La historia se obceca en la reiteración, porque los contumaces se empeñan en protagonizarla. Al gobierno no le ha bastado con introducir en el armario a la oposición del PP y la media España que representa, sino que ahora pretende hacerlo también con el Rey. A la excursión a Pandora –la nueva España- se va sin identidad, sin equipaje, sin ataduras con el pasado.
A propósito del ayer, la máquina de olvidar que han instalado en La Moncloa, se ocupa de que los españoles no recordemos el pasado. El pasado es peligroso, porque existió realmente. Pero “los adanistas” necesitan prescindir de la historia, no vaya a ser que a alguien se le ocurra hacer comparaciones. Aznar, ¿quién fue Aznar?.
Lo de introducir a la Familia Real en el armario no es ninguna novedad, Napoleón instaló a la Familia Real en Bayona, antes de equivocarse al invadir nuestro país diciendo que lo único que le interesaba era Portugal –así lo reconocía en su último exilio en Santa Helena: “no, no fue Rusia mi error, mi error estuvo en España, nunca pensé que los españoles se levantarán contra la civilización y el progreso que quería ofrecerles, por defender a su rey”.
Napoleón se equivocó demasiado con los españoles, no era la monarquía lo que motivó al alzamiento de “El tercer Estado”. Los españoles no tenían extraordinaria querencia por sus reyes. Mientras Carlos IV y su familia se dejaban agasajar por el pequeño corso en la Aquitania, Fernando VII quería ser francés y pretendía que el nuevo emperador de Europa le adoptara como hijo, emparentar con la nueva familia imperial, renunciando a sus derechos dinásticos ante Napoleón, no pudo ser. El Rey Felón no tenía reparo en ceder su soberanía –que realmente venía del pueblo, no de Dios- ante el francés, pero no hizo lo mismo ante su pueblo español reunido en nación, y proclamado constitucionalmente. Hubo que obligarle a acatar la Ley.
El General Riego tuvo que obligarle en Cabezas de San Juan en 1820 a sancionar nuestra primera Carta Magna por la que los españoles decidimos convertirnos en soberanos de una nación diferenciada y distinguida, España, la España de los dos hemisferios, una España monárquica, a su pesar, a pesar de los liberales, fundamentalmente, que veían que cualquier otra alternativa hubiera sido una locura como la acontecida durante el Terror francés, para luego terminar siendo más absolutistas con Napoleón, que lo habían sido con Luis XVI.
Como consecuencia de esta decisión, perdimos las colonias americanas –el ejército de Riego dispuesto para embarcar hacia América hubiera permitido hacer una descolonización diferente- pero nos consolidamos como nación y el pueblo se hizo soberano, no exclusivamente ciudadano, como pretendían los afrancesados, hoy, europeístas convencidos y proclamados, que ignoran lo que es España. ¿Si ni siquiera conocen lo que somos como vamos a esperar que entiendan lo que anhelamos?
Lo menos malo antes que lo peor
Los españoles de comienzos del siglo XIX lucharon por la monarquía sabiendo que era la más depravada de su historia –no inconscientemente-, en realidad, la monarquía importaba poco, si no hubiera sido por Napoleón tal vez nos hubiéramos constituido en República, pero en España el carácter de los españoles nada tiene que ver con las decisiones importantes que han de tomarse. Lo que no aceptaban nuestros antepasados era que nadie les impusiera un orden diferente al emergente de sí mismos, al coherente con su identidad propia, al congruente con su historia y su idiosincrasia, al que pretendiera reducir a la nada su particularidad y se alzaron en armas contra el invasor, pero también para dar un paso irreversible hacia sí mismos. Desconocer la historia es peligroso, no porque exista un determinismo histórico como preconizan algunos, sino porque negar la historia es la mejor forma de volver a reproducirla.
