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sábado, 16 de diciembre de 2006

Garabuxada


Descarten buscar el concepto en el Google, por qué no lo encontrarán. En el diccionario de la RAE, de garabito, que es como se denomina en Andalucía a un perro o caballo que no es de casta, se pasa a garaje. Se preguntarán algunos si es acaso un neologismo, pues tampoco. Ni castellano, ni euskera, ni gallego, ni catalán, y sin embargo, es español.

Siento cierto orgullo ante la expansión cultural que estoy a punto de proporcionar a las próximas generaciones, ofreciendo al mundo esta nueva palabra, que he recuperado de la memoria.

Hay tan pocas cosas nuevas bajo el sol, sobretodo en la torrentina realidad que nos ha tocado vivir, en este cutre vaivén de negocios, negaciones y negociaciones.

Quizás, mañana, en algún lugar cercano a las nieblas andinas, un pastor de llamas aburrido, conectado a la red por satélite con un ordenador portátil a pedales, se equivoque al apretar unas teclas y el destino le conduzca hasta estas palabras. Estoy seguro que desde ese instante, su vida cambiará por completo.

Por que aunque ustedes no lo sepan, las personas que habitamos este mundo estamos divididas en dos singulares categorías, la minoría excelsa que conoce la definición del término que da título a este escrito y los demás, es decir todos ustedes, queridos lectores. Pero no se preocupen, después de leer este escrito, las cosas cambiarán.

Me siento realmente emocionado, estoy a punto de entrar en la historia lingüística española, cuando dentro de un momento les ofrezca el significado del término, que aún quiero detraer por unas líneas a su curiosidad.

Decía Foucault, en su obra “Las palabras y las cosas”, recordando a Borges, que en cierta ocasión, un desocupado emperador chino, decidió realizar una clasificación particular de los caballos, que posteriormente resultó apreciada por muchos estudiosos del mundo equino. En ella, distinguía los caballos negros, o bayos, de los sutilmente delimitados por una crin en el dibujo, o los que corrían libres por las montañas.

Ciertamente, hubiera resultado interesante, que el ingenioso emperador hubiera acometido con el mismo coraje, un estudio taxonómico de los mediocres políticos españoles que nos ha tocado sufrir en estos tiempos. ¿Cómo describiría a los señores Zapatero o Rajoy?. Quizás los descartaría como políticos, de su clasificación, por no dar la talla.

El conocimiento, siempre es necesario, nos procura un criterio. Sin criterio no hay percepción posible, estamos ciegos, no podemos comprender la realidad más que desde nuestras sensaciones e instintos. El criterio, es la ley no escrita del conocimiento. Balmes, sabía de estas cosas.

Platón lo sabía también, por eso nos habló de su mito de la caverna. Biante de Priena, casi doscientos años antes, lo había reflexionado, cuando sentenció que la humanidad estaba cautiva, antes de que tuvieran que defenderlo las doncellas misenias.

El concepto que nos ocupa, garabuxada, como una herramienta informática, va a abrir nuevas posibilidades en la comunicación humana, porque la vida y las cosas que en ella ocurren, es propicia a su uso.

Dentro de poco, los diletantes de la cultura presumirán en lenguaje coloquial ante sus amigos, de que los tiempos de garabuxada que vivimos, no permiten otra cosa, habrá que salvar lo que se pueda.

Así comienzan las culturas, inventadas, siempre. Como decía el antropólogo Rapapport, “creamos la cultura para darle significado a un mundo que no lo tiene”. Crear significado, pero también significante, que es como la acción política de la lengua. El significante es el problema, no el significado.

La cultura siempre ha de ser una consecuencia de las necesidades del ser humano, el problema surge cuando ocurre precisamente lo contrario desde cualquier intención política, que se pretende hacer que los seres humanos seamos una consecuencia de las necesidades de la cultura.

Se confunden causas y efectos. Los catalanes son catalanes por que hablan catalán, no hablan catalán para ser catalanes. Los vascos son vascos por que conocen los akelarres, no crean akelarres para ser vascos. Y los gallegos, pues ahí están, como siempre, pero no van a permitir su definición.

Vamos a desentrañar el misterio de la palabra:

Garabuxada: procede de la segunda acepción de garabuxu: cosas menudas, pequeñas, pero también de garabuxos: tojos menudos usados para iniciar el fuego, y aún les proporcionaré una nueva definición propia de la desembocadura del Nalón, en concreto de su margen derecha, en un pueblo marinero de nombre La Arena.

