La realidad política no sigue en nuestro país caminos trazados por la razón, sino por las emociones; nuestra forma de resolver las cosas es diferente a cualquier otro país del entorno cultural y político en el que estamos ubicados, el carácter de los españoles, labrado en el conflicto permanente, no permite el sosiego por mucho tiempo, ni siquiera con la fumigación de serenidad de un químico como Rubalcaba, la retórica hipnosis del presidente Zapatero o la prudencia extrema de Mariano Rajoy. Ayer mismo lo decíamos, España no es, no ha sido nunca, lo que piensan que es los políticos que dicen representarnos, sino lo que sabemos los españoles o al menos lo que intuimos, mitad creencia y mitad realidad, o vaya usted a saber. Ciertamente es curioso el fenómeno, pero lo que está claro para todos los españoles es precisamente “lo que no es España”, y lo que ocurre hoy en la política de nuestro país tiene poco que ver con nosotros, no encaja de ninguna manera con lo que realmente somos, hemos sido, o queremos ser, los españoles.
Al Gobierno de Rodríguez Zapatero, como era de esperar, ha terminado alcanzándole la realidad –y detrás vendrán para constatarlo la decadente justicia española, los electores y la Historia-, a pesar de la inmisericorde huida hacia delante que el inefable ha decidido durante los cinco años de mayor retroceso político de nuestra historia reciente bajo la bandera del progresismo, la realidad ha acabado dando con él y está a punto de atraparlo. Se ha demostrado, una vez más, que con recursos abundantes gobierna cualquiera, porque para despilfarrar y favorecer a los amigos, no hace falta diligencia, ni inteligencia, ni rigor. Pero la soberbia de Zapatero –mucho más desmesurada que la de Aznar que no trató de cambiar a los españoles, sino exclusivamente la política exterior de nuestro país- le ha llevado al final del laberinto, y afortunadamente, también para la mayoría de los españoles llega el final de la pesadilla.
El legado de Zapatero
Con Zapatero hemos conocido lo peor de la política, desde los cordones sanitarios excluyentes de todo el que no pensaba como su secta, hasta la negociación con los asesinos etarras considerados en su momento “hombres de paz” a los que se ayudaba desde el Estado a escapar de la policía; desde la mayor crisis humana con cuatro millones de parados -44 % de menos de 35 años, no se sabe el número de subempleados-, hasta el mayor déficit económico de la década motivado por el gasto institucional desbordado; desde una ley sectaria como la de Violencia de Género que desiguala a españoles y españolas, hasta las esperpénticas soflamas nacionalistas con referéndums de autodeterminación y “estatuts” secesionistas avalados desde su propio Gobierno; sus veleidades personales nos han hecho quedar en ridículo ante el mundo próximo y lejano, negociando con piratas y terroristas, enajenando y alienando la posición de nuestro país en el mundo, para terminar rezando con Obama después de haber mostrado su feroz anticlericalismo. No hay por donde coger el pingajo, porque ya nadie se cree al héroe de masas que fundamentó en el escarnio del adversario y el populismo más zafio su vanidosa y “no presuntuosa” idolatría, sobrada y fantoche. Ha sido el único presidente español, junto con Felipe González, que al abandonar el poder va a dejar el país mucho peor que lo encontró, hecho unos zorros, por eso no hay que olvidar su infamia, ni su osadía, y ahora es momento de escribir las crónicas de sus hazañas en Romance de ciegos, como en la Edad Media, para que todo el mundo recuerde lo que ha hecho y deshecho en nuestro país, utilizando sin respeto ni criterio el poder otorgado por las urnas, para promocionar su profecía de la sinrazón.
Si se fijan ustedes, hace tiempo que el concepto de socialismo no se adhiere a su figura, parece que el héroe de la izquierda ha nacido en La Moncloa. Si bien los socialistas agradecen los buenos dineros que ha despilfarrado con todos los colectivos que apoyan la gesta heroica de liberación de los seres humanos que promocionan, mientras oprimen y esquilman a los que no son socialistas, no pueden compartir por más tiempo la estridencia de sus decisiones políticas. Ni críticas, ni apoyos, porque el PSOE comparte con la Iglesia católica el voto de obediencia a la jerarquía y tampoco admite la pluralidad y la discrepancia en su seno, como formación doctrinaria de pensamiento único que es.
