LA MAZA por Mercedes Sosa y Shakira (autor: Silvio Rodríguez)
Para todos los que creen en algo puro
9 comentarios:
Anónimo
dijo...
La Transacción hizo de la jactancia norma de conducta de los poderosos. Era previsible. Para Aristóteles, son jactanciosos “los que se atribuyen más cosas de las que poseen o fingen saber lo que no saben”. La jurisprudencia romana añadió el alarde de títulos de legitimidad que no se tienen. Nuestro Diccionario reduce la jactancia a una de sus connotaciones, la alabanza presuntuosa de si mismo. Silencia su característica esencial. Que no es la presunción ni la vanagloria, sino el alarde de poder derivado de una ficción de fuerza. El lenguaje popular, más acertado que el académico, identifica la jactancia con la chulería. Así lo vio La Boéthie, con su tipificación de los chulos del tirano. El dictador no necesita ser jactancioso. Le basta ejercer la fuerza que realmente tiene. A su muerte, surge la necesidad de simular una fuerza ficticia en el conjunto de sus sucesores, para evitar que la sociedad se hago cargo del Estado. Los medios de comunicación crean y mantienen la ficción. El Estado se reparte entre los jactanciosos chulos del Estado y del Consenso. Del Rey abajo, nadie se libera de la necesidad de chulería.
La tuvo Juan Carlos, alardeando de una legitimidad dinástica que no tenía. La tuvo Suárez, presumiendo de ser un constructor del Estado al que sólo sabía destruir. La tuvo otra vez Juan Carlos, atribuyéndose lo contrario de lo que hizo en la motivación del 23-F. La tuvo Felipe González, ignorando la huelga nacional contra su prepotencia. La tuvo el Tribunal Supremo, no estigmatizando al gobierno de crímenes y corrupción. La tuvo el chulesco Aznar de las Azores. La tuvo Polanco, chuleando de su pulso vencedor de toda resistencia institucional. La tienen y exhiben al unísono el dúo Zapatero-Botín, simbólico de la oligarquía político-financiera. La doctrina Botín, derogatoria de la acción popular contra delincuentes poderosos, ha dado paso a la jactancia de Gobierno y Banco de Santander sobre la mejor banca del mundo, inmune ante la crisis de las finanzas internacionales, pero engañada por las elementales estafas de Lehman y Madoff. Ahora no puede devolver el dinero a los inversores en Banif. En realidad, el poder de los partidos, dentro y fuera del Estado, está basado en la jactancia de lo que no son ni tienen. La comedia del “como si”, en las partitocracias europeas, se ha dramatizado, en Italia y España, con el cinismo de Berlusconi y la lisa mendacidad de Zapatero. Pensé que Aristóteles se equivocaba al situar la veracidad en el término medio entre la hipocresía y la jactancia. Zapatero lo confirma. La hipocresía, tan lejana de la verdad como la jactancia, se hermana con ésta en el mentiroso Estado de partidos y Banqueros.
Antonio García-Trevijano Diario Español de la República ConstitucionalLa Transacción hizo de la jactancia norma de conducta de los poderosos. Era previsible. Para Aristóteles, son jactanciosos “los que se atribuyen más cosas de las que poseen o fingen saber lo que no saben”. La jurisprudencia romana añadió el alarde de títulos de legitimidad que no se tienen. Nuestro Diccionario reduce la jactancia a una de sus connotaciones, la alabanza presuntuosa de si mismo. Silencia su característica esencial. Que no es la presunción ni la vanagloria, sino el alarde de poder derivado de una ficción de fuerza. El lenguaje popular, más acertado que el académico, identifica la jactancia con la chulería. Así lo vio La Boéthie, con su tipificación de los chulos del tirano. El dictador no necesita ser jactancioso. Le basta ejercer la fuerza que realmente tiene. A su muerte, surge la necesidad de simular una fuerza ficticia en el conjunto de sus sucesores, para evitar que la sociedad se hago cargo del Estado. Los medios de comunicación crean y mantienen la ficción. El Estado se reparte entre los jactanciosos chulos del Estado y del Consenso. Del Rey abajo, nadie se libera de la necesidad de chulería.