Allí, la garabuxada, es todo lo que trae el río cuando hay crecida y que va dejando en las riberas arenosas, que luego puede ser recogido para su reciclaje, y posterior uso. Y también la colección de productos del mar que arrastran las redes de los pescadores, que luego se vende o se regala para hacer una caldereta, un marmitako o una paella.

Esta información ha sido extraída de El Diccionario General de la Lengua Asturiana, obra de 1440 páginas, editado por La Nueva España en el año 2004.

No voy a hablarles de los neandertales de la cueva del Sidrón, (el yacimiento más importante de Europa), ni de las pinturas rupestres de Tito Bustillo o Candamo, ni de los castros neolíticos de Coaña o Mohias, ni de lo que dijo de los asturianos Estrabón, aquel cronista romano.

No es necesario, por supuesto, hablarles de las monarquías asturianas, que brotaron en el año 719 con la victoria de Pelayo en Covadonga contra los musulmanes (conflicto sempiterno), y de lo que se deriva que el hijo del Rey de España sea desde 1353 Príncipe de nuestra tierra. Tampoco les diré por que, a pesar de numerosos motivos, en Asturias no hay apenas nacionalismo político, por qué eso es otra historia. En eso coincidimos con Navarra.

Quién se sabe diferente, no necesita proclamarlo de forma continua. Lo sabe, lo comparte con los suyos, lo vive y punto. Sólo quien necesita sacar provecho de la diferencia, utiliza estas cosas, para proclamar la opresión de los demás, desde el victimismo más impune y la insidia más estridente. Es decir, transforma la garabuxada en singular hecho diferencial.

Soy asturiano, un español más. Que tengan ustedes un buen día.

Enrique Suárez Retuerta

1 comentario:

El Capitán Trueno dijo...

FILOSOFÍA CIUDADANISTA

Rosa Díez nos trae hoy en su blog un interesante comentario sobre un artículo de Paolo Flores D'Arcais en la revista Claves. Copio a continuación los últimos párrafos:

D'Arcais recuerda también los escritos de Hannah en los que ésta desarrolla la teoría de que "la esfera pública, para ser un lugar de acción y por tanto de autonomía, debe ser un espacio público simétrico. De igualdad para ser escuchados. Para que el nomos sea realmente autos, tiene que nacer de todos y cada uno."

"Una igualdad tal en la pluralidad no puede sacrificarse en aras de ningún fin, o en nombre de la eficacia de la acción, sin que se pierda la acción misma. Hannah Arendt es taxativa: una estructura jerárquica, de obediencia, es incompatible con la acción, incluso aunque demostrase ser más eficaz contra un poder opresor. Porque no puede producir libertad sino una nueva opresión. De hecho, ya en heteronomía, Camus lo habría suscrito: '¿El fin justifica los medios? Puede ser. ¿Pero qué justificará el fin? La insurrección contesta: los medios'."

"He aquí por qué una democracia donde la política se ha convertido en monopolio de "profesionales" de la cosa pública constituye un eclipse de las libertades y nunca su organización más funcional, por muy democráticos que sean los procedimientos electorales. Efectivamente, si la política se convierte en una profesión se transforma en una esfera privada como las demás, y cuantos la practican tendrán que plegarse a los imperativos de su correspondiente techné (lógica de aparato, de recaudación de fondos, de manipulación televisiva, etc). So pena de marginación."

Finaliza D'Arcais su Tesis Cuatro de la siguiente manera: "La ocupación de la política por parte de profesionales hace privada la esfera pública, es decir, hurtada a los ciudadanos. Por ello Hannah Arendt rechaza categóricamente las sirenas del realismo político con que se pretende santificar la renuncia a la libertad, ese adiós a la autonomía."


No sé si Rosa Díez es consciente o no, me imagino que sí porque su visión política es magnífica, pero está sentando las bases filosóficas de la política que trata de desarrollar el Partido de la Ciudadanía. El otro día leíamos en EL PAÍS unos comentarios de dos intelectuales orgánicos del régimen -en el sentido gramsciano del término- que afirmaban, con la pomposidad y vacuidad habituales en Zapatero y en toda esa izquierda reaccionaria y naivista que nos invade, que en el resto de España no había espacio político para C's.

Bastaría con pensar que si el imperio polanquista, propietario de la marca político-mercantil supuestamente progresista del PSOE, ha puesto en marcha la máquina de triturar a Ciudadanos, es porque realmente teme que se le venga abajo su tinglado que mantiene embelecados a muchos ciudadanos con una falsa izquierda. Pero las palabras de D'Arcais en boca de Rosa Díez nos traen la luz: un partido que defienda el concepto ilustrado y por ello progresista pero liberal de la política pública, y no privada en manos de unos pocos partidos oligárquicos, tiene un gran espacio y un gran futuro en España.

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