Por otra parte, viendo lo que se avecina, los más avezados vanguardistas ya han creado una nueva estructura política en el partido de Rosa Díez, la marca blanca del PSOE que es UPyD, formación exclusivamente socialista –no vayan a pensar ustedes otra cosa-, para afrontar las próximas elecciones municipales si vienen mal dadas. Pero posiblemente el PSOE se acabará deshaciendo de Zapatero, como se deshizo de Felipe González, y seguirá adelante vendiendo el paraíso de la igualdad mientras establece la diferencia entre los designados para mandar y los designados para obedecer, porque la libertad es un invento del capitalismo imperialista.
Exijamos responsabilidades
Ahora es el momento de recordar, ni perdón, ni olvido, ni pasar página dejando los borrones. El objetivo prioritario del próximo Gobierno, que no será socialista, debe ser acometer una auditoría general y pública, que diagnostique la auténtica situación económica y política de España. El dinero que se ha derrochado para mantener los apoyos al Gobierno, el dinero de todos los españoles que se ha despilfarrado para mantener a la legión de inútiles, sindicalistas liberados, colectivos organizados en la estafa pública, instituciones incompetentes, vagos, advenedizos, sinvergüenzas y ladrones, hasta delimitar todo el entramado de corrupción generalizada que se ha urdido bajo el Gobierno de Rodríguez Zapatero, que supera con creces el acontecido con Felipe González.
Es indispensable para nuestro país recuperar el rigor en el Estado de Derecho, exigir restitución de todo lo despilfarrado y denunciar, con plena transparencia, lo que han hecho realmente los vividores progresistas a costa del trabajo y los impuestos de todos los españoles. Esta tarea va a llevar años pero debe hacerse, porque la corrupción que se ha cultivado desde el Gobierno en los últimos años, es estructural, no solamente funcional, y sin eliminarla nos espera la agonía y el marasmo sin fin, lo primero es cerrar los desagües del sectarismo. Y por supuesto, ni perdonar, ni olvidar, no puede haber ley de punto final con los mangantes, que deberán ser juzgados, para que restituyan todo lo que han hurtado y respondan de todo lo que han hecho, se deben exigir responsabilidades desde el presidente del Gobierno, hasta el último concejal con poder.
Pero no quiero concluir sin emitir un mensaje optimista a nuestros lectores, porque tras casi cuatro años de vida que tiene el grupo de Ciudadanos en la Red, hoy estamos satisfechos. Cuando comenzamos la ingrata tarea de denunciar a los políticos corruptos y miserables que dicen querer representarnos, no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar; al principio pensamos que no podía ser cierto todo lo que observamos y denunciamos, no nos imaginábamos la profundidad de la corrupción política y económica que había en España, pero hemos aprendido, y mucho; hoy sabemos que tras cada declaración, tras cada gesto, tras cada obra política hay siempre una estrategia urdida, no ocurre nada al azar en la política de nuestro país, todo está perfectamente controlado, y cada palabra forma parte de un trabajo colectivo que tiene como único interés engañar a los ciudadanos.
Los impostores al olvido
Ciutadans fracasó políticamente, porque sin su fracaso no hubiera sido posible la escalada que ha llevado la bomba del Estatut hasta los cimientos de la Constitución española. Sus dirigentes lo hicieron fracasar conscientemente, por lo que deberán rendir cuentas ante los electores y la historia. UPyD no era nada de lo que se ofrecía –ni mucho menos lo que vende Rosa Díez cada vez que se cuelga de un micrófono-, sencillamente es una empresa electoral formada por una decena de mediocres, sobrealzados por la ilusión de un espejismo proyectado sobre la opinión pública.