Hoy, más o menos, Europa representa a Napoleón. Zapatero es un afrancesado y los liberales, como ha ocurrido siempre, estamos velando por las esencias, porque no hay mejor forma de defender en este país la libertad –que nadie olvide que el liberalismo nace en España en 1811- que hacer de la existencia particular una categoría esencial. Que contradicción, los liberales velando por las esencias como si fuéramos conservadores, o socialistas, parece incompatible tal cosa con el holismo liberal, pero en España las cosas son así, es cierto; porque en España los liberales somos bichos raros, pero singulares y genuinos. Los liberales no veneramos la nación más que en dos lugares del mundo: España y Estados Unidos, por algo será.
Que nadie se olvide que España se hizo nación para ser pueblo soberano contra los invasores internos y externos a su soberanía, como Estados Unidos se hizo independiente de la corona británica para hacerse también pueblo soberano, la primera nación americana que se emancipó de la metrópolis, marcando el camino a todas las demás.
Nunca lo acabarán de comprender los iletrados del socialismo, ni los nacionalistas de aluvión, ni siquiera los conservadores de la inercia, por mucho que tantos lo hayan explicado desde Ortega y Gasset hasta Azaña, desde Salvador de Madariaga a Gustavo Bueno. Es igual, a los ignorantes da igual explicarles la realidad porque ellos ven lo que quieren, mejor dicho, lo que pueden ver, no dan para más.
España es una nación, los españoles sus propietarios
El mayor problema que tenemos en España es que ni los conservadores del PP, ni los socialistas del PSOE, ni mucho menos los nacionalismos estridentes, se han dado cuenta de que España es una nación, es decir, la materialización de la soberanía del pueblo español, antes que una fuente de ciudadanía, algo que proviene más de la Constitución Española que de nuestra condición soberana. Precisamente, los españoles somos ciudadanos porque somos soberanos, no soberanos por la Gracia de Dios, ni ciudadanos por la gracia de Zapatero, somos soberanos porque somos españoles, españoles porque somos soberanos. La ciudadanía nunca puede brindar soberanía, como pretenden los iletrados –por eso España no puede fragmentarse en despropósitos-. Somos ciudadanos porque somos españoles y decidimos hacernos ciudadanos, pero aunque decidiéramos hacernos talibanes, seguiríamos siendo españoles, es decir soberanos. Esto que entiende cualquier español analfabeto, los políticos no acaban de comprenderlo, o mejor dicho, lo comprenden perfectamente, pero no lo aceptan, porque si lo asumieran no podrían cometer las atrocidades que están cometiendo, y menos de forma impune, como está ocurriendo.
Tan usurpadores de nuestra soberanía son los políticos actuales como Napoleón, como Fernando VII, como el General Primo de Rivera, como Franco, como todos los inventores de alternativas. Cuando Companys decidió alzar a Cataluña como Estát Catalá contra la República –algunos ignorantes piensan que fue contra Franco-, la República le conminó a que se retractara, le detuvo, le juzgó y le condenó por sedición, al igual que tampoco dejó que la Revolución de Octubre de 1934 en Asturias saliera adelante, porque era inconstitucional. Tan inconstitucional como el Estatut de Cataluña, como el Estado Libre Asociado vasco de Ibarretxe, y como todos los inventos políticos que establecen algunos para quedarse con el poder y el dinero de todos.
Adiós al socialismo español
A los socialistas españoles sólo les queda la extinción (o la mutación adpatativa a lo Rosa Díez), estamos asistiendo a sus últimos estertores en su delirante viaje hacia ninguna parte tras la caída del Muro de Berlín, sólo pueden inventar realidades inexistentes para mantenerse en el poder, políticas clientelares –con sindicatos, colectivos y afines- que les permitan seguir adelante, partidos nuevos como el de Rosa Díez, acuerdos con los nacionalistas para sostenerse, cualquier cosa antes que aceptar que representan España, propaganda y más propaganda, porque no hay posibilidad alguna de que se cumpla su sueño, que España sea una consecuencia del socialismo, que extraña barbaridad. El socialismo en España siempre ha sido antiespañol, es un socialismo en rebelión permanente contra su única condición posible: ser socialista y español, no socialista a secas. Pero los más iluminados pretenden que seamos socialistas dejando de ser españoles, por la des-gracia de Zapatero.