La tuvo Juan Carlos, alardeando de una legitimidad dinástica que no tenía. La tuvo Suárez, presumiendo de ser un constructor del Estado al que sólo sabía destruir. La tuvo otra vez Juan Carlos, atribuyéndose lo contrario de lo que hizo en la motivación del 23-F. La tuvo Felipe González, ignorando la huelga nacional contra su prepotencia. La tuvo el Tribunal Supremo, no estigmatizando al gobierno de crímenes y corrupción. La tuvo el chulesco Aznar de las Azores. La tuvo Polanco, chuleando de su pulso vencedor de toda resistencia institucional. La tienen y exhiben al unísono el dúo Zapatero-Botín, simbólico de la oligarquía político-financiera. La doctrina Botín, derogatoria de la acción popular contra delincuentes poderosos, ha dado paso a la jactancia de Gobierno y Banco de Santander sobre la mejor banca del mundo, inmune ante la crisis de las finanzas internacionales, pero engañada por las elementales estafas de Lehman y Madoff. Ahora no puede devolver el dinero a los inversores en Banif. En realidad, el poder de los partidos, dentro y fuera del Estado, está basado en la jactancia de lo que no son ni tienen. La comedia del “como si”, en las partitocracias europeas, se ha dramatizado, en Italia y España, con el cinismo de Berlusconi y la lisa mendacidad de Zapatero. Pensé que Aristóteles se equivocaba al situar la veracidad en el término medio entre la hipocresía y la jactancia. Zapatero lo confirma. La hipocresía, tan lejana de la verdad como la jactancia, se hermana con ésta en el mentiroso Estado de partidos y Banqueros.
Antonio García-Trevijano Diario Español de la República ConstitucionalLa Transacción hizo de la jactancia norma de conducta de los poderosos. Era previsible. Para Aristóteles, son jactanciosos “los que se atribuyen más cosas de las que poseen o fingen saber lo que no saben”. La jurisprudencia romana añadió el alarde de títulos de legitimidad que no se tienen. Nuestro Diccionario reduce la jactancia a una de sus connotaciones, la alabanza presuntuosa de si mismo. Silencia su característica esencial. Que no es la presunción ni la vanagloria, sino el alarde de poder derivado de una ficción de fuerza. El lenguaje popular, más acertado que el académico, identifica la jactancia con la chulería. Así lo vio La Boéthie, con su tipificación de los chulos del tirano. El dictador no necesita ser jactancioso. Le basta ejercer la fuerza que realmente tiene. A su muerte, surge la necesidad de simular una fuerza ficticia en el conjunto de sus sucesores, para evitar que la sociedad se hago cargo del Estado. Los medios de comunicación crean y mantienen la ficción. El Estado se reparte entre los jactanciosos chulos del Estado y del Consenso. Del Rey abajo, nadie se libera de la necesidad de chulería.
La tuvo Juan Carlos, alardeando de una legitimidad dinástica que no tenía. La tuvo Suárez, presumiendo de ser un constructor del Estado al que sólo sabía destruir. La tuvo otra vez Juan Carlos, atribuyéndose lo contrario de lo que hizo en la motivación del 23-F. La tuvo Felipe González, ignorando la huelga nacional contra su prepotencia. La tuvo el Tribunal Supremo, no estigmatizando al gobierno de crímenes y corrupción. La tuvo el chulesco Aznar de las Azores. La tuvo Polanco, chuleando de su pulso vencedor de toda resistencia institucional. La tienen y exhiben al unísono el dúo Zapatero-Botín, simbólico de la oligarquía político-financiera. La doctrina Botín, derogatoria de la acción popular contra delincuentes poderosos, ha dado paso a la jactancia de Gobierno y Banco de Santander sobre la mejor banca del mundo, inmune ante la crisis de las finanzas internacionales, pero engañada por las elementales estafas de Lehman y Madoff. Ahora no puede devolver el dinero a los inversores en Banif. En realidad, el poder de los partidos, dentro y fuera del Estado, está basado en la jactancia de lo que no son ni tienen. La comedia del “como si”, en las partitocracias europeas, se ha dramatizado, en Italia y España, con el cinismo de Berlusconi y la lisa mendacidad de Zapatero. Pensé que Aristóteles se equivocaba al situar la veracidad en el término medio entre la hipocresía y la jactancia. Zapatero lo confirma. La hipocresía, tan lejana de la verdad como la jactancia, se hermana con ésta en el mentiroso Estado de partidos y Banqueros.
