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sábado, 13 de octubre de 2007

cobardía de un miserable

Además de traicionar la Constitución, de establecer un cordón sanitario en torno al único partido nacional que nos queda, de gobernar con extremistas y enemigos de España, de promover leyes e iniciativas contra la mitad de la Nación, de mentir constantemente y de negociar con los criminales, Rodríguez es un cobardón.

Así lo comentaban, indignados, altos mandos de la cúpula militar, ayer, después del bochornoso abucheo contra el presidente accidental, que tuvo lugar en el peor de los momentos: cuando el rey rendía homenaje a la Bandera y a todos los Caídos por España.

Recapitulemos los hechos: este pobre hombre que asume inexplicablemente el gobierno de España (quienes le votaron el 14 M deberían rendir cuentas por ello, pues son en última instancia los responsables de nuestro desastre político) llegó a la tribuna por detrás, con nocturnidad y alevosía, pasando por la calle Génova (donde está la sede del PP), y se quedó agazapado hasta que llegaron el Borbón y su vástago, todo un acto de miseria moral que no debería sorprendernos, pero inesperado para los más ingenuos; este individuo se escudó en el monarca y, lo que es mucho peor, en el acto más solemne y respetado de las Fuerzas Armadas, para evitar que le dijeran lo que es, manchando así la ceremonia, la fiesta nacional y el recuerdo de los Caídos.

No logró su objetivo, pues la gente le gritó, en el nombre de millones de españoles, que es un traidor y un indeseable, y que se tiene que ir, cuanto antes mejor. Pero logró destrozar el acto culminante y ensuciar, quizás eso fuera lo que buscaba en realidad, el ritual más importante de la vida política y constitucional española.

Mientras tanto, cuando la izquierda oficial destruye España y pisotea los símbolos de su legitimidad institucional, parece que en Zarzuela el jefe del Estado se queja del trato que recibe desde medios identificados con la derecha. Y es que algunos vitalicios y cortesanos no han entendido todavía que hay un contrato firmado desde hace treinta años; un contrato que compromete a las dos partes. Aviso a navegantes, mar gruesa.


Jorge Harrison

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