El partido de Rosa Díez está condenado al fracaso porque lo único que aporta es un mensaje populista que no se soporta más que en la palabra devaluada de su lideresa y las barbaridades contra la democracia y la libertad acometidas por sus sectarios dirigentes. Que Antonio Robles, el diputado de Ciutadans sea ahora el candidato de UPyD para encabezar el cartel de las elecciones catalanas, es la consolidación y demostración irrefutable del despropósito, cuando en los tres años que estuvo en el Parlamento catalán fue incapaz de hilvanar un discurso coherente y congruente con la opresiva realidad ejercida sobre lo español en Cataluña. Pero lo más fascinante es que algún día llegaron a pensar, desde las altas jerarquías de estos “partidos señuelo”, que los ciudadanos éramos idiotas y los únicos listos de la película eran ellos, los protagonistas del futuro, convertidos hoy en hazmerreír público.
El PSOE tendrá que hacérselo mirar tras el fracaso estridente de la política de Zapatero, y las marrullerías nacionalistas del PSC; el PP de Mariano Rajoy tiene que hacerse muchas radiografías para descubrir de dónde le parte la estupidez y la mediocridad, y empeñarse con denuedo en elevar el nivel de la política en España, incrementando la transparencia y el rigor de su empresa política; debe hacer muchos cambios en su interior y enterrar definitivamente a todos los fantasmas que impiden su desarrollo. Los nacionalistas seguirán intentándolo, como siempre, pero se acabó lo de reírse de los españoles, de que menos de un 10 % del electorado controle las decisiones del 90 % de los españoles, en una tiranía sin precedentes.
El lenguaje cambiará y las cosas volverán a denominarse como corresponde, los infames arribistas serán apartados del espacio público dejando paso a los que realmente tienen algo que decir y merecen ser escuchados; se acabarán los “concetos“ y el pensamiento políticamente correcto, que van a ser erradicados de la comunicación política.
Los ciudadanos hemos aprendido mucho durante este tiempo – la prosodia de la política, que es más importante que el propio lenguaje-, y sabemos que de la política española no podemos esperar juego limpio, por lo tanto el próximo objetivo es organizar la sociedad civil para establecer un control exhaustivo de los políticos, que irán perdiendo poder poco a poco, para entregárselo a los legítimos soberanos, los ciudadanos españoles.
Se acabará la representación política sin control en nuestro país, como mucho la gestión del poder será por delegación y si nos apuran, por mandato imperativo. El PP debe acometer la iniciativa de aproximación de la política a los ciudadanos, porque si no lo hacen, los socialistas lo harán sin duda alguna, y el que lo haga, se llevará el gato al agua en las próximas elecciones generales
Zapatero ha sido el último emperador político de España, tras su marcha las cosas nunca volverán a ser igual en política, eso al menos tendremos que agradecerle dentro de unos años, pero ahora que se vaya cuanto antes, porque ya resulta insoportable su endiablada e ineludible memez.
Enrique Suárez Retuerta
Un ciudadano español y liberal que no renuncia a su soberanía
Al Gobierno de Rodríguez Zapatero, como era de esperar, ha terminado alcanzándole la realidad –y detrás vendrán para constatarlo la decadente justicia española, los electores y la Historia-, a pesar de la inmisericorde huida hacia delante que el inefable ha decidido durante los cinco años de mayor retroceso político de nuestra historia reciente bajo la bandera del progresismo, la realidad ha acabado dando con él y está a punto de atraparlo. Se ha demostrado, una vez más, que con recursos abundantes gobierna cualquiera, porque para despilfarrar y favorecer a los amigos, no hace falta diligencia, ni inteligencia, ni rigor. Pero la soberbia de Zapatero –mucho más desmesurada que la de Aznar que no trató de cambiar a los españoles, sino exclusivamente la política exterior de nuestro país- le ha llevado al final del laberinto, y afortunadamente, también para la mayoría de los españoles llega el final de la pesadilla.