Antonio García-Trevijano Diario Español de la República Constitucional
La Transacción hizo de la jactancia norma de conducta de los poderosos. Era previsible. Para Aristóteles, son jactanciosos “los que se atribuyen más cosas de las que poseen o fingen saber lo que no saben”. La jurisprudencia romana añadió el alarde de títulos de legitimidad que no se tienen. Nuestro Diccionario reduce la jactancia a una de sus connotaciones, la alabanza presuntuosa de si mismo. Silencia su característica esencial. Que no es la presunción ni la vanagloria, sino el alarde de poder derivado de una ficción de fuerza. El lenguaje popular, más acertado que el académico, identifica la jactancia con la chulería. Así lo vio La Boéthie, con su tipificación de los chulos del tirano. El dictador no necesita ser jactancioso. Le basta ejercer la fuerza que realmente tiene. A su muerte, surge la necesidad de simular una fuerza ficticia en el conjunto de sus sucesores, para evitar que la sociedad se hago cargo del Estado. Los medios de comunicación crean y mantienen la ficción. El Estado se reparte entre los jactanciosos chulos del Estado y del Consenso. Del Rey abajo, nadie se libera de la necesidad de chulería.
La tuvo Juan Carlos, alardeando de una legitimidad dinástica que no tenía. La tuvo Suárez, presumiendo de ser un constructor del Estado al que sólo sabía destruir. La tuvo otra vez Juan Carlos, atribuyéndose lo contrario de lo que hizo en la motivación del 23-F. La tuvo Felipe González, ignorando la huelga nacional contra su prepotencia. La tuvo el Tribunal Supremo, no estigmatizando al gobierno de crímenes y corrupción. La tuvo el chulesco Aznar de las Azores. La tuvo Polanco, chuleando de su pulso vencedor de toda resistencia institucional. La tienen y exhiben al unísono el dúo Zapatero-Botín, simbólico de la oligarquía político-financiera. La doctrina Botín, derogatoria de la acción popular contra delincuentes poderosos, ha dado paso a la jactancia de Gobierno y Banco de Santander sobre la mejor banca del mundo, inmune ante la crisis de las finanzas internacionales, pero engañada por las elementales estafas de Lehman y Madoff. Ahora no puede devolver el dinero a los inversores en Banif. En realidad, el poder de los partidos, dentro y fuera del Estado, está basado en la jactancia de lo que no son ni tienen. La comedia del “como si”, en las partitocracias europeas, se ha dramatizado, en Italia y España, con el cinismo de Berlusconi y la lisa mendacidad de Zapatero. Pensé que Aristóteles se equivocaba al situar la veracidad en el término medio entre la hipocresía y la jactancia. Zapatero lo confirma. La hipocresía, tan lejana de la verdad como la jactancia, se hermana con ésta en el mentiroso Estado de partidos y Banqueros.
Antonio García-Trevijano Diario Español de la República Constitucional
For the quarry carrot from Miami, Florida State, by Martin, Best Regards and We can!
