Una sociedad que no aspira a su máximo desarrollo, es una agrupación de seres humanos sin esperanza, inerte y vacua de contenidos. A lo largo de la historia hemos conocido ejemplos de sociedades agónicas, habitualmente recubiertas de esplendor populista y semiótica trascendental, nos referismos a los absolutismos.
Las ideologías dogmáticas compiten con las religiones en el ámbito de las creencias, con la intención de desplazarlas y sustituirlas. El fascismo y el comunismo son los ejemplos más conocidos, ambos se distinguen en un aspecto fundamental, los fascismos enaltecen al héroe divinizado, los comunismos, al pueblo divinizado. Los fundamentalismos, no emulan nada, son movimientos religiosos en sí mismos.
Todos los movimientos políticos aspiran en la intimidad, aunque no lo expresan públicamente, a implantar su ideologías en la sociedad, por medio de la propaganda y el marketing de sus valores, por las legislaciones que producen, por las prácticas que muestran, por la representación pública de su cultura particular y la presencia mediática de sus líderes. Los progresistas aspiran a implantar avances sociales rápidos, los conservadores avances sociales lentos.
Sin embargo, los avances sociales no se establecen en el vacío, en la tábula rasa, en la hoja en blanco, este es el error que cometen algunos imprudentes políticos de izquierdas; porque no comprenden que la sociedad que tratan de representar y cambiar, se encuentra estructurada con su propia orografía de costumbres y tradiciones. Es cuestión de antropología. Negar la evidencia de partida conduce a numerosos errores y barbaridades políticas.
El paraprogresismo del PSOE
En las sociedades más avanzadas, los partidos ubicados en la izquierda democrática presumen de su lucha por el progreso. El gobierno de Zapatero, y en general la administración gestionada políticamente por el PSOE, quiere vender a la sociedad española su colección de modernidades, y su capacidad de implantar cambios rápidos en nuestra sociedad, por medio del decreto-ley.
Cegados por el poder e insuficientemente preparados para afrontar el gobierno de un país de 45 millones de habitantes, han injertado en nuestra sociedad determinados cambios sociales que responden más a sus necesidades de reafirmación y captación electoral que a la demandas reales de la sociedad española
La gestión política de estos cambios, traerá a la larga numerosos problemas a nuestra sociedad, pero como lo único que importa a los políticos socialistas es quedar bien ante sus futuros electores, entran en la dinámica rupturista con la tradición y la costumbre, por simple estrategia de captación de votantes. No ya con la religión, lo que era de esperar, sino con la política, o la estructura social vigente.
Ni el país está preparado, ni la sociedad española demanda cambios radicales, pero el PSOE se ve obligado a ofertarlos para dotarse de contenido político, ante su incapacidad de hacer precisamente lo que se esperaría de un gobierno de izquierdas, que sería promover la igualdad social, afianzar la igualdad laboral, expandir los derechos existentes, ofreciendo seguridad jurídica a los que cuentan con menos recursos, facilitar el desarrollo independiente de los jóvenes, en temas laborales, de vivienda, de ayudas familiares y sociales; pero también organizar la asistencia de los mayores en términos de calidad de vida y bienestar.
En este país se necesita más una odontología gratuita, una psicología pública, o una plenitud de derechos laborales de los autónomos, que una ley de violencia de género; pero las primeras requieren un esfuerzo político considerable, y no reportan grandes beneficios electorales; mientras que la segunda, establece una organización institucional, una red de feministas defensoras de las ideas de izquierda que se encargarán de hacer proselitismo político favorable a los partidos de izquierda, aunque para ello tenga que promover desigualdades insoportables y discriminaciones inadmisibles que terminarán perjudicando la convivencia en nuestra sociedad.
Con la ley de dependencia, la política de inmigración, las de igualdad jurídica de los homosexuales, las concesiones a los nacionalismos, o las contemplaciones con los terroristas de ETA, ocurre otro tanto de lo mismo. El PSOE busca afianzar su poder anclándose en determinadas bolsas electorales, al precio de su función de granero permanente a sus propuestas políticas.
