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miércoles, 6 de febrero de 2013

Doxocracia




"La multitud que no se reduce a unidad es confusión; la unidad que no depende de la multitud es tiranía" Blaise Pascal

Sorprendentemente, un partido político representado en el Parlamento español, hoy mismo nos ha propuesto la refundación del Estado, al tiempo que se promueve  un periodo de Libertad Constituyente en un año. Va a ser cierto aquello de: “¡a la fuerza, ahorcan!”. Las cosas no deben estar bien, cuando Rosa Díez se aventura por una propuesta de harakiri para el sistema demagógico que le ha permitido ser representante política.

Sin embargo, los periodos de libertad constituyente diseñados desde el poder gubernamental o parlamentario, resultan anacrónicos en pleno siglo XXI, cuando los ciudadanos pueden y quieren manifestarse libremente, de forma continua, sobre el curso de sus vidas que deciden otros.

La democracia requiere un salto cualitativo en los países avanzados, superando el actual sufragio censitario –en realidad sólo pueden acceder a la representación pública los miembros de los partidos políticos designados por sus mandos- hasta llegar a un sufragio universal, libre y directo como propone nuestra actual Constitución. Pero no sólo para elegir a otros, sino también para ser elegido. Cualquier ciudadano que lo desee debe ser no sólo elector, sino también elegible, algo que los partidos políticos se han encargado de evitar con parsimonia.

La representación partidaria está superada en España, no sólo por haber mostrado su ineficacia a la hora de rendir cuentas de los excesos cometidos con los asuntos públicos, sino porque se ha mostrado una fórmula agotada en la representatividad de los ciudadanos.

Nuestro sistema se desliza sin prisa, pero sin pausa, hacia una nueva fórmula representativa más directa y contínua. La opinión pública conformada por el cuerpo electoral no puede quedar restringida a una representación restringida a los criterios establecidos, precisamente, por los usurpadores de la representación democrática. Cualquier transformación del sistema estará obligado a introducir mayores cotas de poder ciudadano.

La doxocracia o gobierno de la opinión pública ya es posible desde la existencia de internet, el proceso de decisión colectiva puede ser directo y continuado, no tiene que ser exclusivamente representado, se observa cada día con los comentarios de la gente sobre las cosas que ocurren; y de ser representado, tampoco ha de serlo de forma improcedente, porque si un representante público defrauda sus propias propuestas, mintiendo a los ciudadanos, comete algún acto delictivo o de corrupción, no puede permanecer como representante público para librarse de la justicia por algún aforamiento de inmunidad, que a la larga es de impunidad, como hemos constatado en numerosas ocasiones.

Nos dirigimos a nuevas fórmulas de representación, fraccionadas no totales, directas y continuas. Algún día, no demasiado lejano, los ciudadanos votarán los presupuestos por partidas y decidirán el futuro de sus impuestos, los gastos de dinero público, la fiscalidad y los mecanismos para perseguir a los transgresores y limitar las fechorías de los representantes políticos.

El sociólogo chileno Ernesto Ottone, nos hace algunas propuestas sobre la doxocracia, gobierno de la opinión pública o democracia continua, que resultan extraordinariamente interesantes a comienzos del siglo XXI, y que están llamadas a transformar la obsoleta representación democrática de los países avanzados, al menos, en aquellos como los países del sur de Europa, donde se haya mostrado que la casta política no está a la altura de la representatividad que se le ha concedido en las urnas, por sus numerosas transgresiones del mandato recibido.

Sin duda habrá un periodo transitorio entre la actual representación democrática (más bien demagógica) y una democracia real, más próxima a las necesidades de los ciudadanos y no a su interpretación por sus representantes políticos.

Se abre un proceso de hibridación, entre representatividad política y representatividad cívica (algunos dicen que el sexto poder es la opinión pública, en realidad el fundamento de todos los demás, por lo que debería ser el primero); hasta ahora el poder ha sido exclusivamente político, pero sin duda está llamado a ser cada día más cívico, al fin y al cabo, la etimología de la política proviene de la ciudadanía, las polis griegas no eran representación del poder, sino de la voluntad de los ciudadanos que se dotaron de un sistema denominado democracia que se ha ido pervirtiendo a lo largo de los siglos. 

La transición entre la democracia clásica y la doxocracia ha comenzado, las fuerzas reaccionarias del poder tratarán de retardarla, las fuerzas faccionarias de los partidos intentarán eludirla, y las fuerzas depositarias de la soberanía lograrán implantar al final una fórmula de gobierno que no discrimine y distinga entre gobernantes y gobernados de forma tan grotesca como acontece en la actualidad y en la que los representantes políticos sirvan al pueblo y no el pueblo a los representantes políticos, como ocurre en estos momentos en España.

Enrique Suárez

2 comentarios:

agua de borrajas dijo...

Rubalcaba y el «caso Faisán», una larga historia de negación y escapismo

Anónimo dijo...

Y ese señor del PP, ese diputado que se lo recordaba a Rubalcaba a diario en el Congreso (no recuerdo ahora mismo su nombre). El faisán, el faisán y vuelta la burra al trigo, sin cejar, hasta que Rubacalba le cantó eso de "sin tí no soy nada". Bueno pues ese buen hombre desde que el PP ganó las elecciones y se puso a seguir la hoja de ruta de Zapatero en cuanto a Terrorismo (terrorismo y más cosas) no ha vuelto a decir esta boca es mía. Ni se acuerda del faisán ¡Qué cosas!

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