Para todos los males, hay dos remedios: el tiempo y el silencio.
Alejandro Dumas.
Si de algo carece la política española, con ostentosidad en los actuales tiempos, es de “areté”, quizás sea la explicación fundamental y más simple de todos nuestros males, porque sin esta virtud singular en los representantes públicos, la democracia siempre acaba degenerando en demagogia y tiranía.
¿Qué es la areté?, no es fácil precisar el término, pero puede comprenderse como una reunión de cualidades que el pueblo concede a algunos de sus miembros –“Princeps Inter Pares”- para representarlos públicamente . La areté es una peculiar mezcla armónica de virtudes cívicas, morales e intelectuales, que según Hipias faculta a su poseedor para pensar, hablar y obrar con éxito en las tareas del poder.
Asistimos en los últimos meses a un bochornoso espectáculo político en Asturias que al mismo tiempo se está convirtiendo en una épica hazaña democrática. Un aspirante a candidato, como los héroes de la antigüedad, ha renunciado a su posición de privilegio para iniciar desde la nada su carrera política de nuevo, como si con su ejemplo quisiera mostrar a los asturianos y a los españoles el auténtico sentido de la democracia, en un clima circundante de oprobio, desmesura y desmadre.
Francisco Álvarez Cascos es mucho más que un candidato a la Presidencia del Principado de Asturias, porque con su certero obrar está procurando, con sus ausencias y silencios, el regreso de la Política, con mayúsculas, a esta democracia desvaída y desvencijada en la que vivimos en España.
Un candidato, unas propuestas y unos seguidores, esa es la esencia más simple de un partido político en una democracia, un ejemplo real en esta pantomima virtual y demagógica de la política de nuestro país, en la que los dirigentes políticos deciden por los ciudadanos, incluso a su pesar. La circunstancia de que Francisco Alvarez Cascos sea miembro del Partido Popular es lo de menos, porque tras las últimas encuestas (que coinciden con las anteriores) su presencia en la candidatura del PP le dará el triunfo a su partido, frente a cualquier otra alternativa que no se la daría. Estos son los valores esenciales de la democracia, no del casquismo (culto al líder con que algunos intentan desprestigiar su gesto), no de la rebeldía, sino de la cordura y la coherencia.
Quien conoce a Francisco Álvarez Cascos sabe que no se caracteriza precisamente por callarse, sino por lo contrario, por decir lo que realmente piensa como si de un discípulo de Quevedo se tratase, precisamente esa es la razón por la que en su propio partido ha recibido el rechazo de los dirigentes asturianos y el silencio vaticano de los dirigentes nacionales. Al tiempo que sus seguidores (los de pico y pala, las bases del PP), cada día más y cada día de forma más apasionada van prorrumpiendo en un clamor por su presencia como candidato a la Presidencia del Principado. Por eso su silencio retumba y su ausencia es inmanente, está sabiendo manejar con inteligencia la trama del esperpento: ahora toca callarse y esperar, para que los focos iluminen a sus rivales en su máximo esplendor y la opinión pública conozca de primera mano su autentica naturaleza.
Ni con Maquiavelo de asesor representaría mejor su papel imprescindible en la política española pletórica de despropósitos; prudencia, paciencia y perseverancia al mismo tiempo, sabiendo que ahora no es el momento de decir nada, sino de callar y que hablen sus seguidores reclamando su presencia. Que fascinante es ver a un político con areté en estos tiempos en que todos sus colegas de profesión padecen una epidemia de hybris (desmesura ambiciosa y estúpida, con empacho de poder).
Cascos representa el despertar de la nación española, y como no podía ser de otra forma, acontecerá en Asturias, porque los asturianos sabemos reconocer entre los nuestros a los mejores (y también a los peores). En esta ancestral patria querida, que ama la libertad tanto como odia el poder injusto, que no tiene miedo a decidir y que ha sabido a lo largo de la historia romper los yugos que trataban de imponerle enfrentándose a sus opresores, creando una armonía en la convivencia por encima de las ideologías, porque sabemos que la razón no es de nadie más que del que la tiene; un candidato como Cascos, hecho a sí mismo, promovido por ciudadanos que le apoyan y no por su partido (más bien a su pesar), será el mejor pabellón que se pueda izar para destacar en la memoria colectiva de los asturianos, y por supuesto, también en unas elecciones. Cascos será candidato, porque en caso contrario el PP dejaría de existir en Asturias, ¿quién iba a votar a un partido que decide contra los deseos de sus propios afiliados?. Es la hora del ágora, hágase su voluntad.
¡Que hubiera sido de la memoria de Pericles, si Tucídides no hubiera recordado sus virtudes, y al mismo tiempo, la esencia de la democracia!
Biante de Priena
8 comentarios:
Como estamos en noviembre ya....y el Mediterráneo sigue bañando las orillas mediterráneas...
Espero que tenga usted algo de razón. Con un trocillo me daba yo una alegría del copón.
Lo cierto es que hay elecciones que, por su naturaleza, son mas proclives a facilitar la aparición de fenómenos paranormales: las autonómicas. Y es así porque con pocos votos se puede conseguir mucho (vease Ciudadanos) y tienen suficiente renombre como para tener eco.
Pero no se yo si asistimos a una revuelta ciudadana o de la parte contratante de la segunda parte.
Repito: el tiempo lo dirá y espero que la realidad este mas cerca de su ilusión que de mi desesperanza.