Asistimos al secuestro económico de grupos electorales importantes dentro de nuestra sociedad, que al ser obligados a la polarización última pierden todo su valor de reivindicación justa para convertirse en movimientos domesticados, al servicio del poder. Evidentemente que se requiere igualdad jurídica en el caso de las mujeres o los homosexuales, pero lo que no se necesita es el apoyo al feminismo, o al gaycismo, porque son movimientos en su mayoría sectarios, y tenemos un presidente que se declara profundamente feminista, si Rajoy dijera que se declaraba profundamente cristiano, seguro que sería criticado por los progres.
El PSOE se está cargando la convivencia de los españoles, con conocimiento de causa. Pretendiendo con sus decisiones políticas causar un impacto social, y un cambio favorable de la mentalidad de los electores de este país hacia sus presupuestos ideológicos. Pero la bolsa de valores nunca ha subido tanto, y la de la compra tampoco, jamás ha habido tanto nepotismo en la administración pública, y los negocios corruptos se expanden como una epidemia. La política de un gobierno, que se autoproclama de izquierdas, debería suponer el contrapunto a los excesos plutocráticos, y sin embargo se ha establecido como su más preciado sostén.
El populismo reaccionario del PP
Decía Marx lo siguiente, y no estaba equivocado:
Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes, o con su expresión jurídica que son las relaciones de propiedad dentro de las cuales se ha desenvuelto hasta entonces. Con el desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas para el progreso. Abriéndose de esta forma una época de revolución social.
Ante el progreso surge la reacción, pero ante el paraprogreso brota la crispación social. El paraprogresismo del PSOE ha conducido al PP a la toma de la calle, al enfrentamiento permanente, a plantarse ante los desmanes de los socialistas en aras del avance social, a la ruptura de la inercia establecida en la transición política, y a la disolución del consenso en cualquier tema político. La convivencia ciudadana ha alcanzado grados de exasperación y de regresión a etapas conflictivas superadas hace décadas.
Está claro que el PP defiende la tradición y la costumbre en sus políticas, como una fuente de identidad y seguridad ante la realidad existente.
Los socialistas se han olvidado de que la derecha de este país proviene del monopolio de valores, religiosos y políticos, que se forjaron en una dictadura de cuarenta años. No es una derecha moderna, sino que permanece anclada en su burbuja ideológica de nación, religión, y propiedad. Sus acciones políticas son más conservadoras que en otros lugares de Europa, porque va resolviendo sus complejos lentamente, pero de forma paulatina lo ha ido consiguiendo.
No hay una derecha en España que pueda soportar el caso De Juana Chaos, o la libertad de Otegui por dictamen del fiscal impuesto por el PSOE.
La derecha española se ha ido democratizando, al mismo paso que los socialistas han ido abandonando el marxismo. Hasta ahora había progresado adecuadamente, pero con las provocaciones del insigne ZP y el aislamiento político que le ha impuesto como cordón sanitario, nuestra derecha ha vuelto a afianzarse en sus posiciones más dogmáticas, que se pueden resumir en respeto a las tradiciones, la exaltación del nacionalismo español, y la oposición permanente a los cambios sociales, que no resulten imprescindibles.
El terrorismo light de ZP
Zapatero ha tensado la cuerda de la democracia, en una huida hacia delante, ante la incapacidad de abordar los auténticos problemas de la sociedad española, porque no cuenta con capacidad política para acometer la búsqueda de auténticas soluciones.
Sin embargo nos ha llenado de colorido esta legislatura, siguiendo los postulados que Marx estableció para el fetichismo de la mercancía: el presidente Zapatero nos está “vendiendo” progreso, porque es incapaz de conseguir que nuestro país avance socialmente. Socava las estructuras sociales vigentes, en una suerte de terrorismo light de pedrada al sacristán, en domingo de ramos.
En el ámbito internacional, tras la salida de Irak por las bravas, nos ha condenado al ostracismo y al aislamiento; de estar a la cola de los países occidentales, hemos pasado a estar a la cabeza de los movimientos latinoamericanos revolucionarios. Somos el padre Estado, donde fuimos la madre patria.
En el ámbito nacional, no se han logrado transformaciones importantes en la sociedad, más bien al contrario, los problemas que han surgido y van a desarrollarse con los nacionalismos, moderados o extremos, nunca habían sido tan importantes. Tantas concesiones hacen peligrar la identidad española, y eso es algo que no puede tolerarse a ningún político. Pero a la izquierda la nación siempre le ha molestado, y prefiere el estado como argumento.
