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martes, 1 de julio de 2008

Liberalismo español e identidad nacional

Bandera Liberal bordada  por Mariana Pineda, algo que le costó la vida a una mujer liberal que no necesitó de discriminaciones positivas, porque entre los liberales no hay diferencias entre los seres humanos, sea cual sea su condición. Un liberal se mide por lo que piensa y lo que hace, no por lo que le concede el poder o el dinero.

Hace apenas un mes, uno de los próceres del liberalismo español, el abogado Antonio Garrigues Walker, siguiendo la tradición familiar escribió un artículo en ABC que ciertamente pasó desapercibido: “El liberalismo auténtico”, cuya lectura recomiendo porque expresa meridianamente su opinión sobre la situación del liberalismo en la realidad política española. También proponía abrir un debate racional sobre el tema, al que correspondo con estas palabras.

En este país de enmascaramientos y ocultaciones, ostentaciones y despotismos, caracterizado por la estridente ausencia de respeto entre políticos y ciudadanos, algunos personajes políticos destacan por su coherencia; sería difícil ser republicano en España sin recibir la “bendición” de Antonio García Trevijano, o liberal, sin ser reconocido por Antonio Garrigues Walker. Su trayectoria política les hace merecedores de ser un criterio en sí mismos, un signo de garantía riguroso más allá de la frivolidad de los advenedizos vendedores de humo.

Con independencia de “las verdades liberales” que proclama y administra con esmero el autor del artículo, llama la atención la expresa omisión del PP, pero también la distancia final con UPyD, al tiempo que recomienda seguir los pasos de una nueva formación, el Centro Democrático Liberal, que sí considera representativo de los principios liberales. Por mi parte, confío en su criterio.

¿Hay liberales en España?

Sucintamente describe Garrigues, como hace Horowitz, que el liberalismo tiene dos rivales ideológicos habituales: por su derecha los conservadores, y por su izquierda, los socialistas. Los conservadores sólo son liberales, si acaso en lo económico, pero más por mantener vigente el estado de cosas que les beneficia, es decir sus privilegios, que por otra razón; mientras que los socialistas, como viene ocurriendo desde la caída del Muro de Berlín, pretenden apropiarse de algunas ideas liberales y acomodarlas a sus intereses políticos, para seguir sobreviviendo en la demostrada ineficacia de sus presupuestos colectivistas.

El Partido Popular es un partido tradicional, conservador, anclado en la defensa de la historia, propiedad y costumbre, le interesa más regresar al pasado que cualquier otra cosa, porque como diría Jorge Manrique: “cualquiera tiempo pasado fue mejor”. Por mucho que se disfrace de centro y “buena voluntad” tiene difícil ser liberal, aunque no hay que descartar la presencia de liberales en sus filas, pero la línea ideológica del partido seguirá siendo conservadora.

El socialismo español está representado por dos opciones políticas, (de Izquierda Unida no hablaré porque forma parte del pasado), el PSOE y UPyD.

El PSOE de Rodríguez Zapatero, es en la práctica más una secta pragmática, que un partido político; sus principales objetivos pasan por destruir lo existente con el objetivo de construir un mundo “mejor”, moderno, progresista, innovador, singular, y extravagante.

Es ciertamente utópico, pero absolutamente doctrinario, y en su delirio segrega fragmentariamente a los sectores de los que recibe apoyo contra todos los demás, como si un partido que está en el Gobierno pudiera prescindir de ejercer el poder con intereses generales. La polarización es una estrategia que enfrenta a hombres contra mujeres, creyentes contra ateos, ecologistas contra economistas, lo nuevo contra lo viejo, bondad contra realidad; éstas, son algunas de sus grandes aportaciones, en plena dialéctica de generar enfrentamiento y conflicto permanente, porque le interesa a sus propósitos: divide y vencerás, es una clave del poder.