Al contrario que los liberales (y también muchos conservadores) que asumimos que no puede haber otra realidad que la realidad española, los inventores de mundos nuevos han comenzado a levitar, se han construido su Pandora particular –el paraíso de la Alianza de las Civilizaciones-, han considerado que la igualdad ecológica es la única posibilidad para el desarrollo sostenible, en un mundo global que aboga por la indiferenciación de los seres humanos para su indexado se han apoderado del discurso y los medios de comunicación, y han abolido, en su delirio, las diferencias por decreto –miembros y miembras-, creando partidos nuevos –como el de Rosa Díez-, o convirtiéndose en nacionalistas –el PSC- o supranacionalistas, federalistas y europeístas –el PSOE-. Todo lo que sea con tal de no ser lo que impida que tengan que renunciar a ser socialistas antes que españoles.
Saben que sólo la extrema modernidad –mientras dure el engaño- puede sostenerlos en el poder, el progresismo, el adanismo, la abolición de la historia, la destrucción del cordón umbilical con nuestro origen y fundamento, el exterminio –o la invisibilidad- de los que piensan diferente, el odio, la rabia, la envidia contenida durante siglos les guían, porque el socialismo español está construido como los nacionalismos sobre el victimario y la mitología atesorada a lo largo de nuestra historia: ambos comparten el “España nos roba”, por no reconocer claramente la realidad, que a la mínima oportunidad que tienen, ellos son los que roban a España y a todos los españoles, como se puede comprobar cada día, por robarnos, nos han querido robar hasta la identidad.
Una de las cosas más extraordinarias que nos brindan estos tiempos es poder contemplar al último intelectual de izquierdas, Don Gustavo Bueno, defendiendo España como si fuera “El Empecinado”, o a un político de izquierdas como Julio Anguita, diciendo que prefiere que se acuerden de su madre a que le llamen progresista. Y los matarifes intelectuales del Gobierno cejado, encaminados hacia el horizonte del abismo seguro al que los ha llevado un iluminado sectario, un indigente intelectual, pensando que cuanto más se alejan de España, más se aproximan a sí mismos. Pobres desgraciados.
Pero hay muchos otros ejemplos, en la política catalana nada se puede hacer contra el régimen nacional-socialista si no es con las bendiciones del “no nacionalismo”, un invento de antiguos miembros del PSC que no aceptaron la deriva nacionalista del partido –pura supervivencia en la detentación- o los seguidores de Rosa Díez en toda España, que se anuncian transversales, sin tener ni pajolera idea de lo que significa el “conceto”. En el País Vasco se han visto todas las barbaridades inimaginables, y ahora, precisamente con un gobierno constitucionalista y no antiespañol, estamos contemplando cómo era la auténtica realidad que nos ocultaron durante décadas de gobierno nacionalista, el PNV y su banda. En Galicia se han visto las peripecias del “Nunca Mais” tras los años de gobierno nacional socialista, y en Baleares, la corrupción de Jaume Matas ha quedado extraordinariamente sobrepasada por las barbaridades de Unión Mallorquina. En Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura hay más analfabetismo, baja formación, paro y corrupción pública que en otros lugares de España, precisamente donde llevan gobernando los socialistas en exclusividad desde hace más de treinta años. Y no es que los conservadores se puedan sentir orgullosos, pero donde triunfan, al menos no hay cuestionamiento sobre la identidad de los españoles.