El legado de Zapatero
Con Zapatero hemos conocido lo peor de la política, desde los cordones sanitarios excluyentes de todo el que no pensaba como su secta, hasta la negociación con los asesinos etarras considerados en su momento “hombres de paz” a los que se ayudaba desde el Estado a escapar de la policía; desde la mayor crisis humana con cuatro millones de parados -44 % de menos de 35 años, no se sabe el número de subempleados-, hasta el mayor déficit económico de la década motivado por el gasto institucional desbordado; desde una ley sectaria como la de Violencia de Género que desiguala a españoles y españolas, hasta las esperpénticas soflamas nacionalistas con referéndums de autodeterminación y “estatuts” secesionistas avalados desde su propio Gobierno; sus veleidades personales nos han hecho quedar en ridículo ante el mundo próximo y lejano, negociando con piratas y terroristas, enajenando y alienando la posición de nuestro país en el mundo, para terminar rezando con Obama después de haber mostrado su feroz anticlericalismo. No hay por donde coger el pingajo, porque ya nadie se cree al héroe de masas que fundamentó en el escarnio del adversario y el populismo más zafio su vanidosa y “no presuntuosa” idolatría, sobrada y fantoche. Ha sido el único presidente español, junto con Felipe González, que al abandonar el poder va a dejar el país mucho peor que lo encontró, hecho unos zorros, por eso no hay que olvidar su infamia, ni su osadía, y ahora es momento de escribir las crónicas de sus hazañas en Romance de ciegos, como en la Edad Media, para que todo el mundo recuerde lo que ha hecho y deshecho en nuestro país, utilizando sin respeto ni criterio el poder otorgado por las urnas, para promocionar su profecía de la sinrazón.
Si se fijan ustedes, hace tiempo que el concepto de socialismo no se adhiere a su figura, parece que el héroe de la izquierda ha nacido en La Moncloa. Si bien los socialistas agradecen los buenos dineros que ha despilfarrado con todos los colectivos que apoyan la gesta heroica de liberación de los seres humanos que promocionan, mientras oprimen y esquilman a los que no son socialistas, no pueden compartir por más tiempo la estridencia de sus decisiones políticas. Ni críticas, ni apoyos, porque el PSOE comparte con la Iglesia católica el voto de obediencia a la jerarquía y tampoco admite la pluralidad y la discrepancia en su seno, como formación doctrinaria de pensamiento único que es.
Por otra parte, viendo lo que se avecina, los más avezados vanguardistas ya han creado una nueva estructura política en el partido de Rosa Díez, la marca blanca del PSOE que es UPyD, formación exclusivamente socialista –no vayan a pensar ustedes otra cosa-, para afrontar las próximas elecciones municipales si vienen mal dadas. Pero posiblemente el PSOE se acabará deshaciendo de Zapatero, como se deshizo de Felipe González, y seguirá adelante vendiendo el paraíso de la igualdad mientras establece la diferencia entre los designados para mandar y los designados para obedecer, porque la libertad es un invento del capitalismo imperialista.
Exijamos responsabilidades
Ahora es el momento de recordar, ni perdón, ni olvido, ni pasar página dejando los borrones. El objetivo prioritario del próximo Gobierno, que no será socialista, debe ser acometer una auditoría general y pública, que diagnostique la auténtica situación económica y política de España. El dinero que se ha derrochado para mantener los apoyos al Gobierno, el dinero de todos los españoles que se ha despilfarrado para mantener a la legión de inútiles, sindicalistas liberados, colectivos organizados en la estafa pública, instituciones incompetentes, vagos, advenedizos, sinvergüenzas y ladrones, hasta delimitar todo el entramado de corrupción generalizada que se ha urdido bajo el Gobierno de Rodríguez Zapatero, que supera con creces el acontecido con Felipe González.
Es indispensable para nuestro país recuperar el rigor en el Estado de Derecho, exigir restitución de todo lo despilfarrado y denunciar, con plena transparencia, lo que han hecho realmente los vividores progresistas a costa del trabajo y los impuestos de todos los españoles. Esta tarea va a llevar años pero debe hacerse, porque la corrupción que se ha cultivado desde el Gobierno en los últimos años, es estructural, no solamente funcional, y sin eliminarla nos espera la agonía y el marasmo sin fin, lo primero es cerrar los desagües del sectarismo. Y por supuesto, ni perdonar, ni olvidar, no puede haber ley de punto final con los mangantes, que deberán ser juzgados, para que restituyan todo lo que han hurtado y respondan de todo lo que han hecho, se deben exigir responsabilidades desde el presidente del Gobierno, hasta el último concejal con poder.