Cachis... el p**o check de los c*j*n*s
Biante, digo yo que con respecto a Álvarez Cascos, se tienen que dar una de estas dos opciones:
a) No se ha enterado de la mierda que hay en el PP, ni de lo cómplices que son con el P$O€ y con el resto de la basura política.
b) Sabe perfectamente lo que ocurre en su partido y en la política local, autonómica y estatal de este país.
En el primer caso, sería tonto, pero de baba, claro, con lo que no pintaría nada representando a nadie, ni tendría tantos fans detrás.
En el segundo caso, debería haber sido denunciado, por cómplice y encubridor, por los fiscales públicos y a estas alturas debería estar en chirona, junto con todos los demás políticos, y con los fiscales incluidos, por no denunciarlo.
Como es claro que se da el segundo caso, y el hecho es que no hay nadie que lo denuncie, sigo proponiendo la colecta.
Ya sé que tu opinión es dejarlo, porque desde dentro va a limpiar toda la mierda de un plumazo, pero claro, ocurre que eso es poco o nada creíble, pues de ser esa su intención, digo yo que ya lo hubiera hecho, o al menos intentado, cuando estuvo en el gobierno, y no hizo nada de nada en ese sentido, como ninguno de sus compinches.
Fractalio, me sorprende un pensamiento tan dogmático en este tema, cuando siempre presenta ecuanimidad en sus argumentos.
Veamos, yo no creo en dogmas, no creo que nadie pueda cambiar la realidad, pero puede influir en su cambio, ese es el caso de Cascos, si sale elegido por aclamación y no por la concesión de su partido, tendrá un valor intrínseco diferente, será como un candidato por circunscripción, que se debe a sus electores más que a su partido, igual me estoy equivocando, pero cabe la posibilidad de que acierte y tal comoe están las cosas hay que intentarlo.
Por lo demás sigo compartiendo la necesidad de cambio de sistema, pero eso va para largo y mientras tanto algo hay que hacer
Saludos
En el gato al agua, el sábado, en 'más se perdió en cuba'.
http://www.youtube.com/watch?v=voHfLFqCA_8
Biante, por más que le doy vueltas a mi comentario, no veo el dogmatismo por ningún lado. No creo que haya opciones intermedias entre conocer y desconocer lo que ocurre en la política, y mucho menos para un “profesional”. O se sabe, o no se sabe, pero no se puede saber a medias, o saber los lunes, miércoles y viernes.
Y esto es independiente del tipo de candidatura, y de cualquier otra consideración. O representa a los ciudadanos o no los representa. Y si antes se ha debido a su partido, y no a los ciudadanos, mala cosa, de ahí que no pueda tener mi credibilidad.
Y por otra parte, soy un confiado a priori, pues antes de que alguien demuestre lo contrario, todo el mundo es bienintencionado y dice la verdad. No tengo por qué pensar lo contrario, incluso cuando a algunos se les ve o se les intuye de lejos.
Pero eso sí, cuando una persona ha mentido descaradamente una vez en cualquier asunto (por activa o por pasiva), lo tengo claro, puede mentir en el resto de las ocasiones, y lo más probable es que así lo haga. Salvo excepciones en las que también se ve de lejos el arrepentimiento o la excepcionalidad de la mentira. Y entre los políticos, aún no se ha dado este caso. Y si se ha dado, quien haya sido el protagonista ni siquiera ha llegado a ser conocido, o ha sido absolutamente olvidado.
Lo siento, pero a estas alturas de la película, no creo que sea dogmático no creer en ningún político.
Eso sí, tampoco me parece dogmático creer en alguno, cada cual tiene sus razones, y es bueno exponerlo y que se dé el intercambio de ideas, por supuesto.
Biante, acabo de poner un comentario, y me ha desaparecido al ratiro de aparecer editado, como me ha ocurrido ya en tres o cuatro ocasiones. Por favor, si lo encuentra por ahí, por su correo o en alguna parte, póngalo, pues no tengo copia. Si no le aparece, lo tendría que volver a redactar.
La verdad que no sé por qué ocurren estas cosas, fractalio
Comentario de fractalio
Biante, por más que le doy vueltas a mi comentario, no veo el dogmatismo por ningún lado. No creo que haya opciones intermedias entre conocer y desconocer lo que ocurre en la política, y mucho menos para un “profesional”. O se sabe, o no se sabe, pero no se puede saber a medias, o saber los lunes, miércoles y viernes.
Y esto es independiente del tipo de candidatura, y de cualquier otra consideración. O representa a los ciudadanos o no los representa. Y si antes se ha debido a su partido, y no a los ciudadanos, mala cosa, de ahí que no pueda tener mi credibilidad.
Y por otra parte, soy un confiado a priori, pues antes de que alguien demuestre lo contrario, todo el mundo es bienintencionado y dice la verdad. No tengo por qué pensar lo contrario, incluso cuando a algunos se les ve o se les intuye de lejos.
Pero eso sí, cuando una persona ha mentido descaradamente una vez en cualquier asunto (por activa o por pasiva), lo tengo claro, puede mentir en el resto de las ocasiones, y lo más probable es que así lo haga. Salvo excepciones en las que también se ve de lejos el arrepentimiento o la excepcionalidad de la mentira. Y entre los políticos, aún no se ha dado este caso. Y si se ha dado, quien haya sido el protagonista ni siquiera ha llegado a ser conocido, o ha sido absolutamente olvidado.
Lo siento, pero a estas alturas de la película, no creo que sea dogmático no creer en ningún político.
Eso sí, tampoco me parece dogmático creer en alguno, cada cual tiene sus razones, y es bueno exponerlo y que se dé el intercambio de ideas, por supuesto.
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