En el ámbito económico, los ricos cada día se enriquecen más, y los pobres se empobrecen más. El sistema de igualdad social establecido por el PSOE ha conducido en el balance final a una sociedad más acogotada económicamente, con cada vez más sectores dependientes, en la que ya no se respetan ni las legislaciones laborales, y en la que los jóvenes, los mejor preparados de la historia de este país, naufragan cada día en la imposibilidad de alcanzar la independencia de sus padres.
En el ámbito político, jamás se había alcanzado tanta crispación en España a lo largo de los últimos treinta años, ni tras la muerte de Franco. La política de provocación esgrimida contra la derecha, impide cualquier posibilidad de diálogo sobre temas importantes para nuestro país; sobretodo esos temas que cruzan varias legislaturas, y eso la gente lo sabe, y no va a seguir consintiéndolo.
En el ámbito social, los españoles no disfrutan de más recursos en su vida diaria, pero cada día les cuesta más sostener su sistema de vida, y todo por beneficiar a determinados sectores sociales que benefician electoralmente al PSOE. El precio del estancamiento social de todos, para que avancen los que ZP patrocina, que serán los que terminarán votando por él, sin duda.
El paraprogresismo consiste precisamente en vender progreso social, cuando en realidad lo que se hace es patrocinar a los amigos y seguidores, en prejuicio de todos los demás. Es pura apariencia de avance social, muy ajustada a los planteamientos de alguien que cree vivir en el país de las maravillas, donde los cafés cuestan 80 céntimos.
El progresismo de Zapatero es como el cuento de la lechera, pero la vaca la pagamos entre todos, mientras que la leche la reparte entre los suyos, hasta que se rompa el cántaro. Zapatero es un reaccionario camuflado, quiere matar a Franco a disgustos, ahora que lleva más de 30 años muerto y enterrado.
Un héroe antifranquista fuera de plazo, que funciona con el chip de rehabilitar la memoria histórica, necesita someter a su pueblo a una colección de hazañas y genialidades, para ser recordado eternamente, aunque sea por sus errores y el rechazo de su pueblo. Al final, este antimaquiavelo de la política lo logrará, será recordado y aborrecido por todos.
Biante de Priena
Las ideologías dogmáticas compiten con las religiones en el ámbito de las creencias, con la intención de desplazarlas y sustituirlas. El fascismo y el comunismo son los ejemplos más conocidos, ambos se distinguen en un aspecto fundamental, los fascismos enaltecen al héroe divinizado, los comunismos, al pueblo divinizado. Los fundamentalismos, no emulan nada, son movimientos religiosos en sí mismos.
Todos los movimientos políticos aspiran en la intimidad, aunque no lo expresan públicamente, a implantar su ideologías en la sociedad, por medio de la propaganda y el marketing de sus valores, por las legislaciones que producen, por las prácticas que muestran, por la representación pública de su cultura particular y la presencia mediática de sus líderes. Los progresistas aspiran a implantar avances sociales rápidos, los conservadores avances sociales lentos.
Sin embargo, los avances sociales no se establecen en el vacío, en la tábula rasa, en la hoja en blanco, este es el error que cometen algunos imprudentes políticos de izquierdas; porque no comprenden que la sociedad que tratan de representar y cambiar, se encuentra estructurada con su propia orografía de costumbres y tradiciones. Es cuestión de antropología. Negar la evidencia de partida conduce a numerosos errores y barbaridades políticas.
El paraprogresismo del PSOE
En las sociedades más avanzadas, los partidos ubicados en la izquierda democrática presumen de su lucha por el progreso. El gobierno de Zapatero, y en general la administración gestionada políticamente por el PSOE, quiere vender a la sociedad española su colección de modernidades, y su capacidad de implantar cambios rápidos en nuestra sociedad, por medio del decreto-ley.
Cegados por el poder e insuficientemente preparados para afrontar el gobierno de un país de 45 millones de habitantes, han injertado en nuestra sociedad determinados cambios sociales que responden más a sus necesidades de reafirmación y captación electoral que a la demandas reales de la sociedad española
La gestión política de estos cambios, traerá a la larga numerosos problemas a nuestra sociedad, pero como lo único que importa a los políticos socialistas es quedar bien ante sus futuros electores, entran en la dinámica rupturista con la tradición y la costumbre, por simple estrategia de captación de votantes. No ya con la religión, lo que era de esperar, sino con la política, o la estructura social vigente.