Si no creyera en la locura de la garganta del sinsonte si no creyera que en el monte se esconde el trino y la pavura. Si no creyera en la balanza en la razón del equilibrio si no creyera en el delirio si no creyera en la esperanza. Si no creyera en lo que agencio si no creyera en mi camino si no creyera en mi sonido si no creyera en mi silencio.
que cosa fuera que cosa fuera la maza sin cantera un amasijo hecho de cuerdas y tendones un revoltijo de carne con madera un instrumento sin mejores resplandores que lucecitas montadas para escena que cosa fuera -corazon- que cosa fuera que cosa fuera la maza sin cantera un testaferro del traidor de los aplausos un servidor de pasado en copa nueva un eternizador de dioses del ocaso jubilo hervido con trapo y lentejuela que cosa fuera -corazon- que cosa fuera que cosa fuera la maza sin cantera que cosa fuera -corazon- que cosa fuera que cosa fuera la maza sin cantera. Si no creyera en lo mas duro si no creyera en el deseo si no creyera en lo que creo si no ceyera en algo puro. Si no creyera en cada herida si no creyera en la que ronde si no creyera en lo que esconde hacerse hermano de la vida. Si no creyera en quien me escucha si no creeyera en lo que duele si no creyera en lo que queda si no creyera en lo que lucha. Que cosa fuera...
Toda la vida viví equivocado. ¡ Y claro pensando que se llamaba La MaSa y no La MaZa ! Lindo blog juntando la Yoani con Silvio. Me hace reir. Bueno eso es la Masa. Saludos
De acuerdo rostro paliducho. hacha de guerra enterrada hacia presunto inocente y lamento haberme mostrado descortés, así que trae esa pipa que vamos a chupar. indi
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La Transacción hizo de la jactancia norma de conducta de los poderosos. Era previsible. Para Aristóteles, son jactanciosos “los que se atribuyen más cosas de las que poseen o fingen saber lo que no saben”. La jurisprudencia romana añadió el alarde de títulos de legitimidad que no se tienen. Nuestro Diccionario reduce la jactancia a una de sus connotaciones, la alabanza presuntuosa de si mismo. Silencia su característica esencial. Que no es la presunción ni la vanagloria, sino el alarde de poder derivado de una ficción de fuerza. El lenguaje popular, más acertado que el académico, identifica la jactancia con la chulería. Así lo vio La Boéthie, con su tipificación de los chulos del tirano. El dictador no necesita ser jactancioso. Le basta ejercer la fuerza que realmente tiene. A su muerte, surge la necesidad de simular una fuerza ficticia en el conjunto de sus sucesores, para evitar que la sociedad se hago cargo del Estado. Los medios de comunicación crean y mantienen la ficción. El Estado se reparte entre los jactanciosos chulos del Estado y del Consenso. Del Rey abajo, nadie se libera de la necesidad de chulería.
La tuvo Juan Carlos, alardeando de una legitimidad dinástica que no tenía. La tuvo Suárez, presumiendo de ser un constructor del Estado al que sólo sabía destruir. La tuvo otra vez Juan Carlos, atribuyéndose lo contrario de lo que hizo en la motivación del 23-F. La tuvo Felipe González, ignorando la huelga nacional contra su prepotencia. La tuvo el Tribunal Supremo, no estigmatizando al gobierno de crímenes y corrupción. La tuvo el chulesco Aznar de las Azores. La tuvo Polanco, chuleando de su pulso vencedor de toda resistencia institucional. La tienen y exhiben al unísono el dúo Zapatero-Botín, simbólico de la oligarquía político-financiera. La doctrina Botín, derogatoria de la acción popular contra delincuentes poderosos, ha dado paso a la jactancia de Gobierno y Banco de Santander sobre la mejor banca del mundo, inmune ante la crisis de las finanzas internacionales, pero engañada por las elementales estafas de Lehman y Madoff. Ahora no puede devolver el dinero a los inversores en Banif. En realidad, el poder de los partidos, dentro y fuera del Estado, está basado en la jactancia de lo que no son ni tienen. La comedia del “como si”, en las partitocracias europeas, se ha dramatizado, en Italia y España, con el cinismo de Berlusconi y la lisa mendacidad de Zapatero. Pensé que Aristóteles se equivocaba al situar la veracidad en el término medio entre la hipocresía y la jactancia. Zapatero lo confirma. La hipocresía, tan lejana de la verdad como la jactancia, se hermana con ésta en el mentiroso Estado de partidos y Banqueros.