UPyD, que se proclamaba transversal en su día, proviene de una escisión del PSOE de su líder Rosa Díez, a la que se añadieron los componentes de la organización cívica Basta Ya; en mi criterio, es un partido socialista histórico antinacionalista, un PSOE tradicional, que defiende la unidad del Estado como garantía de igualdad de derechos y libertades, presentando someros tintes socio-liberales (que no liberales), que le sirven de maquillaje para la captación de electores despistados. Para nada es liberal UPyD, aunque comparta algún presupuesto transitorio con liberales, dista mucho en sus prácticas de proclamar la libertad como un valor, más bien todo lo contrario.

No sé a quién se la ocurrido pensar que este partido pueda ser transversal algún día, ni siquiera con el paso de los años podría transformarse. No hay liberales en UPyD, o si los hay, poco les han dejado expresarse. Ocurre lo mismo que en Ciutadans, aquel partido que surgió en Cataluña que también decía que aspiraba a la transversalidad y se quedó en un partido de centro izquierda no nacionalista. La transversalidad en España es una estrategia de las posiciones ideológicas de izquierdas para captar votos que no son de izquierdas. Nada más que eso.

Los liberales siempre nos creemos lo que nos cuentan, de ahí nuestra historia de altibajos y confusiones en España (y en el mundo). Pensamos que todo el mundo respeta las reglas del juego, igual que hacemos nosotros, que consideramos la política como un escenario natural para el diálogo y el debate, en un ámbito imprescindible que es el conformado por la democracia en un clima de libertad.

Algo que es tan sencillo de comprender para los liberales, para los partidos predemocráticos españoles como el PSOE, UPyD, PP, o los nacionalistas, es todavía un “objetivo utópico”. Los liberales confiamos siempre en la democracia, desconfiamos de sus restricciones, los demás restringen siempre la democracia, como garantía de su solidez.

Primacía de lo individual

La mayor diferencia de los liberales con socialistas y conservadores, es la determinación del individuo como unidad política y social, que siempre prevalece ante cualquier otra circunstancia. Los socialistas no creen en el individuo como sujeto de derechos, y los conservadores no creen en la igualdad de derechos para todos los individuos.

Para los liberales, los derechos y las libertades son siempre individuales, mientras que nuestros oponentes siempre defienden algún interés colectivo o sectario. Sea lo nuevo o lo viejo, según les convenga. Los liberales vivimos en el presente, no queremos regresar al pasado como pretenden los conservadores, ni anticipar el futuro como anhelan los socialistas. ¿Es tan difícil vivir en el aquí y ahora?

El Estado es para conservadores y socialistas una garantía de derechos, pero para los liberales, el Estado en sí no garantiza nada, más bien se opone a la libertad de los individuos y debe ser controlado directamente de sus excesos y veleidades porque al final está dirigido por seres humanos que se rigen de forma exclusiva por sus intereses, sean estos socialistas o conservadores. Son los ciudadanos los que deciden que hace el Estado, no el Estado el que decide que hacen los ciudadanos.

En nuestro criterio, el Estado es considerado como “potencial tirano”, el “gran hermano” que "nos cuida, protege y vigila". Además, consideramos que el Estado es un arancel político del Mercado, que grava nuestra existencia más de lo necesario, pues con un control mayor de recursos incremente paulatinamente el poder de los políticos sobre los ciudadanos.

Aunque el liberalismo auténtico, del que nos habla Garrigues Walker reconoce al Estado como garante de un mundo reglamentado, como un escenario institucional que permite y favorece la organización social y política de los ciudadanos, el Estado siempre debe estar controlado directamente por los ciudadanos, no por los políticos, para que no se produzcan distorsiones innecesarias, como corrupciones y otras injusticias a las que estamos tan acostumbrados en España.

El Estado no debe educar a los ciudadanos, más bien somos los ciudadanos los que debemos educar al Estado, como reconocía incluso Karl Marx; el Estado no debe procurar servicios, ni debe administrar justicia, ni decirnos que es lo que tenemos y no tenemos que hacer.