Ni el país está preparado, ni la sociedad española demanda cambios radicales, pero el PSOE se ve obligado a ofertarlos para dotarse de contenido político, ante su incapacidad de hacer precisamente lo que se esperaría de un gobierno de izquierdas, que sería promover la igualdad social, afianzar la igualdad laboral, expandir los derechos existentes, ofreciendo seguridad jurídica a los que cuentan con menos recursos, facilitar el desarrollo independiente de los jóvenes, en temas laborales, de vivienda, de ayudas familiares y sociales; pero también organizar la asistencia de los mayores en términos de calidad de vida y bienestar.
En este país se necesita más una odontología gratuita, una psicología pública, o una plenitud de derechos laborales de los autónomos, que una ley de violencia de género; pero las primeras requieren un esfuerzo político considerable, y no reportan grandes beneficios electorales; mientras que la segunda, establece una organización institucional, una red de feministas defensoras de las ideas de izquierda que se encargarán de hacer proselitismo político favorable a los partidos de izquierda, aunque para ello tenga que promover desigualdades insoportables y discriminaciones inadmisibles que terminarán perjudicando la convivencia en nuestra sociedad.
Con la ley de dependencia, la política de inmigración, las de igualdad jurídica de los homosexuales, las concesiones a los nacionalismos, o las contemplaciones con los terroristas de ETA, ocurre otro tanto de lo mismo. El PSOE busca afianzar su poder anclándose en determinadas bolsas electorales, al precio de su función de granero permanente a sus propuestas políticas.
Asistimos al secuestro económico de grupos electorales importantes dentro de nuestra sociedad, que al ser obligados a la polarización última pierden todo su valor de reivindicación justa para convertirse en movimientos domesticados, al servicio del poder. Evidentemente que se requiere igualdad jurídica en el caso de las mujeres o los homosexuales, pero lo que no se necesita es el apoyo al feminismo, o al gaycismo, porque son movimientos en su mayoría sectarios, y tenemos un presidente que se declara profundamente feminista, si Rajoy dijera que se declaraba profundamente cristiano, seguro que sería criticado por los progres.
El PSOE se está cargando la convivencia de los españoles, con conocimiento de causa. Pretendiendo con sus decisiones políticas causar un impacto social, y un cambio favorable de la mentalidad de los electores de este país hacia sus presupuestos ideológicos. Pero la bolsa de valores nunca ha subido tanto, y la de la compra tampoco, jamás ha habido tanto nepotismo en la administración pública, y los negocios corruptos se expanden como una epidemia. La política de un gobierno, que se autoproclama de izquierdas, debería suponer el contrapunto a los excesos plutocráticos, y sin embargo se ha establecido como su más preciado sostén.
El populismo reaccionario del PP
Decía Marx lo siguiente, y no estaba equivocado:
Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes, o con su expresión jurídica que son las relaciones de propiedad dentro de las cuales se ha desenvuelto hasta entonces. Con el desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas para el progreso. Abriéndose de esta forma una época de revolución social.
Ante el progreso surge la reacción, pero ante el paraprogreso brota la crispación social. El paraprogresismo del PSOE ha conducido al PP a la toma de la calle, al enfrentamiento permanente, a plantarse ante los desmanes de los socialistas en aras del avance social, a la ruptura de la inercia establecida en la transición política, y a la disolución del consenso en cualquier tema político. La convivencia ciudadana ha alcanzado grados de exasperación y de regresión a etapas conflictivas superadas hace décadas.
Está claro que el PP defiende la tradición y la costumbre en sus políticas, como una fuente de identidad y seguridad ante la realidad existente.
Los socialistas se han olvidado de que la derecha de este país proviene del monopolio de valores, religiosos y políticos, que se forjaron en una dictadura de cuarenta años. No es una derecha moderna, sino que permanece anclada en su burbuja ideológica de nación, religión, y propiedad. Sus acciones políticas son más conservadoras que en otros lugares de Europa, porque va resolviendo sus complejos lentamente, pero de forma paulatina lo ha ido consiguiendo.
No hay una derecha en España que pueda soportar el caso De Juana Chaos, o la libertad de Otegui por dictamen del fiscal impuesto por el PSOE.