Antonio García-Trevijano
Diario Español de la República ConstitucionalLa Transacción hizo de la jactancia norma de conducta de los poderosos. Era previsible. Para Aristóteles, son jactanciosos “los que se atribuyen más cosas de las que poseen o fingen saber lo que no saben”. La jurisprudencia romana añadió el alarde de títulos de legitimidad que no se tienen. Nuestro Diccionario reduce la jactancia a una de sus connotaciones, la alabanza presuntuosa de si mismo. Silencia su característica esencial. Que no es la presunción ni la vanagloria, sino el alarde de poder derivado de una ficción de fuerza. El lenguaje popular, más acertado que el académico, identifica la jactancia con la chulería. Así lo vio La Boéthie, con su tipificación de los chulos del tirano. El dictador no necesita ser jactancioso. Le basta ejercer la fuerza que realmente tiene. A su muerte, surge la necesidad de simular una fuerza ficticia en el conjunto de sus sucesores, para evitar que la sociedad se hago cargo del Estado. Los medios de comunicación crean y mantienen la ficción. El Estado se reparte entre los jactanciosos chulos del Estado y del Consenso. Del Rey abajo, nadie se libera de la necesidad de chulería.
La tuvo Juan Carlos, alardeando de una legitimidad dinástica que no tenía. La tuvo Suárez, presumiendo de ser un constructor del Estado al que sólo sabía destruir. La tuvo otra vez Juan Carlos, atribuyéndose lo contrario de lo que hizo en la motivación del 23-F. La tuvo Felipe González, ignorando la huelga nacional contra su prepotencia. La tuvo el Tribunal Supremo, no estigmatizando al gobierno de crímenes y corrupción. La tuvo el chulesco Aznar de las Azores. La tuvo Polanco, chuleando de su pulso vencedor de toda resistencia institucional. La tienen y exhiben al unísono el dúo Zapatero-Botín, simbólico de la oligarquía político-financiera. La doctrina Botín, derogatoria de la acción popular contra delincuentes poderosos, ha dado paso a la jactancia de Gobierno y Banco de Santander sobre la mejor banca del mundo, inmune ante la crisis de las finanzas internacionales, pero engañada por las elementales estafas de Lehman y Madoff. Ahora no puede devolver el dinero a los inversores en Banif. En realidad, el poder de los partidos, dentro y fuera del Estado, está basado en la jactancia de lo que no son ni tienen. La comedia del “como si”, en las partitocracias europeas, se ha dramatizado, en Italia y España, con el cinismo de Berlusconi y la lisa mendacidad de Zapatero. Pensé que Aristóteles se equivocaba al situar la veracidad en el término medio entre la hipocresía y la jactancia. Zapatero lo confirma. La hipocresía, tan lejana de la verdad como la jactancia, se hermana con ésta en el mentiroso Estado de partidos y Banqueros.
Antonio García-Trevijano
Diario Español de la República ConstitucionalLa Transacción hizo de la jactancia norma de conducta de los poderosos. Era previsible. Para Aristóteles, son jactanciosos “los que se atribuyen más cosas de las que poseen o fingen saber lo que no saben”. La jurisprudencia romana añadió el alarde de títulos de legitimidad que no se tienen. Nuestro Diccionario reduce la jactancia a una de sus connotaciones, la alabanza presuntuosa de si mismo. Silencia su característica esencial. Que no es la presunción ni la vanagloria, sino el alarde de poder derivado de una ficción de fuerza. El lenguaje popular, más acertado que el académico, identifica la jactancia con la chulería. Así lo vio La Boéthie, con su tipificación de los chulos del tirano. El dictador no necesita ser jactancioso. Le basta ejercer la fuerza que realmente tiene. A su muerte, surge la necesidad de simular una fuerza ficticia en el conjunto de sus sucesores, para evitar que la sociedad se hago cargo del Estado. Los medios de comunicación crean y mantienen la ficción. El Estado se reparte entre los jactanciosos chulos del Estado y del Consenso. Del Rey abajo, nadie se libera de la necesidad de chulería.
