Quiénes tuvimos la suerte, anoche, de estar en el Stade de France de Saint-Denis no olvidaremos fácilmente la grandeza del espectáculo ofrecido en torno a uno de los deportes más bellos. Se enfrentaban en semifinales del Mundial de Rugby Francia e Inglaterra. En las tribunas, 50.000 franceses y 20.000 ingleses respetando el himno del rival y entonando incesantemente el suyo. No era una demostración cavernícola de fragor nacionalista, sino una celebración popular, pacífica y entusiasta en un extraño ambiente, incomprensible para quienes sólo han asistido a encuentros futboleros: hinchas mezclados y serenos, sin una mala palabra ni un mal gesto. Enamorados del balón oval, y orgullosos de representar, como los inmensos atletas en el césped, a su país y colores.
Unos tenían que ganar, y otra vez fueron los ingleses, "mejores enemigos" de Francia desde Juana de Arco en Ruán. Aplausos para todos por parte de todos, lágrimas (pocas), alegría, mucha alegría rojiblanca, y resignación azul, digna y pausada, ante la mirada sanamente envidiosa de algunos españoles que por allí observábamos cómo todavía es posible, en nuestro viejo continente, tierra de batallas milenarias, celebrar odas colectivas de apego a la Nación desde actitudes individuales libres y racionales, desprendidas de cualquier estado de trance tribal o de odio hacia el de al lado, y sin embargo portadoras de sentimientos ampliamente compartidos, los de una pertenencia difusa a una comunidad de destino aceptada y asumida.
En el frío de Dinamarca, mientras tanto, y contra el deseo de millones de compatriotas, si sumamos a separatistas, raulistas y culés, ganaba España. Era inevitable, pues por primera vez desde hace treinta años, tres jugadores del Espanyol/Español representaban a nuestra selección. No podía fallar. Así que el puñado de españoles que estábamos en Saint Denis, con bufandas francesas y una cerveza británica en la mano, levantamos el vaso y dijimos, con voz tranquila y melancólica: Viva España.
Dante Pombo de Alvear, Crónicas de Calypso
En el frío de Dinamarca, mientras tanto, y contra el deseo de millones de compatriotas, si sumamos a separatistas, raulistas y culés, ganaba España. Era inevitable, pues por primera vez desde hace treinta años, tres jugadores del Espanyol/Español representaban a nuestra selección. No podía fallar. Así que el puñado de españoles que estábamos en Saint Denis, con bufandas francesas y una cerveza británica en la mano, levantamos el vaso y dijimos, con voz tranquila y melancólica: Viva España.
Dante Pombo de Alvear, Crónicas de Calypso
2 comentarios:
Y Viva el matraca de D. Raúl Tamudo, enterrador "ejército" catalán del Barça esta temporada.
Señó, dales tila a los culés.
TAMUDO, Y VIVA ESPAÑA¡
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