seres humanos es una noria, y la de nuestra especie también. Lo que hoy está arriba, mañana estará abajo, menos los que se ocupan de detentar el poder, que siempre permanecen arriba, pase lo que pase... a los demás. Algún día, tal vez dentro de no mucho tiempo, seremos capaces de que el poder se administre por potestas, con una autoridad legitimada por los hechos y no por dominación autoritaria, obtenida desde la propaganda, que es la más perniciosa violencia contra los seres humanos.
Biante de Priena
Tras la máscara del progreso se encuentra una de las mayores expoliaciones del ser humano. En nombre de la sociedad, esa entelequia que adora el socialismo, se han cometido numerosos crímenes contra la razón y contra los seres humanos. Pero también se han cometido en otras épocas en nombre del cristianismo o en la época actual en nombre del islamismo o del judaismo. Las religiones orientales son más ecuánimes, juzgan los hechos y no los pensamientos.
En nombre del Estado se han cometido numerosas locuras y se cometen actualmente en países como China o Cuba, pero no menos en nombre del Mercado, del capitalismo y de la depredación por parte de las élites. En la dominación de unos seres humanos por otros se atenta contra la libertad y los derechos de las agrupaciones humanas que las conforman. Hay en este mundo, sin duda, una moral depredadora que favorece la destrucción, la opresión y la mezquindad del ser humano, que se traduce en sus obras, parece que estamos condenados a que nada pueda permanecer tras miles de años de experimentos.
Hobbes decía que el hombre era un lobo para el hombre y Rousseau que era bueno por naturaleza, un pequeño salvaje que había que educar. Locke consideraba que veníamos a este mundo como una página en blanco. Blom dijo que si alguien le dejaba un recien nacido lo convertiría con la debida instrucción en un criminal o un santo.
El ser humano no es bueno ni malo a priori, la bondad o la maldad de sus actos proviene en la inmensa mayoría de los casos, no de su individualidad, ni de su egoismo, sino de su agrupación. Es la sociedad la que permite la construcción de la bondad o la maldad, fundamentalmente un producto de las relaciones de los seres humanos y de la esclavitud a sus producciones culturales. Somos lo que percibimos, y de lo que percibimos se deriva lo que hacemos, nuestra obras son nuestras jaulas. Cuando alguien decide tomar partido, comienza a establecer perjuicios contra los que han decidido tomar partido contrario, en muchas ocasiones empujados por las circunstancias. No comprender que no es el ser humano, sino las circunstancias y su relatividad las que determinan su conducta, nos conduce a uno de los más graves errores de la humanidad: tratar de corregir nuestros problemas en los seres humanos y no en las circunstancias que los determinan, la mayoría de los problemas humanos deben analizarse exclusivamente en su contexto particular y no admiten generalizaciones.
Pero no se debe caer en el determinismo materialista, una forma de totalitarismo. Los seres humanos somos unos animales complejos, plásticos, flexibles, adaptables, pero capaces de reiterar los mismos errores con tal de no cambiar lo que se ha demostrado que no resulta eficaz. La tradición y la costumbre, el miedo al sufrimiento, la búsqueda de seguridad y el conformismo nos acaban atrapando en una trampa de la que resulta difícil salir. Cada día se puede cambiar, pero la vida nos va sometiendo y acomodando en una inercia del más de lo mismo que se acaba convirtiendo en nuestra cárcel. Posiblemente cada día más, debido a que la comunicación, que en otras épocas jugaba el papel de corregir los errores, junto con el aprendizaje propio, ahora, no sólo contribuye a ayudarnos a resolver nuestros problemas, sino que posiblemente los incremente.
Ciertamente hay una enorme confusión, que se ha incrementado con el desarrollo de las nuevas tecnologías y la explosión de la comunicación. El ser humano está atormentado ante tanta información como recibe sin criterio para procesarla. Vivimos en un mundo que cada día ocasiona más tensión y estrés a los seres humanos. Pero al mismo tiempo, está provocando un rechazo del conocimiento, de la curiosidad por saber. Los más jóvenes viven en la fantasía de que todo está en Google o Yahoo, y es cierto, está todo en los grandes agregadores de información de internet, pero todo lo importante y lo inane, lo cierto y lo falso, lo contrastado y las supersticiones. La masificación del conocimiento ha traido su devaluación. Hoy cualquier puede encontrarse con la teoría de la relatividad a golpe de ratón, pero otra cosa es que llegue a comprenderla y que le resulte útil para algo.
No tenemos capacidad para procesar la información a la que tenemos acceso, lo que condenará el conocimiento a la especialización, a la división del todo en sus partes más ínfimas. El problema al que nos enfrentamos no es el de la Edad Media, del acceso al conocimiento limitado a sectores muy determinados, sino el procesamiento de la información. Cada día hay más conceptos nuevos que lo único que nos proporcionan son nuevos quebraderos de cabeza. Nada que decir sobre la magnífica oportunidad que nos brindan los tiempos para conocer la realidad, el mundo y a nosotros mismos. Pero algún día tendremos que detenernos y reflexionar sobre el proceso de conocer, porque de poco nos servirá vivir en un inmenso bosque en invierno si no tenemos un hacha para poder cortar leña y calentarnos con ella; al final, esta navegación sin rumbo, nos conducirá a una muerte por sed en medio del océano, por no saber como se filtra el agua para que sea potable. El exceso de información al que asistimos, precisamente no nos ofrece mayores posibilidades de dominio sobre nuestras circunstancias vitales y nuestra adaptación al mundo y a la convivencia con los demás, sino todo lo contrario, información que no somos capaces de procesar, información que se nos indigesta.