La tuvo Juan Carlos, alardeando de una legitimidad dinástica que no tenía. La tuvo Suárez, presumiendo de ser un constructor del Estado al que sólo sabía destruir. La tuvo otra vez Juan Carlos, atribuyéndose lo contrario de lo que hizo en la motivación del 23-F. La tuvo Felipe González, ignorando la huelga nacional contra su prepotencia. La tuvo el Tribunal Supremo, no estigmatizando al gobierno de crímenes y corrupción. La tuvo el chulesco Aznar de las Azores. La tuvo Polanco, chuleando de su pulso vencedor de toda resistencia institucional. La tienen y exhiben al unísono el dúo Zapatero-Botín, simbólico de la oligarquía político-financiera. La doctrina Botín, derogatoria de la acción popular contra delincuentes poderosos, ha dado paso a la jactancia de Gobierno y Banco de Santander sobre la mejor banca del mundo, inmune ante la crisis de las finanzas internacionales, pero engañada por las elementales estafas de Lehman y Madoff. Ahora no puede devolver el dinero a los inversores en Banif. En realidad, el poder de los partidos, dentro y fuera del Estado, está basado en la jactancia de lo que no son ni tienen. La comedia del “como si”, en las partitocracias europeas, se ha dramatizado, en Italia y España, con el cinismo de Berlusconi y la lisa mendacidad de Zapatero. Pensé que Aristóteles se equivocaba al situar la veracidad en el término medio entre la hipocresía y la jactancia. Zapatero lo confirma. La hipocresía, tan lejana de la verdad como la jactancia, se hermana con ésta en el mentiroso Estado de partidos y Banqueros.
Antonio García-Trevijano
Diario Español de la República Constitucional
La Transacción hizo de la jactancia norma de conducta de los poderosos. Era previsible. Para Aristóteles, son jactanciosos “los que se atribuyen más cosas de las que poseen o fingen saber lo que no saben”. La jurisprudencia romana añadió el alarde de títulos de legitimidad que no se tienen. Nuestro Diccionario reduce la jactancia a una de sus connotaciones, la alabanza presuntuosa de si mismo. Silencia su característica esencial. Que no es la presunción ni la vanagloria, sino el alarde de poder derivado de una ficción de fuerza. El lenguaje popular, más acertado que el académico, identifica la jactancia con la chulería. Así lo vio La Boéthie, con su tipificación de los chulos del tirano. El dictador no necesita ser jactancioso. Le basta ejercer la fuerza que realmente tiene. A su muerte, surge la necesidad de simular una fuerza ficticia en el conjunto de sus sucesores, para evitar que la sociedad se hago cargo del Estado. Los medios de comunicación crean y mantienen la ficción. El Estado se reparte entre los jactanciosos chulos del Estado y del Consenso. Del Rey abajo, nadie se libera de la necesidad de chulería.
La tuvo Juan Carlos, alardeando de una legitimidad dinástica que no tenía. La tuvo Suárez, presumiendo de ser un constructor del Estado al que sólo sabía destruir. La tuvo otra vez Juan Carlos, atribuyéndose lo contrario de lo que hizo en la motivación del 23-F. La tuvo Felipe González, ignorando la huelga nacional contra su prepotencia. La tuvo el Tribunal Supremo, no estigmatizando al gobierno de crímenes y corrupción. La tuvo el chulesco Aznar de las Azores. La tuvo Polanco, chuleando de su pulso vencedor de toda resistencia institucional. La tienen y exhiben al unísono el dúo Zapatero-Botín, simbólico de la oligarquía político-financiera. La doctrina Botín, derogatoria de la acción popular contra delincuentes poderosos, ha dado paso a la jactancia de Gobierno y Banco de Santander sobre la mejor banca del mundo, inmune ante la crisis de las finanzas internacionales, pero engañada por las elementales estafas de Lehman y Madoff. Ahora no puede devolver el dinero a los inversores en Banif. En realidad, el poder de los partidos, dentro y fuera del Estado, está basado en la jactancia de lo que no son ni tienen. La comedia del “como si”, en las partitocracias europeas, se ha dramatizado, en Italia y España, con el cinismo de Berlusconi y la lisa mendacidad de Zapatero. Pensé que Aristóteles se equivocaba al situar la veracidad en el término medio entre la hipocresía y la jactancia. Zapatero lo confirma. La hipocresía, tan lejana de la verdad como la jactancia, se hermana con ésta en el mentiroso Estado de partidos y Banqueros.
