desde 2.006 en Internet

domingo, 28 de febrero de 2010

Civilizar el poder político en España II


Ayer lo habíamos dejado en lo del cambio de paradigma político en España y los mecanismos de control y previsión de imponderables que siempre acaban ocurriendo. Los previsibles imponderables siempre tienen que ver algo con el dinero público y su desvío de los propósitos anunciados en los carteles electorales y cacareados programas. La caridad con el prójimo en la política es como la castidad en la iglesia católica, habitualmente la mayoría de los que reparten nuestro dinero como bien les parece, no se quedan con nada más que con los privilegios que les concede repartir dinero, que no son pocos, pero hay una minoría que consienten que nos roba. Con la castidad de los clérigos ocurre lo mismo, son pocos los pecadores, pero resultan notorios y notables los pecados que se descubren. Bien, no pasa nada, errar es humano, aunque perseverar es diabólico. ¿Qué levante el dedo un justo?.

A lo que vamos, con la cuestión de la honestidad estamos equivocados los españoles por la educación que hemos recibido, más bien fundamentada en la propaganda que en la razón, el conocimiento y la experiencia. A los políticos no se les puede aplicar la presunción de inocencia, si no la de culpabilidad, claro. Verán ustedes, un político no es honesto hasta que se demuestra lo contrario, lo que vale para los ciudadanos no vale para los políticos. ¿Por qué razón debe hacerse esta desvirtuación de la equidad?, pues muy sencillo, un ciudadano si es deshonesto lo hace con su dinero, pero un político lo hace con el dinero de todos los ciudadanos, no con el suyo, eso exige un rigor diferente a la hora de establecer su presunción.

El sistema de redistribución en el que vivimos es injusto, porque recauda con avaricia y de forma exhaustiva lo que luego derrocha sin sentido y con frivolidad. Si supiéramos en realidad como se han dilapidado los recursos de los españoles desde que Rodríguez Zapatero está en el Gobierno, posiblemente la mayoría emigráramos a un país más serio.

La auténtica violencia de género en este país es la que ejercen los políticos -que más que un género son una especie- sobre los ciudadanos, eso si que son malos tratos y no los que se anuncian en el teletexto, porque además de dejarnos molidos y explotados, encima se regodean de que lo hacen por nuestro bien. Un Instituto del Ciudadano Maltratado es lo que más necesita este país, si queremos ser coherentes.

La cuestión del dinero

Aquí les dejo otra aportación para cambiar realmente las cosas, Hacienda debe fiscalizar el gasto público (no sólo los ingresos), pero de forma diferente a como lo hace, por ejemplo, si un Gobierno es de un color, Hacienda debe estar dirigida y gobernada por la Oposición y una comisión paritaria independiente de ciudadanos elegidos al azar entre todos los españoles, con sueldo de consejero y liberación de sus funciones habituales, renovados cada seis meses, con pleno acceso a todas las cuentas del Estado, acompañados de una legión de asesores igualmente renovados semestralmente elegidos entre los expertos del país, a poder ser del mundo de la Universidad, aunque también de entidades privadas o de otros países. Ya verían como se acababan los problemas de corrupción en este país en menos que canta un gallo.

Por otra parte, como sabemos que los políticos tienen esa afición por nuestro dinero que tan bien les caracteriza, a partir de una determinada fecha tendrán sus cuentas públicas y privadas fiscalizadas permanentemente y también las de sus afines y familiares, y no podrán tocar dinero público más que por medio de una tarjeta de crédito absolutamente controlada, que sirva lo mismo para pagar un puente que un refresco. Evidentemente, las cuentas públicas serán permanentemente transparentes y cada seis meses serán publicadas -una página web es sencilla de hacer- , para que todos los ciudadanos sepamos como se gastan nuestro dinero.

Es imprescindible una justicia independiente

Verán ustedes, mientras en este país no haya una justicia despolitizada no podremos considerarnos civilizados. Pero mientras pensamos como lo hacemos para que sea más justo el sistema de elección, podemos evitar problemas mayores, de forma provisional, haciendo que el Fiscal General del Estado será elegido directamente por los parlamentarios de la Oposición, sin participación de los que hayan apoyado al Gobierno. El Consejo General del Poder Judicial también será elegido por la Oposición, con participación minoritaria del Gobierno en su composición.

Los jueces y magistrados de este país tendrán un nuevo reglamento más estricto y riguroso, por el que la más mínima falta será prioritariamente juzgada por la Audiencia de forma urgente, juicios rápidos para la justicia, y si se observan irregularidades relevantes en los procedimientos judiciales los jueces serán apartados provisionalmente de la carrera judicial, primero durante un mes, si reinciden durante seis meses y si vuelven a hacerlo durante dos años, pero si lo hacen por cuarta vez serán apartados de la carrera judicial, porque habrán demostrado que no están capacitados para la función que pretenden ejercer. Un sistema parecido al carné por puntos para ejercer la carrera jurídica, posiblemente fuera de gran ayuda.

Trascender la ideología

La ideología es el opio del pueblo, un auténtico anacronismo que se fundamenta en el mundo de las creencias y no en el de la realidad, que determina el curso vital de las personas renunciando a los hechos. En numerosas ocasiones me he preguntado por qué discutimos tanto por la ideología, cuando lo que realmente importa es que se hace con el dinero público.