En un mundo libre, el Estado debe exclusivamente garantizar que los ciudadanos dispongan de sus derechos, pero no debe en ningún caso establecerse como actor político en su consecución. Para un liberal, el Estado no tiene valores, es una barbaridad por tanto algo como lo que se pretende hacer con la Educación para la Ciudadanía en nuestro país, o la inmersión lingüística que se hace en las comunidades bilingües, o políticas como las relacionadas con la violencia de género o el cambio climático.

Sobre la justicia también tenemos importantes discrepancias, los liberales defendemos la independencia de la justicia como garantía última de nuestros derechos. En España no hay tal cosa, puesto que los políticos eligen la dirección y sentido de la justicia, que redunda en la ratificación de sus intereses. El imperio de la ley es un valor liberal, mientras que los socialistas utilizan la ley para imperar y los conservadores para mantener su imperio. Nada que ver.

La igualdad de derechos es un valor liberal, como lo es la igualdad de oportunidades. El respeto a la pluralidad y la tolerancia quizás sean las características más definitorias de nuestra ideología, desde Locke a Voltaire todos los liberales hemos defendido la tolerancia, tanto a nivel político, como social o religioso. Los liberales no podemos ser doctrinarios salvo en los principios, en las reglas de juego, pero nunca lo podemos ser en los contenidos últimos, porque nuestra concepción del ser humano, de la vida y del mundo es abierta, y no determinada. No queremos una sociedad homogénea en la que los ciudadanos se comporten como borregos que sirvan a sus amos, aspiramos a una sociedad viva y activa, en la que cada ciudadano se sienta libre y realmente lo sea.

Los liberales aspiramos a un mundo normal, no a un mundo “normativo”. No tenemos un modelo de futuro al que dirigirnos, sino un propósito de convivir de la mejor forma posible y de evitar las aberraciones a las que otros quieren someternos. Por eso, para nosotros, la democracia es un método indispensable, natural, inherente a la convivencia, no un fin deseado, no algo que hay que conquistar, nos pertenece, nadie puede concedernos lo que es nuestro. Igual nos ocurre con la razón, a la que no renunciamos fácilmente, porque la racionalidad es la mejor forma de gestionar nuestra realidad como seres humanos.

España, una nación liberal

El artículo del Sr. Garrigues Walker, omite sin embargo una cuestión que considero importante desde la perspectiva del liberalismo español: la cuestión nacional.

Al contrario que en los regímenes políticos del norte europeo, en algunas democracias del sur del continente y particularmente en la norteamericana, los liberales nos adscribimos a la consideración de la nación (o Estado-nación) como elemento de configuración y cohesión social, de relación igualitaria y convivencia entre los ciudadanos; no obstante, no hay nada más opuesto a un nacionalista que un liberal, porque entre lo particular y lo universal, nuestros intereses últimos son cosmopolitas siempre, el término ciudadano del mundo que procede de Diógenes, fue adoptado por Goethe y otros liberales centroeuropeos.

Pero hay una razón histórica que explicada nos permitirá comprender la particularidad de la influencia del liberalismo en la constitución moderna de nuestra nación. El término liberal fue utilizado por primera vez en nuestro país, aunque fue desarrollado políticamente por los anglosajones; el talante liberal está presente tanto en nuestra primera Constitución (1812), como lo está en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776).

Hay una diferencia sustancial de los españoles con otros países europeos. Francia, Italia, Alemania, Portugal, o Austria, fundamentan la unión de su pueblo en la República; mientras que Reino Unido, Holanda, Suecia, Bélgica, o Noruega, fundamentan la unión de su pueblo en la monarquía.

Estados Unidos y España fundamentan su unidad y cohesión en la nación, independientemente de que la nación americana sea una república y la española una monarquía constitucional.

El concepto político de nación surge en España (el histórico proviene de la época de los Reyes Católicos) con la Constitución de 1812, como alternativa al Antiguo Régimen, que estaba representado por el poder político absoluto de la monarquía (contrastado por el importante poder religioso del catolicismo).

