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viernes, 16 de julio de 2010

La behetría española a la que llamamos democracia



Tras haber contemplado a los líderes de los partidos políticos españoles en su confrontación multilateral con motivo del Debate sobre el Estado de la Nación, siento una enorme vergüenza, como español y como ciudadano, por los próceres que augustamente dicen representarnos.

Como español porque ni por separado ni en conjunto todos los intervinientes han tenido el mínimo sentido de Estado, como para pedirles que comprendan algo tan complejo como la configuración de la soberanía, o lo que es lo mismo, el respeto a la identidad nacional de sus representados. Si unos niegan la condición de españoles a sus gobernados (socialistas y nacionalistas) otros afirman la condición de españoles de su imaginario particular (conservadores), pero ninguno se atreve siquiera a preguntarse: ¿qué son los españoles?, ¿y qué quieren?. Todos coinciden en que su interpretación es la única correcta y la de sus rivales la equivocada, y se quedan tan frescos, mientras los espectadores que somos todos vemos como se representan a sí mismos, manifiestamente contra los españoles auténticos, es decir, los que se definen a sí mismos.

Como ciudadano siento vergüenza, mucha vergüenza, porque 350 diputados cobren todos los meses por hacer lo que hacen, es decir nada o algo peor, contagiados por la enorme estupidez de sus líderes, defienden su sueldo contra la democracia, es decir, favoreciendo los intereses particulares de sus partidos contra todos los ciudadanos. Creo que han sido tres las ocasiones en que algún miembro de un partido político ha osado votar contra la decisión colectiva de su formación política, demostrando que la democracia es un instrumento al servicio exclusivo de las intenciones de los órganos ejecutivos de sus facciones políticas, habitualmente enfrentadas con los intereses de los ciudadanos que les han concedido su representación.

Siento envidia cuando compruebo que en otras democracias, como la norteamericana, la británica, la francesa o la alemana, hay diputados que votan pensando antes en sus representados que en los que les han colocado en las listas para que salgan elegidos, es decir, los comités electorales de sus partidos políticos.

La salud de una democracia se mide por dos condiciones de los representantes políticos: la coherencia y la discrepancia. La coherencia con las ideas que dicen representar y la discrepancia con sus partidos cuando deciden no representar esas ideas. En la democracia española se siguen dos criterios diferentes la improvisación y la obediencia a sus jefes de filas.

El funcionamiento de la democracia española es excesivamente caro, pésimo y patético. ¿Para qué queremos 350 diputados que no piensan por sí mismos, que obedecen “siempre” a los portavoces de sus partidos, salvo cuando se equivocan?. Y quien dice diputados, puede decir senadores con tradución simultánea a lenguas vernáculas para satisfacción de un 10 % de la población española, que conforma el lobby nacionalista. Mejor sería organizar un parlamento virtual, en el que con veinte o treinta diputados sería suficiente, estando los demás representados por sus delegados de partido, al igual en el Senado y nos ahorraríamos 500 sueldos de parlamentario, oficinas, secretarias, asesores y mucha burocracia inútil y privilegiada.

La democracia española está excesivamente privada de libertad y por supuesto de imaginación, es rutinaria y tediosa, y en una época como la actual, está condenada a su cambio hacia fórmulas directas de representación propia de los ciudadanos, sin intermediarios, ni delegaciones.

Los ciudadanos españoles no podemos seguir siendo representados por quienes piensan en sus intereses y privilegios, antes que en los votantes que les han conferido poder con su representación. Debemos avanzar hasta la realidad posible para la política en los tiempos actuales. El voto no puede seguir siendo un cheque en blanco para que los elegidos hagan con la voluntad general que representan lo que decidan los jefes de sus partidos. ¿Se imaginan ustedes que en otros aspectos de su vida decidieran por ustedes su destino?. Pues eso es precisamente lo que ocurre en política todos los días, votar en la democracia española es concederle a unos aprovechados el privilegio de ser sus señores feudales, más que en una democracia vivimos en una behetría, ¿qué no conocen la palabra?, pues nada búsquenla en el diccionario para descubrir que el derecho de elegir señor nada tiene que ver con la democracia, por qué eso es propio de los siervos o los vasallos, no de los ciudadanos.


Biante de Priena


2 comentarios:

lobs buenos y los malos, dónde dijo...

Aqui Esperanza lo dicen en un resumen, los buenos y los malos.

en dos minutos, ese pedazo de memoria histótrica.

http://www.youtube.com/watch?v=nn5xp60SlNA

fractalio dijo...

Tenemos un problema muy gordo: los políticos no representan a la sociedad, es la sociedad la que representa a los políticos.

Y un agravante: no queremos verlo, o lo que es peor, nos divierte ser forofos de unos o de otros.

Y mientras tanto, los representados haciendo su agosto, recogiendo los beneficios y esquilmando el patrimonio común.

Pero la cruda realidad, y es muy triste tenerlo que reconocer, es que lo merecemos, por gilipollas.

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