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domingo, 7 de septiembre de 2014

La casta defiende los intereses de partido contra los de los ciudadanos



Mucho se ha hablado de la casta en este país, pero poco se ha dicho sobre lo que define su interés. Es cierto que los privilegios para sus miembros, los beneficios para sus seguidores, los intereses para sus líderes y por tanto, para que sus partidos sean los elegidos en la lucha por el poder, en sus preferencias por los ciudadanos.

Durante muchos años he analizado el fenómeno de la casta en el poder, al menos desde hace siete años, cuando se publicaron los primeros libros en Italia y en España sobre el tema, en este blog ya se publicaron artículos al respecto en numerosas ocasiones a lo largo de estos años.

Sin duda la casta representa su farsa en un escenario creado ex profeso, cuando en este país quien elige a los elegibles, no son los ciudadanos, sino los líderes de los distintos partidos y sus consejos ejecutivos. Esa usurpación, hace que los elegidos en las urnas le deban su elección en mayor medida a quien los propuso desde el poder, que a quien los dispuso desde las urnas.

Las claves ideológicas serían inútiles al tratar de definir a la casta, pues todos los partidos políticos siguen el mismo sistema de usurpación e impostura, por eso hay que buscar un elemento común a todos ellos, una clave que permita distinguir con claridad quienes son casta de quienes no lo son.

Los partidos políticos con representación política son casta, porque sólo ellos pueden serlo, pues es necesaria la representación política para acceder al poder. La representación política es causa necesaria, por tanto, para poder ser casta, pero esto convertiría a todos los representantes políticos en usurpadores y posiblemente no sea así.

Debemos profundizar en el criterio: ¿Qué define a la casta?, pues sencillamente el sectarismo, que se determina en la defensa de los intereses de partido, por encima o en contra de los intereses comunes de los ciudadanos. Quien defiende los intereses de sus partidarios o seguidores, por encima de los intereses de los demás ciudadanos, forma parte de la casta.

Si conocen ustedes algún caso de seguidor o representante de un partido, que defienda por encima de los intereses de su formación los intereses de los ciudadanos, incluso en contra de los intereses de su partido, ese miembro de la formación política se puede decir que no es casta, mientras que todos los demás sí lo son.

Quien defiende los intereses de parte, contra los intereses de todos, no es más que un partidario de una determinada opción y rival de todas las demás. Nada que ver con un demócrata, en la Antigua Grecia los partidos políticos se habían  prohibido, por ser enemigos de la democracia.

Es hora de que en este país surjan políticos que defiendan los intereses de la mayoría de los ciudadanos, incluso contra los intereses de su partido, es hora de tener políticos que sean responsables ante los ciudadanos que les votan y no ante el líder o consejo ejecutivo de su partido que los selecciona por su sometimiento al poder.

Esa es la única opción posible que le queda a la casta para regenerarse, la independencia personal de los políticos de sus partidos y que muestren como defienden los intereses de los ciudadanos, mientras eso no ocurra, todos los representantes políticos de este país formarán parte de la casta, aunque hayan sido elegidos en las urnas, eso no les convierte en demócratas, ni a ellos, ni a los que les votan. La democracia no está por debajo de los partidos políticos, sino por encima, mientras los partidos políticos la sigan utilizando en su propio interés y el de sus beneficiados, no se podrá decir que en este país vivimos en una democracia, sino en una farsa democrática en la que se ejerce el despotismo, la opresión y la tiranía.

Enrique Suárez

1 comentario:

fractalio dijo...

Un representante de un partido que defienda los intereses de los ciudadanos por encima de los intereses de su formación es una contradicción en sí misma. No sería miembro de la formación política, pues como bien dices después, los políticos son responsables ante el líder o consejo ejecutivo de su partido, que los selecciona por su sometimiento al poder.

Y un seguidor de un partido, sólo por el hecho de serlo, implica que está de acuerdo con esa metodología, por lo que se convierte en cómplice en el momento que le da su voto, pues éste es absolutamente necesario para tales fines.

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