Los problemas de España se resuelven con más España
Verán ustedes, queridos compatriotas, España no se cae, parece que está cayendo pero no es así, a lo que estamos asistiendo es al desmoronamiento del “antifranquismo”, un régimen como el franquista pero de signo contrario, que acabó apropiándose de la democracia en la época de Felipe González, para convertir a todos los españoles nuevamente en serviles, obligándonos a renunciar a su soberanía, a prescindir de todo lo que habían hecho sus antepasados, especialmente a los luchadores por la libertad –la suya y la de todos, no podía entenderse de otra forma- que se dejaron la vida por hacer esta nación hecha a la medida de su pueblo, NO DE SUS REPRESENTANTES PÚBLICOS –ayer, reyes y clérigos, luego fascistas y rojos, hoy políticos de cualquier ideología-. Han sido tantos los que han tratado de descarrilarnos de las vías de la historia.
Estos depravados políticos que no nos merecemos, chocarán eternamente contra un muro que jamás podrán derribar, porque no es de ladrillos ni sillares, sino de seres humanos libres, que se liberaron a sí mismos de la opresión y los privilegios de los detentadores, descubriendo el camino que les conduce inexorablemente hacia sí mismos, desde sí mismos y para sí mismos: el camino de la democracia.
Auguro tiempos de gloria para España y los españoles, cuando la recuperación de la conciencia supere la hipnosis a que los políticos han sometido a este pueblo. Porque todas las agresiones violentas que los políticos han ejercido sobre nuestra identidad –unos por querer exterminarla, otros por no saber defenderla, otros por no saber ni lo que es- vendrán los mejores tiempos de nuestra historia. Porque como repitieron los liberales de 1812 hasta la saciedad: “sólo siendo españoles podremos defendernos de todos los depredadores”.
Sólo necesitamos sentirnos lo que en realidad somos tras quitarnos el burka que nos han impuesto y salir del armario en el que nos han introducido nuestros “salvadores” y las cosas cambiarán para siempre. Quitémonos a los “salvadores” de encima cuanto antes porque en otro caso seguirán destrozando todo, incluida la identidad libre y la relación paritaria entre todos los españoles.
Se equivocaron los que decían que España era una unidad de destino en lo universal, que va, España, tan sólo es un punto de partida –para no dar nunca un paso hacia atrás-, como mucho, los españoles somos una unidad de destino en lo particular, ya veremos a donde vamos, a donde llegamos, pero lo que está claro siempre es de donde partimos, porque el origen –ser españoles- no cambia, porque no puede cambiar.
Los españoles jamás hemos permitido que nadie nos dicte el futuro como se empeñan en hacer todos los que tocan poder en este país. Somos exploradores por naturaleza y conquistadores por necesidad, y por supuesto, rebeldes con causa, cada uno la suya y esa, la de cada uno, agregada a la de los demás termina siendo la de todos. Algo que va variando con el tiempo porque la causa común no es siempre la misma.
Hoy, la causa común es quitarnos a Zapatero de encima, mañana será quitarnos a Rajoy, o a cualquier otro. Nuestros representantes públicos son incapaces de darse cuenta, de que al final los que siempre cambian son ellos –porque si no cambian, les cambiamos-, pero nosotros seguimos siendo lo mismo. En esta lucha de fuerzas ellos serán siempre la variable, porque nosotros vamos a seguir siendo la constante. ¿Cómo no podrán comprender algo tan sencillo los mastuerzos que ocupan el poder y la oposición?
Señor Rodríguez Zapatero, usted sí que es discutido y discutible, como se está comprobando, los españoles sabemos perfectamente lo que somos, es usted el que desconoce lo que somos –y posiblemente lo que usted mismo es en su aspiración patológica a la trascendencia sublime-, pero tampoco importa demasiado, ya acabará sabiéndolo, por las buenas, o por las malas. Otro fracasado más que ha tratado de imponernos lo que debíamos ser, no sabe el muy zoquete con quien se está jugando el futuro, pobre infeliz.
Antes de morir, España mata, por eso hemos sobrevivido los españoles hasta aquí, y los rivales de nuestra identidad que han caído eran de mayor envergadura que la que actual presidente del gobierno podrá atesorar en toda su miserable existencia. Que vaya pasando el siguiente.
