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miércoles, 6 de diciembre de 2006

Elena Salgado, la musa del régimen


Todos los regímenes políticos tienen sus musas, pero no suelen hacerlas ministras. El caso de nuestra eximia ministra de sanidad y consumo, es por lo tanto un extraordinario suceso, que acontece en la inolvidable era del presidente Rodríguez Zapatero.
El curriculum vitae de la señora ministra, nada tiene que ver con el ámbito de su ministerio, su perfil sería mucho más adecuado para ocupar la plaza de industria o comercio.


Sin embargo, el inestimable y nunca bien ponderado criterio de nuestro presidente, el Sr. Rodríguez Zapatero, le procura el ministerio de sanidad por estrategia de cuotas femeninas en la ocupación del poder. El ultimo cargo relevante de la señora Salgado, había sido la presidencia de la compañía del 11811, ese teléfono de información de nueva creación comercial.

Ser ministro de lo que sea, cada día es más fácil. No hay que demostrar nada relacionado con la cartera que se pretenda detentar, sólo hay que estar bien afianzado en la promoción personal, tener buenos padrinos. Así, nuestra grácil ministra se ha convertido, por diversas razones, que no méritos, en la actual musa del régimen.

Mientras que un médico necesita seis años de carrera y cuatro de especialidad, para acceder a una formación que le permita el ejercicio de su profesión; la ministra que gestiona el ámbito en que desarrollarán más de 200.000 profesionales sanitarios su actividad y todos los españoles su asistencia sanitaria, surge de la escuela de paracaidismo del PSOE, con sus títulos en ingeniería y economía, sin haber presentado en su haber ni un curso gratuito de treinta horas del INEM, en algún área relacionada con la salud o el consumo. 

Esto no ocurría ni en los regímenes totalitarios, que en algunas cosas, como elegir ministros, no se atrevían a tanto, al menos, guardaban las apariencias.

LA SANIDAD Y EL PSOE

El PSOE nunca se ha llevado bien con los médicos, por que esta categoría profesional de larga tradición y amplio respeto popular, no comulga con ruedas de molino, quizás por que está expuesta más que ninguna otra a la realidad de la vida y la muerte. Sólo algunos arribistas del colectivo se han incorporado a sus filas, a sabiendas que por recursos propios no podrían hacer la carrera profesional que ambicionaban.

La evolución profesional en medicina siempre es compleja y difícil, y requiere mucho tiempo de dedicación, y experiencias. Los profesionales de la sanidad no suelen mezclarse con la política, pero eso no quiere decir que la política no se haya mezclado con las actividades laborales de los profesionales sanitarios, lo que habitualmente se ha traducido en su desmoralización y protesta, sin ninguna consecuencia para regresar a la racionalidad.

España, a pesar de todos los errores cometidos, tiene una de las mayores esperanzas de vida del mundo, que no se debe precisamente a la intervención de los políticos, sino al ejercicio cotidiano de los profesionales de la salud; que no están bien pagados en comparación con sus compañeros europeos y además, están mucho más intervenidos políticamente en su actividad profesional. Vale para médicos, enfermeros, auxiliares, administrativos, celadores, y todo el estamento sanitario.

Cuando se recuerdan las genéricas propuestas del programa sanitario del PSOE, con el que alcanzaron su último triunfo electoral, el 14-M, uno se percata mejor de qué va la cosa, es pura propaganda electoral, sin consecuencias, ni compromisos:

Aumentar los presupuestos destinados a la Sanidad Pública en general y a la Atención Primaria. Incrementar el tiempo de consulta, tener una mayor disponibilidad de acceso a pruebas diagnósticas. 

Modernizar las estructuras sanitarias, su dotación tecnológica y una equiparación progresiva de la infraestructura sanitaria de las diferentes Comunidades Autónomas. Elaborar un protocolo común que tienda a conseguir en todo el Territorio los mismos tiempos de espera para pruebas diagnósticas, especialistas e intervenciones quirúrgicas. 

Desarrollar el Plan Estratégico de Política Farmacéutica mediante la colaboración con todos los agentes del sector para reducir el gasto farmacéutico. 

Modificar la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias para dar cabida a las reivindicaciones de los psicólogos en cuanto a su reconocimiento como profesionales sanitarios. 

Fomentar la investigación científica y los comités de ética asistencial donde va a dar más presencia a usuarios y pacientes

Los ciudadanos pueden juzgar por sí mismos, si están incluidas aquí sus demandas sanitarias, o al menos si se ha hecho algo en relación a las expectativas que tenían sobre esta importante área de su vida, que es la salud. Pura entelequia.

LA CAMPAÑA INACABABLE

En los últimos años hemos asistido a una singular cruzada, que ha consistido en alarmar a la población permanentemente sobre los peligros que entraña alimentarse de una u otra manera. Desde el escepticismo radical considero que lo único que se ha hecho es desviar los consumos, para realizar determinadas políticas agrarias o ganaderas, que estaban pendientes. En una palabra, nos han tomado el pelo.

Pero no sólo eso, sino que se han gastado numerosos recursos en procurar remedios para males que nunca acontecieron (vacunas para la gripe aviar, por ejemplo), y que los laboratorios farmacéuticos han recuperado beneficios gracias a la ineptitud e inadecuación de los dirigentes sanitarios (este problema no sólo es español, sino que acontece en la mayor parte de Europa y América). Todo esto representa la administración del miedo, al servicio de la política, algo terriblemente peligroso.