Pero no quiero concluir sin emitir un mensaje optimista a nuestros lectores, porque tras casi cuatro años de vida que tiene el grupo de Ciudadanos en la Red, hoy estamos satisfechos. Cuando comenzamos la ingrata tarea de denunciar a los políticos corruptos y miserables que dicen querer representarnos, no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar; al principio pensamos que no podía ser cierto todo lo que observamos y denunciamos, no nos imaginábamos la profundidad de la corrupción política y económica que había en España, pero hemos aprendido, y mucho; hoy sabemos que tras cada declaración, tras cada gesto, tras cada obra política hay siempre una estrategia urdida, no ocurre nada al azar en la política de nuestro país, todo está perfectamente controlado, y cada palabra forma parte de un trabajo colectivo que tiene como único interés engañar a los ciudadanos.
Los impostores al olvido
Ciutadans fracasó políticamente, porque sin su fracaso no hubiera sido posible la escalada que ha llevado la bomba del Estatut hasta los cimientos de la Constitución española. Sus dirigentes lo hicieron fracasar conscientemente, por lo que deberán rendir cuentas ante los electores y la historia. UPyD no era nada de lo que se ofrecía –ni mucho menos lo que vende Rosa Díez cada vez que se cuelga de un micrófono-, sencillamente es una empresa electoral formada por una decena de mediocres, sobrealzados por la ilusión de un espejismo proyectado sobre la opinión pública.
El partido de Rosa Díez está condenado al fracaso porque lo único que aporta es un mensaje populista que no se soporta más que en la palabra devaluada de su lideresa y las barbaridades contra la democracia y la libertad acometidas por sus sectarios dirigentes. Que Antonio Robles, el diputado de Ciutadans sea ahora el candidato de UPyD para encabezar el cartel de las elecciones catalanas, es la consolidación y demostración irrefutable del despropósito, cuando en los tres años que estuvo en el Parlamento catalán fue incapaz de hilvanar un discurso coherente y congruente con la opresiva realidad ejercida sobre lo español en Cataluña. Pero lo más fascinante es que algún día llegaron a pensar, desde las altas jerarquías de estos “partidos señuelo”, que los ciudadanos éramos idiotas y los únicos listos de la película eran ellos, los protagonistas del futuro, convertidos hoy en hazmerreír público.
El PSOE tendrá que hacérselo mirar tras el fracaso estridente de la política de Zapatero, y las marrullerías nacionalistas del PSC; el PP de Mariano Rajoy tiene que hacerse muchas radiografías para descubrir de dónde le parte la estupidez y la mediocridad, y empeñarse con denuedo en elevar el nivel de la política en España, incrementando la transparencia y el rigor de su empresa política; debe hacer muchos cambios en su interior y enterrar definitivamente a todos los fantasmas que impiden su desarrollo. Los nacionalistas seguirán intentándolo, como siempre, pero se acabó lo de reírse de los españoles, de que menos de un 10 % del electorado controle las decisiones del 90 % de los españoles, en una tiranía sin precedentes.
El lenguaje cambiará y las cosas volverán a denominarse como corresponde, los infames arribistas serán apartados del espacio público dejando paso a los que realmente tienen algo que decir y merecen ser escuchados; se acabarán los “concetos“ y el pensamiento políticamente correcto, que van a ser erradicados de la comunicación política.
Los ciudadanos hemos aprendido mucho durante este tiempo – la prosodia de la política, que es más importante que el propio lenguaje-, y sabemos que de la política española no podemos esperar juego limpio, por lo tanto el próximo objetivo es organizar la sociedad civil para establecer un control exhaustivo de los políticos, que irán perdiendo poder poco a poco, para entregárselo a los legítimos soberanos, los ciudadanos españoles.
Se acabará la representación política sin control en nuestro país, como mucho la gestión del poder será por delegación y si nos apuran, por mandato imperativo. El PP debe acometer la iniciativa de aproximación de la política a los ciudadanos, porque si no lo hacen, los socialistas lo harán sin duda alguna, y el que lo haga, se llevará el gato al agua en las próximas elecciones generales
Zapatero ha sido el último emperador político de España, tras su marcha las cosas nunca volverán a ser igual en política, eso al menos tendremos que agradecerle dentro de unos años, pero ahora que se vaya cuanto antes, porque ya resulta insoportable su endiablada e ineludible memez.
Enrique Suárez Retuerta
Un ciudadano español y liberal que no renuncia a su soberanía
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