Enrique Suárez Retuerta
Un ciudadano español que no renuncia a su soberanía.
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A propósito del ayer, la máquina de olvidar que han instalado en La Moncloa, se ocupa de que los españoles no recordemos el pasado. El pasado es peligroso, porque existió realmente. Pero “los adanistas” necesitan prescindir de la historia, no vaya a ser que a alguien se le ocurra hacer comparaciones. Aznar, ¿quién fue Aznar?.
Lo de introducir a la Familia Real en el armario no es ninguna novedad, Napoleón instaló a la Familia Real en Bayona, antes de equivocarse al invadir nuestro país diciendo que lo único que le interesaba era Portugal –así lo reconocía en su último exilio en Santa Helena: “no, no fue Rusia mi error, mi error estuvo en España, nunca pensé que los españoles se levantarán contra la civilización y el progreso que quería ofrecerles, por defender a su rey”.
Napoleón se equivocó demasiado con los españoles, no era la monarquía lo que motivó al alzamiento de “El tercer Estado”. Los españoles no tenían extraordinaria querencia por sus reyes. Mientras Carlos IV y su familia se dejaban agasajar por el pequeño corso en la Aquitania, Fernando VII quería ser francés y pretendía que el nuevo emperador de Europa le adoptara como hijo, emparentar con la nueva familia imperial, renunciando a sus derechos dinásticos ante Napoleón, no pudo ser. El Rey Felón no tenía reparo en ceder su soberanía –que realmente venía del pueblo, no de Dios- ante el francés, pero no hizo lo mismo ante su pueblo español reunido en nación, y proclamado constitucionalmente. Hubo que obligarle a acatar la Ley.
El General Riego tuvo que obligarle en Cabezas de San Juan en 1820 a sancionar nuestra primera Carta Magna por la que los españoles decidimos convertirnos en soberanos de una nación diferenciada y distinguida, España, la España de los dos hemisferios, una España monárquica, a su pesar, a pesar de los liberales, fundamentalmente, que veían que cualquier otra alternativa hubiera sido una locura como la acontecida durante el Terror francés, para luego terminar siendo más absolutistas con Napoleón, que lo habían sido con Luis XVI.
Como consecuencia de esta decisión, perdimos las colonias americanas –el ejército de Riego dispuesto para embarcar hacia América hubiera permitido hacer una descolonización diferente- pero nos consolidamos como nación y el pueblo se hizo soberano, no exclusivamente ciudadano, como pretendían los afrancesados, hoy, europeístas convencidos y proclamados, que ignoran lo que es España. ¿Si ni siquiera conocen lo que somos como vamos a esperar que entiendan lo que anhelamos?
Lo menos malo antes que lo peor
Los españoles de comienzos del siglo XIX lucharon por la monarquía sabiendo que era la más depravada de su historia –no inconscientemente-, en realidad, la monarquía importaba poco, si no hubiera sido por Napoleón tal vez nos hubiéramos constituido en República, pero en España el carácter de los españoles nada tiene que ver con las decisiones importantes que han de tomarse. Lo que no aceptaban nuestros antepasados era que nadie les impusiera un orden diferente al emergente de sí mismos, al coherente con su identidad propia, al congruente con su historia y su idiosincrasia, al que pretendiera reducir a la nada su particularidad y se alzaron en armas contra el invasor, pero también para dar un paso irreversible hacia sí mismos. Desconocer la historia es peligroso, no porque exista un determinismo histórico como preconizan algunos, sino porque negar la historia es la mejor forma de volver a reproducirla.