Antonio García-Trevijano
Diario Español de la República Constitucional
http://www.republicaconstitucional.org/
For the quarry carrot from Miami, Florida State, by Martin, Best Regards and We can!
Si no creyera en la locura
de la garganta del sinsonte
si no creyera que en el monte
se esconde el trino y la pavura.
Si no creyera en la balanza
en la razón del equilibrio
si no creyera en el delirio
si no creyera en la esperanza.
Si no creyera en lo que agencio
si no creyera en mi camino
si no creyera en mi sonido
si no creyera en mi silencio.
que cosa fuera
que cosa fuera la maza sin cantera
un amasijo hecho de cuerdas y tendones
un revoltijo de carne con madera
un instrumento sin mejores resplandores
que lucecitas montadas para escena
que cosa fuera -corazon- que cosa fuera
que cosa fuera la maza sin cantera
un testaferro del traidor de los aplausos
un servidor de pasado en copa nueva
un eternizador de dioses del ocaso
jubilo hervido con trapo y lentejuela
que cosa fuera -corazon- que cosa fuera
que cosa fuera la maza sin cantera
que cosa fuera -corazon- que cosa fuera
que cosa fuera la maza sin cantera.
Si no creyera en lo mas duro
si no creyera en el deseo
si no creyera en lo que creo
si no ceyera en algo puro.
Si no creyera en cada herida
si no creyera en la que ronde
si no creyera en lo que esconde
hacerse hermano de la vida.
Si no creyera en quien me escucha
si no creeyera en lo que duele
si no creyera en lo que queda
si no creyera en lo que lucha.
Que cosa fuera...
Original por Silvio Rodriguez
http://www.youtube.com/watch?v=xBD6CkXXSTc&feature=related
Versión de Silvio en Valencia 2007
http://www.youtube.com/watch?v=Lr_TROlzdwk
Desnuda y con sombrilla
http://www.youtube.com/watch?v=iowSdcrxA7M&feature=related
Desnuda y con sombrilla
Toda la vida viví equivocado.
¡ Y claro pensando que se llamaba La MaSa y no La MaZa !
Lindo blog juntando la Yoani con Silvio.
Me hace reir.
Bueno eso es la Masa.
Saludos
perdona, tal "INDI"... me gustaría saber porque usurpas mi nick. a eso se le llama "chupar rueda"
SR. ADMINISTRADOR, POR FAVOR, QUIERE TENER LA AMABILIDAD DE HACER CONSTAR QUE YO, indi, NO ESCRIBÍ NADA EN "NOSOTROS SOMOS LA CANTERA"
MUCHAS GRACIAS
indi
Por Manitú, paz y paz, tomen la pipa y chupen, hacha de guerra a tierra.
¿Es posible que el "usurpador" desconozca la "propiedad" del nombre por un anterior nativo/a?
Indiskeis se trata de una confusión involuntaria precedida por la previa presunción del inocente.
jau jau y pazzzzzzzz, chupemos todos de la arguila amistosa, por la gloria de Manitú y su querida esposa.
(eco lejano...oeee oeeeeeeeee)
De acuerdo rostro paliducho. hacha de guerra enterrada hacia presunto inocente y lamento haberme mostrado descortés, así que trae esa pipa que vamos a chupar.
indi
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