La derecha española se ha ido democratizando, al mismo paso que los socialistas han ido abandonando el marxismo. Hasta ahora había progresado adecuadamente, pero con las provocaciones del insigne ZP y el aislamiento político que le ha impuesto como cordón sanitario, nuestra derecha ha vuelto a afianzarse en sus posiciones más dogmáticas, que se pueden resumir en respeto a las tradiciones, la exaltación del nacionalismo español, y la oposición permanente a los cambios sociales, que no resulten imprescindibles.
El terrorismo light de ZP
Zapatero ha tensado la cuerda de la democracia, en una huida hacia delante, ante la incapacidad de abordar los auténticos problemas de la sociedad española, porque no cuenta con capacidad política para acometer la búsqueda de auténticas soluciones.
Sin embargo nos ha llenado de colorido esta legislatura, siguiendo los postulados que Marx estableció para el fetichismo de la mercancía: el presidente Zapatero nos está “vendiendo” progreso, porque es incapaz de conseguir que nuestro país avance socialmente. Socava las estructuras sociales vigentes, en una suerte de terrorismo light de pedrada al sacristán, en domingo de ramos.
En el ámbito internacional, tras la salida de Irak por las bravas, nos ha condenado al ostracismo y al aislamiento; de estar a la cola de los países occidentales, hemos pasado a estar a la cabeza de los movimientos latinoamericanos revolucionarios. Somos el padre Estado, donde fuimos la madre patria.
En el ámbito nacional, no se han logrado transformaciones importantes en la sociedad, más bien al contrario, los problemas que han surgido y van a desarrollarse con los nacionalismos, moderados o extremos, nunca habían sido tan importantes. Tantas concesiones hacen peligrar la identidad española, y eso es algo que no puede tolerarse a ningún político. Pero a la izquierda la nación siempre le ha molestado, y prefiere el estado como argumento.
En el ámbito económico, los ricos cada día se enriquecen más, y los pobres se empobrecen más. El sistema de igualdad social establecido por el PSOE ha conducido en el balance final a una sociedad más acogotada económicamente, con cada vez más sectores dependientes, en la que ya no se respetan ni las legislaciones laborales, y en la que los jóvenes, los mejor preparados de la historia de este país, naufragan cada día en la imposibilidad de alcanzar la independencia de sus padres.
En el ámbito político, jamás se había alcanzado tanta crispación en España a lo largo de los últimos treinta años, ni tras la muerte de Franco. La política de provocación esgrimida contra la derecha, impide cualquier posibilidad de diálogo sobre temas importantes para nuestro país; sobretodo esos temas que cruzan varias legislaturas, y eso la gente lo sabe, y no va a seguir consintiéndolo.
En el ámbito social, los españoles no disfrutan de más recursos en su vida diaria, pero cada día les cuesta más sostener su sistema de vida, y todo por beneficiar a determinados sectores sociales que benefician electoralmente al PSOE. El precio del estancamiento social de todos, para que avancen los que ZP patrocina, que serán los que terminarán votando por él, sin duda.
El paraprogresismo consiste precisamente en vender progreso social, cuando en realidad lo que se hace es patrocinar a los amigos y seguidores, en prejuicio de todos los demás. Es pura apariencia de avance social, muy ajustada a los planteamientos de alguien que cree vivir en el país de las maravillas, donde los cafés cuestan 80 céntimos.
El progresismo de Zapatero es como el cuento de la lechera, pero la vaca la pagamos entre todos, mientras que la leche la reparte entre los suyos, hasta que se rompa el cántaro. Zapatero es un reaccionario camuflado, quiere matar a Franco a disgustos, ahora que lleva más de 30 años muerto y enterrado.
Un héroe antifranquista fuera de plazo, que funciona con el chip de rehabilitar la memoria histórica, necesita someter a su pueblo a una colección de hazañas y genialidades, para ser recordado eternamente, aunque sea por sus errores y el rechazo de su pueblo. Al final, este antimaquiavelo de la política lo logrará, será recordado y aborrecido por todos.
Biante de Priena
2 comentarios:
essa sociedade é Portugal!
...pois nao, essa sociedade ERA España!, ahora es... ¿sabrá alguien que somos?
Publicar un comentario