Hoy, más o menos, Europa representa a Napoleón. Zapatero es un afrancesado y los liberales, como ha ocurrido siempre, estamos velando por las esencias, porque no hay mejor forma de defender en este país la libertad –que nadie olvide que el liberalismo nace en España en 1811- que hacer de la existencia particular una categoría esencial. Que contradicción, los liberales velando por las esencias como si fuéramos conservadores, o socialistas, parece incompatible tal cosa con el holismo liberal, pero en España las cosas son así, es cierto; porque en España los liberales somos bichos raros, pero singulares y genuinos. Los liberales no veneramos la nación más que en dos lugares del mundo: España y Estados Unidos, por algo será.
Que nadie se olvide que España se hizo nación para ser pueblo soberano contra los invasores internos y externos a su soberanía, como Estados Unidos se hizo independiente de la corona británica para hacerse también pueblo soberano, la primera nación americana que se emancipó de la metrópolis, marcando el camino a todas las demás.
Nunca lo acabarán de comprender los iletrados del socialismo, ni los nacionalistas de aluvión, ni siquiera los conservadores de la inercia, por mucho que tantos lo hayan explicado desde Ortega y Gasset hasta Azaña, desde Salvador de Madariaga a Gustavo Bueno. Es igual, a los ignorantes da igual explicarles la realidad porque ellos ven lo que quieren, mejor dicho, lo que pueden ver, no dan para más.
España es una nación, los españoles sus propietarios
El mayor problema que tenemos en España es que ni los conservadores del PP, ni los socialistas del PSOE, ni mucho menos los nacionalismos estridentes, se han dado cuenta de que España es una nación, es decir, la materialización de la soberanía del pueblo español, antes que una fuente de ciudadanía, algo que proviene más de la Constitución Española que de nuestra condición soberana. Precisamente, los españoles somos ciudadanos porque somos soberanos, no soberanos por la Gracia de Dios, ni ciudadanos por la gracia de Zapatero, somos soberanos porque somos españoles, españoles porque somos soberanos. La ciudadanía nunca puede brindar soberanía, como pretenden los iletrados –por eso España no puede fragmentarse en despropósitos-. Somos ciudadanos porque somos españoles y decidimos hacernos ciudadanos, pero aunque decidiéramos hacernos talibanes, seguiríamos siendo españoles, es decir soberanos. Esto que entiende cualquier español analfabeto, los políticos no acaban de comprenderlo, o mejor dicho, lo comprenden perfectamente, pero no lo aceptan, porque si lo asumieran no podrían cometer las atrocidades que están cometiendo, y menos de forma impune, como está ocurriendo.
Tan usurpadores de nuestra soberanía son los políticos actuales como Napoleón, como Fernando VII, como el General Primo de Rivera, como Franco, como todos los inventores de alternativas. Cuando Companys decidió alzar a Cataluña como Estát Catalá contra la República –algunos ignorantes piensan que fue contra Franco-, la República le conminó a que se retractara, le detuvo, le juzgó y le condenó por sedición, al igual que tampoco dejó que la Revolución de Octubre de 1934 en Asturias saliera adelante, porque era inconstitucional. Tan inconstitucional como el Estatut de Cataluña, como el Estado Libre Asociado vasco de Ibarretxe, y como todos los inventos políticos que establecen algunos para quedarse con el poder y el dinero de todos.
Adiós al socialismo español
A los socialistas españoles sólo les queda la extinción (o la mutación adpatativa a lo Rosa Díez), estamos asistiendo a sus últimos estertores en su delirante viaje hacia ninguna parte tras la caída del Muro de Berlín, sólo pueden inventar realidades inexistentes para mantenerse en el poder, políticas clientelares –con sindicatos, colectivos y afines- que les permitan seguir adelante, partidos nuevos como el de Rosa Díez, acuerdos con los nacionalistas para sostenerse, cualquier cosa antes que aceptar que representan España, propaganda y más propaganda, porque no hay posibilidad alguna de que se cumpla su sueño, que España sea una consecuencia del socialismo, que extraña barbaridad. El socialismo en España siempre ha sido antiespañol, es un socialismo en rebelión permanente contra su única condición posible: ser socialista y español, no socialista a secas. Pero los más iluminados pretenden que seamos socialistas dejando de ser españoles, por la des-gracia de Zapatero.
