En un reciente artículo un cura define como carnaval a destiempo la ordinariez del Halloween a la española; lo contrapone a nuestra milenaria tradición del Día de Difuntos, ya en clara decadencia, y que consiste en respetar a los muertos mediante una actitud tan elaborada que parece natural, como nacida de los instintos. Cita a Chesterton: «Esparcir flores sobre una tumba es simplemente el modo en el que una persona normal comunica con un gesto cosas que sólo un gran poeta podría expresar con palabras»
Y a Juan Ramón Jiménez (con curas así da gusto, oye): «Es un silencio de parques olvidados; huele a tierra de cementerio, y se oye la lluvia en la fronda muerta. Y a la triste claridad de la luna amarillenta, un ruiseñor llora dulces preludios entre la niebla».
Y a Octavio Paz:«es inútil excluir a la muerte de nuestras representaciones, palabras e ideas, porque ella acabará por suprimirnos a todos y en primer término a los que viven ignorándola o fingiendo que la ignoran».
Este otro profesor hace una suerte de apología de la sintaxis, y critica el culto de la modernidad a una razón divinizada y por tanto irracional, que trae como una de sus nefastas consecuencias el que se abandone la tradición más gloriosa, la que permitía que borrachines expresidiarios, proxenetas y pendencieros como Cervantes, que tenían infinitamente menos lecturas que nosotros, pero más vivas y bellas, fueran capaces de escribir desde el mismo Olimpo: “La sintaxis no podría ser otra cosa que un repertorio de reglas para meter el lenguaje —y por lo tanto la realidad humana— en vereda. Pero así se deslegitimaba en bloque lo que la educación en el mundo antiguo, medieval y renacentista pudiera legar como más precioso a las siguientes generaciones: ese reclamo insustituible de lo bello, que igual brilla en una idea de organización social, una elegía o en el libro viviente de la Creación.”
Algunas frases lapidarias: “Sin el orden de la belleza no hay educación”. “Si cae la sintaxis -el sentido del orden, el asombro ante la arquitectura de la expresión del espíritu y su creatividad combinatoria-, cae el castellano, el valenciano, el inglés, el griego y el latín; nos quedan unas asignaturas líquidas y delicuescentes, bobaliconas y soporíferas como el final del botellón en el parque de enfrente del instituto”. “La sintaxis es la bandera de la bella y frágil libertad humana; una bandera que a menudo se nos hace pesada a los profesores, pero que no podemos dejar de enarbolar.”
Pedro Martínez
Y a Juan Ramón Jiménez (con curas así da gusto, oye): «Es un silencio de parques olvidados; huele a tierra de cementerio, y se oye la lluvia en la fronda muerta. Y a la triste claridad de la luna amarillenta, un ruiseñor llora dulces preludios entre la niebla».
Y a Octavio Paz:«es inútil excluir a la muerte de nuestras representaciones, palabras e ideas, porque ella acabará por suprimirnos a todos y en primer término a los que viven ignorándola o fingiendo que la ignoran».
Este otro profesor hace una suerte de apología de la sintaxis, y critica el culto de la modernidad a una razón divinizada y por tanto irracional, que trae como una de sus nefastas consecuencias el que se abandone la tradición más gloriosa, la que permitía que borrachines expresidiarios, proxenetas y pendencieros como Cervantes, que tenían infinitamente menos lecturas que nosotros, pero más vivas y bellas, fueran capaces de escribir desde el mismo Olimpo: “La sintaxis no podría ser otra cosa que un repertorio de reglas para meter el lenguaje —y por lo tanto la realidad humana— en vereda. Pero así se deslegitimaba en bloque lo que la educación en el mundo antiguo, medieval y renacentista pudiera legar como más precioso a las siguientes generaciones: ese reclamo insustituible de lo bello, que igual brilla en una idea de organización social, una elegía o en el libro viviente de la Creación.”
Algunas frases lapidarias: “Sin el orden de la belleza no hay educación”. “Si cae la sintaxis -el sentido del orden, el asombro ante la arquitectura de la expresión del espíritu y su creatividad combinatoria-, cae el castellano, el valenciano, el inglés, el griego y el latín; nos quedan unas asignaturas líquidas y delicuescentes, bobaliconas y soporíferas como el final del botellón en el parque de enfrente del instituto”. “La sintaxis es la bandera de la bella y frágil libertad humana; una bandera que a menudo se nos hace pesada a los profesores, pero que no podemos dejar de enarbolar.”
Pedro Martínez
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