Llevamos unos años espectaculares en cuanto a campañas sanitarias se refiere, desde la colza para acá, no hemos levantado cabeza. Los cerdos estuvieron restringidos durante un tiempo, más tarde las vacas se volvieron locas, después los corderos presentaron problemas, y por último, los pollos han estado a punto de exterminarnos. 

Pero si nos vamos a los productos del mar, comenzando por la cagalera de los salmones, hemos pasado por el emponzoñamiento negro del marisco y los bivalvos, para continuar con el plomo y el mercurio, y actualmente con los anisakis, esos gusanos que infestan al pescado blanco. No sé que vamos a cenar en Navidad. 

Deberíamos estar muertos, pero milagrosamente no lo estamos, por que lo que ha ocurrido es que los altos cargos del Ministerio de Sanidad se han encargado de contar lo que les contaban, comenzando por la ministra. Es lamentable, pero que se puede esperar en un país donde una intoxicación por envenenamiento de la colza, era producido por un bichito que si se caía de la mesa se mataba. 

Ahora ha comenzado la cruzada contra las hamburguesas, antes fue la campaña contra el tabaco que ha generado más crispación en la población española que ninguna otra cuestión política a lo largo de los 28 años de democracia que hoy se cumplen, lo que indica los inmensos desconocimientos psicológicos y sociológicos de quiénes elaboran estas campañas, que pagamos todos los españoles con nuestros impuestos. 

No se han estudiado todavía los efectos derivados de la violencia institucional y mediática que suponen estas campañas supuestamente preventivas, sobre la salud de los ciudadanos. Intuitivamente, se puede decir, que la criminalización de los hábitos de conducta cotidiana de los ciudadanos, nunca puede ser buena para su estado de salud y su bienestar, pues incrementan el malestar en las personas y en la convivencia. 

Una cosa es informar sobre los perjuicios que se pueden originar en determinadas formas de plantearse la vida, y otra muy distinta, establecer una doctrina dogmática de obligado cumplimiento, bajo pena de ostracismo social. Esto es una absoluta barbaridad. 

¿QUÉ FUE DEL PROHIBIDO PROHIBIR?

Se han hecho campañas contra el consumo de alcohol, de sexualidad juvenil, del exceso de velocidad en el tráfico, de violencia de género, sobre el consumo autónomo de medicamentos, sobre la prevención de la prevención de lo imposible. Todo con tal de hacer campañas, todo con tal de que parezca que se está haciendo algo, cuando prácticamente no se está haciendo absolutamente nada.

Entre los diecinueve altos cargos del Ministerio de Sanidad, sólo siete son médicos, de los que cuatro son expertos en salud pública, epidemiología, o medicina preventiva, vamos, que no han visto un enfermo en su vida; además, alguno de estos personajes es conocido en su tierra de origen por su furibundo fundamentalismo redentor.

España, ha pasado de la opresión por parte de la religión cristiana, para la que todo exceso satisfactorio del ciudadano era motivo de pecado, a la nueva religión Preventiva, del Ministerio de Sanidad, en la que están a punto de advertirnos que tener relaciones sexuales puede ser perjudicial para nuestra salud (contagio de enfermedades, embarazos no deseados, violencia de género, alteración de las constantes vitales, alteraciones psicológicas). Esta tropa es peligrosa, como sigamos sus consejos, se acaba el mundo, no lo duden. 

Mientras tanto, la Señora Salgado sigue luciendo el palmito progre por los escenarios del orbe, presentándose a Directora General de la Organización Mundial de la Salud. Resultando rechazada por no ser médico, ni tener idea de temas sanitarios, cuando todos los Directores de la OMS desde 1948 han sido médicos, y los 13 candidatos también, a excepción de los de Islandia y Birmania, que eran expertos en temas sanitarios a lo largo de toda su vida.

¿Adivinen ustedes de quién fue la idea?, les daré una pista, empieza por Z y termina por O, y parece que piensa con los pies. 

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Elena Salgado Méndez. Ministra de Sanidad y Consumo. Curriculum Vitae.

12-05-1949 (Orense - España) Licenciada en Ingeniera industrial y Ciencias Económicas Directora General de Mº de Obras Públicas, Transporte y Medio Ambiente. Elena Salgado, licenciada en Ingeniería Industrial y en Economía, ocupó toda suerte de cargos públicos en los primeros Gobiernos socialistas. En 1984 reorganizó el Ministerio de Defensa para adecuarlo definitivamente a la democracia, un empeño que le llevó a ser la primera mujer condecorada con la Gran Cruz de la Orden del Mérito Militar. Al año siguiente pasó a Economía y Hacienda, como directora general de costes de personal y pensiones públicas con el encargo de reformar el sistema de retribución de los funcionarios. En 1991 pasó a ocupar la Secretaría General de Comunicaciones. Su último cargo público fue como presidenta de la Fundación Teatro Lírico, encargada de la gestión del entonces recién reestrenado Teatro Real; un mandato que concluyó con gran polémica cuando el Gobierno cambió de signo y Esperanza Aguirre fue nombrada ministra de Cultura. En los últimos tiempos ha trabajado como consejera delegada de Vallehermoso Telecom y, más recientemente, como presidenta de Telegate, que gestiona el número de información telefónica 11811.


Enrique Suárez

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aquí nunca pasa nada...

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