Al contrario que los liberales (y también muchos conservadores) que asumimos que no puede haber otra realidad que la realidad española, los inventores de mundos nuevos han comenzado a levitar, se han construido su Pandora particular –el paraíso de la Alianza de las Civilizaciones-, han considerado que la igualdad ecológica es la única posibilidad para el desarrollo sostenible, en un mundo global que aboga por la indiferenciación de los seres humanos para su indexado se han apoderado del discurso y los medios de comunicación, y han abolido, en su delirio, las diferencias por decreto –miembros y miembras-, creando partidos nuevos –como el de Rosa Díez-, o convirtiéndose en nacionalistas –el PSC- o supranacionalistas, federalistas y europeístas –el PSOE-. Todo lo que sea con tal de no ser lo que impida que tengan que renunciar a ser socialistas antes que españoles.
Saben que sólo la extrema modernidad –mientras dure el engaño- puede sostenerlos en el poder, el progresismo, el adanismo, la abolición de la historia, la destrucción del cordón umbilical con nuestro origen y fundamento, el exterminio –o la invisibilidad- de los que piensan diferente, el odio, la rabia, la envidia contenida durante siglos les guían, porque el socialismo español está construido como los nacionalismos sobre el victimario y la mitología atesorada a lo largo de nuestra historia: ambos comparten el “España nos roba”, por no reconocer claramente la realidad, que a la mínima oportunidad que tienen, ellos son los que roban a España y a todos los españoles, como se puede comprobar cada día, por robarnos, nos han querido robar hasta la identidad.
Una de las cosas más extraordinarias que nos brindan estos tiempos es poder contemplar al último intelectual de izquierdas, Don Gustavo Bueno, defendiendo España como si fuera “El Empecinado”, o a un político de izquierdas como Julio Anguita, diciendo que prefiere que se acuerden de su madre a que le llamen progresista. Y los matarifes intelectuales del Gobierno cejado, encaminados hacia el horizonte del abismo seguro al que los ha llevado un iluminado sectario, un indigente intelectual, pensando que cuanto más se alejan de España, más se aproximan a sí mismos. Pobres desgraciados.
Pero hay muchos otros ejemplos, en la política catalana nada se puede hacer contra el régimen nacional-socialista si no es con las bendiciones del “no nacionalismo”, un invento de antiguos miembros del PSC que no aceptaron la deriva nacionalista del partido –pura supervivencia en la detentación- o los seguidores de Rosa Díez en toda España, que se anuncian transversales, sin tener ni pajolera idea de lo que significa el “conceto”. En el País Vasco se han visto todas las barbaridades inimaginables, y ahora, precisamente con un gobierno constitucionalista y no antiespañol, estamos contemplando cómo era la auténtica realidad que nos ocultaron durante décadas de gobierno nacionalista, el PNV y su banda. En Galicia se han visto las peripecias del “Nunca Mais” tras los años de gobierno nacional socialista, y en Baleares, la corrupción de Jaume Matas ha quedado extraordinariamente sobrepasada por las barbaridades de Unión Mallorquina. En Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura hay más analfabetismo, baja formación, paro y corrupción pública que en otros lugares de España, precisamente donde llevan gobernando los socialistas en exclusividad desde hace más de treinta años. Y no es que los conservadores se puedan sentir orgullosos, pero donde triunfan, al menos no hay cuestionamiento sobre la identidad de los españoles.