El pueblo español se constituye en nación para hacerse ley (Constitución), de ahí que prevalezca en nuestro país la soberanía nacional sobre la popular, que es más propia de regímenes republicanos.

La nación representa el poder absoluto del pueblo, que se opuso en su día al poder absoluto del monarca. Fernando VII, tardó varios años en reconocerlo, hasta que un liberal, el general Riego, le obligó a sancionar nuestra constitución que así adquirió plena vigencia jurídica.

Los socialistas, por su afán republicano y clasista, siempre han preferido hablar de soberanía popular, inherente a los ciudadanos; los conservadores han hablado de la soberanía nacional, pero más por cuestiones históricas y tradicionales que cívicas.

Los liberales españoles, preferimos el término “soberanía nacional”, como hecho que se establece con el pueblo constituido en nación, de TODOS los ciudadanos, porque decir NACION es lo mismo que decir TODOS LOS CIUDADANOS, y es el único poder "absoluto" que aceptamos, la soberanía nacional. La democracia, ya se dijo con anterioridad, que era el único marco de juego y realidad política, que asumimos y requerimos.

Cada ciudadano como parte del todo, tiene en sí mismo capacidad constituyente, pero sólo todas las partes reunidas se constituyen en pueblo y nación, que no es lo mismo. Pueblo es la suma de ciudadanos de un territorio, hay un pueblo vasco, un pueblo catalán, un pueblo castellano o andaluz, pero la nación es la suma de TODOS los territorios y TODOS los ciudadanos, el conjunto de todos los pueblos agregado, por lo tanto sólo hay una nación, la española, configurada por todos sus pueblos y territorios, sólo el pueblo español es causa y consecuencia de la nación española.

Los liberales defendemos la NACIÓN como garantía de nuestros derechos y libertades en igualdad, siguiendo el principio trascendental del sufragio en la democracia: un ciudadano un voto, y no los principios “acordados” de que los votos en Cataluña y el País Vasco tengan más valor que los de Madrid o Andalucía, por ejemplo.

Los liberales defendemos la NACIÓN como punto de partida de nuestros derechos comunes, los conservadores la defienden como garantía de sus privilegios, y los socialistas y los nacionalistas quieren acabar con ella como sea, para imponer sus modelos ideológicos particulares, los socialistas desde el victimismo de clase, y los nacionalistas desde el victimismo de territorio.

Al fin una realidad: España existe

Cada vez que un ciudadano de este país pronuncia la palabra España, rinde tributo a TODOS LOS CIUDADANOS españoles, a su nación con la que se identifica, que es algo más que su pueblo, y a su propia realidad que otros tratan de sustraerle. España es la reunión de “todos los ciudadanos españoles” que han tomado conciencia de su identidad nacional, y esto se puede observar en cualquier ámbito de la cultura: en la sociedad, en la política, en la gastronomía, en el futbol, o en la lengua. Algunos pretenden que dejemos de ser españoles para que seamos lo que interesa a sus deseos

Ayer, con el triunfo en la Eurocopa, fue la nación española la que expresó su alegría en plenitud, tal que si fuera un referéndum: España ha triunfado en la Eurocopa, se decía. Algo que es tan fácil de entender no acaba de ser aceptado por los políticos, nacionalistas y no nacionalistas, porque tienen intereses diferentes a los de los ciudadanos; dicen que nos representan y lo único que hacen es convertirnos en facciones que enfrentan para favorecen sus pretensiones, no en reunión que nos beneficie a todos; que a algunos les moleste la unidad de los españoles, es la mejor demostración de que los intereses que defienden son precisamente los suyos antes que los de todos los ciudadanos. Más bien se representan a sí mismos.

Ayer, la nación fue representada por la selección española de futbol, y por todos los españoles que siguieron su victoria ante Alemania, en la televisión y en la calle.