Creo que a estas alturas de la historia hay una ideología compartida por los demócratas responsables, siempre he considerado una estupidez polarizar de forma maniquea la realidad, porque eso es un engaño y una artimaña deshonesta. Quien promueve la igualdad también quiere libertad, y viceversa. No me imagino un mundo sin igualdad pero con libertad, ni un mundo sin libertad pero con igualdad. Porque la inmensa mayoría queremos un mundo con libertad e igualdad, las dos alternativas me parecen importantes y no excluyentes. Y también quiero un mundo justo, en el que la ley esté por encima de todo y de todos, siendo creada, respetada y compartida por todos.

En España vivimos en confrontación ideológica permanente, con el único objetivo de que lo que se dice en política y lo que se hace en política no tengan nada que ver. No es progresista quien cambia lo que está bien, no es conservador quien mantiene lo que está mal. Hay cosas que es necesario cambiar, pero hay cosas que es necesario mantener, y la mayoría seguro que estamos de acuerdo en que cosas debemos mantener y que cosas debemos cambiar, si la democracia funcionara normalmente todos compartiríamos llevar a la práctica ese objetivo compartido, porque lo que nos une es mucho más de lo que nos separa, lo que nos hace semejantes mucho más de lo que nos diferencia. Los partidos políticos que conocemos en España se comportan de forma maniquea y excluyente en sus acciones políticas, mientras no cambiemos esa forma de hacer las cosas, no lograremos convertirnos en un país civilizado, políticamente hablando.

Una ideología transversal y dinámica, fundamentalmente honesta y transparente, que se establezca sobre la razón, el conocimiento y la experiencia y un exquisito respeto de nuestra Constitución, determina un criterio ideológico que puede ser compartido por la inmensa mayoría de los ciudadanos superando los modelos anacrónicos que nos ofrecen los partidos políticos actuales. Evidentemente, las minorías racionales deben ser respetadas, pero no pueden esperar ser más respetadas que las mayorías, no estaría bien, ni sería justo, ni tampoco democrático.

Menor representación indirecta

Gracias a las nuevas tecnologías y a la formación creciente de la cultura de los españoles -como no se haga algo pronto será decreciente- resulta anacrónico que la participación de los ciudadanos en la política se reduzca a acudir a las urnas cada cuatro años para votar por un candidato que ha elegido el señor que dirige un partido político, los únicos ciudadanos que eligen directamente a los candidatos, porque el resto lo que hacemos es decir que sí o que no a quien ellos han elegido, o no decir nada. Si se dan cuenta esto nada tiene que ver con la democracia -y sí mucho con la demagogia- pues es una perversión de la elección de representantes públicos de forma directa por los ciudadanos, que garantiza nuestra Constitución. Es necesario añadir una cláusula o enmienda a nuestra Constitución para corregir este artificio de forma inmediata.

Por otra parte va siendo imprescindible que los ciudadanos sean consultados periódicamente sobre las políticas desarrolladas por el Gobierno, en lo que se refiere a los grandes temas que afectan a nuestra vida privada. Por ejemplo, leyes que afecten a los derechos fundamentales como la de Género, la del Aborto, o las que favorecen a determinados organismos como la SGAE , las relacionadas con la justicia, la educación, la sanidad y el bienestar social, o con decisiones que afecten a nuestra participación en conflictos bélicos o en foros internacionales, deben ser consultadas directamente a los ciudadanos por vía de referendum, al igual que la creación de instituciones nuevas, y toda la política de subvenciones debe pasar por la criba pública de todos los españoles reunidos en referendum.

Hacer un referendum, que no tiene que ser en un mismo día, sino por ejemplo durante un mes, para informarse en profundidad del tema tratado, mientras se observa quienes están a favor o en contra, debe ser tan fácil como obtener dinero en un cajero automático si lo tienes en la cuenta. Durante una legislatura se pueden hacer 20 o 30 referenda, o los que sean precisos, a sugerencia de un millón de españoles o bien de 1/3 de diputados.

Por otra parte, y esta es una de las ideas que más les sorprenderán es imprescindible para el futuro que se regule el derecho de veto por parte de los ciudadanos. Se acabó lo de entregar un cheque en blanco cada cuatro años a los políticos que elegimos. ¡Quía!, viendo lo que hemos visto es demasiada confianza, no se la merecen, porque nos han defraudado a la inmensa mayoría. Así que cuando acudamos a votar, nos quedaremos con el resguardo de nuestro voto al candidato que hayamos elegido -en forma de código de barras- y durante los cuatro años que dura una legislatura, podremos revocarle nuestra confianza en cualquier momento acudiendo al oportuno “cajero automático” que estará instalado en todos los ayuntamientos de más de 50.000 habitantes.

Enrique Suárez Retuerta
Un ciudadano español que no renuncia a su soberanía

1 comentario:

Anónimo dijo...

me parece tremendamente eficaz y positivo totalmente de acuerdo contigo.tengo que decir que paso de partidos y aunque este en uno soy libre ,solo me obedezco a mi misma cuando no me interese .Adios.
Naturalmente en lo que pueda o deba guardare el debido respeto.

Enlaces Relacionados

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...