Los problemas de España se resuelven con más España
Verán ustedes, queridos compatriotas, España no se cae, parece que está cayendo pero no es así, a lo que estamos asistiendo es al desmoronamiento del “antifranquismo”, un régimen como el franquista pero de signo contrario, que acabó apropiándose de la democracia en la época de Felipe González, para convertir a todos los españoles nuevamente en serviles, obligándonos a renunciar a su soberanía, a prescindir de todo lo que habían hecho sus antepasados, especialmente a los luchadores por la libertad –la suya y la de todos, no podía entenderse de otra forma- que se dejaron la vida por hacer esta nación hecha a la medida de su pueblo, NO DE SUS REPRESENTANTES PÚBLICOS –ayer, reyes y clérigos, luego fascistas y rojos, hoy políticos de cualquier ideología-. Han sido tantos los que han tratado de descarrilarnos de las vías de la historia.
Estos depravados políticos que no nos merecemos, chocarán eternamente contra un muro que jamás podrán derribar, porque no es de ladrillos ni sillares, sino de seres humanos libres, que se liberaron a sí mismos de la opresión y los privilegios de los detentadores, descubriendo el camino que les conduce inexorablemente hacia sí mismos, desde sí mismos y para sí mismos: el camino de la democracia.
Auguro tiempos de gloria para España y los españoles, cuando la recuperación de la conciencia supere la hipnosis a que los políticos han sometido a este pueblo. Porque todas las agresiones violentas que los políticos han ejercido sobre nuestra identidad –unos por querer exterminarla, otros por no saber defenderla, otros por no saber ni lo que es- vendrán los mejores tiempos de nuestra historia. Porque como repitieron los liberales de 1812 hasta la saciedad: “sólo siendo españoles podremos defendernos de todos los depredadores”.
Sólo necesitamos sentirnos lo que en realidad somos tras quitarnos el burka que nos han impuesto y salir del armario en el que nos han introducido nuestros “salvadores” y las cosas cambiarán para siempre. Quitémonos a los “salvadores” de encima cuanto antes porque en otro caso seguirán destrozando todo, incluida la identidad libre y la relación paritaria entre todos los españoles.
Se equivocaron los que decían que España era una unidad de destino en lo universal, que va, España, tan sólo es un punto de partida –para no dar nunca un paso hacia atrás-, como mucho, los españoles somos una unidad de destino en lo particular, ya veremos a donde vamos, a donde llegamos, pero lo que está claro siempre es de donde partimos, porque el origen –ser españoles- no cambia, porque no puede cambiar.
Los españoles jamás hemos permitido que nadie nos dicte el futuro como se empeñan en hacer todos los que tocan poder en este país. Somos exploradores por naturaleza y conquistadores por necesidad, y por supuesto, rebeldes con causa, cada uno la suya y esa, la de cada uno, agregada a la de los demás termina siendo la de todos. Algo que va variando con el tiempo porque la causa común no es siempre la misma.
Hoy, la causa común es quitarnos a Zapatero de encima, mañana será quitarnos a Rajoy, o a cualquier otro. Nuestros representantes públicos son incapaces de darse cuenta, de que al final los que siempre cambian son ellos –porque si no cambian, les cambiamos-, pero nosotros seguimos siendo lo mismo. En esta lucha de fuerzas ellos serán siempre la variable, porque nosotros vamos a seguir siendo la constante. ¿Cómo no podrán comprender algo tan sencillo los mastuerzos que ocupan el poder y la oposición?
Señor Rodríguez Zapatero, usted sí que es discutido y discutible, como se está comprobando, los españoles sabemos perfectamente lo que somos, es usted el que desconoce lo que somos –y posiblemente lo que usted mismo es en su aspiración patológica a la trascendencia sublime-, pero tampoco importa demasiado, ya acabará sabiéndolo, por las buenas, o por las malas. Otro fracasado más que ha tratado de imponernos lo que debíamos ser, no sabe el muy zoquete con quien se está jugando el futuro, pobre infeliz.
Antes de morir, España mata, por eso hemos sobrevivido los españoles hasta aquí, y los rivales de nuestra identidad que han caído eran de mayor envergadura que la que actual presidente del gobierno podrá atesorar en toda su miserable existencia. Que vaya pasando el siguiente.
Enrique Suárez Retuerta
Un ciudadano español que no renuncia a su soberanía.
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