De lo que se deduce definitivamente que la nación española existe como realidad, por mucho que se empeñen algunos en tratar de robarnos nuestra identidad. Por cultura, historia y justicia, los españoles somos españoles hasta que no se demuestre lo contrario, vascos, catalanes y gallegos incluidos.

Hay algunos “españoles” que no lo aceptan: Puigcercós (ERC) y Urkullu (PNV), se manifiestan como antiespañoles, como ETA o el PCTV. Nos dijeron que no querían que España ganara la Eurocopa, pues que reciban nuestras condolencias.

Como español me alegro del triunfo de nuestra selección nacional de futbol, y como liberal, estoy satisfecho de que un hecho real como el futbol (que se ha escamoteado a la manipulación de la política), nos haya mostrado la catadura moral de nuestros enemigos; es difícil derrotarlos si no se conoce realmente cómo son, pero ahora ya los tenemos definidos a ellos, y también a sus aliados.


Enrique Suárez Retuerta

4 comentarios:

Anónimo dijo...

«Antes roja que rota»


No se puede extrapolar lo deportivo a lo político sin lugar a dudas, pero sí podemos entrar a analizar la victoria en la Eurocopa desde un punto de vista sociológico. Y es que a nadie se le oculta que la marea roja que conquistó Europa, tiene un significado algo más que futbolístico. El estallido de alegría que se extendió por toda España sin excepción, las banderas y toda la parafernalia de símbolos españoles, no pueden desconectarse de su significado patriótico. Para comprender esto ni siquiera es necesario que a uno le guste el fútbol.

Pero no un significado patriótico en la rancia y peligrosa concepción decimonónica que manejan los nacionalistas. Esos mismos -Urkullo y Puigcercos- que tan mezquinamente han querido, en un claro síntoma de infantilismo, de complejo de inferioridad y de mala intención, que la selección española perdiese sus partidos. Sino del verdadero significado del patriotismo, como idea de que formamos parte de algo común. Porque lo importante es que cuando alzó la Copa de Europa Casillas, el capitán español, la idea -guste o disguste a los nacionalistas-, que se palpaba en el ambiente es que España nos une a todos.

A diferencia de los nacionalismos, que necesitan de un enemigo para reafirmarse, que ven ofensas en todo y en todos, que pretenden construir sus nacioncitas a base de discursos vindicativos, engendrando odio en contra de todo lo que nos une, incapaces de ninguna generosidad, el moderno patriotismo español se basa en la sana alegría de conseguir progresar juntos con el esfuerzo de todos.

Viene muy al caso la alegoría de la selección española, formada por españoles de todos los equipos que representan a todas nuestras regiones y ciudades. Una selección que ha pasado por una historia de decepciones y derrotas pese a muchas ilusiones y esfuerzos, pero que la final ha logrado triunfar, una victoria que representa el presente, reivindica el pasado y anuncia esperanza para el futuro. Trasladado al tema del patriotismo, podemos decir que eso es verdaderamente una patria, no un terruño, una empresa común en la que todos ponemos de nuestra parte para un día ser los mejores.

En esa medida, desde luego que preferimos, mezclando el invento de la Cuatro, para designar a la selección nacional y las palabras de primo de Rivera, una España “roja” antes que rota.

http://www.minutodigital.com/actualidad2/2008/06/30/%C2%ABantes-roja-que-rota%C2%BB/

Anónimo dijo...

esto es muy cansino.

ha ganado el mejor equipo, los hinchas se alegran, algunos que no tienen por donde mas sacar su patriotismo tambien. otros ideologos se joden. fenomenos sociologicos y bla bla bla.

lo cansino es ideologizar el futbol y racionalizar los sentimientos.

siento ser el primero que os lo dice, pero el mundo sigue igual, y españa tambien.


berenger

Anónimo dijo...

¿Por qué los socialistas hablan siempre de derechos y los liberales de libertades para referirse a lo mismo?.

Anónimo dijo...

Muy buen artículo.

Agroreturn

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