Quizás estemos asistiendo a la construcción de la Torre de Google, en la que al final cada uno terminará hablando su propia lengua o jerga, sin posiblidades de comunicarse con los demás. Confiemos en la naturaleza humana y en sus inmensas posibilidades para resolver sus frustraciones y conflictos; al contrario de lo que muchos piensan, no creo que el ser humano sea un animal social, la sociedad es un artificio, una entelequia, que sirve a quienes detentan el poder, al contrario que la cultura. Los seres humanos sí somos animales culturales, de eso no cabe la menor duda. La cultura nos hace diferentes y diversos, mientras que la sociedad trata de imponernos la igualdad, la homogeneidad, la etiquetación en contribuyentes, consumidores, ciudadanos, usuarios, clientes, de numerarnos e identificarnos, de forma violenta, contra nuestra propia naturaleza humana, no en nuestro interés, sino en beneficio de aquellos que tienen que ejercer control sobre nuestra libertad, que siempre serán aquellos que detentan el poder.
No obstante, hay que ser optimistas, hasta ahora han caído las más grandes civilizaciones y los seres humanos hemos seguido adelante, dejando atrás escombros y ruinas de lo que ayer considerábamos fundamental. Si hasta aquí hemos llegado destruyendo el ayer, para construir el mañana, sin duda seguiremos adelante, en un proceso dinámico inacabable. El mito de Sísifo es nuestro espejo. La vida de los seres humanos es una noria, y la de nuestra especie también. Lo que hoy está arriba, mañana estará abajo, menos los que se ocupan de detentar el poder, que siempre permanecen arriba, pase lo que pase... a los demás. Algún día, tal vez dentro de no mucho tiempo, seremos capaces de que el poder se administre por potestas, con una autoridad legitimada por los hechos y no por dominación autoritaria, obtenida desde la propaganda, que es la más perniciosa violencia contra los seres humanos.
Biante de Priena
6 comentarios:
Excelente reflexión a mi corto entender.
...El ser humano no es bueno ni malo a priori, la bondad o la maldad de sus actos proviene en la inmensa mayoría de los casos, no de su individualidad, ni de su egoísmo, sino de su agrupación.
...Cada día se puede cambiar, pero la vida nos va sometiendo y acomodando en una inercia del más de lo mismo que se acaba convirtiendo en nuestra cárcel.
Cuando, a nivel popular, hablamos de política, terminamos sacando la conclusión generalizada de que "Todos los políticos son iguales, y que lo que había que hacer es no ir a votar". ¿Por qué no lo hacemos, si estamos convencido que esa es la solución? Porqué la agrupación es la cárcel que induce al miedo a la incomodidad de ser diferente al grupo.
Ya lo decía mi Abu: "Es malo que te metan de cabeza en la cárcel, pero es peor; que te metan la cárcel en la cabeza".
Todos los que vayan a votar, en las próximas elecciones, no dejaran de ser unos hipócritas; con su intelecto, y miedosos por su raciocinio encarcelado, faltos de iniciativa propia del siglo XXI, para sacudirse la servidumbre voluntaria. Y....
COLABORADORES NECESARIOS DEL ACTUAL RÉGIMEN.
PD
CACEROLADA
A LOS COLABORADORES NECESARIOS DEL ACTUAL RÉGIMEN
Que buenas reflexiones!
3 DE MAYO DE 2011 14:12:00 CET
Patrocinio Atómico, presenta...
Frases de leyenda:
Una vez terminado el juego, el rey y el peón van al mismo cajón
Séneca de Valencia
Los hechos son adoquines que alfombran nuestro camino.
Agatha Cristie de Bruselas
La verdad de la buena es cosa de muchedumbres en acción; la epidemia de mentirosos wanted "dead or live" está metida en un callejón sin salida ni solución ni cura; sin audiencia, sin público, sin clientes, sin ventas, sin audiencia, con superpánico y sin amor ¡CRASO ERROR FATAL PLUS!
Filipo de Arizona
Creo que pensamos en analógico y actuamos en digital. Lo que no sé es si deberíamos pensar en digital, o actuar en analógico. La realidad es que vivimos en un maremagnum de inmensas contradicciones. ¿Se cultivan éstas en lo personal y se cosechan en lo social, o las cultivan los grupos y las inoculan al individuo? Posiblemente se den las dos corrientes, la primera como trayecto natural del egoísmo humano, y la segunda como herramienta oportunista a la vista de la eficiencia en resultados para el sistema. En ambos casos, son el efecto de la especulación y de la ley del embudo. Y la única solución pasaría primero por ser conscientes de ello, y después, por renunciar a su aplicación y convencer a la próxima generación de la bondad del método. Total, que mínimo se necesita una generación y pico a partir de la toma de conciencia general. Las preguntas son: ¿se producirá ésta? ¿Cuándo? ¿Qué tendrá que ocurrir para que se dé?
Desde el parlamento europeo quién es quién
http://www.youtube.com/watch?v=KPU97-TkTKg
joder joder joder joder (sin sexo) lo que tenemos en europa y son los que nos gobiernaaaaaa
(el que habla es un ingles Nigel Farage)
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